Private Music, de Deftones

El despliegue enciende tu mente

Por Emiliano Fernández

Deftones, sin ninguna duda, son los paladines del metal alternativo de típica base posmoderna, un grupo que nació en 1988 en Sacramento, California, y que tantas veces ha sido reducido a la etiqueta de los “Radiohead del metal” por su impronta cerebral, inquieta y sui generis en cuanto a la música y el arte en general. Actualmente formada por el cantante Chino Moreno, el guitarrista Stephen Carpenter, el tecladista Frank Delgado, el bajista Fred Sablan y el baterista Abe Cunningham, la banda de hecho constituye un caso aparte en la comarca de los alaridos y los riffs grandilocuentes porque han sabido reinventarse incansablemente y superar las clásicas tensiones entre los dos creadores centrales de linaje mexicano, Moreno, adepto a las vocalizaciones suaves y las melodías, y Carpenter, rockero clasicista que pide guitarras imponentes y arreglos con mucho eco. El puntapié inicial fue Adrenaline (1995), todo un clásico del primer nü-metal, aquella mixtura de grunge, hip hop y funk metal con cierta filosofía industrial/ electrónica que amalgamaba el asunto y fetichizaba la ciclotimia del groove metal de los años 80 y 90, a su vez un hijo pródigo del thrash que desencadenaría el metalcore primero y aquellos deathcore y mathcore después. La trilogía del aprendizaje, una que determinó los pilares del estilo por venir, se completa con Around the Fur (1997), suerte de secuela de Adrenaline que pule la producción primigenia o un tanto rústica del debut y mejora en general la dinámica típicamente alternativa de los pasajes tranquilos saltando hacia la furia a toda pompa, además de un Moreno que lleva un paso adelante el berretín del nü-metal con respecto a cantar, gritar y rapear, de hecho balanceando los recursos mientras extrae lo mejor de cada uno, y White Pony (2000), otro gran álbum que significó el despegue comercial del grupo y que incorpora ingredientes de otros géneros que pasarían a enriquecer de allí en más la fórmula compositiva estándar, hablamos de shoegaze, post-punk, rock progresivo, ambient, new wave, post-rock e incluso trip hop, de allí que la idea de fondo, léase unificar el avant-garde metal y el post-hardcore, adquiera nueva intensidad al punto de resultar revolucionaria para su tiempo.

 

El esperable bache llega de la mano de Deftones (2003), trabajo apenas correcto que en algunos de sus pasajes coquetea con el rock pesado clásico y en otros parece sentirse cómodo en la idiosincrasia construida a lo largo de las tres primeras placas, ahora más claramente homologada a una reinterpretación del art rock que se parece al post-metal/ metalgaze en cuanto a inconformismo y experimentación. Saturday Night Wrist (2006) fue un regreso al buen nivel de antaño que acercó el enfoque progresivo de la banda al sludge metal, el noise, el punk y el mathcore mientras subrayaba la mixtura demencial de fondo entre Black Flag, The Cure, Faith No More, Kyuss, Nine Inch Nails, Tool, Primus y The Smashing Pumpkins, ADN que los acompaña desde los primeros años y que han expandido con un entusiasmo insólito dentro del metal, hogar por antonomasia de la ortodoxia en el rock. Luego sería el momento de Diamond Eyes (2010), placa disfrutable y curiosa dentro del catálogo de Deftones porque retoma algo de la delicadeza heterogénea de White Pony y deja ver su evidente interés en el rock gótico de mediados de la década del 80, en suma un gran pretexto para sobreponerse desde el optimismo metalero al accidente automovilístico que protagonizó en 2008 el primer bajista, Chi Cheng, quedando en coma y falleciendo un lustro después, lo que generó su reemplazo con Sergio Vega y la decisión de no editar un álbum casi terminado, el hoy mítico Eros (2008). Otra rareza de los señores, en este caso casi siempre olvidada cuando se explora su derrotero discográfico, es Covers (2011), colección de reversiones correspondientes a toda la carrera del grupo hasta entonces que aglutina relecturas personales y erráticas -aunque no por ello menos fascinantes- de clásicos y no tanto de The Cars, Sade, The Smiths, Lynyrd Skynyrd, The Cardigans, Japan, Duran Duran, Jawbox, Santo & Johnny, Drive Like Jehu y los infaltables The Cure, uno de los fetiches musicales/ letrísticos del vocalista, un tenor, a la par de Public Enemy, Depeche Mode, Prince, My Bloody Valentine, Slayer, Cocteau Twins, PJ Harvey, Orchestral Manoeuvres in the Dark, Portishead y Mike Patton, el frontman de Faith No More.

