El lanzamiento del último disco de Carlos Alberto García Moreno alias Charly García, La Lógica del Escorpión (2024), nos permite no sólo adentrarnos en el presente problemático aunque con chispazos de genialidad del legendario músico argentino sino también repasar sucintamente su extensa y fascinante carrera haciendo pie en álbumes que marcaron a generaciones y generaciones de oyentes hispanoparlantes, trayectoria que comienza en una muy prolífica década del 70 gracias a esos cuatro grupos fundamentales del rock argentino que dominó en materia de sus composiciones, hablamos de Sui Generis (García en voz, teclados y guitarra y Nito Mestre en voz, flauta y guitarra), PorSuiGieco (a García y Mestre se suman León Gieco en voz, guitarra y armónica, Raúl Porchetto en voz y guitarra y María Rosa Yorio en voz, nada menos que la pareja de Charly y futura madre de su único hijo, Miguel Ángel García alias Migue García), La Máquina de Hacer Pájaros (García en voz y teclados, Oscar Moro en batería, José Luis Fernández en bajo, Carlos Cutaia en sintetizadores y Gustavo Bazterrica en guitarra) y Serú Girán (a Charly y Moro se agregan David Lebón en voz y guitarra y Pedro Aznar en voz y bajo). El periplo originario fue de lo más colorido y va desde el folk, el soft rock, el blues y el pop beatlesco de Vida (1972) y Confesiones de Invierno (1973), los dos primeros trabajos de Sui Generis, y PorSuiGieco (1976), única aventura del grupo homónimo, pasando por el jazz y el rock progresivo y sinfónico de Pequeñas Anécdotas sobre las Instituciones (1974), la placa final de estudio del dúo con Mestre, y La Máquina de Hacer Pájaros (1976) y Películas (1977), aquel díptico del colectivo de García, Moro, Bazterrica, Cutaia y Fernández, hasta llegar al art rock y el pop progresivo símil Steely Dan de las placas de Serú Girán, la autotitulada de 1978 más La Grasa de las Capitales (1979), Bicicleta (1980), Peperina (1981) y No Llores por mí, Argentina (1982), este último un álbum en vivo muy retocado en estudio a diferencia de Adiós Sui Géneris I & II (1975), otro trabajo de despedida como en el caso del mítico LP de Serú, algo así como un grandes éxitos maquillado, amén de la rareza total Billy Bond and the Jets (1978), placa grabada en Brasil durante el registro del debut del cuarteto con Giuliano Canterini alias Billy Bond en voz, otra de las figuras primordiales del rock en castellano y productor del álbum mencionado.
La vertiente solista de la carrera de García ya había sido adelantada en primera instancia de manera un tanto difusa o quizás espiritual mediante Música del Alma (1980), disco en vivo grabado en 1977 junto a un pelotón de colegas todavía dentro del marco del folk y el rock progresivo, y en segundo lugar de modo más preciso en términos musicales a través de Peperina y No Llores por mí, Argentina, opus que anticiparon a todas luces el refinamiento pop llevado a cabo a posteriori, ese que cubrió desde la infaltable placa de transición, Yendo de la Cama al Living (1982), la explosión new wave y techno modernizadora, léase Clics Modernos (1983), y la contracara rockera, tanguera o cuasi punk de la opción previa, de hecho sintetizada en Piano Bar (1984), a su vez el paso previo a aquella Trilogía CBS/ Sony Music muy influenciada por Prince y ciertos aspectos del funk, el new jack swing y el hip hop, nos referimos por supuesto a Parte de la Religión (1987), Cómo Conseguir Chicas (1989) y Filosofía Barata y Zapatos de Goma (1990), fase de gloria correspondiente a los años 80 y comienzos de la década siguiente que asimismo incluye tres bandas sonoras de impronta mayormente instrumental, Pubis Angelical (1982), Terapia Intensiva (1984) y Lo que Vendrá (1988), la primera editada como disco doble con Yendo de la Cama al Living, un par de colaboraciones socarronas con Pedro Aznar, Tango (1986) y Tango 4 (1991), el primero synth pop y el segundo más rockero tradicional, e incluso un trabajo de base rapera y farsesca con Aznar y el célebre humorista argentino Enrique Pinti, Radio Pinti (1991). Los años 90, sinónimo en Argentina de neoliberalismo como los 70 de dictadura salvaje y los 80 de primavera democrática, vieron eclosionar a un nuevo García, por cierto mucho más vanguardista, caótico y narcisista, en el que se amalgamaron su adicción descontrolada a la cocaína y la depresión por el final del que había sido su vínculo romántico principal durante los 80, con Marisa “Zoca” Pederneiras, una bailarina brasileña que ofició de ancla o cable a tierra para el músico al igual que lo había sido Yorio durante los 70, de allí se explica la progresiva merma en la productividad artística del señor, su metamorfosis en una personalidad mediática polémica a toda pompa y el carácter inconstante de su carrera desde entonces, enmarcada en muchas ocasiones en gestos suicidas y sucesivas internaciones para desintoxicarse o recibir tratamiento psiquiátrico bajo eufemismos.
