Si hay algo a lo que el rock nos ha acostumbrado es a los regresos inesperados y el de Jethro Tull, la banda liderada por Ian Anderson, es sin dudas uno de los más curiosos, dado que el mismo Anderson había decretado el fin del grupo hace casi una década luego de mucho tiempo girando con la nostalgia de sus discos más conocidos, para tres años después anunciar su retorno al ruedo con tours interminables y el lanzamiento de una seguidilla de tres álbumes en pocos años que denotan el costado más prolífico de la banda que supo sacar un disco por año desde sus inicios en 1967 con This Was (1968) hasta A (1980), para continuar hasta comienzos del nuevo milenio lanzando un álbum cada dos o tres años. Luego de The Jethro Tull Christmas Album (2003) pasaron diecinueve años en los que Ian Anderson, uno de los artistas más ricos de Gran Bretaña, giró a veces como solista y a veces con el nombre de la banda, regurgitando las glorias pasadas hasta que luego de la pandemia lanzó The Zealot Gene (2022), un álbum en el que todos los músicos grabaron sus interpretaciones de forma separada. Aún más inesperadamente la banda editó RökFlöte (2023), un disco inspirado en el viaje del grupo a Islandia, y Curious Ruminant (2025), demostrando que el colectivo está definitivamente de regreso, para espanto de algunos y alegría de otros.
Al igual que muchas otras bandas del rock progresivo británico, Jethro Tull se nutrió de la música folklórica inglesa, siempre manteniendo una característica única que la diferenció del resto de las agrupaciones del ámbito del rock, la flauta como instrumento principal tocada con virtuosismo por Anderson, indiscutido líder, cantante y multiinstrumentista. Bajo ese liderazgo y con la peculiaridad de la flauta traversa al frente, el colectivo lanzó una serie de grandes discos que tuvieron mucha repercusión por distintos motivos. Sus tres primeros trabajos, This Was más Stand Up (1969) y Benefit (1970), de raigambre folklórica, marcaron el primer período profesional. La siguiente etapa fue inaugurada por Aqualung (1971), su obra más aclamada y un disco conceptual de estilo más pesado que les abrió las puertas de la fama y de las discográficas, que deambulaban de banda en banda buscando a los próximos The Beatles. El éxito inesperado los puso en un pedestal de la mano de una crítica ávida de novedades como las que proyectaba el grupo de Ian Anderson, sin embargo rápidamente la banda se encargó de rechazar todo el bronce que le endilgaban, despachándose no con uno sino con dos discos conceptuales de un tema de más de veinte minutos por cara, Thick as a Brick (1972) y A Passion Play (1973), abrazando las ideas virtuosistas progresivas que venían proponiendo con ahínco y alejándose del éxito radial que Chrysalis Records anhelaba. A ello le siguieron algunos grandes discos como Minstrel in the Gallery (1975), Songs from the Wood (1977) y Heavy Horses (1978), por nombrar algunos de los mejores, que fidelizaron a los seguidores acérrimos, sin duda una buena cantidad para una banda de rock encabezada por un flautista. Cada álbum parecía una respuesta a las críticas del anterior, War Child (1974) y Too Old to Rock ‘n’ Roll: Too Young to Die! (1976) fueron de hecho severamente atacados por gran parte de la crítica, que se aferraba a Aqualung y le reclamaba a Ian Anderson que regrese a ese rumbo, algo que el capitán del barco de Jethro Tull nunca hizo. A partir de Stormwatch (1979) los discos se repiten sin demasiado vuelo, no obstante la banda continuó con lanzamientos uno tras otro durante toda la década del ochenta y noventa, manteniendo un nombre que perdía lustre con cada álbum pero conservaba intacto el recuerdo de los mojones previos, algo que en la etapa final del Siglo XX se volvería la clave retromaníaca para mirar hacia un futuro más nostálgico.
Para esta nueva aventura de Jethro Tull Ian Anderson mantuvo a sus colaboradores de los últimos años, el bajista David Goodier, que lo acompaña desde 2007, el baterista Scott Hammond, que gira con Anderson desde 2010 en todos sus proyectos, el pianista y acordeonista John O’Hara, que tocó en los últimos discos, y el guitarrista Jack Clark, el único músico que se sumó para esta placa.
