Testamento (Testament, 1983), de Lynne Littman, constituye un caso curioso dentro del ámbito cinematográfico yanqui porque originalmente fue producida para el ciclo American Playhouse del Servicio Público de Radiodifusión, nada menos que la red televisiva oficial sin fines de lucro de los Estados Unidos, distribuidora que corresponde a un marco estatal en donde eventualmente se exhibiría la película -un año después- luego de su estreno en salas de la mano de Paramount Pictures, gigante de Hollywood que accedió al trabajo de Littman y nos permitió que hoy estemos hablando del film por la casi siempre aceitada disponibilidad de los productos del mainstream norteamericano. Testamento forma parte de un grupo de películas de la época que analizaron las causas y/ o consecuencias -sobre todo los efectos- de un holocausto catastrófico en las personas comunes y corrientes, pensemos en El Día Después (The Day After, 1983), de Nicholas Meyer, Hilachas (Threads, 1984), de Mick Jackson, La Noche del Cometa (Night of the Comet, 1984), de Thom Eberhardt, La Tierra Tranquila (The Quiet Earth, 1985), opus de Geoff Murphy, Cuando Sopla el Viento (When the Wind Blows, 1986), de Jimmy T. Murakami, y Miracle Mile (1988), de Steve De Jarnatt, andanada que tiene que ver con una especie de sincericidio por parte del enclave anglosajón en general en materia de su responsabilidad ante un posible holocausto nuclear en el contexto de la Guerra Fría entre yanquilandia y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, ahora optando por un realismo descarnado como nunca se había visto en la gran pantalla -y mucho menos en TV- en lo que atañe a los corolarios nefastos de la radiación e incluso el fiasco de la “doctrina infalible” de la Destrucción Mutua Asegurada, supuesta garantía lógica de que no se utilizarán estas armas nucleares aunque sinceramente la misma presencia del armamento niega toda certeza al respecto debido a que siempre hay que tener presente la idiotez, la locura insistente y la impetuosidad marca registrada del ser humano.
Lo que se suele pasar por alto cuando se habla de esta retahíla de películas, efectivamente iniciada en la televisión porque las tres primeras fueron financiadas por entidades del rubro, siendo las otras dos El Día Después, producida por la ABC, e Hilachas, responsabilidad de la BBC, Nine Network y Western-World Television Inc., es que el verdadero detonante de la seguidilla no es tanto el recrudecimiento de las tensiones con la Unión Soviética por la inflexibilidad del excrementicio Ronald Reagan sino la aparición de El Café Atómico (The Atomic Cafe, 1982), de Jayne Loader y los hermanos Kevin y Pierce Rafferty, documental revolucionario que apostó no sólo por la sátira, en materia de aquella manipulación masiva durante los años 40, 50 y 60 con motivo de una hipotética debacle nuclear, sino también por un realismo terrorífico que se colaba en el metraje por oposición con respecto a las ridículas campañas publicitarias de los gobiernos del período, orientadas a “educar” al pueblo sobre su comportamiento ante un bombardeo masivo inevitable. En una época en la que no había muchas directoras trabajando en la industria audiovisual estadounidense, Littman, quien por cierto se había alzado con el Oscar al Mejor Corto Documental por Cuenta Nuestros Días (Number Our Days, 1976), faena de corte etnográfico acerca de una comunidad de ancianos judíos de California, aquí entrega su única propuesta ficcional estrenada en salas, ya que el resto de su producción artística fue televisiva y cayó en un completo olvido, y se inspira en una historia muy minimalista de Carol Amen, El Último Testamento (The Last Testament, 1981), a su vez reconvertida en guión por John Sacret Young, otro profesional mayormente consagrado a la televisión y con una carrera que no fue mucho más allá de Testamento y un par de obras más para la gran pantalla, léase Chandler (1971), policial de Paul Magwood con el querido Warren Oates, y Romero (1989), excelente biopic de John Duigan acerca del Arzobispo Óscar Romero (Raúl Julia), militante por los derechos humanos de El Salvador.
