Gran Turismo

Un simulador no es un videojuego

Por Emiliano Fernández

A priori Gran Turismo (2023) no parecía precisamente un proyecto que calzase con la idiosincrasia de un realizador como el sudafricano Neill Blomkamp, señor que por un lado viene del rubro de la animación y los efectos visuales y se hizo conocido con una admirable trilogía de ciencia ficción de insólito tono neorrealista, la compuesta por Sector 9 (District 9, 2009), Elysium (2013) y Chappie (2015), y por el otro lado está atravesando un evidente período de decadencia ya que la única faena cien por ciento propia que pudo completar a posteriori fue Demoníaco (Demonic, 2021), un verdadero mamarracho sin pies ni cabeza con pretensiones de gesta de horror que se suma a sus múltiples proyectos destruidos en el mismo campo de siempre de la ciencia ficción con marco de odisea de acción, pensemos por ejemplo en su adaptación no realizada de Halo (2001-2021), el célebre “first-person shooter” de Bungie para la consola Xbox de Microsoft, en el quinto capítulo con Sigourney Weaver como Ellen Ripley de la saga que empezase con Alien (1979), de Ridley Scott, y continuase con Aliens (1986), de James Cameron, Alien³ (1992), de David Fincher, y Alien: La Resurrección (Alien Resurrection, 1997), opus de Jean-Pierre Jeunet, y en esa RoboCop Regresa (RoboCop Returns) también hecha añicos que supuestamente estaba basada en un más que jugoso guión de los años 80 de Edward Neumeier y Michael Miner, responsables de la historia de la obra maestra original de 1987 del querido Paul Verhoeven, y que incluso se proponía pasar por alto las dos continuaciones de 1990 y 1993, a cargo de Irvin Kershner y Fred Dekker respectivamente, y la horrenda remake del 2014 del brasileño José Padilha.

 

En su quinto largometraje Blomkamp no sólo supera a Demoníaco -tampoco costaba demasiado, vale aclararlo, considerando el muy bajo nivel de calidad de aquel film- sino que nos reenvía a cómo eran los trabajos por encargo en las décadas del 70, 80 y 90 cuando el azar o la disposición cósmica del universo o la simple suerte hacía que cayesen en manos de un artesano, esa raza muy particular de cineasta que literalmente saltaba de género en género con relativa comodidad y en cada uno de ellos aplicaba su sabiduría dramática con resultados erráticos aunque siempre interesantes, propios de alguien que sabe vendernos la idea -verdadera o falsa, eso no importa- de que siente cariño por lo que se está narrando, por los personajes principales y por el género de turno. Al sudafricano se le encargó dirigir una adaptación cinematográfica tanto del simulador de carreras más famoso del planeta, Gran Turismo (1997-2022), creado por la Polyphony Digital de Kazunori Yamauchi para la PlayStation, como del derrotero de Jann Mardenborough, un joven británico que pasó de gamer a la conducción profesional en el automovilismo gracias a la Academia GT (GT Academy, 2008-2016), una movida de marketing símil programa de televisión concebida por Darren Cox desde dentro de Nissan, una de las principales fabricantes de automóviles de Japón, con el objetivo de captar como consumidores al segmento demográfico específico de los usuarios/ jugadores/ fanáticos de simuladores de coches de alta velocidad y todo el circuito de competencias mundiales que se mueven a su alrededor, en esencia uno de los últimos nichos que defienden el manejo en primera persona en tiempos de taxis y Uber.

 

Cox en pantalla se llama Danny Moore (Orlando Bloom) y efectivamente ratifica las ansías de Nissan de apelar a los gamers vía el mundo virtual e hiper meticuloso del Gran Turismo de Yamauchi (Takehiro Hira), así surge la Academia GT y descubrimos a los personajes fundamentales del relato, primero el mencionado Mardenborough (Archie Madekwe), un joven inglés adicto al simulador de carreras en cuestión que trabaja de vendedor de ropa en una tienda por departamentos y se rebela ante las pretensiones de su padre Steve (Djimon Hounsou), un ex futbolista profesional y hoy trabajador ferroviario, de volcarlo al balompié como hizo con su hermano Coby (Daniel Puig), y segundo Jack Salter (David Harbour), el infaltable mentor y responsable de la Academia GT, un ex piloto que de repente abandonó las competencias décadas atrás después de un accidente mortal en las 24 Horas de Le Mans, la carrera de resistencia más renombrada del globo. El guión de Jason Hall, conocido por Paranoia (2013), de Robert Luketic, y Francotirador (American Sniper, 2014), de Clint Eastwood, y Zach Baylin, aquel de Rey Richard (King Richard, 2021), de Reinaldo Marcus Green, y Creed III (2023), de Michael B. Jordan, cuenta con una primera parte de relato de aprendizaje o bildungsroman en modalidad proletaria, en sí el retrato familiar de Jann y la génesis del proyecto de marketing de Moore, un segundo capítulo símil reality show, léase la estadía en la Academia GT, y un último acto que ya reproduce esa dinámica tradicional del cine deportivo y especialmente el orientado a las competencias automovilísticas, aunque ahora sin descuidar la fábula de autosuperación, resurgimiento y legitimación profesional.

 

Blomkamp no llega a las cúspides de este rubro de la velocidad en pistas de competencia desalmada y millones de dólares invertidos, subgénero que va desde las seminales Grand Prix (1966), de John Frankenheimer, y Las 24 Horas de Le Mans (Le Mans, 1971), de Lee H. Katzin y John Sturges, hasta las recientes Rush: Pasión y Gloria (Rush, 2013), de Ron Howard, y Contra lo Imposible (Ford v Ferrari, 2019), de James Mangold, no obstante se ubica en el mismo estrato de obras decentes y olvidadas como El Último Héroe Americano (The Last American Hero, 1973), de Lamont Johnson, y Días de Trueno (Days of Thunder, 1990), de Tony Scott, y de hecho supera a bodrios impresentables en línea con Un Instante, una Vida (Bobby Deerfield, 1977), de Sydney Pollack, y Alta Velocidad (Driven, 2001), de Renny Harlin. El film respeta a rajatabla el esquema de las epopeyas automovilísticas pero lo hace con paciencia, esmero y un corazón que evita el cinismo del mainstream de hoy en día, algo en lo que tienen mucho que ver las excelentes actuaciones de Harbour, Bloom y Madekwe, el evidente interés de Blomkamp en eso de duplicar lo hecho por Frankenheimer en Grand Prix para las vertiginosas e inmersivas carreras y el muy buen uso narrativo de personajes secundarios que jamás molestan como el interés romántico de Mardenborough, Audrey (Maeve Courtier-Lilley), y el adversario y villano ricachón Nicholas Capa (Josha Stradowski). La película por momentos resulta excesivamente sentimental o melodramática barata aunque la garra del director y su apego para con las criaturas en pantalla la salvan de ser un hipotético y tristísimo comercial camuflado de Nissan y el producto de Polyphony…

 

Gran Turismo (Estados Unidos/ Japón, 2023)

Dirección: Neill Blomkamp. Guión: Jason Hall y Zach Baylin. Elenco: Archie Madekwe, David Harbour, Orlando Bloom, Takehiro Hira, Darren Barnet, Geri Horner, Djimon Hounsou, Josha Stradowski, Daniel Puig, Maeve Courtier-Lilley. Producción: Carter Swan, Asad Qizilbash, Dana Brunetti y Doug Belgrad. Duración: 134 minutos.

Puntaje: 6