 

A posteriori se acumularían Koi No Yokan (2012), una nueva joya que continúa unificando melodías prodigiosas y toda la pirotecnia esperable de unos riffs aquí amigos del doom metal clásico sabbathiano, algo que ya se insinuaba en algunos pasajes de Saturday Night Wrist y Diamond Eyes y nuevamente se ve complementado por el costado psicodélico de los californianos, una faceta que en la praxis artística suele aparecer bajo el ropaje del shoegaze y de un sorprendente dream pop pesado, y Gore (2016), poderoso disco que parece jugar con aquella Nueva Ola del Heavy Metal Británico de los años 70 y 80, contemporánea en parte al auge del punk y la new wave, aunque leída desde la ansiedad del post-metal y sus floreos progresivos permanentes, aquí llegando a incorporar chispazos de glam, space rock, krautrock, power ballad, soft rock y drum and bass porque si algo caracteriza al grupo es su facilidad para obtener un sonido orgánico desde los componentes más diversos. Ohms (2020), por su parte, es un álbum de lo más adictivo que exacerba la sub-identidad dreampopera de placas previas, una vez más dejándose ver mediante el filtro del shoegaze y el post-rock, pero sin abandonar muchas de las inflexiones del hip hop que han marcado el sonido de Deftones desde sus comienzos en el nü-metal, por ello mientras tantos colegas se perdieron en estereotipos como la voz gutural o la agresión por la agresión en sí, la banda que nos ocupa se entretiene con la intensidad del mejor metal alternativo y juega con pinceladas decorativas de rock industrial.

 

El flamante Private Music (2025) constituye la primera placa sin Vega en el bajo, quien eventualmente abandonó el grupo en 2021 porque jamás lo consideraron más que un mero reemplazo del fallecido Cheng, sin posibilidad de transformarse en un miembro pleno o trepar por sobre la condición de sesionista/ músico de tours, por ello no tardó en dejar el lugar libre para el citado Sablan. La producción hoy corre por cuenta del grupo y Nick Raskulinecz, con quien ya habían colaborado en Diamond Eyes y Koi No Yokan, en sí un veterano como ellos que supo trabajar para Alice in Chains, Marilyn Manson, Velvet Revolver, Halestorm, Danzig, Skid Row, Apocalyptica, Foo Fighters, Rush, Evanescence, Ghost, Mastodon, Rise Against, Mondo Generator y Korn, entre otros. Este décimo opus de estudio con material nuevo llega luego de los largos cinco años que han transcurrido desde Ohms, espera que por suerte rinde sus frutos gracias al muy buen nivel de las nuevas composiciones de los californianos, todos pequeños himnos de un metalcore de cadencia progresiva que recupera la accesibilidad de los trabajos previos y la potencia del nü-metal de los inicios para redondear uno de los discos más elegantes, coherentes y mejor producidos de la trayectoria de la agrupación, todavía capaz de incorporar pinceladas de ambient, rock industrial, hip hop, funk metal, shoegaze y arena rock a una pócima estupenda, hoy para nada novedosa pero casi nunca ejecutada con esta sofisticación o astucia a mitad de camino entre el entusiasmo y la angustia, binomio que reside en la imagen de portada mediante el color verde y una serpiente del maíz albina.

