Durante el segundo día del festival se terminó de abrir el abanico de películas que ofrece el evento, la mayoría concentradas en las inmediaciones de Potsdamer Platz, el centro cinéfilo de la Berlinale (en la zona se condensan las tres salas más importantes, léase el Berlinale Palast, un inmenso teatro reconvertido en pantalla del festival, y los complejos multisalas CinemaxX y CineStar). La prensa y el público llenan cada función y la organización resulta francamente impecable, siempre evitando las aglomeraciones y haciendo que toda la experiencia sea lo más cómoda posible. En esta jornada pudimos ver I, Olga Hepnarová (Já, Olga Hepnarová, 2016) de Petr Kazda y Tomás Weinreb y War on Everyone (2016) de John Michael McDonagh.
I, Olga Hepnarová (Já, Olga Hepnarová), de Petr Kazda y Tomás Weinreb
PANORAMA
La película elegida para abrir la sección Panorama llamaba poderosamente la atención de antemano porque retrata el caso real de la joven del título, quien en la década del 70 arrolló a 20 personas con un camión, matando a un total de ocho. La obra resultante es una pequeña maravilla del ascetismo, construida alrededor de la hermosa fotografía en blanco y negro de Adam Sikora y la actuación de Michalina Olszanska, una protagonista prodigiosa con un cierto parecido a la primera Natalie Portman, la de El Perfecto Asesino (Léon, 1994). Lo que comienza como una combinación de las encrucijadas morales símil Krzysztof Kieslowski y el existencialismo severo de Robert Bresson pronto muta en un estudio psicosexual -con un fuerte acento en la sensualidad, precisamente- de una adolescente que por un lado prefiere el aislamiento/ la enajenación progresiva y por el otro es víctima de los secretos y la burocracia despersonalizante de la Praga comunista del período. Los directores Petr Kazda y Tomás Weinreb prescinden de la música incidental y de cualquier floreo retórico, eligiendo en cambio una colección de tomas secas de Olga en su rutina diaria (mientras exterioriza su cosmovisión nihilista del ser humano y la sociedad). El film no ofrece ningún tipo de concesión al espectador y está motivado por el odio y el deseo de venganza de la joven, quien padeció distintas clases de bullying a lo largo de su vida y se niega a aceptar el silencio y el conformismo de su madre, lo que funciona -a su vez- como una metáfora de un país que no respetaba a los diferentes ni comprendía las patologías psiquiátricas más complejas.
War on Everyone, de John Michael McDonagh
PANORAMA
Los dos opus previos de John Michael McDonagh, El Guardia (The Guard, 2011) y Calvario (Calvary, 2014), fueron trabajos cáusticos y un tanto insólitos que se inspiraron en cierta estructura noventosa vinculada a una edición disruptiva, personajes secundarios algo bizarros y antihéroes envueltos en dilemas profesionales, casi siempre parados en la línea divisoria entre “lo permitido” y la transgresión lisa y llana. En la desquiciada War on Everyone el límite se difumina por completo en lo que funciona como una comedia policial negrísima sobre dos oficiales -extremadamente amorales- que tienen montada una suerte de pyme basada en golpizas, extorsiones y un constante amedrentamiento de cualquier pobre diablo que se ponga en su camino (aunque la simple diversión también es una excusa al momento del abuso de autoridad). Alexander Skarsgård y Michael Peña, los encargados de interpretar a los señores, se lucen y juntos crean un dúo cómico aceitado que se sostiene gracias a la química entre ambos, el cinismo general y los diálogos cortantes del guión del propio McDonagh, siempre en la comarca de lo políticamente incorrecto (pero sin caer en los facilismos del Hollywood menos iluminado a nivel intelectual). El realizador utiliza con solvencia una vieja técnica narrativa de las parodias, centrada en construir un villano repugnante -mucho más aún que los protagonistas- con vistas a poner en primer plano la falta de escrúpulos de los “representantes de la ley” y toda la farsa alrededor del aparato de control de Estados Unidos. Mezcla de buddy movie y retrato ciclotímico de una redención a medias, War on Everyone apabulla gracias a su dinamismo, su mordacidad y dos diletantes queribles de la anarquía autodestructiva.