74° Venecia

Día 7

Por Emiliano Fernández

De a poco nos vamos acercando al tramo final del certamen pero el volumen de público en cada una de las proyecciones se mantiene más o menos constante en un evento que se caracteriza por la tranquilidad generalizada, una muy buena organización y una amplia oferta de funciones que posibilitan que nadie se quede con las ganas de ver los títulos que componen la maravillosa programación de esta edición del Festival de Venecia. Hoy fue un día muy especial porque pudimos ver y asistir a las conferencias de prensa de dos de los films más esperados por todos, Mother! (2017), el regreso de Darren Aronofsky de la mano de Jennifer Lawrence y Javier Bardem como una pareja que ve amenazada su tranquilidad en la primera incursión del realizador en el terror, y Brawl in Cell Block 99 (2017), de S. Craig Zahler, responsable de una de las propuestas de género más originales y celebradas de los últimos años, su ópera prima Bone Tomahawk (2015), aquí construyendo una epopeya minimalista de acción con arrebatos de furia gloriosamente exacerbada.

Comencemos por la conferencia de prensa de ésta última. Zahler comentó que considera que hay una diferencia importante entre la representación caótica de la violencia de Bone Tomahawk y la correspondiente a su nueva película porque mientras que en la primera los excesos adquirían una forma preponderantemente dramática ya que venían desde el exterior de los personajes, ahora la ira está condensada en el interior del protagonista, quien desencadena carnicerías que sorprenden a los personajes secundarios. En este sentido, y nombrando a los realizadores que admira desde siempre, Zahler dijo que las coreografías de las escenas de lucha de Brawl in Cell Block 99 están influenciadas por el cine de John Woo (también nombró a Sidney Lumet y a los hermanos Joel y Ethan Coen, entre otros). Afirmó que le gusta trabajar las historias desde los géneros clásicos porque es la forma “no pretensiosa” de transmitir un parecer sobre el estado del mundo, una estrategia que aplica tanto en el cine como en la música (tiene un par de bandas de heavy metal, con las que editó numerosos álbumes) y en la literatura (su condición de artista multifacético se completa con el hecho de que ha editado varias novelas).

Consultados el realizador y los protagonistas, Vince Vaughn y Jennifer Carpenter, sobre la posibilidad de matar a una persona para defender a su familia, el planteo de base del film, los tres contestaron que efectivamente lo harían, respuesta que fue rematada a su vez por la hilarante sentencia de Zahler en torno a que “estamos ante tres norteamericanos violentos”. Vaughn por su parte dijo que lo que lo atrajo del proyecto fue el notable guión y que el mismo responde a la idiosincrasia de un autor en particular, opinando que ya nadie hace películas de esta naturaleza porque en Hollywood casi todos eligen construir productos guiados por el marketing. Carpenter afirmó que su elección tuvo que ver con el hecho de que el opus es de bajo presupuesto y su papel representaba un reto interpretativo, lo que colabora en su crecimiento profesional.

Recordando la génesis de Bone Tomahawk, el cineasta comentó que escribió muchos guiones que terminaron como “papel higiénico” en Warner Bros. y que conseguir el financiamiento necesario fue una pesadilla. Zahler habló también de su método de trabajo y consideró que si un director necesita música triste para transmitir que una escena es efectivamente triste, es porque la secuencia no está funcionando en lo absoluto. En consonancia con lo anterior, dijo que por ello incorporó canciones como telón de fondo de la acción, vía equipos de música y demás, porque prefiere prácticamente no usar música incidental en sus obras.

