De Repente, la Oscuridad (And Soon the Darkness)

Despliegue de sospechosos

Por Emiliano Fernández

De Repente, la Oscuridad (And Soon the Darkness, 1970) es uno de los grandes clásicos del cine de suspenso británico, en gran medida la propuesta que inventó y popularizó la fórmula del mini contingente de turistas que terminan inmiscuyéndose en las internas de un paraje bucólico e inhóspito mientras algunos de ellos corren por sus vidas y otros tratan de dilucidar exactamente qué sucedió, una vez que el daño contra los primeros se infiere irreparable. Ofreciendo una versión posmoderna de la típica puesta en escena meticulosa hitchcockiana y echando mano de una sistematización de los posibles culpables, la película nos presenta la historia de la desaparición de una turista inglesa en Francia y la urgente búsqueda de respuestas por parte de su compañera de viaje, catalizador narrativo muy simple que permite un excelente desarrollo de personajes en donde las palabras no abundan, la incomunicación es la regla y el peligro es una entidad concreta y sin rostro que resulta aterradora debido a que está vinculada a una impunidad solventada en muchos sospechosos y pocas certezas, justo como en nuestra contradictoria y siempre frustrante cotidianeidad.

 

Las protagonistas principales son Cathy, en la piel de una Michele Dotrice conocida por el presente rol y su intervención en The Blood on Satan’s Claw (1971), y sobre todo Jane, interpretada por la bella y talentosa Pamela Franklin, una actriz que tuvo una carrera muy interesante antes de retirarse a inicios de la década del 80, derrotero que incluyó títulos como The Innocents (1961), The Nanny (1965), Our Mother’s House (1967), The Night of the Following Day (1969), The Prime of Miss Jean Brodie (1969) y The Legend of Hell House (1973). Ambas son unas enfermeras provenientes de Nottingham que pasan sus vacaciones recorriendo en bicicleta la Francia campestre, con Cathy siendo la quejosa y desinhibida de turno y Jane la detallista que pretende respetar el plan de viaje pautado de antemano. A posteriori de sacarle unas fotos en un café a un hombre misterioso que Cathy considera apuesto, ambas retoman su periplo para tiempo después ser sobrepasadas por el susodicho en un scooter, quien las termina esperando en un cementerio para chequearlas de cerca escudado en sus anteojos negros mientras él y la chica se dedican miradas recíprocas.

 

Por supuesto que la tragedia está a la vuelta de la esquina y aquí toma la forma de una parada para descansar al costado de la ruta: transcurrido un rato, Jane insiste con irse sin embargo Cathy prefiere seguir tendida al sol y así se produce una discusión en la que quedan de manifiesto los temperamentos opuestos de ambas y las turistas se separan. Cathy efectivamente sufre el acoso de una figura enigmática que le roba su ropa interior y le destroza su bicicleta en el desolado paisaje, y cuando Jane decide volver por ella descubrirá que su amiga/ colega se esfumó por completo y sólo queda su cámara de fotos y algunas de sus pertenencias. En el lugar de la desaparición se topa con el extraño del scooter, el cual eventualmente se termina identificando como Paul Salmont (Sandor Elès), un detective de la Sûreté que está investigando de oficio un caso de violación y asesinato de tres años atrás, el de Jan Hele, una holandesa de 22 años que fue golpeada, asaltada sexualmente, quemada en pechos, ingle y abdomen y finalmente estrangulada. Tanto Hele como Cathy tenían cabellos rubios y estaban en la zona francesa en cuestión en una determinada época del año.

 

El jugoso guión de Brian Clemens y Terry Nation, libretistas de Los Vengadores (The Avengers), la recordada serie con Patrick Macnee y Diana Rigg, va desplegando con maestría una serie de sospechosos no desde la clásica verborragia del suspenso del pasado sino mediante el minimalismo visual de los thrillers posteriores; de este modo tenemos a un granjero local adusto, Jules Lassal (Claude Bertrand), quien fuera el eje fundamental de las investigaciones policiales en su momento, su atribulada esposa, Madame Lassal (Hana Maria Pravda), la cual trata de prevenir a Jane sobre la peligrosidad de la región, una profesora británica de literatura francesa que vive en la comarca (Clare Kelly), que la lleva en su vehículo hasta el destacamento de un gendarme (John Nettleton), y el mismo padre de este último (John Franklyn), un anciano sordo y senil que se muestra un tanto desubicado con la chica. Con Jane convencida de que Paul es el artífice del misterio en torno a Cathy y un Salmont furibundo que quiere hablar con ella sí o sí porque encontró la bicicleta de la supuesta víctima, el asunto hasta incluye el sutil hostigamiento del gendarme hacia Lassal.

 

El realizador Robert Fuest, también de la factoría detrás de Los Vengadores y en esencia conocido por The Abominable Dr. Phibes (1971) y Dr. Phibes Rises Again (1972), aquel díptico de horror freak protagonizado por el gran Vincent Price, exprime de manera maravillosa la fotografía de Ian Wilson y la música de Laurie Johnson con el objetivo de profundizar permanentemente en la doble angustia que atraviesa el personaje de Franklin, basada no sólo en el hecho de desconocer el paradero de Cathy sino también en no poder comunicarse en un cien por ciento con los lugareños al no hablar más que unas palabras de francés. De Repente, la Oscuridad es uno de los pivotes del horror cinematográfico porque por un lado pulió al extremo el ardid retórico del viaje de placer que sale muy mal, como dijimos previamente, y por otro lado incorporó por primera vez a la distancia cultural como un elemento crucial en la escalada progresiva de la tensión, aunando la paradigmática paranoia del extranjero que se siente fuera de su zona de confort y una situación en donde las alternativas acerca de lo que pudo haber ocurrido son tan variadas como espeluznantes.

 

Ahora bien, la película es muy recordada entre los fanáticos del género por el sorprendente desenlace, del cual no brindaremos detalles para aquellos que no hayan visto el film y del que sólo diremos que se condice con el planteo realista y minucioso de la obra en su conjunto, subrayando que las figuras de autoridad -al igual que en nuestra praxis diaria- son mucho más tenebrosas y proclives a la corrupción de todo tipo que los ciudadanos comunes o los perejiles/ bobos de ocasión de las distintas variantes del ámbito mundano. De Repente, la Oscuridad reconfirma aquello de que la cámara utilizada para narrar la exasperación de lo estándar en un contexto insólito -en sintonía con el esquema preferido del mítico Alfred Hitchcock- puede llegar a articular una experiencia tan poderosa como laberíntica, que para colmo -como en esta oportunidad- hace de la manipulación del espectador su principal arma al colocar en primer plano la facilidad con la que el dispositivo formal construye y deshace previsibilidades a gusto en un santiamén. El inefable “golpe de gracia” final pocas veces fue tan austero y apabullante como en esta gema de antaño del acervo anglosajón…

 

De Repente, la Oscuridad (And Soon the Darkness, Reino Unido, 1970)

Dirección: Robert Fuest. Guión: Brian Clemens y Terry Nation. Elenco: Pamela Franklin, Michele Dotrice, Sandor Elès, John Nettleton, Clare Kelly, Hana Maria Pravda, John Franklyn, Claude Bertrand, Jean Carmet, André Maranne. Producción: Brian Clemens y Albert Fennell. Duración: 99 minutos.

Puntaje: 9