Oz, un Mundo Fantástico (Return to Oz)

Desde aquel tornado

Por Emiliano Fernández

Sin duda uno de los casos más singulares de la década del 80 en materia del cine para niños y adolescentes, rubro que experimentó su última fase de gloria cualitativa durante aquellos años aunque también padeció unos cuantos resultados muy desfavorables en taquilla, es Oz, un Mundo Fantástico (Return to Oz, 1985), única aventura como realizador de Walter Murch e insólita secuela no oficial y bien tenebrosa de El Mago de Oz (The Wizard of Oz, 1939), de Victor Fleming, en esencia un proyecto que nació tanto del interés del director de recuperar elementos del acervo literario de L. Frank Baum, 14 novelas canónicas de por medio, como de la disponibilidad de los libros ya que en Estados Unidos desde 1956 están en el dominio público, lo que significa que los derechos de autor no aplican y cualquiera puede hacer uso de los mismos. La empresa productora, nada menos que Walt Disney Pictures, apenas si tuvo que negociar con Metro-Goldwyn-Mayer, el estudio responsable del film de 1939, por las famosas zapatillas de rubí ya que fueron una creación original para esa película mayormente dirigida por Fleming pero con distintas contribuciones de George Cukor, Mervyn LeRoy, Norman Taurog, Richard Thorpe y King Vidor, odisea legendaria no sólo por su influencia a posteriori en la cultura planetaria sino también por un rodaje accidentado que incluyó constantes reemplazos en el equipo detrás y delante de cámaras, acoso sobre la malograda protagonista Judy Garland, muchísimas dificultades técnicas, un presupuesto bastante inflado y accidentes espantosos como los que padecieron Margaret Hamilton y Betty Danko, ambas interpretando a la Bruja Mala del Oeste y con quemaduras muy serias. Convencido de la necesidad de alejarse del recordado producto de la MGM, Murch se trasladó a Elstree Studios, en el Reino Unido, aunque arrastró en parte la estela fatídica del opus original a raíz de retrasos en el plan de rodaje, problemas varios con la plastimación o claymation -animación vía plastilina y arcilla- y la necesidad de volver a rodar ciertas escenas con un horario de trabajo reducido por los actores infantiles, amén del despido del director y su vuelta al ruedo gracias a la intervención del amigo George Lucas.

 

Fue precisamente con Lucas, compañero en los días de estudiante en la Escuela de Artes Cinematográficas de la Universidad del Sur de California, que Murch dio sus primeros pasos en el séptimo arte a través de THX 1138 (1971), la ópera prima en largometraje de George y una de las tres películas de Walter como guionista junto con la que nos ocupa y El Corcel Negro (The Black Stallion, 1979), dirigida por Carroll Ballard a partir de la novela infantil de 1941 de Walter Farley, únicas “desviaciones” en una trayectoria profesional que lo llevaría a encumbrarse como uno de los editores e ingenieros de sonido más prestigiosos de Hollywood gracias a colaboraciones con realizadores como Francis Ford Coppola, Fred Zinnemann, Matthew Robbins, Philip Kaufman, Jerry Zucker, Peter Medak, Terry Zwigoff, Anthony Minghella, Kathryn Bigelow, Sam Mendes, Joe Johnston y Brad Bird, entre otros, ganando Oscars en ambos gremios -y utilizando primero herramientas analógicas y luego digitales- por Apocalypse Now (1979), del gran Coppola, y El Paciente Inglés (The English Patient, 1996), de Minghella. El guión fue coescrito por Gill Dennis, aquel de Johnny & June: Pasión y Locura (Walk the Line, 2005), de James Mangold, y Sin Evidencia (Without Evidence, 1995), del propio Dennis, está basado en las dos primeras continuaciones de la novela original de Baum, El Maravilloso Mago de Oz (The Wonderful Wizard of Oz, 1900), hablamos de La Maravillosa Tierra de Oz (The Marvelous Land of Oz, 1904) y Ozma de Oz (Ozma of Oz, 1907), y por cierto supera por mucho a la multitud de series y películas animadas que se han venido lanzando desde la segunda mitad del Siglo XX -tanto para el mercado del video hogareño como para televisión- y sobre todo al otro proyecto de alto perfil de la Disney con el mismo material, Oz, el Poderoso (Oz, the Great and Powerful, 2013), propuesta flojísima de un Sam Raimi ya en modalidad de “asalariado patético del mainstream” que pretendía ser una especie de precuela bizarra del opus de Fleming aunque pronto terminaba derrapando en esa paradigmática e insoportable artificialidad del CGI de nuestros días, carente por completo de la magia palpable, jocosa y humanista de antaño.

 