Justo luego del regreso de Serú Girán para registrar un digno álbum de estudio, Serú ’92 (1992), y un doble en directo, En Vivo I & II (1993), y del último disco caracterizado por la producción inmaculada del Charly de antaño, La Hija de la Lágrima (1994), placa ambiciosa -precedida por la recordada antología 87-93 (1993)- que equivale a una semi ópera y viene a cerrar la edad de oro de García como compositor, cantante y tecladista del rock argentino, éste siempre muy superior a su homólogo español y latinoamericano, se acumulan en primer lugar dos discos en vivo, Estaba en Llamas Cuando me Acosté (1995) y Hello! MTV Unplugged (1995), el primero repleto de covers y el segundo efectivamente grabado para la cadena televisiva norteamericana y siendo la última colaboración de relevancia por mucho tiempo con su productor histórico solista, Joe Blaney, y en segunda instancia dos placas de estudio, la experimental Say No More (1996) y la muy despareja El Aguante (1998), ésta la génesis de esa tendencia a futuro dominante de rellenar la lista de canciones de turno con covers y versiones remozadas de temas antiguos, sean descartes/ inéditos o composiciones famosas del repertorio de García, algo también ensayado aunque con mucha mayor fortuna en Alta Fidelidad (1997), trabajo en conjunto con la querida Mercedes Sosa, quien de hecho revisitó con el maestro cada una de las etapas de su carrera, desde Sui Generis y La Máquina de Hacer Pájaros hasta Serú Girán y sus aventuras con Aznar y estrictamente solistas. A continuación edita otros dos opus en directo, Demasiado Ego (1999), toqueteado en estudio en línea con el sonido spectorizado y cuasi terrorista de Say No More y El Aguante, y Charly & Charly (1999), toda una rareza registrada en la Quinta Presidencial de Olivos con el excrementicio presidente en funciones entre el público, el vendepatria y ultra corrupto Carlos Saúl Menem, preámbulo para la vuelta reglamentaria de Sui Géneris, claramente más sincera y valiosa que aquella de Serú Girán porque generó un disco mucho más interesante, Sinfonías para Adolescentes (2000), y un complemento doble en vivo acorde con la época, Si: Detrás de las Paredes (2001), y para un regreso concienzudo a la prolijidad de los años 80 cual respuesta a las críticas recibidas por la fase vanguardista de los 90, así nos topamos con los semi electrónicos Influencia (2002) y Rock and Roll YO (2003), etapa a la que pertenece también Yo no Quiero Volverme tan Loco (2000), una joya doble en vivo del baúl arqueológico del Serú modelo 1981, sin sobregrabaciones y con un gran cuidado a nivel sonoro por parte de Aznar.
