El Viejo Roble (The Old Oak)

El camino de la solidaridad

Por Martín Chiavarino

Al igual que los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, el director inglés Ken Loach es uno de los mejores exponentes del cine social de la actualidad, claramente el mejor de su país natal, el Reino Unido. Con un gran compromiso social y una maravillosa sensibilidad Loach ha abordado desde distintos ángulos gran parte de los conflictos políticos y los cambios socioculturales de su nación desde fines de la década del sesenta. Después de la extraordinaria Sorry We Missed You (2019), y ya con ochenta y siete años, Loach regresa de la mano de El Viejo Roble (The Old Oak, 2023), también escrita por su asiduo colaborador, Paul Laverty, quien desde La Canción de Carla (Carla’s Song, 1996) ha acompañado al director de Kes (1969) en todas sus aventuras cinematográficas.

 

Laverty y Loach sitúan la acción de esta nueva historia en 2016 en una pequeña ciudad en algún sitio del norte de Inglaterra que vivió mejores años con el auge de la actividad minera, lugar al que llega un contingente de refugiados sirios que huyen del recrudecimiento de la guerra civil en su país para escapar de las represalias del gobierno de Bashar al-Ássad, presidente desde hace más de veinte años, desde que en el 2000 sucedió a su padre Háfez al-Ássad, el cual a su vez gobernó el país desde 1971 hasta su muerte. La llegada de los refugiados agudiza las contradicciones sociales de la ciudad, en plena depresión desde el cierre de las minas, motor económico de la alicaída economía del norte de Inglaterra. El arribo pone a la defensiva al lumpenproletariado del lugar cuando Yara (Ebla Mari) les saca fotos a los ingleses que protestan desde el micro para tener un registro de su nuevo hogar y comenzar una nueva vida lejos de la guerra. Uno de los hombres que se queja por la llegada de los inmigrantes le saca la cámara a Yara en un descuido, que se avería al caerse tras un forcejeo entre ambos. Mientras la mayoría se queja de la gentrificación y la transformación de la ciudad con un discurso reaccionario, TJ Ballantine (Dave Turner), el dueño del pub local, El Viejo Roble/ The Old Oak, un típico establecimiento gastronómico venido a menos que ya solo le sirve pintas de cerveza a una clientela de amigos de cincuenta y tantos que se juntan asiduamente para quejarse de todo, intenta ayudar a los sirios e inicia una amistad con Yara. Conmovido por la historia de la mujer y por su esfuerzo, TJ le arregla la cámara fotográfica a la joven refugiada, que la atesora porque es un regalo de su padre, preso en algún calabozo sirio por ayudar a su hermano, un militante anti-Ássad. Inspirado por las ideas de la chica y con la ayuda de varios refugiados, TJ reabre un sector del pub cerrado al público y utilizado como depósito, que comienza a funcionar como comedor popular para unir a toda la comunidad compartiendo un plato de alimentos, lo que enoja a los habituales consumidores de cerveza local. La rotura de un caño y la muerte del perro de TJ, Marra, debido a un ataque de otros perros, sumergen al hombre en una depresión que se remonta a su divorcio y el alejamiento de su hijo, acontecimientos que ocurren a la par del declive de la ciudad producto del cierre de su principal actividad económica.

 

Ken Loach se centra aquí en tres fenómenos interconectados que vienen de la mano con la pérdida de la solidaridad y el auge del individualismo. La llegada de refugiados de Siria por culpa del recrudecimiento de la guerra civil, debido al desastre generado por la invasión norteamericana en Irak apoyada por el líder laborista inglés Tony Blair, y la gentrificación son dos caras de una situación social apremiante causada por la transformación de la matriz productiva de la ciudad. Al igual que toda la historia de Gran Bretaña, signada por una mirada retrospectiva de un pasado romantizado inexistente, la minería, que unía a los trabajadores en un trabajo peligroso y sindicalizado, pasa a ser parte de un pasado nostálgico ante la pérdida de un horizonte y unos cambios económicos que deprimen el valor de las propiedades, que son comprados por conglomerados extranjeros con fines de especulación o para transformar las viviendas en departamentos de alquiler temporario para turistas, lo que trastoca la vida de los habitantes mayores que aspiran a vivir lo que les queda de vida tranquilos. La llegada de los refugiados sirios les impone un cambio a su visión que se suma a cambios de matriz productiva que los angustia y los coloca en una posición más precaria, algo que finalmente podría desembocar en que no puedan afrontar la vida en el lugar que ellos y varias generaciones anteriores vivieron. La ayuda a los refugiados es percibida como una asistencia lujosa cuando la población inglesa sufre carencias similares a las de los refugiados, lo que, sumado a la pobreza del inglés de los sirios, lleva a los ciudadanos menos proclives a un pensamiento progresista a caer en actitudes abiertamente reaccionarias y violentas.

