La Vida de Chuck (The Life of Chuck)

El calendario cósmico

Por Emiliano Fernández

Mike Flanagan, una de las voces cruciales del terror del nuevo milenio y específicamente ese centrado en la destrucción familiar y su reconstrucción mediante la solidaridad entre los miembros del clan de turno, tuvo sus inicios en el melodrama indie meditabundo durante su período estudiantil, aquel de Hacer Creer (Makebelieve, 2000), Naturaleza Muerta (Still Life, 2001) y Los Fantasmas de la Calle Hamilton (Ghosts of Hamilton Street, 2003), tres películas que no vio casi nadie porque carecieron de distribución en términos tradicionales. El despegue comercial en los campos hermanados del thriller y el horror propiamente dicho se dio gracias a Ausencia (Absentia, 2011), Oculus (2013), Silencio (Hush, 2016) y Somnia: Antes de Despertar (Before I Wake, 2016), lote interesante de films que todavía arrastraban problemas varios de financiamiento y sobre todo en materia de una trabajosa distribución en un Siglo XXI caracterizado por la concentración del mainstream hollywoodense -o de los grandes jugadores del país considerado- y por la triste inestabilidad de las productoras pequeñas o independientes de todo el planeta, tantas veces al borde de la quiebra debido al hecho de no contar con el capital que los estudios destinan a publicidad, marketing y esos acuerdos comerciales de “posicionamiento de marca”. La fase posterior, ya definitivamente ubicada en las grandes ligas de Hollywood, arranca con Ouija: El Origen del Mal (Ouija: Origin of Evil, 2016), precuela muy superadora de la mediocre Ouija (2014), producto de Stiles White para Universal Pictures, y continúa con una estupenda trilogía de adaptaciones de textos de Stephen King, léase El Juego de Gerald (Gerald’s Game, 2017), Doctor Sueño (Doctor Sleep, 2019) y La Vida de Chuck (The Life of Chuck, 2024), epopeyas que de modo implícito cubren las tres vertientes más importantes de toda la producción literaria de King, respectivamente la espantosa prosaica, la sobrenatural y la sensible o alegórica de impronta cuasi “optimista”, por lo menos dentro del ideario lúgubre del señor y sus múltiples aristas.

 

Más allá de trabajos complementarios amenos bajo el formato de miniserie esotérica para Netflix que a la larga resultaron bastante cansadores, a raíz de lo repetitivo o redundante del asunto y las típicas concesiones frente a un streaming que suele promediar hacia abajo, nos referimos a La Maldición de Hill House (The Haunting of Hill House, 2018), La Maldición de Bly Manor (The Haunting of Bly Manor, 2020), Misa de Medianoche (Midnight Mass, 2021), El Club de la Medianoche (The Midnight Club, 2022) y La Caída de la Casa Usher (The Fall of the House of Usher, 2023), la verdad es que la vertiente profesional valiosa de Flanagan se concentra en los largometrajes y en este sentido su demorado regreso al rubro, La Vida de Chuck, nos devuelve el excelente nivel de sus primeras obras, Ausencia, Oculus y Silencio, e incluso logra superar a las otras dos traslaciones del ídolo, Stephen, por cierto abrazando la ortodoxia de El Juego de Gerald, basada en la novela homónima de 1992, por sobre la heterodoxia de Doctor Sueño, inspirada en el libro de 2013 que a su vez oficiaba de secuela de El Resplandor (The Shining, 1977), texto que sería llevado a la gran pantalla en 1980 por Stanley Kubrick con Jack Nicholson y Shelley Duvall en los roles protagónicos, gran clásico del género que Mike citaba ampliamente en su film desde una devoción y una sinceridad que de seguro también irán a parar a su relectura para Amazon Prime Video de Carrie (1974), novela debut que en lo pronto se transformará en una miniserie que tendrá que remontar la sombra de la joya de Brian De Palma de 1976. El realizador y guionista en La Vida de Chuck, adaptación de la novela corta del mismo título que formó parte de La Sangre Manda (If It Bleeds, 2020), una antología de cuatro relatos, respeta la estructura narrativa de las páginas, con la historia avanzando en un orden cronológico inverso, y se mantiene muy fiel a las situaciones y los personajes concebidos por el legendario escritor, ofreciéndonos uno de los mejores eslabones correspondientes a su faceta cinematográfica.

 