Los muchos problemas de salud de Charly, tanto por la cocaína, el alcohol y los cigarrillos como por cuadros de hipertensión y una fisura de cadera que limitó mucho su movilidad, hicieron que a partir de 2008 arrastrase insistentemente una retahíla de hospitalizaciones, “vacaciones forzadas” y tratamientos de rehabilitación/ recuperación por diversas dolencias, padecimientos y enfermedades, en función de ello sólo pudo redondear un disco de estudio en aquel tiempo que tampoco fue particularmente memorable y para colmo se había filtrado en Internet tres años atrás en calidad de demo, Kill Gil (2010), producido por Andrew Loog Oldham, a su vez rodeado de dos trabajos en directo apenas simpáticos en plan autohomenaje y con sus respectivos DVDs, El Concierto Subacuático (2010) y 60×60 (2012), el primero grabado bajo una lluvia torrencial y el segundo en esencia un box set o disco triple que compila tres recitales de índole temática que luego también serían editados de manera individual, La Vanguardia es Así, Detrás de las Paredes y El Ángel Vigía. Random (2017), en cambio, sí se sintió como un regreso muy vital a lo mejor de la carrera de García porque el músico dejó de lado su berretín para con la catarata de covers propios y ajenos, precisamente firmando diez flamantes canciones que remitían a las diferentes etapas de su derrotero profesional, y porque recuperó a un Blaney que nunca había abandonado del todo pero venía relegando a funciones técnicas en trabajos anteriores como la mezcla y la masterización, aquí por cierto escuchando sus aportes en el estudio y permitiéndole que oficie una vez más de coproductor -no acreditado en ese menester pero coproductor tácito al fin- como en aquellos buenos tiempos de Clics Modernos, Piano Bar, Parte de la Religión, Cómo Conseguir Chicas y Filosofía Barata y Zapatos de Goma. Siete largos años tuvieron que pasar hasta el arribo de una novedad discográfica de estudio por parte del señor del bigote bicolor, a la salida de La Lógica del Escorpión con la friolera de 72 años a cuestas, un trabajo autoproducido en soledad, nuevamente errático y con chispazos de una inspiración magistral que se ve un tanto carcomida por refritos innecesarios, canciones que se sienten incompletas y especialmente una producción bastante floja que reproduce el viejo latiguillo del rock en materia de los músicos veteranos con una salud precaria y un entorno inmediato de ejecutivos discográficos, managers, asistentes, colegas, médicos/ enfermeras y aduladores o fans o groupies del montón que pretenden exprimir a la “gallina de los huevos de oro” hasta el último minuto sin que importen de verdad ni el bienestar del susodicho ni la calidad de la obra ofrecida al público, hoy centrada más en un frenesí comercial que en una necesidad de expresión artística.
Con un arte gráfico extraordinario de Renata Schussheim y una banda estándar compuesta por García en teclados, bajo y voz carrasposa, Fernando Kabusacki y Kiuge Hayashida en guitarras, Hilda Lizarazu y Rosario Ortega en coros y el reincidente Fernando Samalea en batería, socio entrecortado desde los años de Parte de la Religión, La Lógica del Escorpión comienza con Rompela, cover en castellano de Break It Up, de Kill Gil, y una paradigmática reinterpretación de parte de Charly de la potencia de The Who o los floreos rockeros en general de Pete Townshend y Keith Moon, en la canción funcionando como una excusa para unificar dos de sus obsesiones letrísticas de siempre, por un lado la necesidad de encontrar a alguien a quien querer o en quien confiar, esa persona que diga la verdad, y por el otro lado la exaltación del avant-garde, planteo que equivale a destruir las creencias, el conformismo, la homogeneidad y/ o las tendencias culturales de moda. Yo ya sé es la primera canción realmente nueva, algo de pop spectorizado y tranquilo tracción a sintetizadores donde el músico le pega sin piedad a la psicología y a las religiones, dos de las grandes supercherías de tiempos pasados que subsisten en la solitaria posmodernidad, y como tantas otras veces se interpela a sí mismo -uno podría engañarse diciendo que le habla a un tercero, pero casi nunca es así- para reconocerse un tanto neurótico y narcótico y decirse que no es un hipócrita, un producto, un ridículo o un psicópata al servicio del capitalismo, al contrario de la enorme mayoría de los artistas del Siglo XXI, los parásitos del empresariado y los políticos payasescos y oscurantistas de la nueva derecha, desde Donald Trump hasta Jair Bolsonaro y Javier Milei. Jugando con el sarcasmo del veterano que sobrepasó por mucho la edad aludida, El Club de los 27 funciona como un blues entre etéreo y psicodélico, con David Lebón aportando un gran solo de guitarra y Antonio “Toño” Silva controlando la batería, que remite tanto a Gloria, cover deliciosamente sacrílego a cargo de Patti Smith circa Horses (1975) del clásico compuesto por Van Morrison para su banda de entonces, Them, como a la edad de fallecimiento de gente como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain, Amy Winehouse, Jim Morrison, de The Doors, y por supuesto Brian Jones, de The Rolling Stones, el miembro fundacional de este macabro club rockero, contexto en el que se cuelan el asesinato de John Lennon en 1980, el “mundo traicionero y digital” en el que vivimos, un Jones que descubre tarde que los Stones siguen girando sin él e incluso la presencia del Ku Klux Klan y de “muchos pobres, pocos ricos”, a sabiendas de que los segundos jamás entrarán al Olimpo social.
