25° Festival de Cine Alemán

Celebrando nuevamente el cine alemán en Buenos Aires

Por Martín Chiavarino

Con una constancia envidiable para cualquier festival nacional e internacional el Festival de Cine Alemán de Buenos Aires regresa a las salas porteñas de la cadena mexicana Cinépolis en su sede de Vicente López 2050 entre el 18 y el 24 de septiembre de 2025 con un panorama de lo mejor de la cinematografía germana. Como siempre, bajo la dirección de Gustav Wilhelmi y con la colaboración del Goethe Institut y de la Embajada de Alemania en Buenos Aires, y festejando su vigésimo quinto aniversario, el Festival sigue difundiendo lo mejor del cine alemán en Argentina contra viento y marea.

 

Una de las novedades de esta edición es el regreso de uno de los clásicos del Festival, la restauración de la película muda con música en vivo, una de las actividades más interesantes que había quedado discontinuada luego de la decimonovena edición que había tenido como protagonista a La Muñeca (Die Puppe, 1919), el film de Ernst Lubitsch. En esta oportunidad la película muda a proyectar el miércoles 24 es Los Buddenbrooks (Die Buddenbrooks, 1923), adaptación de Gerhard Lamprecht de la novela homónima de Thomas Mann, con lo que además se celebran los 150 años del nacimiento del escritor alemán. La música estará a cargo del dúo César Lerner y Marcelo Moguilevsky, que combina las tradiciones klezmer con el jazz y el folklore.

 

Además, se proyectarán Espejos Nº 3 (Miroirs No. 3, 2025), esperada película de Christian Petzold que ya tiene distribuidora nacional, la aclamada ópera prima de Benjamin Kramme¸ Me Muero, ¿Vienes? (Ich Sterbe, Kommst du?, 2025), el documental de Andres Veiel sobre Leni Riefenstahl, Riefenstahl (2024), una película que aporta material novedoso para entender a la polémica directora simpatizante del régimen nacionalsocialista, la comedia política Shahid (2024), de Narges Kalhor, Fresco (Frish, 2024), de Damian John Harper, Dos a Uno (Zwei zu Eins, 2024), de Natja Brunckhorst, Sad Jokes (2024), de Fabian Stumm, Olor a Leche Quemada (Mitch ins Feuer, 2024), de Justine Bauer, Con Amor, Hilde (In Liebe eure Hilde, 2024), de Andreas Dresen, Rock ‘N’ Roll Ringo (2024), de Dominik Galizia, Mañana Seré Valiente (Ab Margen bin ich Mutig, 2025), película para toda la familia de Bernd Sahling, una coproducción entre Turquía y Alemania, Al Filo de la Noche (Shatten der Nacht, 2024), de Türker Süer, Red Stairs Upon the Field (Rote Sterne, 2025), de Laura Laabs, la competencia de cortometrajes Next Generation Short Tiger 2025 y una propuesta sorpresa.

 

Espejos Nº 3 (Miroirs No. 3, 2025), de Christian Petzold:

 

Soledad y ausencia

El realizador alemán Christian Petzold es uno de los exponentes más cabales del cine alemán actual y sus películas son sinónimo de desconcierto, de retratos que subyacen en la trama y mueven a sus personajes hacia mundos que parecen cercanos, pero que tienen un extrañamiento particular que el director maneja con gran destreza.

 

En un día muy importante para su novio, Jakob (Philip Froissant), Laura (Paula Beer), una estudiante de piano de Berlín, sabe que algo va mal. Confundida y aturdida por alguna fuerza desconocida, acompaña a su pareja a un viaje fuera de la capital alemana que termina de la peor manera cuando el novio intenta llevar a Laura de vuelta a la estación para que regrese a la ciudad. Como por obra del destino, el novio fallece en el acto en un accidente automovilístico y Laura sobrevive sin heridas importantes cerca de la casa de Betty (Barbara Auer), una mujer que ha perdido a su hija, Yelena, recientemente. En lugar de llamar a su familia, Laura decide quedarse inexplicablemente en la casa de Betty, que se desvive por atenderla. Entre ellas surge una complicidad cada vez más grande. Laura parece necesitar de una madre que la acompañe y Betty de una hija que reemplace a la que perdió. Para colmo Laura comparte impresionantes rasgos con Yelena, dado que ambas son pianistas, les gusta más el café que el té y saben cocinar albóndigas de Königsberger, el plato preferido del marido y el hijo de Betty, Richard (Matthias Brandt) y Max (Enno Trebs), respectivamente, un par de mecánicos de pocas palabras que trabajan en su propio taller arreglando autos y desconfigurando los GPS de vehículos de alta gama para automovilistas de alto poder adquisitivo que quieren privacidad en sus movimientos.

