Típica película indie realizada con un presupuesto acotado que no permitió el lucimiento en materia de la fotografía y el diseño de producción, Caparazón (Shell, 2024), la segunda obra del actor reconvertido en director Max Minghella luego de Alcanzando tu Sueño (Teen Spirit, 2018), constituye un buen ejemplo del hecho de que la tibieza ideológica/ artística/ actitudinal no sólo es patrimonio del mainstream mojigato y aburrido de hoy en día, ese que se especializa en lanzar productos impersonales para el público estúpido masivo, pensemos que aquí el director entrega un film tan bienintencionado como su ópera prima pero incluso más anodino, precisamente cayendo un peldaño por debajo de aquella en una movida que incluye parecerse a La Sustancia (The Substance, 2024), joya de Coralie Fargeat, algo que también puede decirse de la mucho peor Him: El Elegido (Him, 2025), de Justin Tipping, y de las más interesantes o valientes La Hermanastra Fea (Den Stygge Stesøsteren, 2025), de la noruega Emilie Blichfeldt, y Juntos (Together, 2025), del australiano Michael Shanks. Como tantas otras películas del Siglo XXI que llegan al streaming o las salas tradicionales entre uno y dos años luego de finiquitadas, todo gracias a la concentración en distribución y exhibición del nuevo milenio y el conservadurismo repugnante de toda la industria cultural, Caparazón es un trabajo sin duda más digno y sesudo que la chatarra promedio del presente pero ello una vez más no alcanza para crear un opus realmente interesante como aquellos del segmento indie de las postrimerías de la centuria previa, trabajos que no copiaban tanto la dinámica de los blockbusters -aquí se calca el cine de los 80- y encontraban su nicho, de hecho, diferenciándose de los susodichos desde el inconformismo o la rebeldía anarquista.
La película de Minghella, un británico conocido como actor por Red Social (The Social Network, 2010), de David Fincher, y El Cuento de la Criada (The Handmaid’s Tale, 2017-2025), célebre serie de Bruce Miller para Hulu, y por cierto hijo de Anthony Minghella, el recordado responsable de El Paciente Inglés (The English Patient, 1996), El Talentoso Sr. Ripley (The Talented Mr. Ripley, 1999) y Regreso a Cold Mountain (Cold Mountain, 2003), está basada en un guión de 2018 de Jack Stanley, aquel de la muy floja Lou (2022), de Anna Foerster, y la correcta El Pasajero (The Passenger, 2023), de Carter Smith, por ello el detalle de que haya sido craneada en paralelo con respecto al film de Fargeat, más inteligente y osado, queda en segundo plano ante el hecho de que recién logró estrenarse en 2025, limitando su potencia retórica dentro de las temáticas de la belleza, la edad, el peso, la amistad, el trabajo y la inseguridad emocional. El núcleo del relato es Samantha Lake (la también productora Elisabeth Moss, compañera de Minghella en El Cuento de la Criada), una actriz caída en desgracia que por corpulenta y veterana es rechazada en los castings y por ello decide probar suerte en Shell, una compañía controlada por la multimillonaria Zoe Shannon (Kate Hudson) que ofrece tratamientos para detener el envejecimiento/ la senectud mediante una enzima de los crustáceos y sobre todo de la langosta de mar, de allí el título. Pronto ambas mujeres se hacen amigas pero Lake, muy cercana a su asistente Lydia (Este Haim), comienza a sospechar cuando una conocida, Chloe Benson (Kaia Gerber), clienta veinteañera de la empresa, desaparece de golpe, a lo que se suma el surgimiento de ronchas oscuras y duras en la piel de una Samantha que asimismo vomita una sustancia negruzca.
