June y John (June and John)

Combatiendo la mediocridad

Por Emiliano Fernández

June y John (June and John, 2025) es la segunda película del año de Luc Besson después de Drácula: Una Historia de Amor (Dracula: A Love Tale, 2025), realización rodada en secreto en Los Ángeles durante el confinamiento por el coronavirus y sirviéndose de un surtido de cámaras de iPhones, una tradición que se remonta a Tangerine (2015), de Sean Baker, Perturbada (Unsane, 2018) y High Flying Bird (2019), ambas propuestas de Steven Soderbergh, y la reciente Exterminio: La Evolución (28 Years Later, 2025), opus de Danny Boyle. En general una reafirmación del amor loco/ “amour fou”, recurso de siempre del acervo cultural galo por más que hoy por hoy el parisino haya optado por filmar en inglés, June y John continúa la tendencia regresiva/ melancólica de la madurez de Besson porque ahora retoma el delirio, la libertad y la fauna colorida de personajes del Cinéma du Look de Subway (1985) y las ninfas sensuales y misteriosas -o casi demenciales, vale aclarar- de El Quinto Elemento (The Fifth Element, 1997), Juana de Arco (Joan of Arc, 1999) y Angel-A (2005), del mismo modo que Drácula: Una Historia de Amor recuperó las preocupaciones sobre la moral, la fe y la intolerancia de Juana de Arco y Angel-A y Dogman (2023), por su parte, asimismo retomó aquel Cinéma du Look modelo Subway, Azul Profundo (Le Grand Bleu, 1988), Nikita (1990) y El Perfecto Asesino (Léon, 1994), sin olvidarnos del apego de Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas (Valerian and the City of a Thousand Planets, 2017) hacia toda la pirotecnia espacial de El Quinto Elemento y el fetiche de Lucy (2014) y Anna (2019) en relación a los sicarios atribulados de aquellas Nikita y El Perfecto Asesino.

 

John Riley (Luke Stanton Eddy) es un empleado contable solitario y tímido de un fondo de inversión, Wellington Finance, que suele tomar ansiolíticos y es rechazado románticamente por no estar presente en redes sociales, además tiene una relación demasiado estrecha con una progenitora posesiva sin nombre (Honey Lauren) y debe soportar a diario a un colega bobalicón, Steven (Ryan Shoos), y a una dupla laboral que lo desprecia sin razón alguna, su jefe, el Señor Francis (Dean Testerman), y el encargado de seguridad del estacionamiento, Melvin Daugh (Myles Cranford). Cuando el director de esta empresa usurera/ chupasangre se estaciona en su lugar, el joven deja su coche ocupando parte de un espacio reservado para discapacitados y termina con el vehículo remolcado y destruido en el camino, no obstante las cosas empeoran cuando al tomar un taxi se olvida su billetera y eventualmente se le rompe el teléfono celular, para colmo de males es arrestado por un par de policías por no contar con documentos que prueben su identidad. Al viajar en el metro ve de pasada a una muchacha de la que sólo conoce su nombre y que lo invita a comunicarse con ella, June Jackman (Matilda Price), a quien encuentra en Instagram y por ello abre una cuenta para intercambiar un puñado de mensajes que derivan en la inesperada presencia de la ninfa al día siguiente en el trabajo de John, así las cosas lo insta a dejar las pastillas, combatir la mediocridad cotidiana y liberarse del yugo deshumanizador de Francis y compañía al sacar una pistola, llevarse los dólares de la caja fuerte y hacerle bajar los pantalones al mandamás de la firma para comprobar que es otro déspota de pene minúsculo que grita por atención.

 

Haciendo pasar a Riley por su rehén para no arrastrarlo como evidente cómplice, Jackman lo conduce a una fuga en la que se amalgaman el amor recíproco a primera vista, el arte de introducirse en mansiones varias de oligarcas, las ganas de abrazar árboles para que nos transmitan su sabiduría, el descubrimiento de que June es una enferma terminal que tose sangre, un casamiento sorpresivo en Las Vegas ante un cura argentino (Raúl E. Peyret) y dos testigos improvisados, una prostituta veterana (Marceline Orallo) y un homeless (Don Scribner), y aquello de saltar desde las alturas porque ese es el sueño fundamental de la señorita, volar como los pájaros aprovechando los últimos estertores de su vida. Antes de volcarse con todo al cariño intenso y efímero, por ello doblemente intenso, y de burlarse específicamente del jerarca cretino y fascista de Wellington Finance, dictador de pacotilla con foto en su despacho estrechándole la mano al repugnante Donald Trump, la propuesta arranca indagando en temáticas candentes de hoy en día -y de ayer también, porque esto viene de largo- como la pobreza y la miseria a la vista de todos en yanquilandia sin que el Estado haga algo al respecto, la prevención burguesa sobreactuada del acoso sexual, el flagelo de la adicción a las redes sociales, la costumbre extendida entre toda la población de automedicarse, la asfixia en el contexto de los trabajos de oficina y la presencia combinada de caudillos excrementicios, esbirros de seguridad privada también inmundos, burócratas jurídicos, administrativos y del sector servicios y finalmente los típicos policías adeptos a la soberbia y la violencia, cuyo coeficiente intelectual siempre se ubica en el subsuelo social.

