Relatos Salvajes

Cinismo entre la violencia

Por Emiliano Fernández

El éxito local e internacional de Relatos Salvajes (2014), obra del siempre errático Damián Szifron que ha sido sobrevalorada por el grueso de una prensa cinéfila idiota esclava de los moldes del imperialismo yanqui que confunde lo cuantitativo con lo cualitativo, se explica por la intersección de tres factores de diversa índole, a saber: en primera instancia tenemos una narración y una factura técnica de carácter neutro/ hollywoodense/ exportable, indicio del achatamiento discursivo de las fases más avanzadas de la globalización y precisamente de las grietas de esta última, por un lado consiguiendo la fácil digestión del producto en los distintos mercados del planeta y por el otro lado embarrándole en la cara a la película un tono genérico o intercambiable digno de un mainstream estadounidense que ya se comió de lleno la efervescencia y todos los detalles folklóricos de la cultura nacional de cada país, en segundo lugar viene la crispación generalizada o fetichización de la violencia en el nuevo milenio, algo que tiene que ver con una hilarante “sintonía” entre los sectores más necios de la derecha y la izquierda del Siglo XXI ya que ambos se pusieron de acuerdo en condenar a la contraparte por antonomasia de la vehemencia humana, el sexo, en suma bajo los mismos argumentos -palabras más, palabras menos- vinculados a la represión y la autocastración, los fascistas por un puritanismo religioso vintage empapado de hipocresía y aggiornado a estos tiempos y los “progres” de cartón pintado por su triste tendencia a demonizar el coito heterosexual símil complemento del discurso hueco de las diversidades sexuales y pavadas así, en síntesis un caso de olvido de las injusticas centrales de la comunidad -contra las que lucha la izquierda marxista de vieja cepa, léase la pobreza, el desempleo, el hambre, la falta de vivienda y la ignorancia y manipulación masiva- y de autobombo por parte de grupos minoritarios de la “policía moral” que no representan a las mayorías menesterosas, y en tercera instancia está la cristalización de la época a lo guerra civil entre los grupos políticos enfrentados en Argentina, kirchnerismo y macrismo, dos productos de la Crisis del 2001 y eventualmente sinónimos de fracaso colosal porque el primer cónclave desendeudó al país aunque no resolvió la distribución inequitativa de la riqueza por su dejo ideológico tibio o semi cómplice y el segundo volvió a endeudar furiosamente a la nación mientras hacía sus negocios especuladores, inmobiliarios y mafiosos de siempre con la oligarquía empresarial.

 

Si bien Relatos Salvajes se estrenó un año antes de la llegada al poder federal de la lacra macrista, de hecho en las elecciones del 2015, ya en la época estaba claro el enfrentamiento y su impronta exportable a buena parte del globo porque la izquierda y la derecha siguen siendo categorías analíticas viables aquí y en todas partes, pensemos por ejemplo en cómo el kirchnerismo terminó licuado dentro del peronismo más macro, una maquinaría electoral que ya ni funciona como partido político ni defiende las conquistas del Estado de Bienestar, y en cómo el macrismo sería engullido por el cuasi inexistente mileismo militante, otro de esos inventos neofascistas para retrasados mentales de los medios de comunicación y las redes sociales -como Donald Trump, Jair Bolsonaro o la serie de monigotes oscurantistas de mierda que padecen los europeos hoy por hoy- que para colmo le copió al macrismo la agenda de la desregulación de la economía, la toma masiva de deuda, el ajuste feroz en las cuentas públicas y otras medidas de hambre y represión relacionadas con la precarización laboral y el aumento de los servicios esenciales, el transporte urbano y los impuestos. El film de Szifron logra captar desde la simpleza o los planteos retóricos más viscerales todo este clima de época y sin duda resulta el mejor de su cosecha porque El Fondo del Mar (2003), aquella comedia paranoica, y Misántropo (To Catch a Killer, 2023), un convite de asesino en serie, dejaron bastante que desear y la simpática Tiempo de Valientes (2005) perdió mucho de su encanto por ese tono de buddy movie ya anacrónico en su momento. Dicho de otro modo, la propuesta recupera el mismo “combustible” del que se sirvieron el kirchnerismo y el macrismo -y sus herederos, el peronismo inofensivo heterogéneo y el mileismo pedófilo- para cooptar a buena parte de la población, hablamos de la obsesión con la efusividad violenta como catarsis de frustraciones de larga data que tienen que ver con la miseria, la explotación y la falta de progreso que reproduce el nuevo capitalismo porque la acumulación de riqueza desde los años 70 pasó del trabajo a esa especulación financiera que tanto defendieron/ defienden los gobiernos de Mauricio Macri, Javier Milei y otros idiotas semejantes varios, de allí que lo “salvaje” del título sea la incapacidad de autolimitar la desesperación en el día a día porque el colapso mental está a la vuelta de la esquina y la agresión aflora por catalizadores tendientes a lo imprevisible como chizpas en un polvorín.

