68° Cannes

Día 7

Por Emiliano Fernández

Si de favoritismos personales y espirales condescendientes se trata, ahora mismo dejaremos las cosas en claro porque no hay ninguna necesidad de andar con rodeos: hoy dedicaremos la cobertura exclusivamente a Sicario (2015) de Denis Villeneuve, un opus exquisito que se centra en las operaciones clandestinas de la CIA en contra del narcotráfico en la frontera con México. En primera instancia repasaremos sucintamente la conferencia de prensa, a la que asistieron el realizador, el director de fotografía Roger Deakins y los protagonistas Emily Blunt, Josh Brolin y Benicio Del Toro (entre otros), para luego adentrarnos en la crítica de la película en sí.

Ante la consulta sobre si la propuesta defiende el viejo axioma relacionado con eso de que «el fin justifica los medios», Villeneuve afirmó que Sicario formula preguntas acerca de la moralidad de los actos y no da respuestas concretas. Aclaró que el libreto ya tenía sus años cuando le llegó mediante su agente, que la película la realizó de manera totalmente independiente y que no hubo ninguna interferencia de Hollywood. Blunt confirmó -como ya se sabía desde hacía tiempo- que Taylor Sheridan escribió el guión con una protagonista femenina en mente, a lo que Villeneuve acotó que a lo largo del desarrollo del proyecto hubo mucha presión para que se reescribiera para un hombre con vistas a amoldarlo a los estereotipos aún vigentes en torno al cine de acción. La británica dijo que le atrajo el núcleo de su personaje, es decir, lo que implicaría para una «mujer policía» tratar de congeniar su trabajo y su vida privada sin caer en los clichés anteriormente mencionados. Del Toro, por su parte, afirmó que lo acercó al proyecto el entusiasmo y la «búsqueda de la verdad» del canadiense, sumado a la posibilidad de trabajar con el resto del elenco.

En lo referido a la escena final, tanto Del Toro como Blunt consideraron que es el momento más emotivo y fuerte del convite, y que fue un privilegio rodarlo con este equipo técnico. Villeneuve repitió que opina que este es su mejor film a la fecha porque pudo sacar lo mejor de su grupo de trabajo, circunstancia que lo lleva a sentirse muy conforme con el proceso creativo y las ideas que aportaron todos los involucrados, afirmando que «la creación colectiva generó un film excelente». Blunt comentó que ya había trabajado con armas en el pasado y que lo que se ve en pantalla es una coreografía detallada. Dijo que contar con la asistencia del FBI durante el rodaje resultó una experiencia muy interesante, y que le llamó la atención lo meticulosos y eficaces que son los agentes y cuánto la ayudaron para las secuencias de acción.

Villeneuve remarcó la violencia existente en la frontera entre Estados Unidos y México, responsabilizando de esta situación a una «conspiración de silencio» que abarca sobre todo a las cúpulas gubernamentales norteamericanas. En la película se propuso analizar esta realidad desde el punto de vista estadounidense  y opinó que hacen falta más films mexicanos sobre el tema, que deberían sumarse a los ya hechos hasta el momento. Blunt, consultada acerca del método de trabajo del canadiense, dijo que el susodicho es muy honesto e inteligente, principalmente porque sabe decir «no lo sé» para luego consultar al resto del equipo. Del Toro afirmó que Villeneuve suele tomar riesgos y que es lo suficientemente valiente para analizar el tópico en cuestión sin romantizaciones, ya que cuenta con la sabiduría suficiente para comprender al tema desde múltiples ángulos.

 

Sicario, de Denis Villeneuve

COMPETENCIA OFICIAL

Dentro del terreno de los thrillers de acción post 24, la nueva obra de Villeneuve rankea como uno de los mejores y más completos estudios de lo que ha sido históricamente la política del gigante del norte en lo que respecta a la «lucha» contra el narcotráfico, el terrorismo, la venta de armamento y demás actividades non sanctas. A partir de la popularización de la serie protagonizada por Kiefer Sutherland, se fue dando un proceso de admisión discursiva en el mainstream que abarcó un doble sincericidio: ya no sólo los otrora agentes de la ley veían desvanecerse la línea que los separaba de los criminales, sino que además descubríamos que un buen número de ellos son cómplices de lo acaecido y que las agencias que monopolizan la fuerza pública adoptan iguales o peores métodos de «investigación» y avance en el campo táctico.

La trama sigue el reclutamiento de Kate Macy (Emily Blunt), una experimentada agente del FBI, por parte de Matt (Josh Brolin), la cabeza de un grupo especial de la CIA dedicado a la exterminación de determinados miembros de los carteles mexicanos, todo a su vez con la asistencia del misterioso Alejandro (Benicio Del Toro). Gran parte de la acción transcurre precisamente en la frontera entre ambos países, poniendo especial énfasis en el desinterés de los agentes estadounidenses por mantener delimitada su jurisdicción y el desapego para con cualquier marco legal en lo que hace a la detención y los interrogatorios (hablamos de secuestros, torturas, fusilamientos, etc.). El canadiense continúa superando lo hecho en la primera etapa de su carrera, léase las interesantes Maelström (2000), Polytechnique (2009) e Incendies (2010), y construye su tercera obra maestra consecutiva, luego de las también excelentes El Hombre Duplicado (Enemy, 2013) y La Sospecha (Prisoners, 2013). Aquí se luce con un tono seco y despiadado que examina el régimen de violencia consentida que domina tanto en las comunidades semi feudales de la periferia como en las todopoderosas metrópolis, poniendo al descubierto la hipocresía y la manipulación de las que tanto se jactan las instituciones que proponen reducir al mínimo los derechos, la justicia y las libertades individuales en pos de una supuesta «eficacia» que se desentiende de toda lógica moral.

Los dos grandes protagonistas de la epopeya, si dejamos de lado por un momento a Villeneuve, están posicionados en extremos opuestos de la cámara: por un lado tenemos la extraordinaria fotografía de Roger Deakins, quien nos regala un sinfín de tomas sublimes del desierto (pensemos en la escena en Juárez), y por el otro está Benicio Del Toro, un intérprete que descuella con una labor que directamente se termina comiendo a la película en su conjunto (el desenlace da pruebas sobradas de ello). El carácter aguerrido de Sicario, y su valía dentro del cine para verdaderos adultos pensantes, radica en su capacidad para esquivar los atajos de la argumentación grandilocuente y para centrar sus esfuerzos en el vigor que se desprende de la misma retórica narrativa, en la cual -como en los westerns crepusculares de antaño- un gesto, una arremetida o una bala valen más que mil palabras. Aquí prima la dialéctica política de los puntos irreconciliables: a la miseria y los atropellos se le contraponen la vanagloria y la maquinaría bélica. Entonces, ¿la crueldad salva distancias?