Pasando a la segunda realización, Aronofsky comentó que en ocasión de Mother! se dio un cambio importante en su método de trabajo que eventualmente terminó sorprendiéndolo hasta a él mismo, ya que sus films anteriores tuvieron un período de concepción muy largo (a veces superando la década) y en esta oportunidad la propuesta le llevó apenas cinco días de armado general del guión. En el campo de las influencias, nombró a Edgar Allan Poe y El Ángel Exterminador (1962) de Luis Buñuel: el primero se puede rastrear en el tono claustrofóbico y esquizofrénico del relato y la segunda en la misma premisa de fondo, vinculada a no poder salir de la casa sede de la acción por razones desconocidas, aunque definitivamente tendientes a responder tanto a factores endógenos como exógenos. En general el señor no quiso dar explicaciones sobre la trama en sí pero repasó algunos de sus temas más importantes, como por ejemplo la falta de empatía de buena parte de la sociedad, en consonancia con el hecho de que nos indignamos si alguien tira un cigarrillo en la alfombra de nuestra casa aunque no tanto cuando se arroja un papel en la calle. En relación a este análisis de la distancia entre la ética aplicada a lo público y su homóloga del campo privado, reconoció que la película efectivamente adopta la estructura de los thrillers de invasión de hogar más retorcidos.

El realizador también dijo que la obra incluye múltiples alegorías entrecruzadas que quedan a interpretación del espectador, comentando que el desarrollo puede ser equiparado al progreso de una fiebre intensa que va carcomiendo la voluntad y paciencia de la protagonista femenina. Consultado acerca de qué le diría a un joven cineasta que está dando sus primeros pasos en el medio, afirmó que el único consejo que podría ofrecer es que trate de redondear proyectos personales, que lo representen y le interesen como ser humano, porque no tiene sentido perseguir el sueño de ser reconocido ya que si así fuese él en especial nunca hubiera filmado nada. Bardem y Lawrence, frente a una pregunta acerca de la condición de metáfora de la fama -y su costado caníbal- por parte de la película, comentaron sus experiencias/ perspectivas al respecto: él dijo, mitad en broma y mitad en serio, que está lejos de ser “comido” por su sustrato de celebridad porque considera que la actuación es un trabajo que obedece a una dimensión totalmente distinta en relación al ámbito privado, y ella aclaró que suele ponerle un límite al asunto porque es una persona como cualquier otra, con su propia vida, y no siempre está dispuesta a acceder a los pedidos de atención de los fanáticos (de hecho, al finalizar la conferencia fue la primera en irse sin darle la más mínima bolilla a la legión de zombies con papel y bolígrafo que se abalanzaron sobre ella). Aronofsky, ante la posibilidad de que el film resulte angustiante en algunas escenas para determinados espectadores timoratos, dijo que su opus funciona como una “montaña rusa” y para disfrutarla el espectador debe estar dispuesto a subirse. Asimismo agregó que las frustraciones cotidianas familiares y la posibilidad de vida después de la muerte son otros tópicos de gran importancia en el desarrollo de la trama (de todas formas, dejemos asentado que el convite nada tiene que ver con los espectros vengadores y aledaños).

 

