A diferencia del otro gran exponente de comienzos de la década del 80 en el campo del horror de cadencia nostálgica, Ghost Story (1981), un trabajo que reunió a Melvyn Douglas, Fred Astaire y Douglas Fairbanks Jr. y en esencia funcionó como una adaptación muy deficitaria de una famosa novela de Peter Straub, quien por cierto unos años antes había gozado de una interesante traslación a la pantalla de otro de sus libros en ocasión de Full Circle aka The Haunting of Julia (1977), House of the Long Shadows (1983) sí es un proyecto que sobrepasa su innegable impronta melancólica para con un tiempo pasado que ya no volverá jamás, algo que por suerte se deriva de la presencia de tres gigantes del cine de terror, nada menos que Vincent Price, Christopher Lee y Peter Cushing, y no de la película en sí ya que el tono narrativo en esta oportunidad es de lo más distendido aunque se nota que en un primer corte todo el asunto estuvo volcado mucho más a la comedia, de lo que definitivamente los productores de turno -aquellos tremendos Menahem Golan y Yoram Globus, cabezas de The Cannon Group- a posteriori se arrepintieron y por ello decidieron acercar el pulso retórico hacia el misterio y esos espantos apenas sutilmente jocosos, jugada que tampoco afectó demasiado la integridad de la película ni del guión de Michael Armstrong, aquí basado en la célebre novela Seven Keys to Baldpate (1913) de Earl Derr Biggers y en la adaptación teatral homónima del mismo año a cargo de George M. Cohan. El éxito de la propuesta en su conjunto se debe a la intervención detrás de cámaras de un verdadero artesano del exploitation británico, el querido Pete Walker, aquel director de las maravillosas House of Whipcord (1974), Frightmare (1974) y House of Mortal Sin (1976) y hoy sin duda apostando por una elegancia narrativa algo insólita en él.
Para aquellos que no conozcan la novela original, la obra de teatro o las adaptaciones cinematográficas previas -seis en total- que se fueron acumulando en la primera mitad del Siglo XX, vale aclarar que Seven Keys to Baldpate es uno de los relatos clásicos centrados en los engranajes del enigma, los engaños y hasta la autoparodia tácita, todo girando alrededor de la apuesta de un literato ante un amigo rico de que podrá escribir una historia de 10.000 palabras en 24 horas en un complejo vacacional vacío del que supuestamente sólo él posee llave, no obstante uno tras otro irán cayendo distintos personajes que también cuentan con llaves y no lo dejan escribir tranquilo. Ahora el protagonista, Kenneth Magee (Desi Arnaz, Jr.), viene de publicar un libro llamado La Mentira en el que critica a la administración estadounidense y por ello las ventas fueron un poco decepcionantes: en su gira promocional por el Reino Unido se encuentra con su editor Sam Allyson (Richard Todd), quien intuye algo de cinismo en la postura ideológica del autor y así pronto en una conversación surge la apuesta en cuestión, hoy involucrando 20.000 dólares que irán a Magee si logra completar una novela en 24 horas en una mansión desierta de la campiña inglesa, donde por supuesto no estará solo porque se encuentra con un par de caseros, padre veterano e hija (John Carradine y Sheila Keith), una espía desesperada (Julie Peasgood), un visitante ocasional por un automóvil descompuesto (Cushing) y hasta el expropietario del lugar (Price), fauna que le miente olímpicamente al novelista porque forma parte de una única parentela de pasado noble, los Grisbane, clan que termina amenazado por el visitante final, Corrigan (Lee), un hombre presto a comprar el inmueble y con ganas de echarlos a todos a la calle, arruinando en términos prácticos lo que parece ser una reunión familiar.
