Con la última propuesta del equipo compuesto por los realizadores yanquis Scott Beck y Bryan Woods, Hereje (Heretic, 2024), sucede algo similar a lo acontecido con otras obras recientes interesantes de cineastas hasta ese momento bastante mediocres o intrascendentes, pensemos en Cuckoo (2024), segundo largometraje del alemán Tilman Singer después de Luz (2018), Longlegs (2024), cuarto convite de Oz Perkins a posteriori de The Blackcoat’s Daughter (2015), I Am the Pretty Thing That Lives in the House (2016) y Gretel & Hansel (2020), y A Different Man (2024), tercer trabajo del estadounidense Aaron Schimberg luego de las estériles Go Down Death (2013) y Chained for Life (2018). Hereje, de hecho, resulta relativamente afable si la comparamos con los bodrios previos de Beck y Woods como por ejemplo Nightlight (2015), un exponente poco imaginativo de horror modelo found footage, Haunt (2019), aquel slasher de lo más insípido, y 65: Al Borde de la Extinción (65, 2023), una mixtura rutinaria de ciencia ficción, aventuras y melodrama familiar, amén de trabajos para terceros en sintonía con Un Lugar en Silencio (A Quiet Place, 2018), epopeya muy sobrevalorada de John Krasinski, y Boogeyman: Tu Miedo es Real (The Boogeyman, 2023), triste intento de Rob Savage de adaptar uno de los cuentos más famosos de El Umbral de la Noche (Night Shift, 1978), sin duda la mejor antología de relatos cortos de Stephen King.
La película que nos ocupa invierte dos fórmulas narrativas, la primera sexploitation de vieja cepa y bordeando el olvido en nuestro Siglo XXI, hablamos de esas dos ninfas seductoras que se aprovechan de un varón algo putañero -para vengarse en nombre de todo el género femenino- de faenas diversas en línea con Teenage Innocence (1973), de Chris Warfield, Death Game (1977), de Peter S. Traynor, Viciosas al Desnudo (1980), de Manuel Esteba, y Knock Knock (2015), obra fallida de Eli Roth que no vio casi nadie, y la segunda premisa metiéndose de lleno con los prejuicios del espectador en materia del thriller de invasión de hogar, una corriente que ya venía siendo trastocada desde que Wes Craven enalteciese el instinto homicida del anfitrión por sobre su homólogo del huésped/ invasor y de este modo pusiese el esquema patas para arriba en La Gente detrás de las Paredes (The People Under the Stairs, 1991), latiguillo muy utilizado en El Juego del Terror (The Collector, 2009), de Marcus Dunstan, El Anfitrión Perfecto (The Perfect Host, 2010), de Nicholas Tomnay, No Respires (Don’t Breathe, 2016), de Fede Álvarez, Latidos en la Oscuridad (Bad Samaritan, 2018), de Dean Devlin, Villanos (Villains, 2019), de Dan Berk y Robert Olsen, Cacería Sangrienta (Wake Up, 2023), de François Simard, Anouk Whissell y Yoann-Karl Whissell, y Abigail (2024), de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, entre otras propuestas tramposas.
Aquí los agentes externos que ingresan en una propiedad en apariencia inofensiva son muy apacibles, precisamente dos lindas señoritas pertenecientes a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, la Hermana Barnes (Sophie Thatcher) y la Hermana Paxton (Chloe East), porque todo el peso terrorífico de turno está volcado en el dueño de casa, el Señor Reed (Hugh Grant), un hombre que dice haber descubierto la “religión verdadera” y pronto entra en un combate dialéctico con las misioneras mormonas para desacreditar no sólo su cristianismo fundamentalista y ultra delirante sino a todas las grandes religiones del planeta, a las que considera variaciones del mismo concepto rector. Desde ya que Reed no las deja marcharse y empieza a mostrar sus intenciones cuando las invita a penetrar aún más en la casa y a elegir entre dos puertas que simbolizan la fe y el escepticismo, por ello luego de optar por la primera Barnes y Paxton se transforman en testigos de un supuesto milagro cuando una mujer decrépita, conocida como La Profeta (Elle Young), come un pastel envenenado, muere de repente y eventualmente resucita. Nuestro anfitrión, para colmo, le rebana el cuello a Barnes con una trincheta/ cutter y le saca un anticonceptivo subdérmico del brazo afirmando que es un microchip y la muertita un ser artificial, justo después de la visita de otro mormón que buscaba a las chicas, Kennedy (Topher Grace).
Con un marco de teatro filmado y un Grant siempre intenso que impone su presencia desde el contrapunto entre la vejez y una juventud tontuela, la película cuenta con un desarrollo atractivo hasta el óbito de la Hermana Barnes, instante en el que las típicas improvisaciones narrativas de Beck y Woods dan a entender que no supieron cómo cerrar el asunto y por ello se pierden en recursos fuera de lugar como la extracción del anticonceptivo o el intento de Reed de cuestionar ante Paxton los límites entre realidad y ficción a través del pasaje más célebre del Libro de Zhuangzi (Siglo III a.C.), El Sueño de la Mariposa, jugada que nos aleja innecesariamente del ataque -trasnochado pero eficaz- a las iteraciones o puntos en común entre la multiplicidad de credos que se automitologizan como el único, firme y definitivo de la humanidad, institucionalización de por medio que homologa a la creencia con la verdad, la manipulación y el control, este último el fetiche máximo del anfitrión en su cruzada contra las beatas. Si bien el loquito titular cumple de maravillas, un psicópata sádico como los de antes, el film no pasa de lo correcto porque desperdicia la chance de profundizar en los conceptos de fondo, muy importantes en la industria de la información falsa del nuevo milenio símil intuición o magia, y porque roba sin sutileza el giro del final a David Mamet, Ira Levin y Anthony Shaffer para explicar el episodio falaz de La Profeta…
Hereje (Heretic, Estados Unidos/ Canadá, 2024)
Dirección y Guión: Scott Beck y Bryan Woods. Elenco: Hugh Grant, Sophie Thatcher, Chloe East, Topher Grace, Elle Young, Julie Lynn Mortensen, Haylie Hansen, Elle McKinnon, Hanna Huffman, Anesha Bailey. Producción: Scott Beck, Bryan Woods, Jeanette Volturno, Stacey Sher y Julia Glausi. Duración: 111 minutos.