En Curious Ruminant no hay nada nuevo que llame la atención, solo la repetición de la fórmula del post rock progresivo que ha mantenido vivo al género -aunque en terapia intensiva- de la mano de la añoranza del pasado, algún tema muy logrado y el virtuosismo de los solos de guitarra, teclados y flauta, más la calidad de la voz de barítono de Anderson, ingredientes que se funden en temas como Puppet and the Puppet Master, la apertura, una canción cuya letra sobre la manipulación del poder hace acordar a los tejemanejes del líder con su banda, que una y otra vez regresa para darle alegría al público. Curious Ruminant, tema existencialista que discurre sobre las ideas de las dos vertientes del psicoanálisis, la terapéutica de Sigmund Freud y la arquetípica y analítica de Carl Gustav Jung, y que musicalmente remite a una Aqualung actualizada con una batería militar que reemplaza las arremetidas de la guitarra, le da título al disco. Dunsinane Hill, que refiere a una colina famosa de Escocia mencionada por William Shakespeare en una de sus obras más famosas, Macbeth (1606), un lugar de batallas alrededor de la historia folklórica de Gran Bretaña, reflexiona sobre la profecía de la obra mencionada y las trampas de la ambición. Con su flauta furiosa Anderson arremete en The Tipu House, una canción sobre la vida urbana británica, y en Savannah of Paddington Green, en torno a la épica de las glorias pasadas y su relación con el presente, las nuevas epopeyas cotidianas y la necesidad de regresar al campo, donde la característica guitarra folklórica de Jethro Tull recupera su protagonismo junto a la flauta y el acordeón de John O’Hara. Stygian Hand es una oda a la obra homónima de la artista estadounidense Auriea Harvey, una suerte de escultura digital alrededor de las brujas estigias o grayas de la mitología griega. Over Jerusalem, otro tema de gran virtuosismo, habla de las tensiones políticas y religiosas que desde tiempos bíblicos han azotado a la ciudad, haciendo hincapié en la insensatez de los conflictos entre los israelíes y palestinos que hoy la habitan. Drink from the Same Well, una canción de más de dieciséis minutos -con un largo solo de flauta de casi ocho minutos- sobre la necesidad de empatía que hoy falta en toda la sociedad, es el mejor ejemplo de la búsqueda de esa amalgama de virtuosismo y un concepto unificador que caracterizó a la banda. Interim Sleep, el último tema del álbum, es una de las típicas elegías de Anderson que buscan proveer solaz en los momentos de congoja.
Curious Ruminant mantiene la línea de los dos álbumes que lo precedieron y ese espíritu conceptual hoy un poco diluido que supo hacer de la banda un caballito de batalla progresivo a contrapelo de lo que pedían las radios y las discográficas, anunciando al mundo que allí había una idea folklórica que se apoyaba en la tradición musical y mítica del país para avanzar sobre un territorio novedoso, el rock, al que le imprimían el virtuosismo multiinstrumental. El problema pasa por comparar a la banda con sus glorias de antaño, dado que estamos hablando de una persona que es la misma y a la vez no lo es, Anderson, con un colectivo prácticamente nuevo, que ha recorrido un camino dejando lo mejor de sí en una época en la que encontró un sonido que nadie más había conseguido, llevándolo hasta sus límites y contradicciones hace ya mucho tiempo. Hoy repitiéndose un poco pero también actualizándose, el músico intenta recuperar aquella fuerza de los primeros discos que rezumaban frescura folklórica inglesa dentro del rock. Pedirle a Jethro Tull que sea lo que fue, léase Aqualung o Thick as a Brick, no tiene demasiado sentido y pedirle que cambie y haga algo más acorde a la época aún menos, por lo que la banda es una de esas reliquias a las que les queda algo de brillo pero solo será apreciada por un puñado de fanáticos del rock progresivo y el viejo hard rock que añoran la época donde el folklore y el virtuosismo se daban la mano. Una era que ya no existe, los años setenta, y que los que la apreciaban han visto esfumarse de a poco para ver un mundo cada vez más extraño, brutal, distópico e incomprensible erigirse en su lugar.
Más allá de que el rock progresivo de Jethro Tull esté muerto y de que haya pasado de la relevancia mundial a editar sus discos bajo un sello progresivo alemán sin demasiada trascendencia, InsideOut, Ian Anderson sigue manteniendo su voz y su talento intactos para componer canciones en las que la flauta traversa atraviesa todos los instrumentos hasta situarse al frente, cautivando a los fanáticos de una agrupación que se niega a dejarse estar en los laureles del pasado y con suerte dispar decide mantenerse activa, regresando una y otra vez con temas y discos nuevos, aunque el público se aferre aún más conservadoramente que las discográficas y los músicos más nostálgicos a las cúspides previas.
Curious Ruminant, de Jethro Tull (2025)
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