Cuasi funk souleado que en su título cita a Love Potion No. 9, tema popularizado por The Clovers y The Searchers, La Medicina N° 9 cuenta con una flamante participación de Lebón e interpelaciones de Rap de las Hormigas, de Parte de la Religión, más un sample de Revolution 9, collage de The Beatles de la época del Álbum Blanco/ The Beatles (1968), y una alusión final a Bad Case of Loving You (Doctor, Doctor), hit mundial de Robert Palmer incluido en Secrets (1979), mientras que los versos nos retrotraen a latiguillos del García maduro como la mortalidad, las frustraciones cotidianas, la tentación de las drogas, el amor malogrado, la manipulación social desde el poder concentrado, el fariseísmo de las caritas sonrientes en las fiestas y una apatía que deriva en efervescencia repentina, muchas veces de hecho por algún tipo de empujón o alegría química. La preciosa Te Recuerdo Invierno es una composición inédita del primer Sui Generis que ya había formado parte de Estaba en Llamas Cuando me Acosté, aquel disco en directo que Charly firmó como Casandra Lange, y que en esta ocasión en su intermedio incluye un sutil pasaje de Adiós Nonino (1959), de Astor Piazzolla, dejo tanguero que se fusiona con una base programada ralentizada que a lo lejos le debe tanto a Clics Modernos -pensemos, por ejemplo, en No Soy un Extraño o Plateado sobre Plateado (Huellas en el Mar)– como a la Trilogía CBS/ Sony Music de Parte de la Religión, Cómo Conseguir Chicas y Filosofía Barata y Zapatos de Goma, todo en el contexto de una semblanza sobre la soledad donde un corazón roto lleva a rememorar un invierno antropomorfizado de juventud que camina a la par del narrador y constituye su curiosa compañía helada en medio del dolor. Luego de Autofemicidio, un exponente power pop pegadizo que remite a la pluralidad de comentarios sociales de Random y se mete específicamente con la anorexia, la inmolación, el hambre de fama, el feminazismo misándrico burgués y la violencia, patrañas e idiotez generalizada del Siglo XXI, llega América, tema nuevo símil Tango y Tango 4 -o quizás Serú ’92– con Pedro Aznar en bajo, batería, guitarra y voz y un aire indisimulable a cover espiritual de I’m Afraid of Americans, joya del David Bowie modelo Earthling (1997), ya que el núcleo del asunto -más prolijo a nivel sonoro que el resto del disco, dicho sea de paso- pasa por un ataque directo a yanquilandia y el “sueño americano” que se complementa con burlas a la televisión mitómana/ cínica/ lobotomizadora de hoy en día, a la paranoia fascistoide para con la peligrosidad del prójimo, a la facilidad con la que el grueso de los mortales se vende al mejor postor y a la costumbre popular de entregarse a la abulia cobarde o depositar sus esperanzas en el destino, Dios, un ídolo o cualquier escapismo simbólico.
