Tantura

Desenmascarando a la lacra sionista y sus masacres

Por Emiliano Fernández

A principios del Siglo XX gran parte de Medio Oriente estaba bajo el control del Imperio Otomano, el cual al perder la Primera Guerra Mundial (1914-1918) debió entregar los territorios a Francia y sobre todo al Reino Unido, país que pasó a hegemonizar lo que se denominó el Mandato Británico de Palestina (1920-1948) y coqueteó con el apoyo del sionismo, léase un jingoísmo expansionista de impronta judía en Palestina, mediante la Declaración Balfour de 1917, en esencia una manifestación estatal inglesa en tiempos de recolección de apoyos bélicos que estaba orientada a permitir más la emigración hebrea escalonada que la creación de un “hogar nacional” para el pueblo sefardí, a pesar de la retórica en sí del documento. Dicho y hecho, las sucesivas oleadas de inmigrantes judíos provenientes de Europa se asentaron en una Palestina dominada por unos árabes que a su vez vieron con horror cómo la lacra sionista compraba tierras sin mesura, desarrollaba sus propias instituciones nacionalistas y fundaba grupos parapoliciales para amedrentar a los musulmanes y forzarlos a abandonar el territorio, hablamos del Leji, la Haganá y el Irgún. Con el ascenso en Alemania del nazismo antisemita en 1933 la situación empeoró porque muchos más judíos comenzaron a trasladarse a Palestina y a expulsar a unos campesinos locales cada día más empobrecidos por el accionar en conjunto del colonialismo británico y hebreo, ese mismo que primero suprimió la Revuelta Árabe de Palestina (1936-1939), una intentona armada de defensa contra la invasión cultural y religiosa, y a posteriori terminó estallando con motivo del Libro Blanco de 1939, especie de negación de la Declaración Balfour porque ahora los ingleses apoyaban la construcción en la zona de un único Estado judío- palestino debido a la flamante enemistad de los primeros por el cierre de fronteras en Palestina a raíz del Holocausto, ya en la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Arrinconado por ataques terroristas cortesía de ambos bandos y preocupado por la reconstrucción general europea, el Reino Unido finalmente da por terminada la existencia del Mandato con aval de las Naciones Unidas y se retira de la región, generando en los años inmediatamente previos y posteriores la Nakba o Catástrofe Palestina, el éxodo compulsivo de la población autóctona hacia otros países después de su paso por campos de prisioneros.

 

Efectivamente el Holocausto, la negativa anglosajona tardía a permitir la llegada de más colonos a una región ya habitada y el mismísimo “ejemplo” de las tácticas antisemitas de expulsión territorial de los nacionalsocialistas de Adolf Hitler fueron los tres factores que convencieron a la mafia judía de Europa, poseedora de cuantiosas riquezas que se utilizaron para la rauda compra de armamento, voluntades políticas y las susodichas tierras, de que era fundamental la erradicación de los musulmanes para construir el Estado de Israel en Palestina, así las cosas la extrema derecha del sionismo se unificó con las organizaciones paramilitares e incluso antes de la salida de los británicos en 1948 empezó con acciones de limpieza étnica que pasaron de los ataques relámpago para sembrar pánico a las matanzas masivas con todas las letras con el objetivo de despoblar de árabes las zonas anheladas por la dirigencia judía, con el miedo operando como una herramienta sistemática de despojo, exilio y prohibición terminante de regreso. Ya con Francia también en retirada en Medio Oriente desde la primera mitad de los años 40, la Resolución 181 de 1947 de la Asamblea General de las Naciones Unidas dictaminó la partición de Palestina en dos Estados, uno judío y otro árabe, y el control internacional sobre Jerusalén y Belén, lo que fue celebrado por los hebreos, quienes tenían todo por ganar, y rechazado por los palestinos, los cuales siendo la mayoría demográfica una vez más no podían creer que Occidente le entregase a los judíos el grueso de la región en disputa, por ello estalla la Guerra Árabe-Israelí (1948-1949) cuando los ejércitos de Egipto, Irak, Transjordania, Siria y el Líbano invaden el naciente Estado de Israel, el cual estaba mucho mejor organizado y armado y además se vio muy beneficiado en cuanto a la expansión territorial por la victoria inglesa en la Revuelta Árabe de Palestina, en este sentido aquel desarme y asesinato de los jerarcas musulmanes perpetrado por los ingleses dejó a los pobladores vernáculos sin defensa ante unas huestes militares sionistas que mientras luchaban contra las fuerzas árabes conjuntas asimismo conquistaban más y más tierras ejecutando a todos los islamitas a su paso, destruyendo los pueblos de turno y generando el enorme desastre de los refugiados palestinos, un pueblo sin patria que sería negado por casi todos los enclaves vecinos por la magnitud de la calamidad.