 

La epopeya recupera elementos muy claros de Bonnie & Clyde (1967), de Arthur Penn, La Fuga del Loco y la Sucia (Dirty Mary Crazy Larry, 1974), de John Hough, Después de Hora (After Hours, 1985), de Martin Scorsese, Brazil (1985), joya de Terry Gilliam, Algo Salvaje (Something Wild, 1986), de Jonathan Demme, y Un Día de Furia (Falling Down, 1993), de Joel Schumacher, sin embargo es el opus de Demme el que aporta la premisa de base para que Besson se entretenga con diálogos floridos, vertiginosidad, surrealismo light y mucho esteticismo en consonancia con su nostalgia para con aquel lenguaje visual de los años 80 y 90, muy homologado al videoarte, la publicidad y los videoclips de entonces. Si bien la trama se pierde dentro de sí misma o resulta inconducente en su redundancia, la representación híbrida o compleja de la mujer es atractiva, en esencia caracterizada en simultáneo como amante, amiga, madre postiza/ corregida y modelo ideológico vinculado a la autonomía por fuera de las imposiciones más represivas de lo social, además el latiguillo retórico está muy bien resumido en la escena en la que ella se tira del avión sin paracaídas, completamente dominada por esa improvisación de índole vitalizante que tanto le falta a las comunidades del nuevo milenio, casi siempre presas del lavado de cerebros más ortodoxo que llega desde las cúpulas del capitalismo. Aquí nos topamos con un trabajo relativamente digno de la debutante Price y el también bisoño Eddy, visto hace poco en The Alto Knights: Mafia y Poder (The Alto Knights, 2025), producto francamente horrendo de Barry Levinson con Robert De Niro en un papel doble innecesario, como Frank Costello y Vito Genovese.

 

Se podría aseverar que las cámaras del iPhone están bien utilizadas ya que salvo algunas tomas aisladas, en sintonía con un puñado de planos holandeses a lo Gilliam, el proyecto se propone refritar la intimidad a cielo abierto de las road movies de los 70, 80 y 90 del Primer Mundo, tan cerca del nihilismo paradójicamente lírico del Nuevo Hollywood y sus diversos herederos espirituales como de Wim Wenders y el propio Cinéma du Look, categoría que también abarca la producción artística iniciática de dos colegas del parisino, Jean-Jacques Beineix y Leos Carax. June y John cae apenas por debajo de Drácula: Una Historia de Amor al igual que ésta no logró superar el regreso en serio del realizador al prodigioso nivel de antaño, Dogman, dejándonos con una propuesta chiquita e independiente como las de antes, no particularmente original ni inspirada pero disfrutable en sus excentricidades de otro tiempo más heterogéneo e inconformista que nuestro presente, de allí todo el sustrato anómalo de idiosincrasia vintage. El film, como decíamos con anterioridad rodado durante la pandemia en el año 2020 y freezado durante la friolera de un lustro hasta encontrar distribuidor y/ o hasta que Besson considerase que había llegado el momento propicio para su estreno, también tiene algo del fatalismo vitalista del período en cuestión, el comienzo de la década en curso, ya que entonces se buscaba no perder tiempo con regulaciones o jugadas coercitivas para regresar impulsivamente -desde el semi suicidio, por supuesto- a un estado de libertad egoísta plena, por más que ello le costase la vida a estos anarquistas contextuales que pasado el furor de turno vuelven a su apatía habitual marca registrada…

 

June y John (June and John, Francia, 2025)

Dirección y Guión: Luc Besson. Elenco: Matilda Price, Luke Stanton Eddy, Dean Testerman, Ryan Shoos, Honey Lauren, Don Scribner, Marceline Orallo, Raúl E. Peyret, Myles Cranford, Sherry Mattson. Producción: Luc Besson y Virginie Besson-Silla. Duración: 93 minutos.

Puntaje: 5