Nacida en Llamas (Born in Flames)

Izquierda de sexo, raza y clase social

Por Emiliano Fernández

El feminismo, un movimiento eternamente vinculado a nivel de las percepciones sociales a las mujeres blancas y urbanas de clases media y alta, atravesó diferentes fases que se suelen corresponden con una extensa primera ola desde el Siglo XIX hasta mediados del Siglo XX, centrada sobre todo en el derecho al voto, una segunda ola entre las décadas del 60 y 80, en la que se ponderaban los derechos reproductivos y sexuales en función del cambio cultural posterior al hippismo, una tercera ola ubicada entre los años 80 y la primera década del Siglo XXI, donde adquiere preponderancia el concepto de diversidad para tratar de contrarrestar las acusaciones de siempre de discriminación hacia las mujeres menesterosas, los homosexuales y los travestis, y finalmente una cuarta ola que llega hasta nuestros días que anhela la paridad real con el varón y tiende a exacerbar el alegato del acoso sexual, categoría popularizada por el caso de Anita Hill, quien a principios de los 90 denunció al juez Clarence Thomas cuando George H.W. Bush lo propuso como candidato a la Corte Suprema, y sobre todo por la andanada de ataques contra Harvey Weinstein, productor histórico hollywoodense y mandamás de Miramax con un larguísimo prontuario de abusos y violaciones que salieron a la luz entre 2017 y 2018. Si bien el feminismo gusta de situarse a la izquierda del espectro político a decir verdad siempre tuvo una relación conflictiva con la corriente ideológica, a la cual sinceramente le importa un comino la desigualdad difusa y demasiado forzada por sexo -concentrándonos en el período de mediados del Siglo XX en adelante, con los derechos de las mujeres ya solidificados en Occidente y trabajando sobre terreno político ganado- porque las nociones que realmente le preocupan a la izquierda son las de clase social y raza, identificando al separatismo del feminismo de tercera y cuarta olas como una postura misándrica maquillada de dejo banal y posmoderno que sustituye a la batalla contra el capitalismo con esa abstracción del patriarcado del feminismo blanco.

 

Como el feminismo nunca fue un movimiento precisamente uniforme, entre la segunda y tercera olas surgieron subdivisiones como el feminismo marxista que ataca al capitalismo, el socialista que adora abalanzarse también contra la discriminación comunal, el liberal de centro derecha que busca conquistas legales sin cambio revolucionario a la vista y el radical demagogo que le echa toda la culpa al patriarcado y así queda expuesto a la ridiculización constante de hoy en día, esa que padecen las wokes y las feminazis de concha seca de redes sociales cuando lanzan sus arengas misándricas, castradas, punitivas y/ o asexuales que parecen retrasar unos 50 años, siempre demonizando al coito y homologando a las vaginas inmediatamente con una ideología, una causa o la condición de víctima ancestral, típico manotazo de ahogado de las burguesas sermoneadoras y privilegiadas del Siglo XXI. Un clásico producto de la tercera ola es el feminismo negro, un desprendimiento del feminismo socialista que aboga por el fin del racismo, el sexismo, la homofobia y la opresión de clase dentro de la sociedad y en el mismo movimiento feminista, como aseverábamos antes más preocupado por el fetiche de las blancas de niveles medios, léase el género sexual binario, que por cuestiones de raza, estratificación capitalista u orientación sexual diversa, siendo la teoría del mujerismo un intento de igualación doctrinaria por parte del feminismo negro que supere las limitaciones del feminismo caucásico, narcisista y muy etnocéntrico. Una de las poquísimas películas que se propusieron analizar todos estos conflictos y/ o atolladeros fue Nacida en Llamas (Born in Flames, 1983), neoclásico underground de Lizzie Borden que plantea un escenario de una complejidad insólita para el acervo cultural norteamericano, tanto el indie como el mainstream, porque utiliza con suma inteligencia y frenesí motivos paradigmáticos del cine testimonial y político como las divisiones dentro de la izquierda, los movimientos contrarrevolucionarios y el avance bien retrógrado de la derecha fascista.