La historia en términos formales respeta el final del film de 1939 y por ello comienza en 1899 con Dorothy Gale (Fairuza Balk) padeciendo insomnio luego de seis meses desde aquel tornado, sumado a los consabidos relatos de la niña sobre un Espantapájaros, un Hombre de Hojalata y un León que convencen a sus tíos, Em (Piper Laurie) y Henry (Matt Clark), de llevarla a una institución psiquiátrica muy lúgubre a cargo del Doctor Worley (Nicol Williamson) y la Enfermera Wilson (Jean Marsh), dúo que no tiene mejor idea que someterla a un tratamiento de electrochoque que se ve saboteado por un corte de luz debido a un rayo y por la rauda intervención de otra mocosa, Ozma (Emma Ridley), con quien Gale escapa del manicomio en medio de una tormenta nocturna para de repente caer en un río y despertar al día siguiente en una balsa improvisada con un gallinero de madera, sin Ozma y acompañada de un ave ahora parlanchina, Billina (voz de Denise Bryer). Dorothy de inmediato comprende que regresó a Oz y que la tierra resplandeciente del pasado mutó en una Ciudad Esmeralda en ruinas, un camino de baldosas amarillas totalmente destruido y una infinidad de habitantes humanos transformados en piedra, todo responsabilidad de otra dupla maligna que se asoció para orquestar el reglamentario Golpe de Estado y controlar el reino, primero la Princesa Mombi (Marsh de nuevo), quien toca campante el laúd en su palacio, posee una inusitada colección de cabezas intercambiables, encarceló en un espejo a la legítima sucesora al trono, aquella Ozma, y tiene de secuaces a unas criaturas llamadas Rodantes -precisamente- con ruedas en lugar de manos y pies, y segundo el pérfido Rey de los Gnomos (también Williamson), en el mundo de Oz unas hadas inmortales de la roca que viven en las profundidades de la Tierra, cuidan celosamente las joyas y metales preciosos de su cosecha y temen a las gallinas porque los huevos constituyen veneno puro para ellos, así las cosas el monarca utilizó las zapatillas de rubí de Gale, esas que la chiquilla había perdido en el viaje de regreso a su casa seis meses atrás y que había conseguido al aplastar por accidente a la Bruja Mala del Este, para recuperar las esmeraldas de Ciudad Esmeralda, someter al Espantapájaros (Justin Case), el soberano previo, y confiarle las ruinas a Mombi y sus Rodantes mientras se convierte más y más en humano a medida que todos olvidan al Oz de antaño. Dorothy intentará derrotar a los villanos con la ayuda de Billina y un surtido de secundarios que incluye a Tik-Tok (Sean Barrett), un soldado mecánico que necesita que le den cuerda regularmente, Jack Cabeza de Calabaza (Brian Henson), un espantapájaros modelo Halloween que cobró vida gracias a unos polvos mágicos de Mombi, y Gump (Lyle Conway), un hilarante sofá volador con la cabeza de un animal fantástico similar a un alce.

 

Sirviéndose de manera brillante de animatronics, títeres, mattes, superposiciones varias y el citado stop motion de plastilina, Murch por un lado se mantiene fiel al espíritu lúdico de las novelas de Baum, recuperando latiguillos como las inseguridades de los seres humanos, los secretos y la riqueza de la etapa pueril, la intersección entre fantasía y realidad, las luchas cíclicas de poder y la tendencia compulsiva detrás de cualquier colección, en pantalla la de las molleras de la Princesa Mombi y esa otra del Rey de los Gnomos vinculada a su ajuar de muebles, jarrones y ornamentos verdes que en realidad son criaturas de Oz condenadas por el sádico monarca, y por el otro lado traza una considerable distancia con respecto al opus de Fleming ya que aquel film era luminoso, estaba repleto de canciones de Harold Arlen y Edgar Yipsel Harburg, contaba con una Garland que componía a una niña aunque en verdad tenía 17 años y estaba muy apuntalado -a nivel de los personajes mágicos- en los disfraces y el viejo arte del maquillaje, a contrapelo de Oz, un Mundo Fantástico porque ésta desde el vamos se vuelca a un tono oscuro semejante al de una faena de terror, deja de lado el sustrato musical para privilegiar las composiciones incidentales de David Shire y además hace uso de una jovencita real como lo era la debutante Balk de apenas once años, estupenda actriz también conocida por Valmont (1989), de Milos Forman, Nafta, Comida y Alojamiento (Gas Food Lodging, 1992), de Allison Anders, Asuntos Pendientes antes de Morir (Things to Do in Denver When You’re Dead, 1995), de Gary Fleder, Jóvenes Brujas (The Craft, 1996), de Andrew Fleming, La Isla del Dr. Moreau (The Island of Dr. Moreau, 1996), de John Frankenheimer, América X (American History X, 1998), de Tony Kaye, Casi Famosos (Almost Famous, 2000), el film de Cameron Crowe, Intimidades (Personal Velocity, 2002), de Rebecca Miller, La Búsqueda (Don’t Come Knocking, 2005), de Wim Wenders, Un Maldito Policía en Nueva Orleans (The Bad Lieutenant: Port of Call- New Orleans, 2009), de Werner Herzog, y el genial episodio de Larry Cohen para Masters of Horror, Llévame (Pick Me Up, 2006), amén de la presencia del arsenal técnico mencionado en lo que sería uno de los últimos -y mejores y más elaborados- exponentes de practical effects antes del aluvión digital de los 90 en adelante. En sintonía con El Cristal Encantado (The Dark Crystal, 1982), de Jim Henson, La Historia sin Fin (Die Unendliche Geschichte, 1984), de Wolfgang Petersen, Leyenda (Legend, 1985), de Ridley Scott, Willow (1988), de Ron Howard, y La Maldición de las Brujas (The Witches, 1990), de Nicolas Roeg, Oz, un Mundo Fantástico representa un oasis de imaginación y valentía en el mainstream yanqui que fracasó en su momento en taquilla y hoy se abre camino como una película de culto…

 

Oz, un Mundo Fantástico (Return to Oz, Estados Unidos/ Reino Unido, 1985)

Dirección: Walter Murch. Guión: Walter Murch y Gill Dennis. Elenco: Fairuza Balk, Nicol Williamson, Jean Marsh, Piper Laurie, Matt Clark, Sean Barrett, Denise Bryer, Brian Henson, Lyle Conway, Justin Case. Producción: Paul Maslansky. Duración: 110 minutos.

Puntaje: 9