Cosecha Oscura (Dark Harvest)

Como una piñata

Por Emiliano Fernández

Toda película siempre se retroalimenta de películas previas y de diversas obras de arte de otros ámbitos aunque no cuesta demasiado trazar una diferencia significativa entre lo que ocurría en el Siglo XX hasta las décadas del 80 y 90 y lo que acontece en la etapa posterior que llega hasta nuestro días y nos inunda de redundancia: mientras que en el cine masivo de antes, tanto el mainstream como el indie, teníamos un rango que iba desde un conformismo mayoritario, siempre dispuesto a copiar fórmulas ya patentadas, hasta una minoría más o menos importante con pretensiones de hacer algo nuevo de verdad, lo logre o no, en el séptimo arte del nuevo milenio, en cambio, las vanguardias prácticamente no existen y casi todos se dedican a celebrar la triste idea de que ya no es posible la novedad porque todo está inventado y porque la ambición está mal vista en el reino del conservadurismo burlón del marco capitalista/ marketinero/ patronal más rancio, uno que gusta de disfrazarse de sarcasmo para maquillar el risible miedo que le tiene no sólo a la originalidad sino también a un mero pastiche posmoderno con alguna aspiración un poco por fuera del molde de lo esperable a escala formal, léase en lo que atañe al armado de la historia y su presentación al espectador, o temática/ ideológica, ahora pensando en la dimensión del contenido y lo que ésta puede ofrecer a un público y una prensa que jamás salen de sus respectivas burbujas o zonas de confort y que efectivamente se piensan que todo lo vieron o todo lo saben porque el cine comercial más burdo los malcría repitiendo incansablemente los mismos patrones visuales, sonoros y narrativos cual cadena de montaje donde los ítems son intercambiables, la soberbia se vuelve el cliché del proceso y la singularidad no tiene la más mínima cabida.

 

Cosecha Oscura (Dark Harvest, 2023), de David Slade, es el típico ejemplo de “película collage” con ambiciones más que importantes a nivel discursivo que por supuesto quedarán en la nada porque el grueso de los espectadores confundirá al film en cuestión con tantos otros más que a simple vista se parecen pero no poseen estas elevadas -y saludables, en un Siglo XXI repleto de oligofrénicos- pretensiones. El correcto guión de Michael Gilio está basado a lo lejos en la novela homónima del 2006 de Norman Partridge, un trabajo del que sólo recupera el quid y los personajes centrales para modificar una infinidad de detalles y situaciones varias que giran alrededor de Richie Shepard (Casey Likes), un joven que tuvo la mala suerte de nacer en un pueblito controlado por una organización llamada el Gremio Agrícola/ Harvesters Guild que todos los años para Halloween obliga a los estudiantes del último curso del secundario a luchar con una criatura incendiaria y frankensteineana con cabeza de calabaza, cuerpo desgarbado putrefacto y torso relleno de dulces que responde al nombre de Jack “Diente de Sierra”/ Sawtooth Jack (Dustin Ceithamer), el cual revienta a todos los púberes que se pongan en su camino hacia la iglesia local, quienes a su vez deben detenerlo antes de la medianoche porque caso contrario una tormenta de polvo destruirá la cosecha y los lindos hogares bucólicos. Hermano del “ganador” del año previo, Jim (Britain Dalton), Richie tiene prohibido participar porque su familia ya se llevó los premios, un Corvette y un cheque por 25 mil dólares, aunque su afán de probarse a sí mismo lo conduce a sumarse a la edición de 1963 del evento junto con su interés romántico de color, Kelly Haines (Emyri Crutchfield), empleada multifunción en una sala cinematográfica vernácula.

