Consumos culturales actuales

La mística del cine

Por Martín Chiavarino

La aparición de las multiplataformas para visualizar distintos tipos de contenido audiovisual va de la mano con el aumento del horario laboral, ya sea a través de las horas extras, de la búsqueda de trabajos a tiempo parcial que complementen el trabajo a tiempo completo o de la transformación del tiempo de ocio en tiempo productivo a partir de la figura del emprendedor. A esta situación de menor tiempo de ocio se suma la falta de tiempo para el descanso, circunstancia acuciante en países como Argentina, donde la ley laboral solo garantiza dos semanas de vacaciones a los trabajadores que tengan menos de cinco años de tareas en la misma empresa, y una semana más para los trabajadores calificados demandados por el mercado que logran mendigar una leve mejora en su entrevista laboral. Si a esto le sumamos la pérdida de derechos, la merma en los salarios por la inflación y los aumentos desproporcionados de los servicios y de la competencia por el tiempo libre, se puede apreciar un claro empobrecimiento de la experiencia, situación ya alertada por Walter Benjamin en la primera mitad del Siglo XX. La prácticamente desaparecida experiencia ha sido reemplazada por el simulacro de la misma, operación realizada por las agencias de turismo y la publicidad.

 

Dentro de este contexto, el cine manifiesta una acelerada pérdida de público respecto de las plataformas on demand, algo que por un lado tiene que ver con la pobreza de las propuestas cinematográficas debido a la concentración del negocio, la falta de películas de autor y las pésimas decisiones de los incapaces expertos en marketing que parecerían buscar destruir al cine.

 

En este marco los cines han tomado distintas medidas para atraer, recuperar y fidelizar espectadores. Mejora de butacas, ampliación de la tecnología 3D, mejoras en el sonido envolvente o diversidad en los productos que se comercializan son algunas de las propuestas más importantes de los cines para revertir la tendencia a ver películas en algún momento libre, de a ratos, como se pueda y donde se pueda, incluso en el celular mientras se viaja en el subte o en una tablet en alguna sala de espera.

 

Desde la cadena norteamericana de cines Showcase, operada por National Amusements, se realizó recientemente un interesante estudio denominado “2019 Showcase Cinemas Theater V Home Biometrics Study”, en el que se llegó a la conclusión de que la experiencia de ver un film en el cine supera por mucho a la experiencia de ver el mismo en el hogar en lo que atañe a claridad, luz y nitidez de la imagen, calidad de sonido, tamaño de la pantalla, comodidad de los asientos y ambiente, cuestiones que parecen obvias, pero que hacen a la experiencia cinematográfica en un 100%. La novedad del estudio fue la utilización de sensores neurofisiológicos en la mano, la muñeca y la clavícula de cada espectador para relevar frecuencia cardíaca (medida de atención) y respuesta de la piel (medida de exaltación neurofisiológica). El resultado arrojó que la sala de cine desencadena respuestas físicas más altas y proporciona una experiencia mucho más agradable, conclusiones que ratifican algo que también parecería evidente, pero que no está por demás su comprobación. A su vez, los niveles de animación neurológica aumentaron mucho más en los espectadores de la sala de cine en comparación con los que se encontraban en el ambiente de una casa y la cantidad de emociones fue también significativamente más alta en la sala de cine que en la proyección hogareña.

 

Más allá de los resultados arrojados por este tipo de estudios en boga en Estados Unidos, que muchas veces pueden ser refutados mediante otros estudios con otros parámetros, lo más importante que la proyección cinematográfica provee es la experiencia social, una sensación de comunidad y convivencia que se pierde en la visualización hogareña. Al igual que las intervenciones en las redes sociales no reemplazan de ninguna manera la interacción real y la calle, la visualización de películas en el hogar es más una seudo comodidad producto de la necesidad de maximizar los tiempos y la imposibilidad de permanecer más de una hora desconectado de las responsabilidades impuestas por el entramado social. El disfrutar de una película completa en una sala de cine parecería en este sentido un verdadero privilegio, y en estas condiciones sociales realmente lo es.

 

El cine ha demostrado que con buenas propuestas puede atraer a todo tipo de públicos y que una buena película siempre consigue generar un público más allá de las tendencias. Para que el cine consiga revitalizar su mística debería mirar hacia la experiencia transformadora del cine, la posibilidad de generar emociones verdaderas en lugar de reacciones pasivas. El cine debe combatir la mirada complaciente a través de la crítica social, debe introducir la novedad en lugar de abusar de las fórmulas gastadas y recicladas una y otra vez. En resumen, el séptimo arte debe recuperar su corazón y abolir la simulación para atraer al espectador, verdadero protagonista y ser de la experiencia cinematográfica.