Tres son los actos de la trama, el primero es una crónica apocalíptica con pinceladas de “ecosistema artificial” símil The Truman Show (1998), de Peter Weir, o Amor a Colores (Pleasantville, 1998), de Gary Ross, el segundo capítulo -y el más breve- toma la forma de una comedia dramática ochentosa, segmento que dispara una de las mejores secuencias de baile del nuevo milenio, y finalmente el último episodio opta por una fábula de orfandad tendiente a metamorfosearse en una lectura sobre la perspectiva individual y los universos solipsistas, enclaves insertos en una comunidad que escapa por completo a nuestro control y efectivamente nos influye durante la juventud y la primera adultez para elegir un camino principal y otros secundarios. En ocasión de Gracias, Chuck (Thanks, Chuck), la apertura que en realidad es el final, el profesor de secundaria Marty Anderson (Chiwetel Ejiofor) y su ex esposa y enfermera Felicia Gordon (Karen Gillan) atestiguan tanto la aparición de un sinfín de anuncios bizarros, todos con el mensaje “¡Charles Krantz: 39 años maravillosos! ¡Gracias, Chuck!”, como la acumulación de una serie de cataclismos en todo el planeta que llegan a consumir las estrellas en el cielo y terminan homologándose al fallecimiento del contador Charles “Chuck” Krantz (Tom Hiddleston) a sus 39 años de edad producto de un tumor cerebral, padre del adolescente Brian (Antonio Raúl Corbo) y fiel esposo de Ginny (Q’orianka Kilcher), ambos a su lado mientras yace en una cama de un hospital. Músicos Callejeros por Siempre (Buskers Forever) nos presenta a Chuck bailando de manera ultra improvisada con una joven que atiende una librería y fue abandonada por su novio, Janice Halliday (Annalise Basso), al contagioso ritmo de la batería de una artista callejera, Taylor (Taylor Gordon), todo en la coyuntura de una conferencia bancaria del contador de una semana en la que experimenta los primerísimos signos del cáncer vía un dolor de cabeza, apenas nueve meses antes de su muerte. En Yo Contengo Multitudes (I Contain Multitudes), desenlace que en la línea temporal es el comienzo, Chuck (Benjamin Pajak) tiene once años y está al cuidado de sus abuelos paternos, la ama de casa Sarah (Mia Sara) y el contador con propensión hacia el alcoholismo Albie (Mark Hamill), después del repentino óbito de sus progenitores en un accidente de tránsito, desastre que para colmo incluye el embarazo de su madre, por ello su niñez se debate entre el amor por el baile de la abuela y la pasión por las matemáticas y la contaduría del nono, en un primer momento ganando la primera ya que el muchacho se suma a un “club de baile” de su colegio encabezado por la Señorita Rohrbacher (Samantha Sloyan), docente además de educación física que le permite conocer a su primer interés romántico, Cat McCoy (Trinity Bliss), preadolescente que es la mejor bailarina de la escuela junto con el propio Chuck, no obstante el dilema existencial/ laboral se asoma en el horizonte porque Albie trata de convencerlo de ya descartar la danza como profesión porque los números constituyen un arte mucho más importante en la sociedad.

 

Flanagan aquí exacerba y pule significativamente aquella sensibilidad melodramática que ya había demostrado en toda su producción artística anterior y en consonancia se podría decir que La Vida de Chuck resulta una obra insólitamente agresiva para con el mainstream descerebrado y cínico del nuevo milenio porque el cineasta incluye en pantalla todos y cada uno de los recursos de las narraciones de antaño que la industria cultural del Siglo XXI ha dejado de lado, pensemos por ejemplo en el humor negro inteligente, el humanismo, los instantes reflexivos, el estilo literario de los diálogos y del narrador omnisciente a cargo de Nick Offerman, la paciencia retórica, los giros inesperados, el lirismo, la predisposición por el grotesco y el absurdo, la exaltación de la picardía popular y en especial la presencia de un misterio/ suspenso muy bien administrado en función del único verdadero ingrediente fantástico de la epopeya más allá de ese primer acto que retrata el colapso de la psiquis del protagonista, con Marty siendo precisamente un docente que Charles conoció de joven y que recuerda -junto a su compañera, Felicia- en los momentos finales de su paso por este mundo, nos referimos al enigma que esconde aquella cúpula de la casona victoriana de sus abuelos, única zona prohibida del inmueble por su cadencia sobrenatural. El realizador se luce en la utilización de tres latiguillos conceptuales para analizar los años formativos de Chuck y su influencia a futuro, uno sencillo, esa caminata lunar/ moonwalk popularizada por Michael Jackson en los 80 que simboliza la dimensión lúdica o destreza para el baile, y dos más complejos, primero el “calendario cósmico” de Carl Sagan circa su famosa serie documental televisiva bautizada Cosmos: Un Viaje Personal (Cosmos: A Personal Voyage, 1980-1981), la exégesis del sustrato ínfimo, fugaz y muy reciente del ser humano en el universo y su desarrollo, y segundo la notoria cita “yo contengo multitudes” del poema Canto de mí mismo (Song of Myself, 1855), del estadounidense Walt Whitman, resumen de toda la experiencia vivida y personas conocidas que conforman el intelecto del sujeto, ese que se tambalea por el cáncer en el primer capítulo cual apocalipsis de la intimidad. Con alusiones a musicales varios como Amor sin Barreras (West Side Story, 1961), de Robert Wise y Jerome Robbins, Cantando bajo la Lluvia (Singin’ in the Rain, 1952), de Stanley Donen y Gene Kelly, Cabaret (1972) y All That Jazz (1979), ambas del querido Bob Fosse, y Las Modelos (Cover Girl, 1944), de Charles Vidor, la propuesta es en simultáneo una carta de amor a King y una meditación honesta sobre la vulnerabilidad y la autoconciencia de la muerte que se beneficia muchísimo del glorioso trabajo del elenco, desde Hamill y Sara, rescatados del olvido, pasando por unos estupendos Hiddleston, Pajak y Offerman, hasta llegar a viejos conocidos de Mike en sintonía con Gillan, Basso, Sloyan y esos Kate Siegel y Jacob Tremblay, la primera nada menos que la esposa del realizador en la piel de una maestra, la Señorita Richards, y el segundo ya en la anatomía del Chuck de 17 años…

 

La Vida de Chuck (The Life of Chuck, Estados Unidos, 2024)

Dirección y Guión: Mike Flanagan. Elenco: Tom Hiddleston, Mark Hamill, Jacob Tremblay, Nick Offerman, Benjamin Pajak, Chiwetel Ejiofor, Karen Gillan, Mia Sara, Annalise Basso, Kate Siegel. Producción: Mike Flanagan y Trevor Macy. Duración: 111 minutos.

Puntaje: 8