Tratándose de un “festival mastodonte” como la Berlinale, que ofrece una enorme cantidad de películas y de pasadas de cada una de ellas a lo largo de los días, no podemos evitar incluir una propuesta vista en el último minuto de la jornada final del certamen, en este caso la exquisita The Ones Below (2015), ópera prima de David Farr.
The Ones Below, de David Farr
PANORAMA
Si hay algo que le faltó a esta edición de la Berlinale fueron los exponentes de cine de género, que lamentablemente se contaban con los dedos de una mano y hasta se perdían un poco en medio de un catálogo más que generoso de films. Por suerte The Ones Below, uno de los ejemplos de la vertiente, no sólo la dignifica sino que se abre paso hacia lo mejor del festival en general: tomando elementos de Inside (À l’intérieur, 2007) y la “trilogía de los departamentos” de Roman Polanski, aquella compuesta por Repulsión (Repulsion, 1965), El Bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968) y El Inquilino (Le Locataire, 1976), el realizador David Farr -hasta ahora un guionista conocido por algunas participaciones en televisión y por haber pulido la historia de Hanna (2011)- apuesta a una experiencia clasicista construida en torno a la intersección entre suspenso y maternidad, sin duda uno de esos tópicos sensibles que sacan a relucir los miedos más primarios del ser humano. Como no podía ser de otra manera, aquí tenemos a la parejita modelo, Kate (Clémence Poésy) y Justin (Stephen Campbell Moore), que se muda a un dúplex en Londres mientras ella atraviesa el tramo final de su embarazo, circunstancia que a su vez encuentra su contrapunto en el arribo de los vecinos de turno, los misteriosos Theresa (Laura Birn) y Jon (David Morrissey), otra pareja -aunque más adinerada- que está en la “dulce espera”. Todo parece perfecto y la convivencia marcha viento en popa hasta que se produce un accidente en una velada culinaria en conjunto, que deriva en la pérdida del bebé de Theresa, una serie de insultos de distinta índole y la partida eventual del dúo de recién llegados. Pasan los días, Kate se convierte en madre y los vecinos regresan abriendo un interrogante acerca de la tolerancia y el posible revanchismo recíproco.
Farr deja de lado cualquier efectismo para concentrarse en la relación cotidiana entre los protagonistas, jugando siempre con las expectativas del espectador ya que por un lado el desconsuelo de Theresa y Jon (unos burgueses de plástico que estuvieron años y años tratando de que ella quedase encinta) legitima su vehemencia, y por el otro la curiosidad extenuante de Kate y Justin (clase media dedicada a su trabajo y caprichosa en cuanto a la planificación familiar) puede resultar fuera de lugar considerando que la “dupla espejo” no les ha hecho absolutamente nada y que la morbosidad viene de la mano de una envidia disimulada. Las dos grandes luminarias de la propuesta son Poésy, una actriz que puede transmitir mucho vigor a través de la mirada, y Morrissey, cuyo rol de El Gobernador en The Walking Dead ya daba cuenta de lo siniestro que puede llegar a ser. Sinceramente se agradece el naturalismo escueto que impone Farr en un desarrollo apegado a las procesiones internas de los personajes y a una vieja fórmula dramática del terror más sensato, vinculada a esos adalides del martirio que mediante el castigo moralizan a la sociedad que los rodea, condenándola a pagar por su automatismo irreflexivo: hablamos de un régimen conceptual que está empardado -además- con una suerte de venganza en la que los que sufrieron utilizan como bandera su dolor para ajusticiar al resto de los mortales, los cuales suelen perder la vida en el trajín. Lejos de la pomposidad de El Inquilino (Pacific Heights, 1990) o La Mano que Mece la Cuna (The Hand that Rocks the Cradle, 1992), The Ones Below se va acercando a la pesadilla suprema que plantea el desenlace a pura sutileza, sin necesidad de facilismos retóricos ni un vendaval de sangre, dejando en claro en todo momento que el espanto también puede ser sinónimo de comodidad, sonrisas falsas, conversaciones casi nulas y algún que otro plan secreto, para colmo a largo plazo…