 

Este latiguillo insistente hermanado a una indignación y unos prejuicios que de un instante a otro dejan paso al sadismo y la locura, pivotes que a lo lejos pueden vincularse al absurdo de Luis Buñuel y los hermanos Joel y Ethan Coen, se ve en las seis historias que componen la antología, Pasternak, comedia negra de venganza en entorno cerrado símil La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone, 1959-1964), la legendaria serie creada por Rod Serling para CBS, Las Ratas, una fábula política de impronta antifascista que se parece a un típico episodio de Alfred Hitchcock Presenta (Alfred Hitchcock Presents, 1955-1962), recordado producto televisivo del maestro del suspenso que luego sería rebautizado La Hora de Alfred Hitchcock (The Alfred Hitchcock Hour, 1962-1965), El más Fuerte, faena de acción y terror a lo road movie setentosa aunque encarada desde la lucha de clases y aquel minimalismo de Reto a Muerte (Duel, 1971), clásico de la ruta para la “caja boba” de Steven Spielberg que después tuvo un estreno en salas, Bombita, drama testimonial de enfado ciudadano frente a la burocracia y los atropellos de los monopolios públicos y privados con mucho de Un Día de Furia (Falling Down, 1993), epopeya de Joel Schumacher, La Propuesta, denuncia de la impunidad de la alta burguesía bajo el formato de pacto faustiano modelo thriller social en línea con Claude Chabrol o Henri-Georges Clouzot, y Hasta que la Muerte nos Separe, una parodia melodramática acerca del matrimonio en la que se cruzan Billy Wilder y el Nuevo Hollywood de la década del 70. Como siempre ocurre en las antologías, el contenido es muy desparejo pero el único cortometraje que llega a aburrir un poco es el último, Hasta que la Muerte nos Separe, sobre una infidelidad en una fiesta de casamiento que deriva en otro engaño fugaz y en un escándalo de generosas proporciones, en este sentido los mejores relatos son Pasternak, retrato del suicidio de un comisario de a bordo que se carga a todos los que lo injuriaron, El más Fuerte, duelo automovilístico en Salta entre un lumpen y un burgués aporofóbico, y Bombita, semblanza alrededor del personaje del título, llamado en realidad Simón Fisher (el estupendo Ricardo Darín), y su reconversión al terrorismo urbano antiestatal, quedando en un limbo intermedio Las Ratas, acerca de un usurero y político de derecha que pretende ser intendente y termina asesinado en un restaurant, y La Propuesta, un episodio que pinta cómo la alta burguesía compra su inocencia en sociedades corruptas.

 

Szifron, a diferencia de otros cineastas contemporáneos de todo el planeta que como él son vástagos palurdos del cine hollywoodense y poco y nada saben por fuera de esa comarca cultural bien reduccionista, por lo menos cuenta con una formación intelectual atendible y astuta vinculada a la izquierda histórica anticapitalista aunque sus magros recursos como artista, en términos concretos, siempre se cuelan en sus películas de una forma u otra, ya sea a través de guiones pobretones repletos de lugares comunes, efectismos y coincidencias cada vez más ridículas -a lo Hollywood, efectivamente- o quizás mediante una perspectiva burguesa algo tediosa y claustrofóbica, ya que es el único ecosistema que el realizador y guionista aparentemente conoce, o la aparición entre los estallidos de violencia justiciera/ pasional/ azarosa del típico cinismo de este cine globalizado en crisis terminal, uno que se engolosina con la amoralidad y la ironía desde cierta pretensión paródica pero sin proponer algo a cambio, una noción que pueda ocupar el espacio de aquello que se pretende destruir mediante la burla a toda pompa que destila la pantalla, por ello realizaciones como Relatos Salvajes terminan envejeciendo muy mal ya que pasado aquel contexto específico de su producción y estreno, como decíamos antes la fetichización mundial del exabrupto capado y la guerra civil tácita en el terreno de una política cada día más licuada, torpe y cansadora, lo único que queda es primero la prepotencia hueca de fondo, digna de un adolescente sin ideas propias más allá del gesto rebelde autocontenido, y segundo un engranaje dramático mainstream apenas ameno utilizado para transmitir esta moraleja del nihilismo negativo con giros argumentales que golpean con la sutileza y la redundancia de un martillo en la frente. Si el director hubiese encarado el proyecto desde la sátira picaresca de las películas ómnibus europeas de los años 60 y 70 la antología hubiese sido mucho más rica pero poco se puede esperar de un Szifron siempre literal y un tanto zafio que adora homologar a sus obras con cosas ajenas, pensemos en Tiempo de Valientes y Arma Mortal (Lethal Weapon, 1987), de Richard Donner, Misántropo y El Silencio de los Inocentes (The Silence of the Lambs, 1991), de Jonathan Demme, Los Simuladores (2002-2004) y El Golpe (The Sting, 1973), joya de George Roy Hill, y Hermanos y Detectives (2006) y Detective Conan (1996-2022), siendo estas dos últimas las series que creó para un canal de TV abierta, Telefe…

 

Relatos Salvajes (Argentina/ España/ Francia/ Reino Unido, 2014)

Dirección y Guión: Damián Szifron. Elenco: Ricardo Darín, Darío Grandinetti, María Marull, Julieta Zylberberg, Rita Cortese, Leonardo Sbaraglia, César Bordón, Nancy Dupláa, Oscar Martínez, Érica Rivas. Producción: Pedro Almodóvar, Agustín Almodóvar, Esther García, Matías Mosteirín y Hugo Sigman. Duración: 122 minutos.

Puntaje: 7