Cacería Sangrienta (Wake Up)

El animal liberado

Por Emiliano Fernández

El colectivo de cineastas conformado por François Simard, Anouk Whissell y Yoann-Karl Whissell, trío canadiense que responde al seudónimo RKSS o Roadkill Superstars, entregó una verdadera catarata de cortos a lo largo de esa primera década de existencia que sería coronada con un muy interesante debut en el campo del largometraje, Turbo Kid (2015), una especie de versión paródica e infantil de la extraordinaria saga de George Miller que comenzase con Mad Max (1979), más detalles varios de Los Bicivoladores (BMX Bandits, 1983), de Brian Trenchard-Smith, y Los Goonies (The Goonies, 1985), de Richard Donner, entre otras faenas de la década del 80. La segunda realización del equipo fue incluso mejor, Verano del 84 (Summer of 84, 2018), en esta ocasión una mixtura de La Ventana Indiscreta (Rear Window, 1954), de Alfred Hitchcock, y S.O.S. Vecinos al Ataque (The ‘Burbs, 1989), de Joe Dante, que también adoptaba un enfoque nostálgico/ pueril/ humanista que en su último acto se oscurecía desde una sinceridad y una perspicacia que la chatarra mainstream estadounidense reciente jamás logró, pensemos para el caso en la formalmente semejante Stranger Things (2016-2025), la insoportable serie de los hermanos Matt y Ross Duffer para Netflix, una epopeya repleta de cinismo, purretes odiosos y un gigantismo que poco y nada tiene que ver con la humildad inconformista de la colección de films homenajeados.

 

Definitivamente después del éxito de Verano del 84 la gente de RKSS entró en un bloqueo creativo o quizás se enmarañó con proyectos que requerían un presupuesto mucho más abultado que el que estos directores y ocasionales guionistas tenían a su alcance, por ello tuvo que transcurrir un lustro hasta que regresasen con dos obras en un mismo año que para colmo comenzarían a ser distribuidas durante la temporada siguiente, hablamos de Somos Zombies (We Are Zombies, 2023) y Cacería Sangrienta (Wake Up, 2023), la primera una película apenas correcta que recupera el formato agotado de las comedias sobre cadáveres ambulantes, por cierto más cercana a Muertos de Risa (Shaun of the Dead, 2004), de Edgar Wright, y Tierra de Zombies (Zombieland, 2009), de Ruben Fleischer, que a Fido (2006), de Andrew Currie, y Mi Novio es un Zombie (Warm Bodies, 2013), de Jonathan Levine, y la segunda un trabajo más atractivo que funciona como una cruza del tópico del anfitrión más peligroso que el huésped/ eventual invasor símil La Gente detrás de las Paredes (The People Under the Stairs, 1991), sutil maravilla del imponderable Wes Craven, y aquella cacería humana que supo patentar El Malvado Zaroff (The Most Dangerous Game, 1932), de Irving Pichel y Ernest B. Schoedsack, dejándonos con un slasher poco imaginativo pero ameno, dinámico y sutilmente astuto en su paneo por el atolladero social del Siglo XXI.

 

Cacería Sangrienta se centra en Despierta (Wake Up), grupo de seis militantes ecologistas, conformado por el cuasi jerarca Ethan (Benny O. Arthur) más Yasmin (Jacqueline Moré), Grace (Alessia Yoko Fontana), Tyler (Kyle Scudder), Emily (Charlotte Stoiber) y una flamante adición de último momento, Karim (Tom Gould), que se esconden durante la hora de cierre en las instalaciones de una gigantesca tienda por departamentos del rubro de los implementos para el hogar, House Idea, semejante a la multinacional IKEA y su modelo de negocios vinculado al mobiliario, la construcción, los electrodomésticos y la decoración en general de las casas y departamentos. Luego de vandalizar el lugar bajo consignas en contra de la deforestación del Amazonas para la construcción de muchos muebles armables, lo que efectivamente provoca de a poco la extinción de la fauna al verse privada de su entorno de vida, los jóvenes se consagran a una guerra con marcadoras/ pistolas de paintball que deriva en tragedia cuando Karim es descubierto por los guardias de seguridad del establecimiento, los hermanos Jack (Aidan O’Hare) y Kevin (Turlough Convery), el primero un borracho patético y el segundo un psicópata y misántropo obsesionado con la cacería survivalista y a punto de ser despedido, así las cosas Jack parece fallecer al golpearse la mollera durante un forcejeo con una Emily que estaba filmando con su teléfono el tormento que sufría Karim.

 

Desde una premisa muy sencilla, precisamente la masacre que encara Kevin en venganza por el óbito de su hermano y empezando con la misma Emily, a la que revienta mediante golpes contra una pared y simpáticas patadas en el piso, el film desde el vamos coquetea con una ironía en metamorfosis hacia un pandemónium criminalizado y retoma los malls y shopping centers de El Amanecer de los Muertos (Dawn of the Dead, 1978), de George A. Romero, La Iniciación (The Initiation, 1984), opus de Larry Stewart, y Robots Asesinos (Chopping Mall, 1986), de Jim Wynorski, aquellas trampas improvisadas de la francesa Se Acabó el Juego (3615 Code Père Noël, 1989), de René Manzor, y su remake yanqui jamás reconocida, Mi Pobre Angelito (Home Alone, 1990), de Chris Columbus, y especialmente la cacería rústica -cara maquillada visceral incluida- del último y siempre recordado tramo de Depredador (Predator, 1987), de John McTiernan. Si bien los protagonistas son bastante escuálidos o directamente bobos, como el insufrible Karim, y definitivamente falta una sátira social más profunda en el esquemático guión de Alberto Marini, aquel de Romasanta (2004), de Paco Plaza, Mientras Duermes (2011), de Jaume Balagueró, El Desconocido (2015), de Dani de la Torre, y Tu Hijo (2018), de Miguel Ángel Vivas, el epílogo sarcástico y la escena final con la pintura fluorescente son muy buenos y se agradecen la idea de que todos puedan o deban morir, la noción del ser humano como animal que espera ser liberado y sobre todo el encuadramiento conceptual/ ideológico de fondo en materia del retrato del ecosistema contemporáneo, por ello en pantalla nos topamos con un capitalismo inmundo e hipócrita de almacenes, una destrucción ambiental silenciosa al servicio del consumismo lobotomizado de anclaje familiar, un lumpenproletariado de la vigilancia entre psicopático y embotado por el tedio, el alcohol y la banalidad y finalmente una burguesía de izquierda ya minoritaria de dejo progre/ agendista/ woke en la que sólo se puede rescatar el querido ecoterrorismo, una corriente que niega la abulia jactanciosa aunque cobarde de nuestros días -todos critican pero casi nadie hace algo al respecto- y se pone manos a la obra contra el capital concentrado y parasitario, en Cacería Sangrienta bajo una acepción muy naif si la comparamos con la de Movimientos Nocturnos (Night Moves, 2013), de Kelly Reichardt, y Cómo Volar un Oleoducto (How to Blow Up a Pipeline, 2022), film de Daniel Goldhaber…

 

Cacería Sangrienta (Wake Up, Canadá/ Francia, 2023)

Dirección: François Simard, Anouk Whissell y Yoann-Karl Whissell. Guión: Alberto Marini. Elenco: Turlough Convery, Benny O. Arthur, Jacqueline Moré, Tom Gould, Alessia Yoko Fontana, Kyle Scudder, Charlotte Stoiber, Aidan O’Hare, Daniel Lundh, Gary Anthony Stennette. Producción: Laurent Baudens y Gaël Nouaille. Duración: 80 minutos.

Puntaje: 6