 

Private Music abre con la potencia a pleno gracias a My Mind Is a Mountain, un verdadero temazo modelo metalcore que pasa de las estrofas melódicas a los gritos del estribillo, todo en el contexto de una de esas clásicas letras ambiguas de Moreno que no obstante parece aludir a la crisis o ansiedad que atravesó el grupo durante el lustro de silencio, al cansancio luego de 37 años en el ruedo y sobre todo a la abulia artística/ existencial representada en los tiempos muertos, pensemos en versos como “el frío se escapa, mi corazón está empapado/ el destino se desborda, desplazamiento/ un espacio negativo en ciclos ha sido captado por nuestro radar/ hemos estado esperando aquí, pacientemente/ atrapados en este estado, cronometrando nuestro tiempo/ la tormenta persiste y mi corazón está atrincherado/ un nuevo destino me explora ahora, desplazamiento/ ¿por qué nos sumergimos en esta psique?/ Mantengamos la calma en nuestra mente/ lo exteriorizamos en nuestra paciencia/ atrapados en este escenario, planeando nuestro tiempo”. Entre el nü-metal y el shoegaze, Locked Club invierte en parte la fórmula porque ahora tenemos estrofas recitadas/ semi rapeadas y un estribillo y un puente melodiosos que como el resto de la letra está volcado a los pros y los contras de formar parte de un colectivo del tipo que sea, por un lado disfrutando del éxtasis de la experiencia gregaria y por el otro lado eventualmente sufriendo de claustrofobia, en suma la contradicción que yace en el centro de toda sociedad y en su tendencia a condicionar al individuo para cooptarlo, como lo ejemplifican las palabras del cantante: “navega con estilo, bueno, es seguro/ atraviesa con orgullo las puertas/ simbolizan la verdad, que existimos/ dentro de esta tribu conocemos nuestro lugar, encerrados/ únete a nuestro desfile o quédate fuera/ únete al desfile o siéntete excluido/ elévate desde las piscinas, elige tu lugar/ mientras miras a Dios desde el agua/ ascendiendo, acercándote a la verdad/ con el paso bloqueado, sintiendo a la multitud encerrada/ únete a nuestro desfile o quédate fuera/ únete al desfile o quédate fuera”.

 

Ecdysis apuesta por el rock industrial funkeado símil el primer Nine Inch Nails, de Trent Reznor, y como las dos excelentes canciones previas sabe utilizar a la brevedad como un arma porque uno de los rasgos más persistentes del grupo es su doctrina pop de odiseas compactas y sin fisuras, capaces de amalgamar la furia y la amabilidad como hace aquí Moreno al combinar en el estribillo semi gritos y canto estándar para un retrato de una inundación de connotaciones apocalípticas ya que el ser humano resulta una plaga pronta a ser erradicada por el Planeta Tierra: “esta guarida se convierte en un lago, inunda nuestros pueblos/ subiendo hasta nuestros cuellos, dentro de estas olas/ las llamas están vivas, reclaman a su público/ estas lluvias son divinas, exigen su medio ambiente/ una nueva fase llega/ un símbolo de nuestra plaga, despierta nuestros huesos/ descendiendo en llamas, dentro de estos vientos/ este pueblo se convierte en un lago y se lleva nuestros fantasmas/ subiendo hasta nuestros cuellos, dentro de estas olas”. Pensándola en los confines del ecosistema compositivo de Deftones, Infinite Source califica como un tema pop confesional de Moreno, cuya carrera solista históricamente dejó bastante que desear y prueba de ello son los tristes LPs y EPs que editó con sus grupos paralelos Team Sleep, Crosses y Palms, pruebas rotundas de lo mucho que necesita de un Carpenter para contrapesar el narcisismo del micrófono con su brío mientras el vocalista se autoanaliza en función de su depresión, su miedo escénico, el paso del tiempo, el vitoreo que recibe de los fans e incluso la fantasía de retirarse, “sólo di que estás deprimido y acércate, abrázame/ enfrenta a la multitud, abrázame fuerte/ última vez adornando el escenario/ un último saludo y reverencia/ alza tu copa por los años, mil sueños, enfrenta a la multitud/ continúa abrazándome fuerte y cerca/ última vez adornando el escenario/ con amor, hemos buscado y encontrado/ el último viaje que haremos/ nuestro último saludo y reverencia”. Souvenir sintetiza a la perfección el ADN del nü-metal sensible y experimental de la banda porque un riff mastodonte de parte de Carpenter convive a la perfección con una coda final en clave ambient o krautrock y con otra letra equívoca de un Moreno que en esta oportunidad parece hablar de una relación romántica finiquitada que da rienda suelta a divagaciones nocturnas sobre un reencuentro entre las estrellas, basta con tener presente versos como “mientras te quedas dormido en la cama, resignado/ viviendo entre las paredes translúcidas que has construido y que se derrumban de nuevo/ floto en el espacio, abrazando las luces, descubriendo algo más/ mientras te pierdes en el espacio, nos unimos de nuevo con el tiempo/ la pantalla translúcida del reloj se disuelve de nuevo/ nos precipitamos hacia el espacio, abrazando la noche/ descubriendo los caminos del otro/ mantente aquí a mi lado, abrazándote fuerte contemplamos la noche/ nos pertenece, es divina, cabalgamos”.

