Vamos llegando de a poco al tramo final del festival y de esta forma se van acumulando las apuestas entre los espectadores y la prensa acerca de cuál película podría o debería ganar la competencia oficial. Ajenos a esa combinación de futurología y caprichos personales, continuamos la cobertura con dos pesos pesados del campo de los documentales, Where to Invade Next (2015) de Michael Moore y Zero Days (2016) de Alex Gibney. Pasemos de inmediato a las críticas…
Where to Invade Next, de Michael Moore
BERLINALE SPECIAL
Sin dudas la carrera de Michael Moore se extiende a lo largo de dos dimensiones retóricas que cumplen distintas funciones en términos de la estructuración del discurso de sus films: por un lado tenemos el análisis del entramado cultural norteamericano, el que cíclicamente aporta el componente cómico mediante el énfasis de determinados aspectos de la idiosincrasia de Estados Unidos, y por el otro encontramos los dardos explícitos que el señor lanza hacia la administración central, tanto a nivel interno como en lo referido a la política exterior del país. Su último opus, Where to Invade Next, respeta esta lógica una vez más aunque ahora haciendo foco en el aspecto cultural, ya no sólo fuente de ironías sino también una herramienta simbólica para el cambio deseado. Como el título lo indica, aquí Moore “invade” una serie de naciones -sobre todo de Europa- utilizando esa vieja tradición bélica centrada en el pillaje y la vuelta al hogar con las nuevas riquezas obtenidas: fiel a su estilo, el director conduce numerosas entrevistas en territorios como Italia, Francia, Alemania, Portugal o Finlandia, entre otros, para poner en el tapete las diferencias sociales/ económicas/ políticas de cosmovisiones vinculadas a modelos casi opuestos a nivel general, por no decir específicamente gubernamental. Lejos de la ambición de Sicko (2007) y Capitalism: A Love Story (2009), pero también de obras maestras como Roger & Me (1989), Bowling for Columbine (2002) y Fahrenheit 9/11 (2004), en Where to Invade Next queda más que claro que el cineasta se siente muy cómodo en su andamiaje discursivo de antaño, hoy en esencia al servicio de un periplo turístico en regiones con un sistema educativo gratuito, una legislación laboral que protege al trabajador, cárceles orientadas a la rehabilitación antes que al castigo, una administración que favorece la inclusión de las mujeres en todos los cargos gerenciales, una alimentación pública balanceada y una comunidad que no olvida su propio pasado e intenta no repetir errores. Puede resultar curioso pero lo cierto es que el film revitaliza desde el clasicismo la siempre necesaria visión de Moore, sobre todo gracias a la afabilidad del abordaje y una catarata de comentarios hilarantes acerca de las disparidades culturales de fondo.
Zero Days, de Alex Gibney
COMPETENCIA OFICIAL
Una de las grandes características de la Berlinale, en términos históricos, es la importancia que el evento le asigna a los documentales, una fauna cinematográfica con sus propias reglas que ocupa una multitud de salas dentro de la programación. Zero Days es un ejemplo extraordinario del formato, un trabajo completísimo que unifica el descubrimiento -en el comienzo de esta década- de Stuxnet, un nuevo tipo de virus autosuficiente, y el análisis del desarrollo nuclear que ha alcanzado recientemente la administración iraní; una mixtura que a su vez deriva en la revelación de los verdaderos autores del malware, nada más y nada menos que Estados Unidos e Israel. De a poco nos topamos con una amalgama de espionaje virtual, programas secretos de la Agencia de Seguridad Nacional, ciberataques a los complejos de Medio Oriente, la posibilidad de un colapso energético y hasta el peligro latente de una explosión atómica a gran escala. El opus de Gibney, todo un especialista en documentales de barricada y/ o acerca de temas polémicos, se vale de entrevistas a ex funcionarios públicos, material de archivo, muchas animaciones vía CGI y el asesoramiento de expertos en informática; redondeando un retrato exhaustivo del tópico en cuestión, léase las paradojas estratégicas de esta nueva fase de los enfrentamientos bélicos, en los que la distancia y las tecnologías de control dominan la escena. Los testimonios que consigue el realizador son en verdad exquisitos y echan luz sobre la hipocresía de la gestión de Barack Obama y sus predecesores, circunstancia que pone en perspectiva una política sostenida a lo largo de los años y direccionada hacia la producción de una catástrofe en la sociedad enemiga (con todo el significado que arrastra la palabra “catástrofe”). Entre la desregulación, la impunidad y la soberbia de naciones semifascistas como Estados Unidos, Israel y sus socios europeos, el campo cibernético abre tantas posibilidades de crecimiento como de riesgo, en especial cuando pensamos que los gigantes del armamento siempre están dispuestos a ampliar sus dominios a través de megaproyectos de piratería, los cuales para colmo implican un gasto de millones y millones de dólares del erario público.