No Tengo Miedo (Io Non ho Paura)

Un niño en un pozo

Por Emiliano Fernández

El cine ha tratado la temática de los secuestros y las desapariciones de niños y adolescentes de diversos modos en un periplo histórico que incluye el drama más o menos tradicional de Sin Rastro Alguno (Without a Trace, 1983), de Stanley R. Jaffe, Patty Hearst (1988), de Paul Schrader, El Sustituto (Changeling, 2008), de Clint Eastwood, 3096 Días (3096 Tage, 2013), de Sherry Hormann, La Habitación (Room, 2015), de Lenny Abrahamson, y Todos lo Saben (2018), de Asghar Farhadi, aquellas aventuras de Más Corazón que Odio (The Searchers, 1956), de John Ford, La Selva Esmeralda (The Emerald Forest, 1985), de John Boorman, y Conquista Sangrienta (Flesh+Blood, 1985), de Paul Verhoeven, el misterio cuasi sobrenatural de Sesión Espiritista en una Tarde Húmeda (Seance on a Wet Afternoon, 1964), de Bryan Forbes, Bunny Lake ha Desaparecido (Bunny Lake Is Missing, 1965), de Otto Preminger, y Picnic en Rocas Colgantes (Picnic at Hanging Rock, 1975), de Peter Weir, el film noir de Rescate (Ransom!, 1956), de Alex Segal, Hasta la Noche, mi Amor (After Dark, My Sweet, 1990), de James Foley, y Desapareció una Noche (Gone Baby Gone, 2007), de Ben Affleck, la comedia de Educando a Arizona (Raising Arizona, 1987), de Joel y Ethan Coen, el thriller estándar de La Noche del Día Siguiente (The Night of the Following Day, 1969), de Hubert Cornfield, Plan de Vuelo (Flightplan, 2005), de Robert Schwentke, y Sin Salida (No Exit, 2022), de Damien Power, y el terror social de Te Veo (I See You, 2019), de Adam Randall, y El Hombre de las Sombras (The Tall Man, 2012), del tremendo Pascal Laugier, entre muchas otras películas que indagaron en la desesperación de los padres de los mocosos raptados, el punto de vista de los malhechores, la efusividad de los agentes de policía encargados de detener el crimen y/ o la perspectiva de algún que otro testigo ocasional o quizás de las mismas víctimas, casi siempre tratando de comprender lo sucedido con las pocas “herramientas cognitivas” que cada edad de la vida trae consigo.

 

Ahora bien, No Tengo Miedo (Io Non ho Paura, 2003), dirigida por Gabriele Salvatores y también conocida en el mercado hispanoparlante por los títulos alternativos de El Secreto y El Pozo, es una variante muy interesante de la fórmula narrativa promedio del rapto ya que incorpora pinceladas de la modalidad cinematográfica centrada en los adultos, desde el trasfondo social violento de Desaparecido (Missing, 1982), de Costa-Gavras, y la angustia existencial bucólica de La Aventura (L’Avventura, 1960), de Michelangelo Antonioni, y La Desaparición (Spoorloos, 1988), de George Sluizer, hasta el thriller moral hardcore, ese que a su vez incluye obras variopintas en sintonía con Búsqueda Frenética (Frantic, 1988), de Roman Polanski, Sin Rastro (Breakdown, 1997), de Jonathan Mostow, y La Sospecha (Prisoners, 2013), de Denis Villeneuve. Basado en la célebre novela homónima del 2001 de Niccolò Ammaniti, conocido además por haber inspirado El Último Año Nuevo (L’Ultimo Capodanno, 1998), de Marco Risi, Como Dios Manda (Come Dio Comanda, 2008), otra de Salvatores, y Tú y yo (Io e te, 2012), la última película de Bernardo Bertolucci, el guión de Ammaniti y Francesca Marciano gira alrededor del descubrimiento accidental de Michele Amitrano (Giuseppe Cristiano), niño de nueve años de un pueblito del sur de Italia, Acqua Traverse, de otro purrete confinado en un pozo de una casa abandonada cercana a un campo de trigo, Filippo Carducci (Mattia Di Pierro), delito en el que participan todos los adultos de la zona más Sergio Materia (Diego Abatantuono), una suerte de cabecilla que llega de la norteña Milán, desde donde fue sustraído el nene. Michele pronto comprende que entre los muchos responsables del cautiverio están sus padres, Anna (Aitana Sánchez-Gijón) y Pino (Dino Abbrescia), quienes tienen una hija menor, María (Giulia Matturro), aunque le cuesta entender las razones del rapto, llegando a comentarle el asunto a su mejor amigo, Salvatore (Stefano Biase), quien pronto lo delata a uno de los cómplices, Felice (Giorgio Careccia).