 

A pesar de los golpes que le da la vida Yara y su familia le darán a TJ y a la ciudad una lección de resiliencia, ofreciendo al derrotado hombre una nueva oportunidad de encontrar alegría a partir de la creación de un comedor popular que ayuda y une a los necesitados sirios e ingleses por igual, emprendimiento que más allá de la comida otorga un espacio para construir los puentes de convivencia y los vínculos que la comunidad necesita para encontrarse y construir una sociedad.

 

No es casualidad que la película proponga como punto de convergencia al pub de TJ, dado que el pub es la institución británica por antonomasia, lugar de reunión, donde ingleses, escoceses e irlandeses festejan sus alegrías, ahogan sus penas, se reúnen, discuten y pasan el rato. Laverty y Loach rescatan esta institución hoy en problemas, en vías de extinción, dado que cada vez hay menos en el Reino Unido y les cuesta mucho sobrevivir -bajo las condiciones económicas imperantes en el país- para restituir su función social bajo el nuevo capitalismo. Si bajo el Estado de Bienestar en la segunda mitad del Siglo XX el pub era el lugar de reunión después del duro trabajo en la fábrica, en una época de bajos salarios y retroceso de los consensos sobre la justicia social el pub se convierte en el último reducto de la solidaridad, una esperanza de unidad ante el individualismo imperante y la mirada reaccionaria de los procesos sociales.

 

Aquí Loach experimenta con actores de poco trajín, ofreciéndole a Ebla Mari su primer papel y a Dave Turner, intérprete que ya había participado en Yo, Daniel Blake (I, Daniel Blake, 2016) y Sorry We Missed You, un rol protagónico interpretando a un hombre con buenas intenciones vencido por los obstáculos que la economía británica le ha puesto enfrente, intentando buscar anclas que lo saquen de su estado depresivo.

 

Aunque El Viejo Roble no llega a los picos de genialidad de otras obras de carácter similar como Mi Nombre es Joe (My Name is Joe, 1998) o la mencionada Yo, Daniel Blake, claramente el director de Es un Mundo Libre (It’s a Free World, 2007) logra encontrar la veta universal en los conflictos cotidianos británicos a partir de un abordaje dialéctico de la realidad que le permite adentrarse en las tensiones entre la solidaridad y el individualismo, entre los avances en materia social y los retrocesos reaccionarios, para descubrir las contradicciones y los problemas de diversas políticas, aquí contraponiendo la gentrificación con el recibimiento de los refugiados sirios por parte de los países europeos, dos caras de las transformaciones suburbanas que trasfiguran el panorama inglés a partir de una convivencia que implica nuevos contratos sociales. Loach y Laverty descubren nuevamente esa espinilla incómoda en el presente británico, proponiendo siempre una mirada socialista, solidaria, empática, de reconocimiento del otro en lugar de rechazo, de apertura del corazón en lugar de hostilidad hacia lo distinto, con el objetivo de encontrar soluciones a todos los problemas en el lugar más simple, donde la vida de comunidad bulle en alegría.

 

El Viejo Roble (The Old Oak, Reino Unido/ Francia/ Bélgica, 2023)

Dirección: Ken Loach. Guión: Paul Laverty. Elenco: Dave Turner, Ebla Mari, Claire Rodgerson, Trevor Fox, Chris McGlade, Col Tait, Jordan Louis, Chrissie Robinson, Chris Gotts, Jen Patterson. Producción: Rebecca O’Brien. Duración: 113 minutos.

Puntaje: 7