El guión de Armstrong es en simultáneo por momentos extremadamente ridículo y en otras ocasiones muy inteligente, en especial porque reemplaza los motivos del melodrama y el policial clásico de las obras originales de Biggers y Cohan con una atmósfera de misterio cercana al terror gótico y una arquitectura -correspondiente al último tramo del metraje- vinculada a aquel slasher tan de moda en los 80, aunque sin exagerar demasiado en cuanto al gore y manteniendo al asunto dentro de una mesura muy respetuosa para con las leyendas involucradas: una vez que descubrimos la verdadera intención de los Grisbane para estar allí esa precisa noche, léase liberar al hermano Roderick luego de 40 años de encierro por haber matado a una chica de 14 años luego de seducirla y descubrir que estaba embarazada, los cadáveres empiezan a acumularse porque el cautivo de hecho logró escapar y pretende venganza contra los otros miembros de la parentela, lo que nos deja con deliciosas muertes que incluyen además a una parejita de turistas histéricos (Richard Hunter y Louise English) que llegan a la residencia, surtido que va desde el inducir un ataque cardíaco, el estrangulamiento vía una cuerda de piano y las quemaduras con ácido sulfúrico hasta el envenenamiento, una simpática horca improvisada y un hacha de guerra empuñada con ferocidad. Las cariñosas ironías están a la orden del día, transformando al Cushing famoso por interpretar al Doctor Van Helsing en las producciones de la Hammer en un miedoso crónico, al Price barroco de las adaptaciones de Edgar Allan Poe a cargo de Roger Corman en un personaje graciosamente altivo que pide no ser interrumpido mientras está en medio de un soliloquio, y finalmente al Lee que interpretó tantas veces al Conde Drácula en las propuestas de la Hammer en un pobre hombre que resulta ser el tal Roderick aunque no el verdadero artífice del asesinato de la chiquilla aquella, crimen cuya responsabilidad real cae en la criatura arrogante del inmaculado Price (más allá de estos tres genios, mención aparte merecen Sheila Keith, la actriz fetiche de Walker, y un John Carradine que desde la década del 40 se había transformado en otra figura prominente del cine de horror Clase B).
Como decíamos antes, House of the Long Shadows es una película minúscula hecha con un talento y una astucia que suelen faltar en casi todos los films del Hollywood retromaníaco de los 80 en adelante, circunstancia que queda de manifiesto no sólo si pensamos en la andanada de remakes de las últimas décadas sino también en lo que podría ser un ensayo de “rescate emotivo” a priori semejante como la mencionada Ghost Story, cuyo director John Irvin intentó en vano invocar el clasicismo narrativo de antaño y “ajustarlo” a un relato de marcado tono perverso/ moderno cortesía de Straub, lo que generó un desfasaje bizarro a nivel general que para colmo se vio agravado por la evidente falta de experiencia de los tres actores principales en el género, Douglas, Astaire y Fairbanks. Por supuesto que nada de esto ocurre en el opus de Walker, el cual eventualmente se transformaría en su último film, porque los intérpretes estrella tenían detrás tal volumen de sabiduría escénica en la comarca de los sustos y los gritos que nadie podría cuestionarles nada. Si bien estamos lejos de la algarabía sardónica del realizador británico y sus cárceles brutales, aquella abuelita caníbal y ese cura maniático sexual y homicida, la propuesta resulta uno de los mejores y menos conocidos homenajes a las prodigiosas truculencias del cine del pasado, incluso dándose el lujo de conservar intactos los falsos finales de Seven Keys to Baldpate con el hallazgo de que todo es una farsa craneada por Allyson y que a su vez el film en su conjunto es producto de la máquina de escribir de Magee, detalle que sin duda toma la forma de una gran carta de amor al ardor de la creatividad y a los ribetes bastante trágicos de una justicia familiar que tantas satisfacciones nos ha dado como espectadores y que definitivamente no teme pasarse por el traste al poder estatal y castigar, aun a costa de caer en el problemilla recurrente del falso culpable y el odio de quien se siente -con toda la razón del mundo- un tanto atropellado en sus derechos por parte de un colectivo que construye un consenso acerca de la autoría de tal crimen, decidiendo aquí barrer todo bajo la alfombra para evitar un escándalo y esa destrucción familiar que de todos modos operó con fuerza centrípeta…
House of the Long Shadows (Reino Unido, 1983)
Dirección: Pete Walker. Guión: Michael Armstrong. Elenco: Vincent Price, Christopher Lee, Peter Cushing, Desi Arnaz Jr., John Carradine, Sheila Keith, Julie Peasgood, Richard Todd, Louise English, Richard Hunter. Producción: Menahem Golan y Yoram Globus. Duración: 102 minutos.