Brawl in Cell Block 99, de S. Craig Zahler

FUERA DE COMPETENCIA

La segunda película de Zahler, el realizador norteamericano de la sorprendente Bone Tomahawk (2015), constituía una gran incógnita a priori ya que nadie sabía a ciencia cierta si el susodicho iba a seguir por el mismo camino independiente o si torcería el rumbo hacia los encargos del mainstream como tantos otros colegas. En Brawl in Cell Block 99 el señor no sólo confirma su talento y deja en claro que por ahora seguirá en el campo del bajo presupuesto/ control artístico total, sino que además en esta ocasión corrige los problemas narrativos y estructurales de la obra previa, la cual en el tramo intermedio del metraje sufría de dilaciones varias que alargaban innecesariamente el desarrollo hasta el extremo de provocar en el espectador el deseo de que el nudo del relato deje paso lo antes posible al último acto, ese que por cierto redimía al convite en su conjunto gracias a su virulencia e imprevisibilidad. Aquí vuelve a introducir un nivel de violencia digno del horror (la generosa destrucción de los cuerpos está en primer plano en las secuencias cruciales) y gusta de combinar géneros que pueden o no tener puntos en común a rasgos generales (ahora es momento de unificar el drama familiar, el policial hardcore, la comedia negra, la acción de presidios brutales y nuevamente el western). El maravilloso y enérgico film de Zahler cuenta con una premisa muy sencilla que le permite al realizador y guionista lucirse a través de escenas dialogadas marcadas por la tensión y los arrebatos de furia del personaje central, Bradley Thomas (Vince Vaughn), un ex boxeador que al ser despedido de su trabajo se convierte en una suerte de “auxiliar narco”, léase transportador de mercancía y pagos, y eventualmente termina en prisión con una condena de siete años. El catalizador de la angustia viene por el lado de la misión que le asignan personajes varios del submundo de las drogas que consideran que Thomas les debe dinero: si no asesina a un individuo que -para colmo- está alojado en una prisión distinta a la de él, una de máxima seguridad, mutilarán a su hijo no nato y a su esposa embarazada, Lauren (Jennifer Carpenter), quien recientemente le confesó a su marido una infidelidad por la falta de comunicación de la pareja. El film es un prodigio en cuanto a la intensidad contenida y siempre a punto de estallar del protagonista, una verdadera máquina imparable que cuando se propone romper extremidades para ser trasladado a otra cárcel o al bloque de celdas del título (donde se encuentra alojada su víctima), lo logra de inmediato. Se nota a leguas que a Zahler le encanta recurrir a una conjunción retórica que abarca la efervescencia irrefrenable del terror y el andamiaje estándar de los westerns, una estrategia que de a poco le va abriendo el camino hacia la excelencia y nos deja expectantes ante su próximo film. Sin embargo, y en lo que atañe a los detalles del presente, el director continúa siendo un “poco mucho” verborrágico y a veces desperdicia alguna que otra oportunidad que se presenta para que el desarrollo crezca substancialmente abrazando los silencios de los personajes. De todas formas, Brawl in Cell Block 99 es una odisea atrapante que responde a las características del cine exploitation de las décadas del 60 y 70, obviando por completo -y por suerte- la estupidez apresurada de nuestros días y creando un patrón de conducta apabullante que exuda seguridad/ entereza narrativa y nos invita a disfrutar de la bestialidad de antaño en pos de defender a nuestra familia… por más que el precio a pagar sea convertirse en sicario.

 

