Edén

Democracia, fascismo, guerra

Por Emiliano Fernández

Ron Howard, célebre “niño actor” de los años 50 y 60 reconvertido en director a partir del Nuevo Hollywood de la década del 70, es uno de esos artesanos que ha hecho un poco de todo a lo largo del tiempo y sin duda las tres fases principales que componen su trayectoria como realizador constituyen un buen ejemplo de las metamorfosis en cuestión, hablamos en primer lugar de aquella comedia de los inicios que muta en el cine fantástico ochentoso de Splash (1983), Cocoon (1985) y Willow (1988), en segunda instancia de ese sustrato family friendly que salta hacia el “cine serio” a toda pompa a partir de Apolo 13 (Apollo 13, 1995) y El Rescate (Ransom, 1996) y en tercer lugar de los Oscars y nominaciones varias por Una Mente Brillante (A Beautiful Mind, 2001) y El Luchador (Cinderella Man, 2005), sus dos colaboraciones con Russell Crowe, que derivan en aquella madurez tardía que llegó en ocasión de las excelentes Frost/ Nixon: La Entrevista del Escándalo (Frost/ Nixon, 2008) y Rush: Pasión y Gloria (Rush, 2013), a su vez un par de trabajos que lo vieron unir fuerzas con el guionista británico Peter Morgan. Últimamente el señor venía de capa caída porque sus proyectos por fuera de la insípida franquicia que comenzase con El Código Da Vinci (The Da Vinci Code, 2006), léase En el Corazón del Mar (In the Heart of the Sea, 2015), Han Solo: Una Historia de Star Wars (Solo: A Star Wars Story, 2018) y Hillbilly, una Elegía Rural (Hillbilly Elegy, 2020), ya no estaban a la altura del renacimiento creativo y en gran medida nos recordaban que el devenir profesional de Howard es profundamente errático y siempre lo será, un panorama vinculado a una impronta imprevisible que resulta bienvenida en el aburridísimo mainstream contemporáneo y su falta de valentía y frenesí.

 

Como todo llega a quien espera, una vez más somos testigos del renacimiento artístico del amigo Ron de la mano de sus últimos tres films, convites que lo reposicionan en un muy buen nivel de calidad, concretamente Trece Vidas (Thirteen Lives, 2022), un retrato del Rescate de la Cueva Tham Luang de 2018, operativo del gobierno de Tailandia y otros países para sacar con vida a los integrantes de un equipo infantil de fútbol y su entrenador después de quedar atrapados en una formación rocosa subterránea debido a las lluvias del monzón, Jim Henson: El Hombre y las Ideas (Jim Henson: Idea Man, 2024), epopeya acerca del titiritero más famoso de Estados Unidos que cierra una trilogía de documentales de alto perfil que empezó con las faenas musicales The Beatles: Eight Days a Week- The Touring Years (2016) y Pavarotti (2019), y finalmente Edén (2024), flamante aventura ficcional -mayormente rodada en hermosas locaciones costeras de Australia- que explora el Misterio de Floreana de la década del 30, inhóspita isla perteneciente al Archipiélago de las Galápagos, en la República del Ecuador, y que en general se basa en las memorias de uno de los sobrevivientes, Margret Wittmer, Puesto de Correo de Floreana: Informe sobre las Experiencias de los Colonos Alemanes (Postlagernd Floreana: Erlebnisbericht Deutscher Siedler, 1959), literalmente el retrato de las utopías y los conflictos que motivaron a tres grupos de expatriados europeos a trasladarse hasta la zona bajo distintos objetivos como suprimir alguna enfermedad o trastorno, buscar el sentido definitivo de la vida, alejarse del bullicio de las metrópolis y del “Dios dinero” o más bien todo lo contrario, enriquecerse con una hipotética industria del turismo que podría levantarse en la isla por arte de magia.

 

