La denominada República Conservadora (1880-1916) fue un período oligárquico de la historia de Argentina en el que una elite patricia, casi siempre englobada bajo el mote de la Generación del 80, logró controlar el Estado nacional mediante fraudes electorales, primero perpetrados por la Liga de Gobernadores y después por el Partido Autonomista Nacional, y terminó de construir un modelo económico dependiente de tipo agroexportador, en esencia basado en la venta de cereales y carnes a un Reino Unido que aún hegemonizaba el marco planetario imperial y necesitaba de materias primas por la Revolución Industrial. Deseosa de una mayor extensión territorial sobre todo para el ganado, la oligarquía vana gobernante decide encarar lo que eufemísticamente llamó la Conquista del Desierto (1878-1885), una serie de masacres de indígenas encabezadas por el ministro de guerra y futuro presidente Julio Argentino Roca, quien efectivamente pretendía exterminar a los habitantes originarios de la región pampeana y la Patagonia porque despreciaba a su antecesor, Adolfo Alsina, ministro de guerra con una impronta moderada bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda, y admiraba una de las matanzas previas más famosas, esa Campaña de Juan Manuel de Rosas al Desierto (1833-1834) que tampoco se caracterizó por sus sutilezas. Casi en paralelo al genocidio del otro lado de la frontera, la Pacificación de la Araucanía (1861-1883) cortesía del Estado Chileno, la Conquista del Desierto esquivó el modelo estadounidense de las reservas indígenas, una aculturación a largo plazo porque el sistema económico del gigante del norte era más diverso y mucho menos precario que el argentino, y apostó a avanzadas bélicas cobardes de variada envergadura con vistas a ampliar las fronteras de la nación a través de los revólveres y fusiles modernos, frente a los cuales las lanzas, las boleadoras y los arcos y las flechas no tenían chance alguna al subrayar este choque desproporcional de fuerzas, triste esquema de saqueo que ya venía desde el dominio de la monarquía española.
Fueron sobre todo los pueblos mapuche, tehuelche, ranquel y pampa los que más sufrieron la campaña militar de exterminio porque constituían un “otro” antropológico incontrolable, con el que muchas veces se pactaba la paz o unas alianzas castrenses que podían esfumarse cuando por milésima vez los esbirros de la oligarquía los traicionaban y los empujaban a robar ganado para subsistir o a incurrir en ataques de venganza con toma de prisioneros, por ello Roca, como decíamos antes presidente en los períodos de 1880-1886 y 1898-1904, no sólo quiso ampliar los latifundios de los terratenientes en el poder sino también defender sus posesiones para ya no perder animales en manos de los aborígenes y su táctica ofensiva favorita, mediante malones/ pelotones que favorecían la arremetida veloz y sorpresiva. La captura de nativos fue masiva y pronto se utilizó una colección de métodos de aniquilación directa e indirecta, tanto cambio de nombres, separación de familias, marchas de la muerte por cientos de kilómetros y reclusión en proto campos de concentración como el contagio sistemático de viruela, el hacinamiento, el hambre, la reducción a la esclavitud y la entrega a las mismas parentelas patricias de Buenos Aires y el interior del país que habían incitado todo el asunto, en este sentido el racismo y el eurocentrismo patético de la época llevaron la cosificación de los indígenas al extremo hiperbólico de destinarlos al Museo de La Plata de Francisco P. Moreno alias Perito Moreno como “objetos vivos” de estudio, donde diversos caciques, clanes y acompañantes del montón perecieron en circunstancias sospechosas, una pata más de este etnocidio que corrió en paralelo a la conformación de la mafia capitalista, especuladora y apátrida que desde entonces viene exacerbando puertas adentro la imagen estereotipada y mentirosa del país como “granero del mundo”, una pavada risible y falaz que continúa repitiendo como zombie la lacra neoliberal, hambreadora y represiva del Siglo XXI, además de la fábula de la civilización y la barbarie de Domingo Faustino Sarmiento.
