Movimientos Nocturnos (Night Moves)

Un planeta muerto

Por Emiliano Fernández

El terrorismo no es precisamente una temática que haya sido muy trabajada por el cine a lo largo de su historia de manera particular, tópico eternamente vinculado a la desobediencia civil, los sabotajes, los secuestros y los atentados bien llamativos y ostentosos que ponen de relieve el poder transformador de la violencia rebelde y un inconformismo radical no romantizado que nunca fueron del interés del mainstream y sólo en algunas ocasiones -muy contadas, a decir verdad- del cine indie o comarcas artísticas aledañas: pensemos para el caso en las distintas variantes del formato en su acepción posmoderna, como por ejemplo la enorme sequedad de Excelentísimos Cadáveres (Cadaveri Eccellenti, 1976), de Francesco Rosi, la parodia despiadada de La Tercera Generación (Die Dritte Generation, 1979), de Rainer Werner Fassbinder, la meticulosidad cuasi neorrealista de Operación Ogro (1979), de Gillo Pontecorvo, el dejo bastante etéreo de Patty Hearst (1988), de Paul Schrader, el repaso histórico por demás compactado/ resumido de Brigadas Rojas (Der Baader Meinhof Komplex, 2008), de Uli Edel, y el tono semi farsesco de Estocolmo (Stockholm, 2018), de Robert Budreau. El ecoterrorismo, entendido como los planes y las acometidas en pos de la defensa del medio ambiente y los derechos de los animales en detrimento de la voracidad capitalista privada y estatal, es una vertiente mucho más novedosa si la comparamos con la antigua militancia política de las bombas, los asesinatos y los secuestros de los anarquistas, comunistas o esbirros parapoliciales/ paramilitares de derecha, y en este sentido el año 2013 representó toda una curiosidad porque aparecieron en simultáneo dos películas sobre el tema e igualmente inspiradas en algunos aspectos del horror ecológico freak símil La Cosa (The Thing, 1982) de El Último Invierno (The Last Winter, 2006), de Larry Fessenden, y Deshielo (The Thaw, 2009), de Mark A. Lewis, nos referimos a El Este (The East, 2013), de Zal Batmanglij, y a Movimientos Nocturnos (Night Moves, 2013), de Kelly Reichardt.

 

A diferencia del opus de Batmanglij, el cual adopta una perspectiva más cinematográfica tradicional mainstream centrada en una agente de una firma de inteligencia privada, Jane Owen (Brit Marling), que se infiltra en una organización ambiental anarquista que gusta de atacar a compañías adeptas a cometer crímenes varios contra la naturaleza, Movimientos Nocturnos constituye una anomalía dentro del acervo estadounidense contemporáneo ya que el film de Reichardt, toda una diletante de esa independencia creativa que en muchas ocasiones parece ya extinta, opta por abrazar el punto de vista de los mismos militantes del ecoterrorismo en una jugada narrativa muy similar a la de una célebre novela del canon contracultural norteamericano, La Banda de la Tenaza (The Monkey Wrench Gang, 1975), de Edward Abbey, acerca de una guerrilla de ecologistas que lleva adelante distintos actos de sabotaje y cuyo principal objetivo pasa por volar la Presa del Cañón de Glen, en el Estado de Arizona, porque destruye la vida del Río Colorado (de hecho, para muchos la película es una adaptación libre y no oficial del libro de Abbey al punto de que el productor Edward R. Pressman, poseedor de los derechos de adaptación del mismo, llegó a demandar a Reichardt y los productores de Movimientos Nocturnos por plagio alegando que estaba próximo a encarar una traslación propia bajo la dirección de Henry Joost y Ariel Schulman, algo que finalmente no ocurrió y que terminó derivando en un arreglo extrajudicial entre las partes). Los cuatro personajes principales de La Banda de la Tenaza aquí mutan en tres, Josh (Jesse Eisenberg), un muchacho taciturno que vive y brega en una granja colectiva, Dena (Dakota Fanning), una burguesa ricachona de corta edad que se independizó de su familia y trabaja en un spa, y Harmon (Peter Sarsgaard), un exmarine que aporta el conocimiento técnico en explosivos que a su vez le brindó la propia milicia yanqui, un genio en eso de armar una mega bomba sirviéndose de fertilizante de nitrato de amonio.