 

Con cierto influjo lejano de poliziottesco porque de hecho la acción transcurre en un 1978 que marca el punto más álgido de los llamados “Años de Plomo” en Italia (1968-1988), un cruento período de semi guerra civil en el que se rompieron mutuamente las cabezas unos cuantos sectores sociales, culturales, políticos y económicos como el gobierno italiano de la Democracia Cristiana, las fuerzas de represión estatales, los tribunales, la Iglesia Católica, las organizaciones terroristas de extrema izquierda como las Brigadas Rojas, la Primera Línea y el Grupo 22 de Octubre, otras más de extrema derecha en línea con Orden Nuevo y Vanguardia Nacional y hasta sectores de la Cosa Nostra y la Camorra, cómplices de alguno de los beligerantes, No Tengo Miedo explora una de las principales industrias del momento, la del secuestro extorsivo, y está enmarcada en los dos sucesos fundamentales de entonces, primero la captura y el asesinato en 1978 por parte de las Brigadas Rojas de Aldo Moro, líder de la Democracia Cristiana que estaba a punto de permitir el ingreso a la coalición de gobierno del Partido Comunista Italiano, competencia de izquierda según la óptica de las Brigadas Rojas, y segundo la cruel Matanza de la Estación de Trenes de Bolonia de 1980, explosión a instancias del colectivo neofascista Núcleos Armados Revolucionarios y su idea de encarar una operación de falsa bandera para inculpar a la oposición marxista, tanto la legal del Partido Comunista como la clandestina de los grupos terroristas. La propuesta, asimismo, explora tópicos como la amistad y la valentía en la infancia, la desacralización del mundo de los adultos, el despertar de la autoconciencia, el afán plutocrático feroz detrás del Milagro Económico Italiano de los 60, el choque entre ciudad y campo aunque también entre el norte desarrollado y el sur empobrecido, la ciclotimia en la niñez masculina, toda la complicidad popular silente, la pérdida de la inocencia y la fascinación con los mass media, aquí garantes de la comunicación entre la madre de Filippo (Susi Sánchez) y los maleantes.

 

Resulta paradójico que el blanco principal de ataque por parte del film de Salvatores, su leitmotiv conceptual, sea la negación hipócrita en la vida diaria de la violencia comunal y la “ley del más fuerte”, algo que queda en evidencia no sólo en el secuestro en sí de Carducci, un mocoso rubio de una familia de oligarcas milaneses, sino también en las pulseadas en secuencia de Pino con su hijo, en el carácter intermitentemente pusilánime e inflexible de esa madre secuaz de la bella Sánchez-Gijón y sobre todo en el linaje de abusones foráneos y autóctonos que nos ofrece el relato, desde Sergio, un delincuente profesional que se hace respetar entre los adultos del lugar y sueña con vivir en Brasil y no regresar jamás a Italia, hasta Felice y su hermano menor, un niño llamado Teschio alias Calavera (Fabio Tetta) que es el líder del grupito con el que suelen jugar los morochos Michele y Salvatore, un planteo discursivo/ ideológico que definitivamente contrasta con la realización más conocida de la primera etapa de la carrera del director, Mediterráneo (1991), obra con la que Salvatores, perteneciente a la generación de Nanni Moretti y Giuseppe Tornatore, se hizo conocido en todo el mercado internacional e incluso consiguió el Oscar a la Mejor Película Extranjera, paradigmático opus de negacionismo histórico que se desentendía sin medias tintas de los crímenes y las masacres perpetradas por Italia durante la Segunda Guerra Mundial y de su participación activa y pasiva en el Holocausto y la represión/ atrocidades en los territorios ocupados por los fascistas como Grecia y las colonias africanas, precisamente la actitud de autoengaño consciente condenada por No Tengo Miedo. El realizador, un especialista en comedias que se paseó además por géneros varios como el musical, la aventura, la ciencia ficción, el cine bélico, el thriller, el drama seco, la fantasía, el romance y las propuestas de acción, nunca fue un gran artista aunque en esta odisea del niño en el pozo, su mejor faena por lejos, sí consiguió descollar gracias a una fábula humanista, ágil y muy bien actuada…

 

No Tengo Miedo (Io Non ho Paura, Italia/ España/ Reino Unido, 2003)

Dirección: Gabriele Salvatores. Guión: Niccolò Ammaniti y Francesca Marciano. Elenco: Giuseppe Cristiano, Mattia Di Pierro, Aitana Sánchez-Gijón, Dino Abbrescia, Giorgio Careccia, Susi Sánchez, Diego Abatantuono, Fabio Tetta, Giulia Matturro, Stefano Biase. Producción: Riccardo Tozzi, Maurizio Totti, Giovanni Stabilini y Marco Chimenz. Duración: 101 minutos.

Puntaje: 9