Jinetes de Roca (2023) es un interesante documental del realizador argentino Sebastián Díaz que sin descuidar los entretelones de la Conquista del Desierto, léase esta retahíla de crueldades y truculencias que fueron naturalizadas y/ o festejadas en su momento, pretende impugnar la excrementicia figura histórica de Roca e indagar en la mitificación burda que ha operado sobre la campaña decimonónica de exterminio desde la Década Infame (1930-1943), un intento de restauración conservadora luego de una etapa democrática al mando de la Unión Cívica Radical (1916-1930), y especialmente hasta el Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), última y feroz dictadura cívico-militar del país porque a partir de 1983 regresa la democracia gracias al desastre mayúsculo de la Guerra de Malvinas de 1982, dos extremos que tienen que ver con el pacto político para conservar el poder entre la banca internacional, los latifundistas locales y la enorme mayoría de las Fuerzas Armadas, un actor social muy importante en el ciclo de Golpes de Estado desde el derrocamiento en 1930 del presidente Hipólito Yrigoyen. A partir de testimonios de especialistas en el tema como el antropólogo Carlos Masotta, el psicólogo Marcelo Valko, la arqueóloga Danae Fiore, la historiadora del arte Marta Penhos, el periodista Adrián Moyano, el antropólogo Fernando Pepe e incluso el artista plástico Pablo Orcajo, señor que es retratado durante la creación de un mural alegórico aborigen, El Regreso del Buenazo (2018), asimismo una celebración del querido intelectual anarquista argentino Osvaldo Bayer, gran inspiración para La Patagonia Rebelde (1974), de Héctor Olivera, el film analiza el rol justificador -o de construcción de significados- de las imágenes de aquella fase histórica y años venideros, por un lado revelando la violencia contra los pueblos nativos, vía palizas, mujeres desnudas y hombres con lanzas sin punta/ simbólicamente castrados, y por el otro lado enfatizando esa idea de “salvajes sin cultura” que se pretendía imponer desde las cúpulas oligárquicas.
Díaz repasa un amplio surtido de significantes visuales que se mueven entre la propaganda, la verdad vedada y lo morboso, así desfilan el Monumento a Julio Argentino Roca (1941), escultura de José Luis Zorrilla de San Martín ubicada en el barrio de Monserrat, en Buenos Aires, las infames panorámicas del “fotógrafo oficial” de la expedición asesina, Antonio Pozzo, los dibujos del alemán Johann Moritz Rugendas alias Mauricio Rugendas, pionero en el motivo del malón, las caricaturas del ilustrador brasileño Cândido Aragonez de Faria, los retratos en cautiverio de los pueblos originarios a cargo de Pozzo, las postales por el centenario de la Revolución de Mayo de 1810, génesis de la Independencia Argentina del 9 de julio de 1816, las fotos de Pedro Morelli correspondientes a la Campaña de los Andes al Sur de la Patagonia de 1883, aquella encabezada por Evaristo Moreno y Carlos Encina, y el billete de cien pesos hoy en circulación, con un retrato de Roca y un detalle chauvinista de una pintura de Juan Manuel Blanes, Ocupación Militar del Río Negro en la Expedición al Mando del General Julio A. Roca o La Conquista del Desierto o La Revista del Río Negro (1896), trabajo laudatorio que contrasta con La Vuelta del Malón (1892), un óleo de Ángel Della Valle amigo de erotizar al indio y a la figura de “la cautiva”, en sí cualquier caucásica secuestrada siguiendo el poema homónimo de 1837 de Esteban Echeverría. Incorporando vía una voz en off de Federico Aimetta discursos bien opuestos de Roca, cargado de delirio genocida, y Aristóbulo del Valle de la Unión Cívica Radical, quien denunció los crímenes de lesa humanidad de la “organización nacional” del roquismo, la película recupera en parte el documentalismo expositivo antiimperialista del Federico Urioste de Hundan al Belgrano (1996) y de ese Miguel Pérez de La República Perdida (1983) y La República Perdida II (1986), tres clásicos del rubro, para abandonar aquel dejo televisivo, enaltecer el estudio posmoderno de los discursos y bajar del pedestal a quien merece un prontuario policial…
Jinetes de Roca (Argentina, 2023)
Dirección y Guión: Sebastián Díaz. Elenco: Marcelo Valko, Carlos Masotta, Fernando Pepe, Marta Penhos, Adrián Moyano, Danae Fiore, Pablo Orcajo, Federico Aimetta. Producción: Sebastián Díaz. Duración: 71 minutos.