Los protagonistas son los miembros de la familia Wetherly, los progenitores, Tom (William Devane) y Carol (Jane Alexander), y los tres hijos, la adolescente Mary Liz (Roxana Zal), el purrete del medio Brad (Rossie Harris) y el pequeño Scottie (Lukas Haas), parentela que vive en Hamelin, California, y tiene de vecinos a una parejita con una beba, Cathy (una muy joven Rebecca De Mornay) y Phil Pitkin (ese bisoño Kevin Costner), un matrimonio de ancianos, Rosemary (Lurene Tuttle) y el radioaficionado Henry Abhart (Leon Ames), y finalmente un padre asiático y su hijo con Síndrome de Down, el dueño de una estación de servicio Mike (Makoto Iwamatsu alias Mako) e Hiroshi (Gerry Murillo), con quien Tom suele salir a pescar los domingos, acompañado además por sus vástagos. La parábola no ofrece demasiada información sobre la caída de las neutrónicas y los personajes apenas si especulan sobre una arremetida terrorista o quizás un posible ataque/ prueba preventiva de los soviéticos o los chinos, lo cierto es que un destello cegador se percibe a la distancia, elimina las vías de comunicación y provoca la primera muerte del relato, la del patriarca de los Wetherly, quien trabajaba en San Francisco durante el misterioso bombardeo. Poco a poco el envenenamiento por radiación va cobrándose las vidas de los habitantes de Hamelin y por ello los Pitkin deciden marcharse después de perder a su beba, Brad toma el lugar de Henry frente a la radio en busca de novedades o certezas y Carol, por su parte, adopta a un nene cuyos padres estaban en San Francisco y jamás regresaron, Larry (Mico Olmos), el cual luego fallece al igual que Scottie y Mary Liz. Los saqueos se extienden, incluso los de un abusón infantil del barrio, Billdocker (J. Brennan Smith), y la imposibilidad de enterrar a semejante volumen de cadáveres conduce a hogueras masivas, así Carol y Brad cuidan de Hiroshi cuando Mike fallece y planean un suicidio colectivo vía monóxido de carbono, sin embargo no pueden continuar con el asunto y se resignan a la misma muerte lenta del resto.
Littman y Young emplean un tono narrativo fúnebre, pausado y meditabundo que le escapa a la ciencia ficción pirotécnica y no romantiza nada porque trabaja con gran honestidad el desconsuelo por el óbito de las seres queridos y porque no construye una estampa de típica perfección mainstream en lo referido primero al aparato estatal, aquí reducido a tres inútiles absolutos, el jefe de policía (Wayne Heffley), la alcaldesa (Lesley Woods) y el clérigo del pueblo, Hollis (Philip Anglim), y segundo a los propios protagonistas adultos, por ello Tom se nos aparece como un hombre tontuelo que gusta de jactarse de sus records en bicicleta y de presionar demasiado a Brad, quien lo padece al inicio mientras ambos pedalean por las calles de Hamelin, y Carol tiende a caer en una depresión que la hace descuidar de los niños e incluso en una escena le estampa unos besos a Hollis, necesidad de cariño y de “descarga emocional” de por medio. Mucho antes de la moda del apocalipsis humanista del Siglo XXI y el sinfín de epopeyas semejantes en materia de países arrasados y una supervivencia bien rudimentaria, Testamento ofrece un enfoque crudo e intimista sobre la hecatombe atómica que niega las perspectivas anglosajonas habituales de antaño, como la satírica/ histérica de Cómo Sobreviví a la Bomba (The Bed Sitting Room, 1969), de Richard Lester, la paranoica extrema de Pánico en el Año Cero (Panic in Year Zero, 1962), de y con Ray Milland, la del desastre ampuloso de El Día en que la Tierra se Incendió (The Day the Earth Caught Fire, 1961), de Val Guest, la testimonial clásica de La Hora Final (On the Beach, 1959), de Stanley Kramer, y aquella indie ultra existencialista de Cinco (Five, 1951), de Arch Oboler, y El Mundo, la Carne y el Diablo (The World, the Flesh and the Devil, 1959), de Ranald MacDougall. Littman a veces abusa del ritmo narrativo aletargado y del sustrato meloso o trágico, no obstante la odisea funciona como uno de los retratos más sensatos del duelo, la decadencia y esa agonía radioactiva de suburbio alejada de los centros políticos de poder…
Testamento (Testament, Estados Unidos, 1983)
Dirección: Lynne Littman. Guión: John Sacret Young. Elenco: Jane Alexander, William Devane, Rossie Harris, Roxana Zal, Lukas Haas, Philip Anglim, Leon Ames, Lurene Tuttle, Rebecca De Mornay, Kevin Costner. Producción: Lynne Littman y Jonathan Bernstein. Duración: 90 minutos.