 

El grupo tiene por meta, precisamente, hacer explotar una gran represa, la Green Peter, que mató a las poblaciones de salmón de un río y está destruyendo la vegetación circundante, por ello Josh y Dena compran un barco a motor para cargar el fertilizante y se dirigen a la casa bucólica de Harmon para dar los últimos toques al plan, entre los cuales está repartir identificaciones falsas y conseguir 500 libras más de abono para sumar a las 1000 que ya tiene acumuladas el exmarine, así la chica logra manipular a un vendedor desconfiado (James Le Gros) para llevarse lo necesario para la bomba. La primera mitad del metraje analiza la preparación del atentado nocturno y la segunda las consecuencias de semejante movida, léase primero descubrir que un campista tontuelo de la zona fue arrastrado por la colosal inundación provocada por los explosivos y segundo tener que soportar a una Dena con problemas de conciencia y cada día más inestable, siempre simbolizando una posible amenaza para sus dos compañeros por lo que podría ser un impulso irrefrenable y furtivo de entregarse a las autoridades y confesar todo a raíz de aquella muerte no esperada. Si bien acordaron no volver a verse ni hablar por teléfono, las llamadas y encuentros entre los tres se acumulan y Harmon le aclara a Josh que hay que silenciar a Dena, por lo que luego de ser expulsado de la comunidad agrícola donde vivía, sobre todo por las sospechas que genera su comportamiento distante y errático, el personaje de Eisenberg efectivamente mata al de Fanning estrangulándola con sus manos en uno de los saunas del spa después de que la muchacha lo atacase a puro temor paranoico. El guión de la directora y su colaborador habitual Jonathan Raymond subdivide a la militancia radical en tres grupos muy claros, el profesional frío de Harmon, el idealista proletario de Josh que va descubriendo cómo son las cosas en la realidad -cada acción tiene sus efectos indeseados- y el burgués progre de cartón pintado de Dena, colectivo de seudo izquierda que no quiere ensuciarse las manos.

 

Las características fundamentales del cine de Reichardt, como los personajes absortos, un ritmo narrativo pausado y una exégesis existencial basada en el laconismo y una puesta en escena tan certera como minimalista y desnuda, regresan en Movimientos Nocturnos, lo más cercano que ha estado la realizadora a ofrecer una propuesta de género al cien por ciento, en esta oportunidad coqueteando sin culpa con el thriller, los devaneos morales y el suspenso en general aunque sin renunciar a rasgos de siempre como el realismo de los marginados y esos desenlaces abiertos que ningunean la manía del mainstream actual con resolver todas las líneas argumentales como si la vida prosaica fuese un cierre incesante de tramas; algo que pudo verse en films profundamente hermanados como River of Grass (1994), Old Joy (2006), Wendy and Lucy (2008), Meek’s Cutoff (2010), Certain Women (2016) y First Cow (2019), todas faenas que hicieron del arrojo, la paciencia, la inteligencia dramática y el detallismo sus principales horizontes artísticos. Sarsgaard se mueve en terreno conocido porque compone a un pícaro que sabe muy bien dónde se mete, Fanning por su parte cumple bastante bien como la típica nena vulnerable que paga el precio de los tibios, y finalmente Eisenberg, conocido en especial por Adventureland (2009), de Greg Mottola, Tierra de Zombies (Zombieland, 2009), de Ruben Fleischer, Red Social (The Social Network, 2010), de David Fincher, A Roma con Amor (To Rome with Love, 2012), de Woody Allen, y Nada es lo que Parece (Now You See Me, 2013), de Louis Leterrier, logra destacarse a través de una actuación muy contenida y perspicaz que lo va acercando progresivamente al terreno de los psicópatas más defensivos que ofensivos. El núcleo conceptual de la película está resumido en la charla/ discusión que tienen Dylan (Logan Miller), un joven compañero de Josh, y Sean (Kai Lennox), el mandamás de la granja donde ambos viven, cuando a posteriori de leer la noticia del atentado en la represa el primero defiende a los perpetradores, en esencia afirmando que la voladura puede ser un gesto simbólico pero es uno muy poderoso porque está orientado a despertar conciencia acerca del daño infligido a la naturaleza, y el segundo responde que la arremetida no sirve para nada porque ese río está repleto de presas y con volar una no se logra nada, prefiriendo la acción concreta pacífica más que el “teatro” aparatoso dañino del ataque a la vista de todo el mundo y poniendo de ejemplo positivo a la granja en la que trabajan a diario: Reichardt equilibra en sus pros y sus contras ambas posiciones con el objetivo de subrayar que las corporaciones multinacionales eventualmente no podrán obtener más beneficios de un planeta ya muerto, destino al que va dirigida la humanidad a menos que consiga torcer su curso combinando en simultáneo un menor requerimiento de energía, una producción alimenticia menos invasiva y destructora y esos mentados actos de sabotaje de todo tipo contra los oligarcas de las industrias extractivas y/ o predatorias, sin que en verdad importe la indiferencia o idiotez promedio de unas mayorías abúlicas con mentalidad de rebaño…

 

Movimientos Nocturnos (Night Moves, Estados Unidos, 2013)

Dirección: Kelly Reichardt. Guión: Kelly Reichardt y Jonathan Raymond. Elenco: Jesse Eisenberg, Dakota Fanning, Peter Sarsgaard, Logan Miller, Kai Lennox, James Le Gros, Alia Shawkat, Katherine Waterston, Traber Charles Burns, Autumn Nidalmia. Producción: Saemi Kim, Neil Kopp, Chris Maybach, Anish Savjani y Rodrigo Teixeira. Duración: 112 minutos.

Puntaje: 9