 

Tantura (2022) es un documental del cineasta israelí Alon Schwarz que adquiere el carácter de revolucionario para el conservadurismo patético de su nación ya que analiza uno de los episodios más dolorosos de la Nakba y más representativos de la metodología de los “nazis de Medio Oriente” a la hora de provocar la fuga de 700.000 árabes y la destrucción de unos 500 pueblos de Palestina, lo que equivale a un genocidio, nos referimos a aquella Masacre de Tantura del 22 y 23 de mayo de 1948, cuando en el contexto de las limpiezas étnicas previas y posteriores al estallido de la Guerra Árabe-Israelí un contingente de la Brigada Alexandroni, pandilla de psicópatas que oficiaban de sicarios, torturadores, violadores y saqueadores al servicio de la Haganá, ya una de las fuerzas de Israel, invadió el pueblo en cuestión de la costa mediterránea, el cual contaba con 1.728 habitantes islamitas, y después de unas mínimas escaramuzas de defensa por parte de los musulmanes -sin entrenamiento marcial y con pocas armas- el ejército israelí capturó el lugar y de inmediato se dedicó a ejecutar a casi todos los hombres, cuyos cadáveres fueron a parar a distintas fosas comunes. Luego de violar a algunas mujeres, saquearlo todo y dejar testigos masculinos que relaten la carnicería, el ejército expulsó a dichos hombres más las féminas y los críos a Tulkarem, una ciudad de Cisjordania, mientras topadoras arrasaban los hogares de las víctimas para pronto construir un área vacacional israelí alrededor de dos kibutz, Nahsholim y Dor, e incluso un estacionamiento sobre las diversas fosas comunes. Uno de los primeros que se cagó en la historiografía oficial sionista, siempre autovictimizándose y negando sus atrocidades a puro maquiavelismo oportunista y cínico, fue Theodore “Teddy” Katz, alumno de la Universidad de Haifa que realizó decenas de entrevistas sobre la masacre de 240 personas para su tesis doctoral dirigida por el historiador Kais Firro, gran proyecto que puso por primera vez en el candelero público los acontecimientos en Tantura porque fue la base de una nota de Amir Gilat para el periódico Maariv, uno de los de mayor tirada de Israel. Obligado judicialmente a solicitar disculpas/ retractarse y despojado de su título de posgrado en una caza de brujas política de lo más burda, Katz de golpe se transformó en un paria a instancias del statu quo chauvinista hebreo por quebrar el pacto de silencio y osar manchar la “reputación” del país.

 

Schwarz, responsable también de otra sutil epopeya alrededor de los arcanos nacionales y la costumbre de falsear el pasado y la propia identidad a conveniencia, Los Secretos de Aida (Aida’s Secrets, 2016), no sólo accede a las 140 horas de entrevistas de Katz, realizadas a lo largo de dos años durante las postrimerías de la década del 90 y teniendo por eje tanto a los sobrevivientes palestinos de la matanza como a las tropas de la Brigada Alexandroni, sino que además ofrece una generosa cantidad de material fotográfico y cinematográfico inédito de la época, en especial aquel metraje original descartado para un informe periodístico de la Metro-Goldwyn-Mayer, creado en complicidad con las huestes sionistas, que por cierto no tiene nada que envidiarle a las farsas audiovisuales sobre el supuesto marco humanitario de los campos de concentración de Joseph Goebbels, el infame Ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, por ello a diferencia del montaje final del noticiero podemos ver cómo los judíos fraguaron buena parte de la resistencia palestina y el “trato digno” a los prisioneros -en realidad eran obligados a realizar marchas de la muerte hacia Tulkarem o Fureidis, metrópoli árabe vecina a Tantura- y cómo de hecho el pueblo estaba completamente desierto y sin agujeros de bala justo antes de la llegada de las topadoras, algo vinculado a la inexistencia de combates en la aldea en sí ya que éstos se produjeron en las inmediaciones, los puntos defensivos seleccionados por los locales. El director salta del martirio de Katz a los testimonios de la jueza fascistoide que lo condenó, los sobrevivientes palestinos, los Nuevos Historiadores del revisionismo judío y todos los veteranos sonrientes e impunes de la Brigada Alexandroni y la Haganá bajo el mando del Primer Ministro David Ben-Gurión, principal responsable de la masacre, el desplazamiento irreversible palestino, la memoria adulterada, la negación histórica maniática subsiguiente, la pantomima nacional democrática y esa complicidad consensuada entre las elites hebreas. El maravilloso film de Schwarz desenmascara las patrañas y el sadismo del mito fundacional autojustificante del Estado de Israel, una nación monstruosa que pasó de fusilar con ametralladoras, granadas y lanzallamas a los palestinos a matarlos en el Siglo XXI vía el hambre, los bombardeos y la miseria económica en ese campo de extermino a cielo abierto bautizado Franja de Gaza…

 

Tantura (Israel, 2022)

Dirección: Alon Schwarz. Guión: Alon Schwarz, Halil Efrat y Shaul Schwarz. Elenco: Teddy Katz, Ilan Pappe, Avner Giladi, Yoav Gelber, Avigdor Feldman, Yossi Ben Artzi, Mulik Sternber, Shimon Kutner, Hanoch Amit, Henio-Tzvi Ben Moshe. Producción: Alon Schwarz, Maiken Baird y Shaul Schwarz. Duración: 95 minutos.

Puntaje: 10