Juan Represión, el tema más largo de La Lógica del Escorpión y el único que supera los humildes cuatro minutos de duración, es una canción de larga data que fue censurada por completo en el marco del gobierno de María Estela Martínez de Perón (1974-1976) y el accionar de la organización parapolicial de extrema derecha Triple A, fase previa al ascenso del genocida Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), y que ya había sido incluida en las reediciones en CD desde 1995 de Pequeñas Anécdotas sobre las Instituciones, bajo su ropaje sonoro original de los años 70 y junto a la también maravillosa Botas Locas, y sobre todo en Sinfonías para Adolescentes, allí en otra lectura remozada paradójica bajo el manto entre nostálgico y pirotécnico de Phil Spector, The Beatles y la fase noise, lo-fi y alternativa de Say No More, ahora resurgiendo con el claro objetivo de luchar contra el dictador iletrado, demente, infantiloide y de pacotilla en funciones, Milei, que vuelve a aplicar el mismo programa económico neoliberal de índole especuladora, hambreadora y represora de la dictadura, el menemismo y el macrismo, a su vez vinculado al trayecto que va desde Richard Nixon hasta otros esperpentos anglosajones como Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Estrellas al Caer toma la forma de una reformulación de la melodía de Chipi-Chipi, de La Hija de la Lágrima, siguiendo la estela de refritos del periplo histórico que va desde Cómo Conseguir Chicas hasta El Aguante y mucho más allá, aquí apostando por una buena dosis de optimismo que celebra “la canción, el amor, la ilusión quе no estuvo muerta” y piensa cómo se puede ser feliz sobrellevando la “pena sideral” de la angustia mundana, en los versos un acto que equivale a tomar posesión de cada día para uno mismo, viajar a una ignota quinta dimensión o encontrarse con platos voladores en el espacio, un universo que es artístico y por ello de una riqueza absoluta y motivo de orgullo. La Pelícana y el Androide es una canción que fuera compuesta por Luis Alberto Spinetta para el malogrado dúo entre él y Charly del período 1984-1985, al igual que Una Sola Cosa, Pobre Amor, Llámenlo y la única verdadera colaboración entre ambos, el himno Rezo por vos, amén de esa Hablando a tu Corazón de García que iría a parar a Tango, en esta oportunidad con Spinetta apareciendo post mortem a través de su vocalización no del álbum Privé (1986), donde reversionaría el tema, sino la correspondiente a los demos primigenios para el trabajo trunco, placa que iba a llamarse precisamente Cómo Conseguir Chicas y hoy nos deja con una reinterpretación no mucho mejor que la de Spinetta de 1986, aquella ochentosa insufrible, esta psicodélica/ tanguera y ambas jugando con la relación romántica surrealista entre los dos protagonistas del título, con sus crías híbridas, con el fantasma del desamor y con esas vacilaciones existenciales intercambiables que plagaron el período de decadencia creativa del ex líder de Almendra, Pescado Rabioso e Invisible, desde la década del 80 en adelante.