 

CXZ respeta el marco metalcore previo para otra joyita de corta duración aunque más punk y noise que de costumbre, excusa para una de las mejores letras del frontman porque con sutileza poética trabaja tanto la amnesia, la disonancia y los recuerdos fragmentados como el arrepentimiento frente a decisiones de antaño que no han resistido el paso del tiempo, que han demostrado ser abiertamente erróneas: “está empezando a ceder/ pasado, presente/ nuestros recuerdos se dividen/ uno está arriba, uno está abajo/ uno está perdido, uno está ahí/ ceros constantes forman un vacío temporal a través de nosotros/ eventos recurrentes/ ahora reaparecen/ el tiempo ha comenzado a desgarrarse/ uno está arriba, uno está abajo/ uno está perdido, uno está ahí/ ceros constantes forman esta distorsión mental a través de nosotros/ viejos pensamientos reaparecen/ como tiempo perdido otra vez/ está empezando a ceder/ uno está arriba, uno está abajo/ uno está perdido, uno está ahí/ uno se mantuvo correcto/ uno es extraño y fuera de tiempo/ uno se mantuvo correcto/ uno está muy fuera de tiempo”. I Think About You All the Time califica como una power ballad que le debe mucho al arena rock setentoso y ochentoso y nos regresa a la ambigüedad lírica marca registrada de un Moreno muy preocupado por la tensión entre metamorfosis e inmovilidad, sin que en los versos quede claro si habla de alguna señorita homologada a la tranquilidad que anestesia o si todo se trata de una alegoría autoindulgente en la que el narrador habla consigo mismo para sosegarse o evitar que una situación crítica pase a mayores, planteo sugerido en pasajes como “navegamos dentro de tu navío de guerra/ cantas tu estribillo y yo estoy loco/ toda mi vida has permanecido igual/ todos nuestros días y nunca cambiaremos/ mientras nos hundimos dentro de tu navío de guerra/ acuéstate a mi lado, suena nuestra canción/ y estamos enloquecidos, cantando/ toda mi vida, nunca cambiaremos/ todos nuestros días, muéstrame el camino/ en una ola, en un viaje contigo/ cabalgando tu ola, envuelto en tu calma/ con tus brazos sobre mi cabeza”.