La película es llamativa dentro de la extensa carrera de Howard porque es uno de sus pocos proyectos verdaderamente personales al punto de que él mismo escribió el guión, algo que sólo hizo en otras tres ocasiones, El Gran Robo del Auto (Grand Theft Auto, 1977), Todo en Familia (Parenthood, 1989) y Un Horizonte Lejano (Far and Away, 1992), y por ello recibió la ayuda de Noah Pink, quien por cierto viene de escribir la estupenda Tetris (2023), de Jon S. Baird. Como decíamos con anterioridad, no se sabe exactamente qué ocurrió en 1932 en Floreana pero el hecho de adoptar el punto de vista de Wittmer, en pantalla en la piel de Sydney Sweeney, pone de manifiesto determinada cronología de sucesos: la isla era un puesto de paso y de correo para los balleneros hasta que el contexto pesadillesco de Europa luego de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), entre el ascenso del fascismo y las primeras consecuencias del Crac del 29, hace que llegue a Floreana en ese mismo 1929 una pareja de alemanes, Dore Strauch (Vanessa Kirby) y Friedrich Ritter (Jude Law), la primera una enferma de esclerosis múltiple que pretende sanar en el lugar y el segundo un médico nihilista/ nietzscheano que se extirpó todos sus dientes para prevenir infecciones y se hizo famoso en Europa por sus cartas a periódicos ya que está escribiendo un manifiesto filosófico para salvar a la humanidad de sí misma; así las cosas casi cuatro años después arriban otros dos contingentes de personas, el matrimonio germano de Margret y Heinz Wittmer (Daniel Brühl), la primera una ama de casa embarazada y el segundo un veterano de guerra y ex funcionario público con un hijo tuberculoso, Harry (Jonathan Tittel), y la troupe de la autodenominada “Baronesa” Eloise Wehrhorn von Wagner-Bousquet (Ana de Armas), una prostituta, bailarina y cazafortunas de Austria que llega a la zona con la idea de construir un hotel para millonarios, Hacienda Paradiso, junto a un guía ecuatoriano, Manuel Valdivieso Borja (Ignacio Gasparini), y dos gigolós alemanes que conoció en París, Rudolph Lorenz (Felix Kammerer) y Robert Philippson (Toby Wallace), a quienes nuestra austríaca presenta como su ingeniero y su guardaespaldas cuando en realidad el primero es un burgués que tuvo una tienda hasta que la mujer drenó todo su dinero y el segundo fue un empleado del anterior, ahora ambos metamorfoseados en amantes de la deliciosa ninfa y en enemigos enfrentados por su afecto de corte manipulador. Los tres grupos pretenden tomar posesión de la isla y encaran una seguidilla de ataques para expulsar a la competencia, lo que arranca con robo de alimentos, violencia verbal y asesinato de animales de granja y termina con el homicidio de Phillipson y la aristócrata de cotillón en busca de inversores. El convite aglutina con perspicacia elementos del thriller psicológico, el western crepuscular y el docudrama de aventura y supervivencia porque apuesta al estudio de seres complejos en su condición de vecinos, amigos, amantes, colegas y adversarios por la escasez de recursos.

 

Toda la retahíla de acontecimientos vinculados al odio recíproco, el hambre, la merma de agua potable y las inclemencias del clima, la fauna y la flora, ciclo que además incluye el nacimiento del primer habitante autóctono, ese vástago de Margret bautizado Rolf, y la muerte de Lorenz cuando pretendía abandonar Floreana porque se subió a un barco con poco combustible que terminó saliéndose de curso, no sólo fue tema excluyente de análisis en las memorias de Wittmer sino que asimismo constituyó el corazón de una novela del legendario Georges Simenon, La Sed (Ceux de la Soif, 1938), y de un reciente documental de Daniel Geller y Dayna Goldfine, El Caso de las Galápagos: Satanás Llegó al Edén (The Galapagos Affair: Satan Came to Eden, 2013), película que contó con las muy cotizadas voces de Cate Blanchett, Sebastian Koch, Diane Kruger, Thomas Kretschmann y Connie Nielsen y que a su vez incorporó el metraje de La Emperatriz de Floreana (The Empress of Floreana, 1934), corto de la época de apenas cuatro minutos dirigido por Emery Johnson y producido y escrito por George Allan Hancock -millonario petrolero estadounidense dueño de un buque a motor y amigo de Ritter, en Edén interpretado por Richard Roxburgh- en el que puede verse a Phillipson y su diabólica Baronesa, ambos al día de hoy catalogados como “desaparecidos” ya que jamás se pudo encontrar sus cadáveres a posteriori de la pelea reglamentaria con los otros dos contingentes, tanto a puño limpio como con armas blancas y de fuego. En términos cinematográficos Howard y Pink aquí no abren terreno nuevo y se dedican a refritar ingredientes más que interesantes de odiseas como La Costa Mosquito (The Mosquito Coast, 1986), de Peter Weir, Iguana (1988), de Monte Hellman, y Jugando en los Campos del Señor (At Play in the Fields of the Lord, 1991), de Héctor Babenco, sin embargo la dupla garantiza grandes actuaciones y un muy buen desarrollo de personajes y va construyendo con paciencia la angustia in crescendo de los colonos frente a los anhelos destruidos de un paraíso natural donde la humanidad pudiese refundarse/ reinventarse, por ello sólo sale relativamente airoso el matrimonio Wittmer gracias a la humildad de su proyecto y su destreza a la hora de cazar, levantar paredes y hacer crecer vegetales, por el otro lado derrapando en el desastre la quimera capitalista de la Baronesa y el manifiesto nietzscheano de un Friedrich que termina envenenado por su pareja a raíz del quiebre de los principios vegetarianos y no violentos del dúo romántico, amén del “detalle” de haberle metido una bala en la cabeza a Eloise. Pensando tanto la moralidad de anclaje social como el costado sadomasoquista o animal del bípedo promedio, el film balancea el humanismo de Margret y el nihilismo del semi profeta de Law con la meta de fondo de sistematizar las etapas de un encadenamiento repetido, por ello la democracia en crisis lleva al fascismo y éste reconduce hacia la guerra tanto en Europa como en nuestro enclave de las Galápagos…

 

Edén (Estados Unidos, 2024)

Dirección: Ron Howard. Guión: Ron Howard y Noah Pink. Elenco: Jude Law, Sydney Sweeney, Daniel Brühl, Vanessa Kirby, Ana de Armas, Felix Kammerer, Jonathan Tittel, Toby Wallace, Ignacio Gasparini, Richard Roxburgh. Producción: Ron Howard, Brian Grazer, Patrick Newall, Karen Lunder, Stuart Ford y William M. Connor. Duración: 130 minutos.

Puntaje: 7