Los Compañeros (I Compagni)

Organizando la revuelta

Por Martín Chiavarino

Ambientada en Turín a fines del Siglo XIX, Los Compañeros (I Compagni, 1963), una de las mejores películas del incansable y genial director italiano Mario Monicelli, considerado uno de los maestros de la comedia italiana, narra la conformación de la organización obrera decimonónica alrededor de una huelga en una fábrica textil para dar cuenta de las diferencias culturales entre los habitantes de las distintas regiones italianas poco después de la unificación del país, en un film inspirado por el neorrealismo de los años 40 y 50 y por la nueva ola iconoclasta francesa, la Nouvelle Vague, un movimiento que buscaba retratar la realidad desde la verosimilitud que carecían las producciones masivas de la época, corriente que tuvo como principales representantes a André Bazin, François Truffaut, Agnès Varda, Jean-Luc Godard, Jacques Rivette, Éric Rohmer, Alain Resnais y Claude Chabrol y que de a poco impregnaba el cine europeo con sus ideas y su estética descarnada.

 

Las revueltas y las huelgas no nacen en un vacío ni se generan espontáneamente sino que son producto de años de explotación, pero siempre hay un detonante que transforma la sensación de resignación ante las injusticias de la vida en una actitud de insubordinación ante los dictámenes de los dueños de los medios de producción y sus secuaces que escriben las leyes. En Los Compañeros el accidente de uno de los trabajadores de una de las principales fábricas textiles de Turín, ciudad pujante del norte de Italia, dispara el descontento de los trabajadores sin ningún tipo de seguridad social ni protección ante accidentes laborales, realizando catorce horas de agotadora labor con media hora de descanso para almorzar. El incidente es el punto de partida para la organización de los operarios, que eligen a algunos compañeros para parlamentar con los gerentes de la fábrica, pequeños burgueses asalariados que protegen los intereses de la patronal y por supuesto ni siquiera los reciben ni se toman en serio que quieran dialogar sobre sus condiciones. El secretario del ingeniero les dirá que deben ser realistas, que todos en Turín trabajan catorce horas y que deben abandonar esas ideas revoltosas que alguien les debe haber puesto en la cabeza. Ante la negativa de la dirección a escuchar las quejas de los operarios, los trabajadores planifican una tibia protesta, finalizar sus actividades una hora antes de su horario de salida, pero la medida fracasará por la falta de coordinación.

 

Todo cambiará con la llegada del Profesor Sinigaglia (Marcello Mastronianni), un docente de Génova perseguido por sus ideas y actividades socialistas en la ciudad portuaria del norte de Italia. El profesor estimulará a los trabajadores a reemplazar su plan de lucha de entrar una hora más tarde por una huelga general, idea que los trabajadores aceptarán y pondrán en práctica no sin antes pertrecharse a crédito en las despensas del pueblo alertados por el profesor de que cuando la huelga comience nadie les fiará nada. La medida de fuerza se extenderá en el tiempo y ambos bandos llegarán a un punto de inflexión cuando las negociaciones fracasen por la negativa de la patronal a mejorar las condiciones laborales. En su desesperación los jefes recurrirán a los trabajadores desocupados de una ciudad cercana pero los operarios de Turín intentarán dialogar con ellos, lo que terminará en una tragedia cuando un tren atropelle a uno de los líderes de la huelga. Finalmente, los esquiroles serán expulsados y el dueño de la fábrica azuzará a los gerentes para que se despabilen y busquen controlar a los trabajadores y detener al profesor antes de que se vean obligados a ceder ante las demandas de los obreros.

 

En la hora más álgida de la confrontación de voluntades, con los trabajadores en su peor momento, debilitados moralmente y empobrecidos después de un mes de huelga, y con la fábrica paralizada, los patrones intentarán convencer a los dirigentes obreros de que ellos pueden aguantar la huelga por tiempo indefinido, pero el profesor intentará a su vez convencer a los obreros de que deben dar un paso más, impulsándolos a ocupar la fábrica, lo que terminará trágicamente cuando los soldados abran fuego contra la multitud, matando a un adolescente.