 

La agitada Milk of the Madonna arrastra en términos conceptuales un bagaje melancólico porque su velocidad -para el promedio de Deftones- recuerda a aquellos speed metal y thrash metal de los años 70 y 80, respectivamente, y porque la letra retoma uno de los latiguillos recurrentes del heavy tradicional, nos referimos a esa iconografía religiosa/ diabólica/ mística/ esotérica que encuadra líneas como “la lluvia sangrienta inunda estas calles, cae sobre la tierra/ huye, un trueno se cierne sobre mí como un ojo/ Espíritu Santo, estoy en llamas/ sopla un viento que llena y hace temblar las casas desde arriba/ bien despierto, quemando a los zorros de las viñas/ Espíritu Santo, estoy en llamas/ un despliegue, lenguas de fuego contra la noche/ el despliegue enciende tu mente/ siente las olas romper contra el hormigón desde abajo/ un vino nuevo te embriaga lentamente, fuera de tiempo/ Espíritu Santo, estoy en llamas”. Cut Hands constituye otra explosión de adrenalina nihilista pero ahora caracterizada por el viejo nü-metal hiphopeado y por un puñado de floreos dignos del rock progresivo que se acumulan en el último segmento de la canción, especialmente durante el puente y el outro, mientras Moreno parece tratar de sacarse de encima algún tipo de “peso muerto” que amenaza con destruirlo arrastrándolo con sus problemas, nuevamente sin que quede claro si apunta a un amigo, un colega, un familiar, su novia o una ex pareja: “puedo decirte que lo que buscas de mí es una respuesta/ te mantengo flotando en un espacio muerto, te estás liberando/ déjame ponerte al día: vete a la mierda, estoy bien, ¿y ahora qué?/ Tu implosión es el resultado, tus sistemas de funcionamiento fallaron/ tus párpados se vuelven pesados, no me sacan de mi gracia/ ya no te sientes estable pero no quieres rendirte/ te estás quedando sin centavos, no me sacas de mi avión/ puedo decirte que la atención que pescas no llegará/ te veo trepar por una enredadera muerta, no hay nadie en línea, lo siento/ puede que necesites otra actualización: vete de nuevo a la mierda, bueno, ¿y ahora qué?/ Parece que llegas a una encrucijada mientras todas tus acciones fracasan/ los párpados se vuelven pesados, no me sacas de mi gracia/ ya no te sientes estable pero no quieres rendirte/ se te están acabando los centavos, no me sacarás de mi avión”.

 

Con cierta mugre industrial y una idiosincrasia a mitad de camino entre el funk y el groove metal, Metal Dream dispara capas de ecos cien por ciento shoegaze y reflexiona sobre la espiritualidad, el cariño y la solidaridad más allá de la muerte, en conjunto el leitmotiv detrás de “abróchate el vestido y las joyas, ya adentrándote en el corazón del abismo/ buscando un consuelo recreado mucho más allá de lo existente/ hundiéndonos en una tumba de terciopelo que flota en el tiempo mientras nos abrazamos/ profundamente cautivados por tu comprensión/ en tus sueños, todo lo que vemos son los días dorados que nos esperan/ dormimos y pronto nos hundiremos en una pose perfecta juntos/ choco contra el lecho del bosque, respirando hondo me hundo en tu pecho/ me baño en los rayos cristalinos más allá de donde nadie existe/ balanceándome fuera de la conciencia, escucho las campanas de luto mientras nos abrazamos/ profundamente cautivados por tu mirada/ en tus sueños, todo lo que vemos son los días dorados que nos esperan/ dormimos y pronto nos hundiremos en una pose perfecta juntos”. La épica gloriosa que cierra la placa, Departing the Body, mete en la licuadora el metal progresivo, el stoner, el post-rock powerpopeado y un Moreno que complementa sus recursos habituales con la estampa de crooner, en esta oportunidad apareciendo fugazmente en la introducción y el puente dentro de una arquitectura letrística orientada a pensar la fragilidad de la vida, las promesas del futuro y la apertura al cambio cuando es para bien en serio y no una estafa más del capitalismo: “una luz de cúpula es todo lo que queda, ayuda a separar estos días/ nuestros cuerpos de baja resolución se balancean, vemos cómo estos granos se disuelven/ corriendo a través de la luz, hoy vamos a saborear el más allá/ encantados por lo que yace, lo que nos espera en el futuro/ descubrimos una nueva fase al llegar la mañana/ nuestro movimiento está empezando a cambiar, dejamos que comience la metamorfosis/ corriendo a través de la luz, anhelando lo que nos espera más allá/ un encantamiento en nuestros ojos, nos acercamos/ levanta la vista/ sorpresa, sorpresa, lo logramos/ y tú fijas los ojos/ sorpresa, finalmente hemos terminado”.