 

Con elementos de falso documental, videoarte, especial televisivo, cine ficcional estándar, videoclip, cinéma vérité y registro de mítines políticos, el opus de Borden se basa en una coyuntura narrativa de ciencia ficción ucrónica en la que luego de una llamada Guerra de Liberación llegó al poder en Estados Unidos un gobierno que se autodefine como socialista y alejado tanto del comunismo como de los fascismos de vieja cepa, así pasaron diez años de esta “revolución pacífica” de impronta electoral y se decidió expulsar del Estado a una de las artífices del cambio, Zella Wylie (Florynce Kennedy), militante afroamericana radicalizada que considera que las transformaciones de izquierda son muy tibias y hay que profundizar la metamorfosis en favor del feminismo y en contra de las elites del poder concentrado como el empresariado, la industria bélica y los medios de comunicación del mainstream. Luego de ser marginada por pretender accionar contra las petroleras, Wylie comienza a apadrinar a una veinteañera gay llamada Adelaide Norris (Jean Satterfield), la cual a su vez funda una organización, el Ejército de Mujeres, que critica al gobierno por la percibida discriminación contra las féminas en el mercado laboral y por la presencia en la sociedad de males que no desaparecen como la violación, el abuso y la prostitución. A esta representación del feminismo negro desenfrenado se opone una variante moderada, la de la locutora de la emisora pirata Phoenix Radio, Honey, una acepción de extrema izquierda del feminismo blanco aunque con clara conciencia social, esa de la locutora de Radio Ragazza, Isabel (Adele Bertei), y hasta un establishment intelectual oficialista, aquel concentrado en la agencia Noticias Socialistas, la revista Juventud Socialista y sus tres editoras principales (Becky Johnston, Pat Murphy y una jovencita Kathryn Bigelow). Una vez que Norris es aparentemente asesinada por el FBI por sus vínculos con las guerrillas de un país llamado Sahara Occidental, todos estos colectivos se amalgaman en un frente contrarrevolucionario.

 

Borden, una artista inepta a escala formal como lo demuestran la apenas afable Chicas que Trabajan (Working Girls, 1986) y las desastrosas Crímenes de Amor (Love Crimes, 1992) y Provocaciones (Erotique, 1994), ambas muy cercenadas por el aparato hollywoodense, de hecho compensa los diferentes baches del relato y de la exposición ideológica -por cierto, casi siempre vinculados a los instantes videocliperos indie bobalicones de influjo punk, new wave o reggae, hoy caducos- mediante el arrebato terrorista de los discursos y de las acciones conjuntas en sí a posteriori del asesinato/ suicidio de Norris, como la toma de una cadena de televisión, la voladura de una antena en el World Trade Center, la interrupción de un discurso presidencial y el robo de camionetas por parte de un comando de Honey, Isabel, Juventud Socialista, el Ejército de Mujeres y otros grupos feministas de base lésbica o popular para continuar transmitiendo una vez que esbirros conservadores incendian las instalaciones de Phoenix Radio y Radio Ragazza, todo con vistas a denunciar el sexismo, el racismo, las religiones, el nacionalismo, la explotación capitalista, el armamentismo, el ataque al medio ambiente y el vuelco hacia la derecha del propio gobierno. Entre Jean-Luc Godard, Melvin Van Peebles, Andy Warhol, Gillo Pontecorvo, Robert Downey Sr., John Cassavetes, Peter Watkins, Costa-Gavras e incluso el Sidney Lumet de Network (1976), Nacida en Llamas no fetichiza el problema de la vulnerabilidad natural de las mujeres por su menor tamaño en relación al hombre y se anticipa a tiempos venideros porque explora el sustrato payasesco de la seudo izquierda marketinera, en realidad movidas populistas de centro derecha, y la furia asesina y oscurantista de este neoliberalismo de índole ochentosa/ noventosa que lo único que pretende es maximizar las ganancias a costa de todo y todos, siempre aliado con los mass media, la milicia, los neofascistas, el empresariado, los pools rurales, la policía, el deporte masivo, la banca, los lobistas y los servicios de inteligencia…

 

Nacida en Llamas (Born in Flames, Estados Unidos, 1983)

Dirección y Guión: Lizzie Borden. Elenco: Jean Satterfield, Adele Bertei, Florynce Kennedy, Becky Johnston, Pat Murphy, Kathryn Bigelow, Hillary Hurst, Sheila McLaughlin, Marty Pottenger, Eric Bogosian. Producción: Lizzie Borden. Duración: 80 minutos.

Puntaje: 8