 

La presencia de Laura recompone a una familia destrozada por la pérdida de un ser querido, así Betty y Richard retoman su relación y Laura y Max interactúan extrañamente, pero el hijo de Betty en realidad está cada vez más alarmado por la situación anómala y no sabe cómo expresarlo. Espejos Nº 3 (Miroirs No. 3, 2025), título que remite a una obra para piano del compositor francés Maurice Ravel que suena durante toda la película y que es la preferida de Laura, es una película sobre las ausencias. Para Laura probablemente la ausencia de una madre, para Betty la de una hija. Entre ambas surge una necesidad imperiosa de conexión que se acrecienta con cada escena, creando un vínculo casi familiar.

 

Al igual que con Nina Hoss en Barbara (2012), Phoenix (2014) y otros films anteriores, Petzold mantiene su colaboración con su actriz protagónica favorita de los últimos años, la versátil y expresiva Paula Beer, que actuó en los tres trabajos previos del director, Transit (2018), Undine (2020) y Cielo Rojo (Roter Himmel, 2023), la cual en esta oportunidad interpreta a una ninfa vulnerable que halla en una solitaria mujer de mediana edad con espíritu maternal la compañía que los estímulos de la ciudad le niegan.

 

Sin dejar de lado la cuestión social, los films de Petzold han mutado en obras más poéticas, con planos y colores no tan convencionales, producto de la colaboración del realizador alemán con el director de fotografía Hans Fromm. Al igual que las películas mencionadas, la soledad es aquí uno de los tópicos centrales, que siempre subyace a la trama, sin aparecer en la superficie. En el cine de Petzold no predominan los diálogos, sino más bien las escenas basadas en los gestos, una sonrisa, una mirada, distintos planos sobre las dinámicas sociales en diferentes espacios, patios, autos, en los momentos de descanso o de trabajo. Estos espacios y situaciones siempre están interconectados en la vida de las personas y en ellos hay intersticios temporales entre un momento y otro que el realizador siempre intenta captar.

 

Petzold es un constructor genial de tensiones que no necesariamente son tales, pero que los personajes sienten o experimentan como si fueran realmente peligros que los acechan. Pero lo que en realidad los turba es la angustia, el no saber qué es lo que el otro esconde en su corazón. Con su calidez Laura intenta amalgamarse a la familia, calmar su dolor y el del clan que la acoge, pero a veces el pesar es demasiado grande, la pérdida es imposible de subsanar y tan solo se puede intentar seguir adelante. Y eso es lo que hacen los personajes, lo único que les queda.

 

Riefenstahl (2024), de Andres Veiel:

 

Una artista en su laberinto ideológico

Al igual que Martin Heidegger y muchos otros colaboradores, simpatizantes, acólitos y militantes de la ideología nacionalsocialista y de los delirios hitlerianos dictatoriales, la realizadora y actriz alemana Leni Riefenstahl se tomó su tiempo para pulir un discurso negacionista que alegaba desconocer las atrocidades que el partido gobernante, que había abolido el parlamento después de incendiarlo, estaba perpetrando en su país, un poco fingiendo demencia y actuando de anciana a la que no se le puede contradecir demasiado, otro poco tergiversando la verdad, con distintos artilugios narrativos, para no ser condenada por seguir las ideas absurdas ominosas del Führer.

 

La muerte de Horst Kettner a fines de 2016, el albacea y compañero de Leni Riefenstahl, permitió que el extenso material de archivo de la directora pase a manos públicas, precisamente a la Fundación de Protección del Patrimonio Cultural Prusiano (The Stiftung Preußischer Kulturbesitz), con sede en Berlín. Ese acontecimiento marca el inicio de Riefenstahl (2024), el documental de Andres Veiel, producido por la periodista alemana Sandra Maischberger, que había entrevistado a Riefenstahl a principios del Siglo XXI, obra que tuvo un proceso de maduración lento en el que participaron tres editores, el mexicano Alfredo Castro y los alemanes Stephan Krumbiegel y Olaf Voigtländer, quienes tuvieron que lidiar junto a Veiel con la voluminosa cantidad de material que tenían entre manos.

