Y finalmente llegamos a la última jornada del festival y definitivamente podemos decir que el muy buen nivel de los films se mantuvo hasta el desenlace del certamen, ya que durante estas horas finales pudimos disfrutar de las muy interesantes Victoria and Abdul (2017), el regreso de Stephen Frears al terreno monárquico luego de La Reina (The Queen, 2006), ahora retratando la relación entre la Reina Victoria y un ignoto hindú que pasa a ser una especie de consejero cultural de los asuntos de su país, y Le Fidèle aka Racer and the Jailbird (2017), del gran Michaël R. Roskam, un drama de lo más singular que combina el romance apasionado con el crimen organizado y el mundo de las carreras automovilísticas.
En la conferencia de prensa de Victoria and Abdul estuvieron presentes como figuras destacadas Frears y los dos protagonistas excluyentes, Judi Dench (que interpreta a Victoria) y Ali Fazal (quien se puso en la piel de Abdul Karim, el consejero del título). Precisamente éste último comentó que le parece maravilloso que se recupere la figura de Karim, una persona muy importante en la vida palaciega de fines del siglo XIX y que además tuvo que luchar contra el racismo, el ninguneo y la agresión de la época para con los habitantes de la India. Además consideró que Abdul mitigó la abulia de la reina porque se ayudaron mutuamente al estimularse a nivel intelectual (la curiosidad de la soberana en torno al sentir, la historia, las costumbres y las lenguas hindúes encontró en Karim una fuente inagotable de conocimiento de primera mano).
Frente a una pregunta que recordaba a su vez una consulta hecha a Frears cuando en su momento presentó The Queen en Venecia, relacionada con qué le había ocurrido a nivel profesional que pasó de dirigir un clásico del cine social indie como Ropa Limpia, Negocios Sucios (My Beautiful Laundrette, 1985) a retratar la vida monárquica, el británico simplemente dijo que el guión le pareció excelente y que a esta altura de su vida es un privilegio poder filmar un film de estas características. Dench, por su parte, afirmó que la reina tenía una enorme necesidad de afecto porque vivía aprisionada en un contexto completamente controlado por el exterior. Frears, en tono jocoso, remató la charla con la prensa opinando que la película es igual a Ropa Limpia, Negocios Sucios pero sin el trasfondo homosexual, ya que nuevamente hablamos de dos personajes principales que se complementan mutuamente.
Victoria and Abdul, de Stephen Frears
FUERA DE COMPETENCIA
Si hay un subgénero de los dramas históricos que está casi agotado en el cine contemporáneo es sin duda el de los relatos cortesanos o que pretenden retratar las idas y vueltas de la aristocracia y su proverbial decadencia caníbal de siempre. Por suerte de vez en cuando nos topamos con trabajos generosos a nivel de su riqueza intelectual/ artística como la presente Victoria and Abdul, la última y muy interesante película del veterano Frears, un pantallazo en torno a la relación -a fines del siglo XIX- entre la Reina Victoria y Abdul Karim, un muchacho hindú que es traído al Palacio de Buckingham, en Londres, para una ceremonia trivial y termina quedándose allí durante años y años por la misma simpatía del susodicho y el afecto que la monarca le profesa. Si bien la estructuración del relato obedece a una partición concreta basada en una primera mitad que coquetea con la parodia de la pose patética e hipócrita de los lambiscones de la nobleza y una segunda parte más cercana al drama de prejuicios y persecución racial una vez que la posición de Abdul en la corte se solidifica, despertando el encono y la envidia de todos, a decir verdad el convite constantemente echa mano tanto del trasfondo cultural británico e hindú como de la parafernalia detrás de las eternas disputas de la vida monárquica, en una doble pretensión de abarcar por un lado la cuestión cultural y por el otro la mundanidad de la convivencia de los personajes. Judi Dench y Ali Fazal son los encargados de interpretar a Victoria y Abdul respectivamente, dos actores estupendos que consiguen la proeza de que los pormenores del vínculo entre ambos sean creíbles a pesar de la evidente distancia general… ella es nada menos que la cabeza del imperio más poderoso del período y él un hombre cuya actitud humilde y servicial para con la reina no desconoce las barbaridades cometidas por los ingleses en la India. Vale aclarar que -contra todo pronóstico, considerando lo errática que viene resultando la carrera de Frears en el mainstream de las últimas décadas- el film es realmente muy gracioso y cuenta con líneas de diálogo y planteos escénicos por demás astutos y oportunos, que nos van revelando distintas capas de los personajes a medida que pasan los minutos y que el cariño crece al extremo de -como señalábamos con anterioridad- provocar los gruñidos del entorno real. Más allá de la habitual pompa de los dramas históricos y sus clichés relacionados con los arcos narrativos de pretensiones nacionales, la obra de Frears siempre va un paso por delante de lo esperado porque examina el sustrato político que se esconde en cada pequeña decisión de la vida hogareña, sea la de la Reina de Inglaterra o de cualquier otra persona, circunstancia que asimismo trae a colación la necesidad de sinceridad/ respeto/ compañerismo en la vejez y de su anhelo homólogo de la mediana edad vinculado con encontrar una profesión/ misión que justifique nuestros días en el planeta. Victoria and Abdul es un retrato sutil de un proceso de complementación mutua -de rasgos muy excepcionales, es cierto- entre dos individuos diferentes que se estiman.