Quizás el principal problema de Caparazón no pase por compartir eje con La Sustancia, el edadismo en la industria del espectáculo, sino por un desarrollo previsible y lento que nos deja con una hora de metraje, la inicial, para plantear la situación de base antes de que la protagonista entienda que hizo un pacto faustiano con el Diablo y que el tratamiento tiene consecuencias horribles. En este sentido la paradoja de Minghella es que se siente cómodo en el tono de retro comedia mainstream ochentosa de los 60 minutos iniciales, moviéndose entre la amistad rosa retorcida de Un Pequeño Favor (A Simple Favor, 2018), de Paul Feig, y la obsesión con el éxito y la elegancia de La Muerte le Sienta Bien (Death Becomes Her, 1992), de Robert Zemeckis, y evidentemente un tanto “fuera de lugar” en los 40 minutos finales, cuando Lake encuentra a Benson convertida en una langosta gigante en la casa de su pareja, el Dr. Hubert (Arian Moayed), e incluso en la introducción de la faena, cuando otra clienta de Shell, la actriz Jenna Janero (Elizabeth Berkley), está en la bañera de su hogar cortándose las ronchas inmundas con un cuchillo y termina asesinada por Cornelius (Luke Samuels), sicario/ chofer al servicio de una Shannon dispuesta a comprar o reventar a cualquiera que amenace su gallina de los huevos de oro, este tratamiento ofrecido a las taradas banales de la alta y mediana burguesía. La obra, además del cameo de esa Berkley de Showgirls (1995), del gran Paul Verhoeven, ofrece la química entre Hudson, que casi se interpreta a sí misma, y Moss, que estaba embarazada durante el rodaje y por ello se adaptó el guión a la gordura del personaje, sin embargo el opus no se decide entre la sátira social, la ciencia ficción y el body horror símil La Mosca (The Fly, 1986), de David Cronenberg.
Lejos también de otros trabajos semejantes recientes sobre el edadismo o dictadura de la juventud y la belleza prefabricada en sintonía con Un Hombre Diferente (A Different Man, 2024), de Aaron Schimberg, y La Última Corista (The Last Showgirl, 2024), opus de Gia Coppola, la odisea de Minghella coquetea con la posibilidad de desarrollar un discurso atractivo acerca de tópicos como el poder de la sexualidad, la manipulación intra gremio femenino, la competitividad laboral contemporánea, la crueldad en la industria de la salud y las ansías de fidelización extrema en el capitalismo psicopático actual, ese que no sólo se desvive por retener a los consumidores como si fuesen esclavos sino que prefiere verlos muertos antes de que se vayan a la competencia o denuncien como estafas a sus productos y servicios, no obstante la película nunca redondea el asunto y se queda con ideas sueltas y personajes caprichosos como ese dúo de policías que están al servicio de Shell y tienen por misión “contener” a Samantha para que no entre en pánico y ande gritando por ahí que las clientas del consorcio del rejuvenecimiento milagroso mutan en crustáceos, los detectives Abramson (Lionel Boyce) y Flores (Amy Landecker). El soundtrack de teclados de los años 80 de Eldad Guetta, deudor de lo hecho por Cliff Martínez para Nicolas Winding Refn, está bien al igual que la inclusión de clichés como Young at Heart (1961), de Connie Francis, Walking on Sunshine (1983), de Katrina and the Waves, y The Loco-Motion (2024), clásico de 1962 de Gerry Goffin y Carole King aquí reinterpretado por Este, hermana mayor de la más conocida Alana Haim, aunque la tibieza conceptual a la que nos referíamos antes le juega en contra a una alegoría que podría haber trepado en calidad, ambición y virulencia…
Caparazón (Shell, Estados Unidos, 2024)
Dirección: Max Minghella. Guión: Jack Stanley. Elenco: Elisabeth Moss, Kate Hudson, Elizabeth Berkley, Arian Moayed, Kaia Gerber, Este Haim, Lionel Boyce, Amy Landecker, Luke Samuels, Peter MacNicol. Producción: Max Minghella, Elisabeth Moss, Alicia Van Couvering, Hal Sadoff, Lindsey McManus, Norman Golightly, Fred Berger y Marty Bowen. Duración: 102 minutos.