 

La película narra cómo a punto de lograr el éxito a través de la huelga los gerentes convencen a los líderes del movimiento de que los patrones pueden soportar años sin producir, por lo que la medida de fuerza pierde peso justo cuando la patronal estaba a punto de ceder, para argumentar sobre la unidad de los trabajadores en pos de sobrellevar y salir airosos en la pulseada de voluntades. En este sentido, Los Compañeros ofrece una visión muy certera de cómo para la patronal los obreros suelen ser considerados bestias a las cuales hay que someter, que son excitadas a protestar desde afuera por algún alborotador que debe ser perseguido y encarcelado para proseguir con la explotación.

 

Escrita por el propio Monicelli junto a Agenore Incrocci y Furio Scarpelli, considerados los inventores de la comedia italiana y conocidos en el medio como Age & Scarpelli, además de colaboradores asiduos de los realizadores Dino Risi, Luigi Comencini, Pietro Germi y Ettore Scola, autores del guión de una de las películas más icónicas de Sergio Leone, El Bueno, el Malo y el Feo (Il Buono, il Brutto, il Cattivo, 1966) y también responsables de la mejor película de Monicelli y tal vez de toda la comedia italiana, La Armada Brancaleone (L’Armata Brancaleone, 1966), una faena grotesca ambientada en la Edad Media paródica de las novelas de caballería al estilo de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, obra publicada por el escritor español Miguel de Cervantes Saavedra a principios del Siglo XVII, Los Compañeros es una respuesta italiana a propuestas solemnes y costumbristas como ¡Qué Verde era mi Valle! (How Green Was My Valley, 1941), opus de John Ford, con el objetivo de retratar a una clase obrera que se organiza pero que también comete errores, aprende de los mismos, es derrotada y se planta en una larga lucha que incluye diferentes instancias.

 

El film de Monicelli reconstruye el derrotero de las luchas obreras a fines del Siglo XIX en el norte de Italia como un capítulo de la formación de lo que será el Partido Socialista Obrero Italiano y luego Partido Comunista tras la Primera Guerra Mundial, con gracia y soltura, sin caer en la propaganda de obras como El Viaje a la Felicidad de la Madre Krausen (Mutter Krausens Fahrt ins Glück, 1929), de Phil Jutzi, film financiado por el Partido Comunista Alemán. A contrapelo del cine épico de propaganda, Los Compañeros retrata al profesor como un hombre con una gran capacidad de organizar a los obreros, de explicarles las distintas instancias de la lucha y de llevarlos hacia lograr sus cometidos, pero también como un muerto de hambre que aprovecha cada oportunidad para comer lo que puede cuando puede, bastante zaparrastroso, que rompe con los cánones morales al entablar una relación con una bella prostituta, Niobe (Annie Girardot), hija de uno de los obreros, y que finalmente es llevado como candidato socialista para el parlamento gracias a la organización de los trabajadores.

 

Aún más importante que el profesor interpretado brillantemente por Mastronianni, el personaje compuesto por Renato Salvatori, Raoul, un joven obrero picaflor, es uno de los ejes de la historia al transformarse de un reluctante detractor de los beneficios de una huelga a un luchador que debe huir de Turín por su compromiso con la causa proletaria, convirtiéndose en su mejor epígono tras convivir con el profesor en su pequeño departamento de soltero.

 

Desde el comienzo del film, la película sigue a Omero (Franco Ciolli), un adolescente que se despierta al alba para trabajar en la fábrica en jornadas extenuantes con un mínimo descanso para almorzar, y a su familia, cuyo hermanito menor le va mal en el colegio porque no estudia y quiere seguir los pasos de su hermano mayor, por lo que recibe una tunda por parte de su consanguíneo. Este hermano precisamente reemplazará a Omero cuando el adolescente caiga abatido en la manifestación de un final contradictorio como la vida misma, que por un lado genera angustia y desaliento ante la reproducción de las relaciones de explotación y la aquiescencia del Estado y el capital sobre la importancia del trabajo infantil para las ganancias de la empresa, pero también una esperanza ante las posibilidades de cambio que la memoria de la lucha producirá en el niño a futuro, un friso sobre las terribles condiciones en las que vivían las familias obreras de la época, lo que contrasta con la opulencia de los gerentes y la miserabilidad de la patronal, que hasta castiga al pobre trabajador siciliano que logra convencer a los huelguistas de dejarlo trabajar para recibir de parte de los gerentes el desprecio y un ataque que llevan al obrero del sur a la cárcel.

