Jurado Nº2 (Juror #2)

La justicia alejada de la verdad

Por Emiliano Fernández

El estreno de Cry Macho (2021), dirigida y protagonizada por Clint Eastwood, constituyó una experiencia sinceramente dolorosa para el cinéfilo del nuevo milenio porque el film en cuestión era impresentable y de hecho fue un fracaso de taquilla y crítica que para colmo sufrió por aquella estrategia comercial durante la pandemia del coronavirus de los grandes estudios -aquí Warner Bros., socio de décadas de Clint- centrada en lanzar en simultáneo una serie de propuestas tanto en salas tradicionales como vía sus respectivos servicios de streaming, lo que intensificó la debacle. Cry Macho estaba mal actuada, acumulaba baches soporíferos y se sentía repetitiva con respecto a obras previas y definitivamente superiores, sobre todo las geniales Gran Torino (2008) y La Mula (The Mule, 2018), por ello alentó rumores sobre la senilidad del nonagenario y un próximo retiro que venía certificado por la incapacidad de rodar de primera mano y la necesidad de que los asistentes se encargasen de casi todo en el set y durante la postproducción. Warner, sin la más mínima piedad, castigó al abuelito impidiéndole filmar por tres largos años y pretendiendo mandar a su flamante opus, Jurado Nº2 (Juror #2, 2024), directamente al streaming oficial de este consorcio de empresas de la industria cultural yanqui, Max, sin paso por las salas de exhibición, por ello el asunto generó una mínima negociación entre las partes que dejó a la película de turno con un premio consuelo en verdad lamentable, léase un estreno limitado en Estados Unidos y una distribución internacional paupérrima sin fecha alguna de llegada a muchos países/ mercados del planeta, una novedad de lo más triste tratándose de la que posiblemente sea la última realización del legendario cineasta de 94 años, uno de los próceres del séptimo arte.

 

Más allá de la hipocresía y el sadismo de los popes del Hollywood necio contemporáneo, quienes como tantas veces se ha dicho ya no quieren producir películas para adultos como la que nos ocupa, y más allá de los problemas insalvables que de por sí arrastraba aquella Cry Macho y la sumaban a la bolsa de los convites flojos que ha generado este Eastwood director, grupito que incluye las también fallidas Firefox (1982), un hilarante desastre de acción correspondiente a la Guerra Fría, Más Allá de la Vida (Hereafter, 2010), delirio de resonancias espirituales bastante ridículas, y 15:17 Tren a París (The 15:17 to Paris, 2018), fantochada chauvinista mal actuada y ejecutada, lo cierto es que Jurado Nº2 constituye un regreso muy digno a épocas mejores de la trayectoria del señor e incluso se podría aseverar que funciona como una amalgama entre las deliberaciones del jurado de 12 Hombres en Pugna (12 Angry Men, 1957), el clásico inmortal de Sidney Lumet, y aquel linchamiento público tácito de la propia Richard Jewell (2019), aunque desde ya a una escala reducida porque hoy tenemos ante nosotros un thriller legal de espíritu inconformista mientras que el film previo era un docudrama clasicista sobre el martirio real de un héroe que mutaba en mártir institucional. El título del guión del debutante Jonathan A. Abrams se refiere a Justin Kemp (Nicholas Hoult), un ex alcohólico que lleva cuatro años sobrio, detenta una esposa con un embarazo de alto riesgo, Allison (Zoey Deutch), y es elegido como jurado en el caso del homicidio de Kendall Carter (Francesca Eastwood, hermosa y talentosa hija de Clint), quien supuestamente fuera asesinada por su novio, James Michael Sythe (Gabriel Basso), sujeto de corta edad con tendencias efusivas y violentas al igual que la mismísima víctima.

