Películas para no Dormir

Déjenlo que sangre

Por Emiliano Fernández

El terror históricamente ha sido un género muy poco desarrollado por la pantalla chica, tanto aquí en nuestro país como en todas partes. Los pocos exponentes casi nunca lograron llegar a una media de calidad respetable que permita el regocijo de los fans del género. Para colmo de males, cuando estuvimos ante productos interesantes o hasta excepcionales estos muchas veces terminaron desapareciendo con una rapidez inusitada, aplastados bajo la lapidaria lógica del rating y la publicidad. Pero por suerte y de vez en cuando nos topamos con algún que otro especial, tan transparente al ojo popular como opaco a la vista de los adoradores de la sangre y los escalofríos. Este es el caso de Películas para no Dormir, un excelente ciclo español del 2006 compuesto por seis unitarios que buscan recrear el espíritu de la recordada serie televisiva creada por el hoy septuagenario Narciso Ibáñez Serrador. Historias para no Dormir fue una siniestra y muy exitosa propuesta que salió al aire entre 1965 y 1982, basándose principalmente en vueltas de tuerca curiosas que llegaban al final de los episodios. Esta nueva tanda de capítulos, como su nombre lo indica, busca no solo generar el viejo y querido insomnio; también pretende extender el formato más allá de los acotados tiempos de la TV. Así las cosas, tenemos la oportunidad de degustar un singular conjunto de films de 70 minutos de duración cada uno. Todos fueron dirigidos por verdaderos especialistas, conocedores talentosos del arte de atrapar, inmovilizar y asustar al público. Ya no llama la atención el inmejorable nivel del horror ibérico: muchas coproducciones del género se ruedan allí, cuentan con la infraestructura adecuada y se puede afirmar que de un tiempo a esta parte han aceitado mucho su red de distribución mundial. Sin ir más lejos, aquí en Argentina pudimos apreciar el ciclo completo primero en el codificado y luego en el paquete básico del cable; a lo que se suma la edición en video de la mitad de los títulos a cargo de SBP. Pero pasemos de inmediato a detallar las distintas características de los componentes individuales de la serie, cuyo “coordinador general” y garantía última sigue siendo el eterno Serrador.

 

La Habitación del Niño:

Desde ya que una de las vedettes del ciclo es esta realización del genial Álex de la Iglesia. Luego de la extraordinaria Crimen Ferpecto (2004), el bilbaíno nos regala la que bien se podría catalogar como su primera obra “100 % de terror”, sin ningún eje cómico estructurante a la vista. Evitando todo clase de desparpajo, la historia relata la odisea de una joven pareja con un bebé que se muda a un caserón recientemente renovado. Lo que parecía ideal por precio y ubicación, se convierte en una pesadilla debido a la posible irrupción de otra persona dentro del hogar. Durante las noches el marido escucha primero y luego ve, cámaras y monitores mediante, a un hombre sentado frente a la cuna de su hijo. Como ni su esposa ni la policía le creen, ira cayendo sin remedio en una progresión esquizofrénica símil El Resplandor (The Shining, 1980). El tópico “casa embrujada” experimenta una variación filosófica en esta maravillosa aproximación a las relaciones familiares y la inasible psiquis humana.

 

Para Entrar a Vivir:

Este es el episodio del catalán Jaume Balagueró, responsable de gemas como Los Sin Nombre (1999), Darkness (2002) y Frágiles (2005); todas muy recomendables. Por supuesto que aquí no se queda atrás y arremete nuevamente con su habitual impiedad apuntalada en clanes disfuncionales y sectas desquiciadas. Pero en esta oportunidad abandona en parte el suspenso para centrarse más en un festín enfermizo de entorno cerrado y repleto de componentes sadomasoquistas. Todo comienza cuando una agente inmobiliaria convence a un matrimonio para que visite un departamento en los suburbios. Una vez allí y frente a la poca predisposición para concretar la compra, la gentil y servicial mujer experimenta un brusco cambio en su comportamiento y decide encerrar en el tercer piso a los recién llegados. Pronto descubrirán que todo el edificio está “habitado” a la fuerza y que en una habitación hay un señor atado y con bozal… Junto con La Habitación del Niño, Para Entrar a Vivir es de lo mejor de la serie; un relato demoledor sobre vidas rutinarias y grises que se vienen a bajo en forma estrepitosa.

 

La Culpa:

Otro lujo sin igual. Además de producir el ciclo, Narciso Ibáñez Serrador volvió a la dirección con este thriller meticuloso y progresivo. El realizador de las míticas La Residencia (1969) y ¿Quién Puede Matar a un Niño? (1976) deja de lado los programas de entretenimientos y regresa luego de tres décadas de ausencia cinematográfica para narrarnos la historia de Gloria, una enfermera sin casa y con una pequeña hija que acepta la invitación de la ginecóloga Ana para vivir todas juntas. El problema pasa por los “detalles” que acompañan al hospedaje: Ana se dedica en sus ratos libres a realizar abortos y encima está enamorada de Gloria, por lo que ésta se ve obligada a padecer constantes insinuaciones de neto corte lésbico. Como si esto fuera poco, extraños acontecimientos se sucederán a partir del embarazo de Gloria, producto de un encuentro pasajero. Más allá de la valentía de tocar un tema candente como el aborto, La Culpa posee un cierto aire al cine de David Cronenberg, especialmente en la fascinación por lo corporal y sus posibilidades de contagio psicosomático. Muy interesante y adictiva al mismo tiempo.