Le Fidèle, de Michaël R. Roskam
FUERA DE COMPETENCIA
Mucho se esperaba de la nueva película de Roskam, el director belga de Bullhead (Rundskop, 2011) y La Entrega (The Drop, 2014), y por suerte la obra que sucede a aquellas no defrauda para nada a fuerza por un lado de combinar elementos varios de las anteriores y por el otro de orientar la mixtura resultante hacia un terreno dentro del cual definitivamente nadie hubiese pensado a priori que el realizador pudiese manejarse con tal soltura y eficacia. En términos prácticos podemos definir a la propuesta como un drama existencial con elementos de thriller, aunque -para sorpresa de todo el mundo- bastante enterrados bajo una dialéctica romántica que marca el desarrollo de manera constante, abrazando una bienvenida irreverencia que le falta el respeto a los esquemas de las heist movies, los convites deportivos, el film noir de corte mafioso y hasta los opus centrados en escapes de prisión; todos enclaves que aquí quedan al servicio de la historia de amor entre Gigi Vanoirbeek (Matthias Schoenaerts), un señor que se dedica a robar bancos, y Bibi Delhany (Adèle Exarchopoulos), una piloto de carreras automovilísticas. Le Fidèle ofrece un recorrido naturalista por esta devoción de rasgos inesperadamente tradicionales y sinceros… no nos referimos a la honestidad de él hacia ella, porque el hombre recién muy entrado el relato le comenta la verdad en lo referido a su profesión, sino más bien a la sinceridad que el cineasta le regala a los espectadores desde la desnudez retórica y emocional. Dicho de otro modo, la película se luce sacando partido de una fórmula tan antigua como la humanidad, léase el afecto que deriva en tragedia por la intervención del exterior y/ o por el carácter y la disposición de alguno de los dos componentes de la relación. Desde ya que en esta oportunidad es Vanoirbeek quien la embarra a más no poder cuando primero termina preso luego de un “trabajito” y cuando a posteriori destroza la posibilidad de solidificar su libertad condicional por el triste hecho de patear a un perro y salir huyendo de la policía. Roskam, autor del guión junto a Thomas Bidegain y Noé Debré, se toma su tiempo para el apuntalamiento de la personalidad de los protagonistas y siempre deja algún dato impreciso para -con mucha inteligencia- continuar despertando curiosidad gracias a un pasado y unos secretos que se van desenvolviendo de a poco, sin el apuro ni la idiotez del mainstream hollywoodense de cartón pintado de nuestros días. El cineasta para colmo se da el lujo de incluir un giro a la Love Story (1970) en el último acto de la trama, generando así mayor desconcierto ya que lo que podría haber sido un relato meloso de emociones exacerbadas se transforma en una tragedia adorable de verdaderos proyectos en conjunto (hoy el objetivo idílico pasa por emigrar a Buenos Aires y tener un hijo). La poderosa química entre Exarchopoulos y Schoenaerts está a flor de piel en todo momento: ella sigue confirmando su talento y él, un actor francamente genial, aquí amplía su rango en función de que quiebra la andanada de personajes más o menos adustos y silenciosos, ya que Gigi es mucho más afable. Le Fidèle es una pequeña epopeya apasionada como no veíamos desde hace tiempo, un retrato del errático vínculo entre los vaivenes del corazón y las imposiciones de un mundo por lo general impiadoso e indiferente ante tales menesteres.