 

Monicelli reconstruye maravillosamente una Turín llena de paradojas a partir de una fotografía que busca emular un estilo daguerrotipado, fórmula que el director de fotografía Giuseppe Rotunno genera a la perfección a partir de un manejo brillante de los contrastes posibles de la imagen en blanco y negro. Cabe destacar que Turín era en esa época uno de los principales centros políticos e intelectuales de Italia, considerada la cuna del Risorgimento, movimiento que sería el puntapié inicial para la unidad de los distintos Estados que hoy componen el país. En este sentido la película hace hincapié en la aceleración del crecimiento industrial de la ciudad, con la consiguiente conformación de un proletariado urbano, proceso de modernización que el activista y pensador marxista italiano Antonio Gramsci definió como una forma de vivir sin ilusión ni posibilidad alguna de desilusión ante una época muy gris.

 

Los Compañeros expone las dificultades para lograr la solidaridad de otros gremios para la huelga, el rechazo a las medidas de fraternidad que despierta en la escuela uno de los maestros socialistas y las contradicciones alrededor de la educación de la época y la necesidad de comprender que la lucha contra el capital es larga y constante, así como las paradojas alrededor de la protección jurídica de la propiedad privada en el trabajo asalariado, teniendo en cuenta que los dueños de la fábrica no trabajan y probablemente consiguieron la fábrica gracias a un préstamo bancario y no producen nada, a diferencia de los obreros, que sí trabajan, producen, viven y mueren allí. Pero la propuesta también narra la lucha de las mujeres por el reconocimiento de su lugar, la visión de las prostitutas que eligen no trabajar en la fábrica para vivir una vida un poco más lujosa, la necesidad de aprender a leer y escribir -a pesar del cansancio, la mala alimentación y la pobreza- para poder votar, expresar las ideas y mejorar la posición social. En este sentido los obreros acuden a la escuela nocturna a pesar de la falta de estímulos para aprender, con un maestro frustrado, que ve cómo sus alumnos no aprenden debido a las pésimas condiciones en las que viven, que de todos modos es una figura importante del aparato de solidaridad desarrollado por el movimiento socialista, cuya constante labor comenzaba a dar frutos en la organización obrera.

 

La música de Carlo Rustichelli, otro asiduo colaborador de Monicelli y compositor de la música de más de 200 películas del cine italiano durante 50 años desde la década del 40, es una de las grandes protagonistas del tono desconcertante de Los Compañeros, que va de la jovialidad a lo cómico explícito y de la tragedia al melodrama con una destreza impresionante. Las actuaciones también van desde el histrionismo más farsesco de Folco Lulli hasta la parsimonia de Bernard Blier, la gran interpretación de Raffaella Carrà, la caricaturesca impresión patronal de Kenneth Kove y las logradas composiciones de Gabriella Giorgelli, Annie Girardot y Franco Ciolli, quienes acompañan a Marcello Mastronianni y Renato Salvatori.

 

Los Compañeros es una de las películas más importantes sobre la organización del movimiento obrero, sin duda alguna la más honesta y cálida, la que demuestra cómo el triunfo al alcance de la mano se esfuma inexorablemente, y la que mejor discurre sobre la importancia de interpretar a la lucha social como una serie de avances que no hay que apresurar, siempre midiendo las fuerzas a través de la unidad para derrotar a aquellos que quieren enriquecerse perpetuando la explotación del hombre por el hombre.

 

Los Compañeros (I Compagni, Italia/ Francia/ Yugoslavia, 1963)

Dirección: Mario Monicelli. Guión: Mario Monicelli, Furio Scarpelli y Agenore Incrocci. Elenco: Marcello Mastroianni, Folco Lulli, Bernard Blier, Renato Salvatori, Gabriella Giorgelli, Raffaella Carrà, François Périer, Vittorio Sanipoli, Kenneth Kove, Annie Girardot. Producción: Franco Cristaldi. Duración: 130 minutos.

Puntaje: 10