Speak No Evil (Gæsterne, 2022), la tercera película de un actor danés devenido en director y guionista, Christian Tafdrup, en su momento resultó toda una revelación porque en su mixtura de thriller psicológico, terror y sátira social/ comedia negra implícita desnudó hasta qué punto el conformismo -o necesidad ridícula de agradar al prójimo y creer en algo sin convicción alguna de por medio- del Siglo XXI deja a las mayorías populares a merced de psicópatas que hacen con ellas lo que quieren, todo a través de la historia de una familia danesa, los papis Bjørn (Morten Burian) y Louise (Sidsel Siem Koch) y la hija Agnes (Liva Forsberg), que conocía en Toscana, Italia, a un matrimonio holandés, Patrick (Fedja van Huêt) y Karin (Karina Smulders), los cuales también estaban vacacionando con su pequeño vástago, Abel (Marius Damslev), un nene que supuestamente padecía un desorden llamado aglosia congénita que lo privó de lengua. Mediante una escalada en tensión vía situaciones incómodas vinculadas al desparpajo, el egoísmo y la violencia de los neerlandeses, una vez que tiempo después invitan a los daneses a su casa en la Holanda bucólica para pasar juntos un fin de semana, Tafdrup llevaba al extremo aquellos dardos contra la familia tradicional burguesa de sus opus previos, Parents (Forældre, 2016) y A Horrible Woman (En Frygtelig Kvinde, 2017), y se burlaba por lo bajo de la imposibilidad de toda comunicación entre la nueva derecha oscurantista y demencial y la seudo izquierda woke e inofensiva de nuestros días, posiciones representadas en el relato en los clanes encabezados por Patrick y Bjørn, respectivamente, ya que el primero era un Lucifer cínico y el segundo una criatura patética.
Hollywood cada vez deja pasar menos y menos tiempo entre el film original y la rutinaria remake anglosajona y en este caso el proyecto cayó en manos de Blumhouse Productions, empresa últimamente de capa caída fundada por un Jason Blum que a su vez contrató al cineasta británico James Watkins para comandar todo el asunto, otrora responsable de las correctas La Dama de Negro (The Woman in Black, 2012) y Atentado en París (Bastille Day, 2016), una decisión que a priori parecía muy acertada -y algo paradójica, sin dudas- ya que la recordada ópera prima del inglés con Kelly Reilly, Michael Fassbender y Jack O’Connell, Eden Lake (2008), un neoclásico del extremismo europeo, había sido una de las fuentes de inspiración del danés para Speak No Evil, obra deudora del formato “parentela/ pareja/ grupito de amigos en pleno viaje de ocio sufriendo tribulaciones varias en territorio desconocido” símil Perros de Paja (Straw Dogs, 1971), del gran Sam Peckinpah, y Amarga Pesadilla (Deliverance, 1972), de John Boorman. El resultado, No Hables con Extraños (Speak No Evil, 2024), es otra de esas propuestas frustrantes del Hollywood contemporáneo que podría haber sido interesante en serio si tuviese algo valioso, nuevo o mínimamente valiente para decir y/ o justificar su existencia, aquí para colmo abriéndose paso como un duplicado demasiado redundante de escena por escena hasta que en el final se introduce una novedad aunque para peor, para mucho peor, ya que el inconformismo de índole terrorista de antaño, hablamos de las tijeras que cortan lenguas de purretes y las piedras que asesinan a sus padres, se convierte en una secuencia desabrida de acción y un “final feliz” lastimoso.
En esta ocasión son norteamericanos los burgueses bobos que hacen de presas, Ben (Scoot McNairy) y Louise Dalton (Mackenzie Davis) más su hija preadolescente fanática de los muñecos de peluche, Agnes (Alix West Lefler), grupete que conoce en una Croacia que se esfuerza mucho en parecer Italia a la dupla de psicópatas británicos en cuestión, el médico Paddy (James McAvoy) y su compañera Ciara (Aisling Franciosi), los cuales viajan con un crío taciturno al que ya le extirparon la lengua para que no moleste ni los delate, Ant (Dan Hough). Watkins reproduce uno a uno los “problemillas” que surgen en la convivencia de ambos clanes una vez que los yanquis visitan a los ingleses en su hogar campestre en el medio de la nada misma, nos referimos a la carne que los anfitriones le sirven a Louise, una vegetariana absurda que ingiere pescado, la mugre y el sustrato rústico de la casa en sí, la aparición de un niñero árabe que despierta la xenofobia negada de los huéspedes, Muhjid (Motaz Malhees), el gustito de Paddy por la música a todo volumen, la fuerte carga sexual de los anfitriones en contraposición al sustrato castrado de los wokes estadounidenses, la discusión entre Paddy y Louise por su vegetarianismo selectivo, el hecho de que les hacen pagar a los invitados una comilona profusa en un restaurant que dijeron que abonarían ellos, el maltrato sistemático de Ant por parte del presunto padre -en especial durante una coreografía musical- y aquel detonante de un intento de fuga, cuando la yanqui encuentra a Agnes durmiendo con los británicos, esquema aburrido en el que la única novedad es un salto en paños menores por parte de casi todos desde un precipicio algo leve hacia un río.
Más allá de problemas que se arrastran desde el comienzo del metraje, como primero las actuaciones muy exageradas de McAvoy y Davis, caricaturas que se condicen tanto con las estrellas histriónicas del elenco como con los personajes que a fin de cuentas resultan los dominantes en cada pareja, segundo una partición hiper taxativa en materia del matrimonio norteamericano, él siendo un fracasado y llorón y ella una hembra castradora, infiel y hasta quejosa a más no poder, y tercero una sutileza retórica/ discursiva que roza el cero para embarrar todo lo que sucede o piensan/ sienten los protagonistas en la cara del público lelo e impaciente de este cine mainstream del Siglo XXI, la película en cierta medida intenta incorporar una verdadera novedad reemplazando a aquel Bjørn del 2022 por esta Agnes del 2024 en el rol del personaje que toma conocimiento de lo que está ocurriendo, el secuestro en espiral de niños de diferentes parejas de turistas que sustituyen a mocosos anteriores, jugada loable que viene de la mano de un Ant que le pasa la información a la nena yanqui, no obstante la media hora final esquiva la gloriosa fábula posmoderna de Tafdrup a lo Luis Buñuel o Michael Haneke y transforma todo en un anodino thriller hollywoodense que para colmo quiere parecerse a Perros de Paja, además se banaliza a la pareja psicopática como unos simples ladrones -el misterio automitificante, en cambio, recubría a los holandeses- y se los retrata como unos ineptos totales en el combate más mundano, a pesar de su supuesta experiencia en el arte de asesinar y manipular a los tontos que buscando complacer al otro terminan desapareciendo como sujetos individuales, de hecho un signo de estos tiempos…
No Hables con Extraños (Speak No Evil, Estados Unidos, 2024)
Dirección y Guión: James Watkins. Elenco: James McAvoy, Mackenzie Davis, Scoot McNairy, Aisling Franciosi, Alix West Lefler, Dan Hough, Motaz Malhees, Kris Hitchen. Producción: Jason Blum. Duración: 110 minutos.