Llegamos a la mitad de la Berlinale y el nivel general de las películas proyectadas sigue siendo realmente muy bueno, en especial si lo comparamos con otros festivales clase A del cronograma internacional. A esta altura podemos afirmar que Berlín es el “evento madre” de todos los certámenes con pretensiones desmesuradas en cuanto al volumen de films, las pasadas de cada uno y la cantidad de secciones y subsecciones que engloban la programación. Más allá de la presencia de la insólita Remainder (2015) de Omer Fast, el día de hoy estuvo marcado por Alone in Berlin (2016) de Vincent Perez, ambientada durante la Segunda Guerra Mundial y acerca de una lucha antifascista un tanto particular; la obra además tuvo una conferencia de prensa muy interesante a la que asistieron el director y los protagonistas Emma Thompson, Brendan Gleeson y Daniel Brühl.
Thompson dijo que el opus trata sobre el costado más oscuro del terror estatal y acerca de esa actitud centrada en dar la espalda a aquellos que necesitan ayuda. Brühl opinó que la película resulta muy relevante en estos días porque Alemania está dando un giro hacia la derecha, por lo que “hay que estar alertas” debido a que siempre están al acecho los fantasmas del racismo y la intolerancia. Perez, por su parte, comentó que quiso retratar el miedo bajo la forma de una enfermedad que se propaga en la sociedad. Consultado sobre la razón para rodar la película en inglés, aclaró que nació en Suiza, vivió en Los Ángeles y que su padre era español y su madre alemana: dijo que busca un público internacional, considerándose él mismo un cosmopolita. Sobre las interpretaciones contrastantes que abre el desenlace, afirmó que quiso colocar en primer plano la esperanza en medio de la tragedia; Thompson a su vez agregó que el final nos interpela acerca de la posibilidad de elegir cómo morimos. La británica comentó que creció con películas en donde los alemanes eran demonizados continuamente, así que le pareció muy interesante participar en una propuesta que analiza a la Berlín de aquella etapa en toda su complejidad. Brühl dijo que su personaje, un representante de cierto sector social caracterizado por su pasividad ante el nazismo, es muy común en Alemania: mientras que el estándar popular pasa por seres que se dejan intimidar, las excepciones en el relato son los personajes de Gleeson y Thompson.
Alone in Berlin, de Vincent Perez
COMPETENCIA OFICIAL
Continuando con el revisionismo histórico de las últimas décadas en torno al nazismo y los coletazos de la Segunda Guerra Mundial, centrado especialmente en anécdotas de escala humana y acontecimientos que le escapan a la pomposidad del cine bélico de antaño, Alone in Berlin es otro intento exitoso por ofrecer algo relativamente original en tópicos muy trabajados como los recovecos de la dictadura y esa asfixia social creada a través de una seguidilla de atrocidades. El relato apunta a las consecuencias de la muerte de un joven soldado alemán en el frente de batalla, las cuales se extienden más allá de la simple tristeza de sus progenitores Otto (Gleeson) y Anna Quangel (Thompson). El padre casi de inmediato expresa su rencor y desacuerdo para con el régimen de Adolf Hitler mediante postales con mensajes libertarios que va dejando en distintos puntos de la capital germana, lo que lo transforma en objeto de una cacería encabezada por el Detective Escherich (Brühl), quien a su vez tiene sus reparos en relación al gobierno pero sin hacer demasiado al respecto. El realizador Perez construye un periplo correcto que depende de las maravillosas actuaciones del dúo protagónico y de la tensión del contexto histórico en sí: de esta manera la película combina con solvencia conceptos/ ítems complementarios como la pérdida del ser querido, el melodrama familiar, la disidencia política, la uniformización de la sociedad, la libertad de expresión, el acoso estatal y la resistencia lisa y llana, de rasgos francamente militantes. Si bien en el inicio el film se entretiene con un par de tramas paralelas que entorpecen el dinamismo del desarrollo, y por momentos hasta le falta fuerza al esquema narrativo vinculado al suspenso, las buenas intenciones de base ayudan a que la propuesta no derrape hacia la espectacularidad hueca símil mainstream, manteniendo la epopeya cercana a un estudio minimalista de los sentimientos y el razonar que llevan a tomar un rumbo de confrontación política.
Remainder, de Omer Fast
PANORAMA
En ningún festival que se precie de tal puede faltar un convite como Remainder, una película relativamente “rara” que coquetea con el video arte y algunos engranajes típicos del cine amateur. El film desde el vamos posee dos partes bien diferenciadas: mientras que la primera comienza con el accidente de Tom (Tom Sturridge), a quien se le cae encima parte del techo de cristal de un edificio, la segunda gira alrededor de las secuelas del hecho, centradas en una cirugía cerebral, problemas motores y la obsesión del señor con recordar/ comprender el derrotero que lo puso en esa situación en primer término, léase bajo ese techo y en ese mismo momento. A pesar de que el catalizador de la trama está emparentado con una versión seca y melodramática de Memento (2000), siempre dejando en claro que en los instantes de mayor vulnerabilidad el mundo circundante parece afilar sus colmillos y golpear sin piedad, todo el desarrollo posterior invierte la dinámica para convertir a la pobre víctima en un victimario bastante bizarro, cuando el arreglo judicial le facilita a Tom una generosa cantidad de dinero que destina a montar enormes escenarios para “reproducir” un esquema onírico basado -en igual proporción- en pesadillas, recuerdos y caprichos de distinta clase (románticos, existenciales, motivados por la curiosidad, etc.). El primer largometraje de Fast inicialmente toma prestados los cortes abruptos, la cámara en mano y los primeros planos furtivos de aquel cine cercano a los videoclips y la publicidad de la década del 90, no obstante de a poco va volcando la experiencia hacia un clasicismo formal que descoloca desde la comedia negra, quizás no del todo asumida como tal (basta con decir que el protagonista le paga a actores para que personifiquen sus fantasías/ flashbacks, con vistas -aparentemente- a dejar atrás la amnesia que lo aqueja). El interesante catálogo de situaciones incómodas termina cayendo en saco vacío cuando llegamos al desenlace, el cual recurre al atajo indie de la espiral cíclica; aún así la obra cumple gracias a su voluntad agitada e impredecible.