Mother!, de Darren Aronofsky

COMPETENCIA OFICIAL

Y finalmente llegó, como suele ocurrir en un certamen de estas características: Mother! es la “película polémica” del festival, una de esas que provocan una división tajante entre quienes la aman y quienes la odian. Para dejar las cosas en claro desde el principio, conviene afirmar que el mensaje del film es tácito y se ubica muy entre líneas, pero apunta sin medias tintas al doble hecho de que la humanidad deja mucho que desear y que el amor es una farsa que eventualmente se cae a pedazos por el típico egoísmo de los hombres y las mujeres, lo que por supuesto no quita que el susodicho tenga sus momentos de gloria a lo largo de lo que dure la relación en cuestión. Aronofsky, que tiene una larga historia con Venecia porque varias de sus obras compitieron en el festival, aquí construye un relato en verdad asfixiante cuyo eje es la frustración de un personaje femenino sin nombre (interpretado por Jennifer Lawrence), la encantadora esposa de un poeta (en la piel de Javier Bardem), un hombre que está atravesando un bloqueo creativo y sistemáticamente desperdicia la oportunidad de ser feliz que le brinda el amor incondicional de ella, porque prefiere en cambio el escurridizo y caprichoso afecto del enclave exterior… con los lectores como el fetiche de sus ansias de ser apreciado por extraños. Desde el inicio la propuesta nos confirma que estamos ante una especie de drama naturalista de encierro con elementos fantásticos y de terror: luego de ver los ojos de una mujer en llamas, apreciamos cómo él coloca en un soporte de una biblioteca un objeto símil piedra de cristal, lo que provoca que los restos quemados de la casa en la que transcurre toda la acción -un inmueble rústico situado en una región inhóspita e indefinida -vuelvan a la normalidad y ella despierte en el dormitorio principal. A partir de allí la historia nos presenta una serie de intromisiones por parte de forasteros que destrozan paulatinamente la estabilidad de la pareja. El hombre celebra y alienta que los otros avancen más y más sobre la intimidad del domicilio con la excusa de que los responsables de este acoso son fans de su trabajo, y la mujer en cambio se siente atosigada y al borde del colapso ante las sucesivas faltas de respeto de huéspedes que se autoimponen como tales y hasta tienen el tupé de juzgarla y arrinconarla en su “bondad” -léase silencio y relativa pasividad- frente a esta avanzada del espacio público sobre el privado. Primero cae de sopetón el misterioso personaje de Ed Harris, luego su esposa -interpretada por Michelle Pfeiffer- y sus dos hijos, y todos a su vez protagonizan una acalorada discusión que deriva en tragedia. Más allá de estas precisiones, resulta difícil describir la entonación de la película ya que Aronofsky apuntala una claustrofobia magnífica sostenida en pequeños detalles mundanos, en agresiones microscópicas que lastiman inconmensurablemente al personaje de Lawrence y su anhelo de calma, de tranquilidad, de poder acceder al corazón de su pareja para mejorar una convivencia que sufre de esa clásica insatisfacción masculina y su necesidad de novedad. El realizador y guionista acompaña a la actriz constantemente con su cámara de la misma forma que siguió los pasos de Mickey Rourke en El Luchador (The Wrestler, 2008) y de Natalie Portman en El Cisne Negro (Black Swan, 2010), con una steadycam orientada a los primeros planos del rostro, el divagar sin rumbo fijo del personaje y la catarata de tomas gloriosamente ininterrumpidas cual documental de observación. Mother! utiliza de manera inteligente la iconografía del terror -con un acento más surrealista y poético que fantasmagórico en el sentido del Hollywood contemporáneo- para esculpir los pormenores concernientes a un dolor que no se verbaliza del todo por la desesperante pretensión de agradar al prójimo, por más que éste resulte un imbécil egoísta de grandes aspiraciones y pocos recursos intelectuales para articularlas… circunstancia que de manera indirecta puede leerse como una crítica a la concepción elitista del arte y la banalidad bobalicona general de nuestros días. El trabajo de Bardem es excelente ya que construye desde la meticulosidad a un monstruo acaparador y caníbal que está convencido de que en realidad es una joyita de persona, y Lawrence vuelve a brillar en todo su esplendor como una mujer que tolera, tolera y tolera desde una óptica tan femenina y naif como abúlica y esperanzada para con un apoyo de él -con vistas a expulsar a los intrusos- que nunca llega. A la hora del extraordinario desenlace el director dispara toda su artillería pesadillesca al punto de transformar lo que hasta ese instante era una reformulación onírica de los thrillers de invasión de hogar en un apocalipsis de una enorme ambición conceptual, totalmente inaudita para el paupérrimo nivel retórico de casi todo el mainstream actual. Mother! lleva al extremo la virulencia, la desproporción y la pluralidad de idiosincrasias que se esconden en todas las relaciones con vistas a dar forma a un retrato nihilista de la condición humana y de su única faceta positiva, el amor, pateando el tablero de la previsibilidad de los géneros y examinando un abanico de emociones contradictorias -subyacentes a personajes de los que no tenemos datos concretos más allá de su comportamiento frente al entorno- a través de una fábula cíclica alrededor de los tiempos muertos y los reinicios de nuestra vida, el misterio del otro semejante y la posibilidad de que estemos en este mundo sólo para morir y no mucho más… sin que en el final importen demasiado las ilusiones de justificación, tengan éstas que ver con el proyecto de un libro, la adoración externa, la inquebrantable integridad de la casa propia, el amor del compañero sexual o la construcción de una familia.