 

Cuento de Navidad:

Aquí tenemos lo nuevo de Paco Plaza, conocido por la ambiciosa aunque despareja Romasanta (2004). La anécdota es más que simpática: durante la década del ’80 y en un pueblito del interior, un grupo de niños, los protagonistas excluyentes de este segmento, encuentran en un pozo alejado a una mujer vestida de Santa Claus. Cuando descubren por la televisión que es la máxima responsable de un robo a un banco deciden mantenerla allí, a la intemperie y sin comida, hasta que les diga donde está el botín. La situación se tornará cada vez más violenta e incontrolable no solo por la negativa de la asaltante, sino también por la avaricia creciente de los chicos. Plena de homenajes posmodernos a iconos de la época y a los films clase B de zombies de Lucio Fulci, Cuento de Navidad se va transformando en una especie de slasher paranormal que no deja títere con cabeza (hacha chorreante de por medio). Sorprende el talento del valenciano para la dirección de actores infantiles, los que por cierto entregan sensacionales interpretaciones. Es en conjunto una critica durísima al cine comercial- familiero de los ’80 y un inspirado relato que empareja en crueldad a niños y adultos.

 

Adivina Quién Soy:

Ahora es el turno de Enrique Urbizu, el de la correcta La Caja 507 (2002). Estrella es una nena que vive con su madre Ángela, una mujer que toda la vida le ha dicho que su padre murió cuando ella era muy pequeña. Como permanece sola en el departamento casi todo el día, no tiene otro hobby que mirar “películas de miedo” e imaginarse que sus monstruos favoritos son amigos fieles y cordiales. La tranquilidad se esfuma a partir de una doble aparición: un detective le cuenta a Ángela que el hombre que la violó hace años está de vuelta, mientras que Estrella conoce a un nuevo “amigo” al que llama simplemente “Vampiro”. Realidad y fantasía se entremezclan en situaciones triviales (hasta sacar la basura puede ser escalofriante…). Sin lugar a dudas este es el capítulo más bizarro de la serie, colmado de escenas surrealistas en las que la joven trata de dialogar con Leatherface de Masacre en Texas (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) o con el mismísimo Nosferatu (1922). Los pasajes oníricos están combinados de manera sutil con dardos certeros hacia la burguesía acomodada. Tan original y graciosa como dramática y pertinente.

 

Regreso a Moira:

Mateo Gil ha colaborado con Alejandro Amenábar en los guiones de las brillantes Tesis (1996), Abre los Ojos (1997) y Mar Adentro (2004). También trabajó con Marcelo Piñeyro en El Método (2005) y dirigió la entretenida Nadie Conoce a Nadie (1999). Aquí vuelve en su faceta de cineasta para retratar los recuerdos tormentosos de un anciano que no puede olvidar a la misteriosa mujer del título, un amor de su niñez que definitivamente tuvo un final trágico. Respetando la clásica tradición de las historias de fantasmas, Gil desarrolla con lentitud y sin apuro los vaivenes emocionales del protagonista y su desesperado intento por saldar cuentas con el pasado. Quizás la menos atrayente de todas en cuanto al manejo especifico de los climas propios del género, Regreso a Moira es por otra parte una de las más duras y conmovedoras desde lo existencial. Bien focalizada, pero un tanto previsible y en exceso lacrimógena.

 

Un ciclo como el presente no suele ser moneda corriente dentro del panorama cinematográfico contemporáneo. Muchísimo menos en España o Latinoamérica. La profesionalidad formal está sincronizada a la perfección con una preocupación evidente por redondear guiones dinámicos y compactos. Si por un lado la paleta de homenajes y referencias no se agota en el cine estadounidense, abarcando varios clásicos europeos; por el otro se confirma la capacidad que existe por fuera de Hollywood para construir relatos de horror de calidad, solventes, precisos y aptos para un público masivo. Este puñado de films es un claro ejemplo de que se puede y se debe elevar el nivel de todas las obras de género que surgen desde los satélites, ya sea en oposición o concordancia con respecto a la metrópoli. Para ello es primordial renunciar a ambiciones rimbombantes de autor, contar con un presupuesto apenas pasable y concentrarse en administrar a conciencia los resortes incansables que motivan al espanto. Muchos cineastas argentinos deberían aprender de sus pares españoles y dejar de hacer películas con el único fin de ampliar y solidificar su ego. Quizás de esta forma consigan que alguien los valore o que sus opus sobrevivan en cartel más allá de una mañana de jueves… Por lo pronto, solo resta agradecer a Serrador y a todo el equipo involucrado por esta magnífica lección de terror práctico. A disfrutar, señores. Déjenlo que sangre.