El Rapto

Unos burgueses privilegiados bajo presión

Por Emiliano Fernández

El Rapto (2023), película escrita y dirigida por la argentina Daniela Goggi en esencia para Paramount+, es el típico trabajo mediocre del cine contemporáneo porque pretendiendo analizar una temática importante o por lo menos dolorosa, en este caso el accionar delictivo de los policías, militares y agentes de inteligencia en el período inmediatamente posterior al final del genocida Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), se sirve de un formato narrativo profundamente impersonal, rutinario y estandarizado como el del thriller modelo hollywoodense, léase esa cruza de film noir, suspenso, melodrama, acción y supuesto relato testimonial light que deja a todos indiferentes ya que tal engendro no tiene personalidad propia y se pierde en el mar de productos intercambiables, por milésima vez desperdiciando lo que podría ser una experiencia cinematográfica atractiva. Ya sea que pensemos en el enclave cultural argentino, latinoamericano o internacional, el asunto es que tanto el cine de estreno tradicional en salas como el destinado a las fauces siempre voraces del streaming, literalmente un esquema en crisis por la saturación de oferta redundante y torpe, padecen en el Siglo XXI una merma de calidad que se explica en partes iguales por la poca exigencia intelectual del público de hoy en día, la nulidad artística absoluta de los ejecutivos a cargo de productoras y plataformas de video por demanda y sobre todo el paupérrimo nivel profesional de los realizadores y guionistas al servicio del mainstream, en suma asalariados egoístas del montón sin nada valioso para decir ni formación cultural/ humana/ ideológica/ doctrinaria y sólo preocupados por la prolijidad de la factura técnica promedio globalizada.

 

Quizás lo más lastimoso de El Rapto es el hecho de no saber exprimir la historia verídica de base, una sintetizada en el libro de memorias e investigación El Salto de Papá (2017), un trabajo de Martín Sivak que efectivamente analizaba el trágico devenir de su progenitor, Jorge Sivak (1942-1990), sujeto vinculado a la militancia de izquierda de los años 60 y 70 que estuvo preso durante un año en el régimen de Alejandro Agustín Lanusse, se tuvo que exiliar en Uruguay durante la dictadura y regresó con la vuelta a la democracia para formar parte del directorio de la empresa familiar, Buenos Aires Building, un banco especializado en créditos inmobiliarios que pasó a controlar muy a su pesar cuando la “mano de obra desocupada” del Proceso secuestró en 1985 al mandamás crucial de la entidad, su hermano Osvaldo Sivak, un hombre que a su vez ya había sido secuestrado y liberado en 1979 por los represores y que recién aparecería de nuevo en 1987, ya sin vida y después de sucesivos pagos de rescate a los raptores en sí y un montón de funcionarios y milicos corruptos del gobierno de Raúl Alfonsín, panorama que llegó a abarcar a los Ministros del Interior y de Defensa, Antonio Tróccoli y Germán López. El episodio, conocido en su época como Caso Sivak, incluyó desde el esperable circo mediático hasta el vínculo con el Partido Comunista de la parentela de banqueros y el suicidio de Jorge a los 48 años de edad saltando desde una exclusiva torre del barrio Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires, aparentemente fruto de la depresión por el asesinato de su hermano y la posibilidad de regresar a la cárcel por haber tenido que falsificar los libros contables para pagar aquellos jugosos rescates en dólares.

 

Goggi, artífice de un par de bodrios impresentables con María Eugenia Suárez Riveiro alias China Suárez, Abzurdah (2015) y El Hilo Rojo (2016), y un docudrama en serie para HBO Max apenas tolerable, María Marta: El Crimen del Country (2022), suerte de contracara ficcional de Carmel: ¿Quién Mató a María Marta? (2020), obra documental de Alejandro Hartmann para Netflix asimismo sobre aquel homicidio del 2002 de María Marta García Belsunce, aquí entrega un film centrado en un álter ego de Jorge, Julio Levy (un Rodrigo de la Serna con una barriga prominente), quien en términos generales respeta el derrotero de su contraparte real: el hombre, un abogado marxista que estuvo preso un tiempo, vuelve a la Argentina luego de un exilio en Punta del Este por la dictadura para hacerse cargo de una parte de la gerencia de Capital Del Río, un banco del rubro inmobiliario que pasa a liderar cuando un grupo de tareas dedicado al secuestro extorsivo, una actividad en boga durante la primavera democrática de Argentina, se lleva a su hermano mayor, Miguel Levy (Germán Palacios), lo que deja al padre de ambos un tanto perdido (Jorge Marrale) y obliga a Julio a sacar miles y miles de dólares de las arcas de la entidad que luego deben ser justificados de manera fraudulenta por los autómatas de contabilidad. El rescate se paga rápido aunque el cautivo no aparece y los meses se acumulan sin novedad alguna a pesar de una colección de chantajes de parte de políticos, autoridades castrenses y policiales y payasos de inteligencia que rondan las tristes oficinas del Ministerio de Defensa de Alfonsín, así finalmente hallan el cadáver en un basural y la angustia de Levy lo lleva al colapso y al suicidio en cuestión.

 

Como en este tiempo descafeinado y cobardón en el que nos toca vivir el querido drama testimonial a secas de antaño se considera demasiado “polémico”, léase politizado, árido y comprometido en serio con lo que se narra o la etapa turbulenta que constituye el eje de la faena en su conjunto, El Rapto termina siendo otro de esos thrillers posmodernos aburridos y extremadamente grises símil Argentina, 1985 (2022), de Santiago Mitre, La Extorsión (2023), de Martino Zaidelis, o Misántropo (To Catch a Killer, 2023), de Damián Szifron, por ello el opus de Goggi no consigue superar a otra obra sobre el aparato represivo ocioso de la dictadura durante la década del 80, El Clan (2015), de Pablo Trapero, y juega en cambio -y sin demasiada convicción y con mucho de automatismo inofensivo mainstream- con una metamorfosis esquizofrénica de relato policial en gesta política kafkiana, primero, y en drama de depresión y quiebre mental, a posteriori. El film no maneja tan mal este salto de lo público a lo privado pero el guión de Goggi y Andrea Garrote, además la encargada de componer a la cuñada del protagonista y esposa de Miguel, no ofrece background para Julio, transmite de manera muy rudimentaria la corrupción de la primera democracia y ni siquiera consigue generar empatía hacia la familia, unos burgueses privilegiados bajo presión y con conciencia social sin mayor desarrollo. De la Serna y Julieta Zylberberg, la actriz que interpreta a la esposa de Julio, están bien pero los actores infantiles que hacen de sus dos críos dejan mucho que desear al igual que el suspenso y la ambientación histórica, hipotéticos “santos griales” de estos productos vacuos del streaming ultra anodino actual…

 

El Rapto (Argentina/ Estados Unidos, 2023)

Dirección: Daniela Goggi. Guión: Daniela Goggi y Andrea Garrote. Elenco: Rodrigo de la Serna, Julieta Zylberberg, Germán Palacios, Jorge Marrale, Andrea Garrote, Santiago Gobernori, Carlos Manuel Iglesias, Gabriela Perisson, Benicio Chendo, Jorge Sesán. Producción: Axel Kuschevatzky, Cindy Teperman, Matías Roveda, Santiago Gallelli y Benjamín Domenech. Duración: 96 minutos.

Puntaje: 4