 

A partir de la voz de la propia Riefenstahl, la narración en off de Ulrich Noethen, entrevistas para la televisión y muchos tesoros de archivo, el documental desmenuza el discurso de la directora de El Triunfo de la Voluntad (Triumph des Willens, 1935) y Olimpia (Olympia, 1938) y su intento de reconstruir su carrera luego de la Segunda Guerra Mundial a partir de su obra, de sus testimonios y de las llamadas telefónicas grabadas, analizando la historia de Alemania, el furor por el nazismo de gran parte de la población local y europea antes de la guerra y la digestión de la derrota por parte de estos simpatizantes.

 

Sin juzgar a Riefenstahl la película explora aquella época con la cineasta como protagonista en tanto cara visible de un iceberg mucho más grande, de una ideología mucho más profunda que caló hondo en la sociedad alemana y que aún pugna por renacer, aunque sin el brío de antaño. La narración de la vida de Riefenstahl, que vivió 101 años y guardó un cuidadoso archivo sobre su obra y su paso por la Tierra, es también una historia sobre los formatos cinematográficos, fotográficos, de audio y de conservación, lo que representó un arduo trabajo para los investigadores que estuvieron durante años desentrañando el material, tomando posición para luego darle forma. También es muy interesante la convivencia de la directora y su pareja con la tribu nuba en Sudán, donde estuvo en varias oportunidades filmando y fotografiando a unos sujetos que la trataban como a una extraterrestre.

 

A través del material seleccionado el documental va encontrando las numerosas grietas del discurso insostenible de Riefenstahl sobre su participación y su militancia en el régimen nazi, no solo anulando todos sus argumentos sobre el desconocimiento sobre los crímenes de lesa humanidad y su intento por desentenderse de las consecuencias nefastas de la ideología nacionalsocialista, sino además demostrando claramente que ella siguió siendo hasta el final de sus días una ferviente defensora de esas ideas y que su discurso era tan solo un hábil acto performativo tendiente a ganar juicios en su contra.

 

Me Muero, ¿Vienes? (Ich Sterbe, Kommst du?, 2025), de Benjamin Kramme:

 

Bajo el peso de la muerte

La ópera prima de Benjamin Kramme no podría poner el dedo en la llaga más profundamente que adentrándose en los últimos meses de una joven madre enferma de cáncer que sabe que va a morir y es enviada a una institución de cuidados paliativos en el campo alemán. Dentro de esta situación nada podría ser más desolador que narrar la historia desde el punto de vista de una mujer que quiere despedirse de su hijo de cinco años, el cual no sabe cómo procesar el horrible escenario de estar a punto de perder a su progenitora.

 

Nadine (Jennifer Sabel) sabe que su cáncer no tiene cura, que la quimioterapia no ha funcionado y que los médicos le ofrecen poco consuelo e incluso menos tiempo de vida, por lo que accede a pasar sus últimos días en una casa de campo donde funciona una clínica de cuidados paliativos en la que conviven distintas personas que saben que pronto fallecerán. Me Muero, ¿Vienes? (Ich Sterbe, Kommst du?, 2025) narra la vida de Nadine en ese lugar, sus deseos de pasar tiempo con su pequeño hijo, Dexter, su convivencia con los otros pacientes y la difícil aceptación de la inminencia del óbito en la cultura occidental, que en lugar de entender a la muerte como una instancia del proceso natural la percibe como algo terrible que debemos intentar combatir y/ o negar.

 

Si en un principio Nadine se niega a aceptar que va a pasar sus últimos días en la clínica con otros enfermos terminales, con el transcurso del tiempo consigue una buena amiga, Marion (Hildegard Schroedter), reconociendo su situación y entendiendo por qué su hijo tiene miedo de verla. La obra de Kramme es un film terriblemente devastador, en el que Nadine se despide de sus amigas que la van a visitar, de su último novio, Sebastian (Bozi Kocevski), del padre de su hijo y de su madre (Barbara Philipp), que va a criar a Dexter. A través de todo el metraje Nadine cierra heridas, se encuentra con sus seres queridos, intenta vivir un poco, convive con su enfermedad, que no le da respiro, y experimenta situaciones traumáticas sin bajar los brazos, haciendo lo mejor que puede en las peores circunstancias.

 

El realizador logra actuaciones excelentes y la interpretación de Jennifer Sabel es realmente extraordinaria, ofreciendo una clase maestra de sufrimiento y resiliencia. Me Muero, ¿Vienes? demuestra una vez más cómo el cine alemán elige abordar situaciones traumáticas de la vida que es necesario enfrentar, circunstancias que no son agradables de ver y que nos ponen delante de aquello que preferiríamos evitar. Pero así es la vida y esa es la verdadera función del cine.