 

Todo podría haber mutado en un courtroom drama estándar de suspenso, con el abogado defensor Eric Resnick (Chris Messina) batallando en inferioridad de condiciones contra la poderosa y soberbia asistente del fiscal, Faith Killebrew (Toni Collette), la cual encima está postulándose para llegar al cargo de fiscal de distrito y para ello necesita levantar su perfil mediante un caso como el presente de violencia doméstica, enmarcado en los constantes conflictos de la otrora pareja, sin embargo esa es apenas una faceta de la narración ya que el verdadero eje pasa por el descubrimiento de Kemp de que fue él mismo quien mató a Carter durante la noche de los hechos, todo bajo una lluvia torrencial que nublaba la visibilidad al punto de atropellar sin querer a la chica mientras caminaba al costado de una ruta después de pelearse con Sythe en un bar, donde un año atrás también estaba el personaje de Hoult pero en este caso luchando consigo mismo para evitar volver a beber. Convencido hasta ese momento de que había atropellado a un ciervo, el protagonista en un principio no pretende cuestionar la “versión oficial” de buenas intenciones del óbito, eso de que el sospechoso siguió en plena noche a su novia, la golpeó con un objeto contundente y la tiró bajo un puente, no obstante el remordimiento le carcome la conciencia y por ello primero recurre a su patrocinador en Alcohólicos Anónimos, el abogado Larry Lasker (Kiefer Sutherland), a posteriori se asocia a otro jurado que como él hace lobby por la inocencia de Sythe, el ex policía Harold (J.K. Simmons), y finalmente termina enfrentándose y cediendo poco a poco ante la impulsividad de Marcus (Cedric Yarbrough), jurado negro que aboga a toda pompa por la culpabilidad por el pasado como narcotraficante del único sospechoso investigado.

 

La película, como toda la producción artística de Eastwood, es un trabajo de derecha algo moderada que se disfraza de apolítica para denunciar no sólo la vagancia y/ o torpeza del aparato represivo y judicial, ese encabezado por la policía, la fiscalía y el abogado defensor de oficio que por acción u omisión martiriza a un inocente o “sospechoso cliché” por más que todo indica que el verdugo fue un tercero que atropelló a la muchacha, sino también la mediocridad popular o conformismo generalizado a la hora de seguir siempre la opinión del redil y atacar al díscolo que se aparta del discurso hegemónico, vulgo aquí representado por la esposa pancista de Kemp y los otros miembros del jurado, los cuales respetan a rajatabla la narrativa de la corrección política vinculada a la pobre víctima rosa y el monstruo varonil que la ataca en indefensión, por ello en el desarrollo del film las deliberaciones a puertas cerradas están dominadas por un prejuicio colectivo -de tipo feminazi misándrico burgués, hoy en decadencia- que en la cabecita de los bípedos se confunde con las pruebas del caso, la moral y hasta una venganza que tiende a suprimir las hipótesis alternativas sobre qué ocurrió aquella noche. Eastwood le pega más a la farsa de la autovictimización mujeril, en pantalla anulada por un accidente banal del montón, que a los resortes del thriller jurídico, por ello coquetea con esquivar la impunidad a costa de terceros para en el último acto caer en ella a raíz de la cobardía de Kemp, y por cierto entrega una de sus mejores propuestas recientes gracias a un relato siempre atrapante, el sublime desempeño del elenco y un ritmo pausado maravilloso al servicio de una fábula acerca del desacuerdo ideológico actual, la progresiva construcción del patíbulo y la distancia entre la justicia y la verdad mundana…

 

Jurado Nº2 (Juror #2, Estados Unidos, 2024)

Dirección: Clint Eastwood. Guión: Jonathan A. Abrams. Elenco: Nicholas Hoult, Toni Collette, J.K. Simmons, Kiefer Sutherland, Chris Messina, Francesca Eastwood, Cedric Yarbrough, Zoey Deutch, Gabriel Basso, Amy Aquino. Producción: Clint Eastwood, Adam Goodman, Jessica Meier, Tim Moore, Peter Oberth y Matt Skiena. Duración: 113 minutos.

Puntaje: 8