Watching the Wheels, elogio a la marginalidad culta y exquisita reflexión sobre la calma detrás de la madurez y la soberbia y premura imbécil del grueso de la sociedad capitalista, ya había aparecido en Kill Gil en calidad de cover del mega clásico de John Lennon circa Double Fantasy (1980), aquel disco a dúo con su esposa Yoko Ono que tendría una secuela póstuma vía Milk and Honey (1984), ahora de nuevo en castellano y cortado -en el Kill Gil oficial de 2010 ocurría lo mismo, no así en el filtrado de 2007- y unificándose con el siguiente track, La Lógica del Escorpión, reproducción en castellano de El Escorpión y la Rana (Siglo VI a.C.), fábula de Esopo inmortalizada por Orson Welles en la suprema Raíces en el Fango (Mr. Arkadin, 1955), cuyo texto se recupera casi al dedillo para ironizar acerca de la emoción en detrimento de la lógica y sobre la misma pulsión de muerte de los sujetos, o tendencia a autosabotearse incansablemente y arrastrar a su entorno, y para asimismo incorporar una doble referencia primero a Sereno Fantástico, obra de Pubis Angelical que a su vez remozó Veinte Trajes Verdes, de Peperina, y segundo a Imagine, la famosísima canción de Lennon que tituló la placa homónima de 1971, segunda obra maestra al hilo después del debut visceral Plastic Ono Band (1970). Rock and Roll Star, el cierre del álbum, constituye una breve y respetuosa relectura en castellano con Fito Páez como cantante invitado de So You Want to Be a Rock ‘n’ Roll Star, temazo de The Byrds perteneciente a Younger Than Yesterday (1967), que en la coda sorprende citando en conjunto al George Harrison de Within You Without You, de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967), y Blue Jay Way, de Magical Mystery Tour (1967), por supuesto sin que el septuagenario deje pasar la ocasión para pegarle a su manager de antaño, Daniel Grinbank, y recorrer con sorna todos los estereotipos alrededor del estrellato rockero, como aprender a tocar burdamente la guitarra, vender el alma a las corporaciones de la industria cultural, robar canciones a artistas más talentosos y privilegiar la estética por sobre el contenido hasta finalmente llegar a la mierdosa TV, sucumbir ante el peso del egocentrismo y terminar rodeado de lambiscones y groupies descerebradas.
Se podría decir que La Lógica del Escorpión borra con el codo lo que Random escribió con la mano porque toda la experiencia deja un gusto amargo en el paladar melómano en función de un evidente salto hacia atrás que sólo puede ser defendido con capa y espada por los admiradores más obsecuentes y la prensa mainstream mercenaria y sin amor propio, no obstante también resulta imprescindible reconocer que la frustración sólo aplica dentro de la carrera del mismo Charly, cuya vara de calidad es altísima y las comparaciones con su ilustre pasado inevitables, debido a que el nuevo disco supera -prácticamente destroza- a cualquier otro trabajo editado en Argentina, Latinoamérica o España en los últimos años por otro artista, sea dentro de los confines del pop, nuestro rock u otro redil genérico. Sinceramente no hacían falta relecturas tan redundantes o poco imaginativas de Rompela/ Break It Up, Te Recuerdo Invierno, La Pelícana y el Androide y Watching the Wheels/ Mirando las Ruedas, rubro en el que sólo se salvan Juan Represión y Rock and Roll Star más por el contexto político o por el gesto melancólico que por las reversiones en sí, la primera -como decíamos con anterioridad- para pelearle al energúmeno y retrasado mental en la Casa Rosada y la segunda hermanada al homenaje/ ademán retro para con la banda de Roger McGuinn, David Crosby, Gene Clark y compañía, de quienes a principios de los años 90 recuperase la sublime I’ll Feel a Whole Lot Better, de Mr. Tambourine Man (1965), en Filosofía Barata y Zapatos de Goma bajo el título de Me Siento Mucho Mejor. En lo que atañe al resto del repertorio, éste se mueve dentro de una medianía entre amable y apenas correcta en la que de todos modos Yo ya sé, El Club de los 27, La Medicina N° 9 y Estrellas al Caer sobrepasan a las también satíricas Autofemicidio y América, amén de ese track recitado homónimo que tampoco ayuda a rescatar del olvido instantáneo al lote de canciones que nos ocupa o a emparejar la dimensión discursiva, sin duda la más interesante de la placa, con lo específicamente musical, plano un tanto estéril y confuso como su homólogo desde Say No More hasta Kill Gil, excepciones esporádicas aparte. Más allá de los padecimientos de salud de García, sus problemas para cantar o tocar instrumentos y su corte de chupasangres que definitivamente no saben ponerle un freno diciéndole que La Lógica del Escorpión no estaba listo para ser editado bajo este escuálido ropaje sonoro, la verdad es que el álbum vuelve a confirmar aquel adagio que ya englobaba a la carrera del señor desde la década del 90, eso de que la entropía tiende al caos y a un nuevo equilibrio, fórmula exacerbada por la genialidad altisonante del músico argentino y una obra colosal que lo precede y choca con sus limitaciones del presente.
La Lógica del Escorpión, de Charly García (2024)
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