 

En un Siglo XXI atrapado en términos prácticos en la mediocridad, el conservadurismo y la codicia, algo que podemos chequear a diario en la industria cultural y su obsesión con empaquetar mil veces lo mismo sin siquiera el talento de otras épocas para maquillar el asunto, Deftones sigue representando una anomalía porque su carrera discográfica es inusualmente pareja y su promedio cualitativo es muy alto, además los californianos son unos expertos en construir síntesis armoniosas a partir de elementos profundamente disímiles que han ido expandiéndose en el período de tiempo que va desde la trilogía iniciática, Adrenaline, Around the Fur y White Pony, este último el disco más exitoso de la banda, hasta aquella crisis correspondiente al intervalo entre Saturday Night Wrist y Diamond Eyes, cuando debieron abandonar Eros por el accidente de Cheng en Santa Clara, en este sentido puede decirse que tanto Koi No Yokan y Gore como Ohms y nuestro Private Music encontraron su nicho en una excelencia que deslumbra gracias a la meticulosidad, la sensatez y la generosa coordinación del despliegue de turno. La banda no sólo es una rara avis dentro del metal, como aseverábamos antes un ecosistema musical muy específico que no suele estar abierto a los cambios o el progreso estilístico dentro de sus diferentes tribus, sino que Deftones asimismo se destaca en lo que atañe a todo el ambiente mainstream e indie del nuevo milenio, pensemos que los señores se ubican a años luz del sustrato anodino y banal de la enorme mayoría de sus colegas del rock y el pop, no suelen recurrir a un ejército de invitados o productores para cada álbum y cuando las voces foráneas se hacen oír el resultado en cuestión nunca suena forzado o cercano a estrategias de marketing, publicidad o posicionamiento de algún algoritmo imbécil de plataforma digital, mérito que se multiplica de manera exponencial cuando tenemos presente que toda su trayectoria en estudio se ha desarrollado bajo el paraguas de Warner Records, una de las multinacionales más importantes con fama de dictadura luego de legendarias peleas con Prince y Frank Zappa, así las cosas entre Adrenaline y Saturday Night Wrist los trabajos fueron publicados por Maverick, sello de Madonna que desapareció en 2009, y todos los álbumes posteriores salieron bajo el halo de otra subsidiaria de Warner, Reprise Records, en este caso una compañía fundada en 1960 por Frank Sinatra y vendida al gigante del mercado planetario de la cultura apenas tres años después. Private Music, como tantos opus semejantes de un grupo con mucho kilometraje encima, apabulla desde un profesionalismo y una experiencia que hoy por suerte van de la mano de una frescura compositiva a todo pulmón, siempre con la destreza de escaparle al automatismo de los laureles y de encender nuevamente el corazón y el intelecto de las queridas hordas metaleras de todo el globo.

 

Private Music, de Deftones (2025)

Tracks:

  1. My Mind Is a Mountain
  2. Locked Club
  3. Ecdysis
  4. Infinite Source
  5. Souvenir
  6. CXZ
  7. I Think About You All the Time
  8. Milk of the Madonna
  9. Cut Hands
  10. Metal Dream
  11. Departing the Body