 

Entre el terror folklórico, el slasher sobrenatural y el melodrama de familia disfuncional, secretos dolorosos, racismo, violencia policial, mentiras burguesas y rebelión adolescente, la propuesta es tanto una fábula de autosuperación y sacrificios imposibles maquillada de película de monstruos como un exponente de la pata reciente del esquema de la cacería humana símil Batalla Real (Batoru Rowaiaru, 2000), de Kinji Fukasaku, Los Juegos del Hambre (The Hunger Games, 2012), de Gary Ross, o La Purga (The Purge, 2013), opus de James DeMonaco, todo con la intención de subrayar que la policía legitima al statu quo, en pantalla el sádico oficial Jerry Ricks (Luke Kirby), que los muchachos son utilizados como carne de cañón por los veteranos, efectivamente ocultando que la criatura es una creación de ellos que oficia de sacrificio/ ritual/ ofrenda a la tierra sin mayores explicaciones, que la promesa de riqueza pretende ser un aliciente ante la corrupción moral, así los padres del protagonista, Dan (Jeremy Davies) y Donna (Elizabeth Reaser), descubren y aceptan que los premios compensan el hecho de que Jim -como todos los otros ganadores- fue asesinado por Ricks para que se transforme en el Jack “Diente de Sierra” del año venidero como si se tratase de un espantapájaros homicida o quizás un zombie grotesco surgido de un campo de maíz, y que las parentelas arrastran esas clásicas batallas generacionales que desarman toda cohesión, por ello Richie no escucha el mandato de no intervención de sus progenitores y se suma a una carnicería nocturna polirubro motivada además por la prohibición tajante de abandonar el pueblito y la costumbre generalizada de los padres del lugar de encerrar a sus vástagos en sus habitaciones sin comida alguna durante los tres días previos a Halloween.

 

Slade, un realizador británico con un amplio recorrido en la publicidad, los videoclips y la televisión, en Cosecha Oscura por suerte se acerca más en términos cualitativos a las muy interesantes Hard Candy (2005) y 30 Días de Noche (30 Days of Night, 2007) que a las horrendas Eclipse (The Twilight Saga: Eclipse, 2010) y Bandersnatch (2018), destacándose en especial un gore generoso, esa excelente fotografía, el estupendo diseño del monstruo y de las máscaras de los purretes, una edición algo críptica, actuaciones más que decentes por parte de todo el elenco y una buena dosificación del suspenso y la información que de todos modos no puede evitar cierta decepción a raíz de un desenlace apresurado y el hecho de que el giro dramático se ve venir a kilómetros a la distancia, precisamente toda esta ceremonia de sacrificios en secuencia donde el supuesto héroe colectivo es el mártir demonizado doce meses después, amén de la bienvenida presencia de Since I Don’t Have You (1958), temazo de The Skyliners, como el leitmotiv del relato. Mixtura de John Carpenter, Stephen King, Rebelde sin Causa (Rebel Without a Cause, 1955), de Nicholas Ray, El Hombre de Mimbre (The Wicker Man, 1973), la obra de Robin Hardy, ¿Quién Puede Matar a un Niño? (1976), de Narciso Ibáñez Serrador, En el Abismo (Over the Edge, 1979), de Jonathan Kaplan, Los Marginados (The Outsiders, 1983), de Francis Ford Coppola, y Jeepers Creepers (2001), de Víctor Salva, el film se asemeja a una hipotética relectura de Pumpkinhead (1988), de Stan Winston, para la generación posterior a Lost (2004-2010) que piensa el alcance del canibalismo social, las sorpresas que esconden los artilugios hipócritas de la cultura -hoy una piñata tenebrosa- y el hambre de prosperidad, ascenso económico y fama desmedida…

 

Cosecha Oscura (Dark Harvest, Estados Unidos, 2023)

Dirección: David Slade. Guión: Michael Gilio. Elenco: Casey Likes, Emyri Crutchfield, Dustin Ceithamer, Alejandro Akara, Ezra Buzzington, Jeremy Davies, Elizabeth Reaser, Luke Kirby, Austin Autry, Megan Best. Producción: Matt Tolmach y David Manpearl. Duración: 96 minutos.

Puntaje: 6