¿Qué hace a una buena novela? Desde que el formato evolucionó en la Edad Media y se impuso de la mano de la novela moderna nada ha cambiado, por ello un relato original que aborda problemáticas universales sobre el comportamiento humano es la combinación por antonomasia de casi toda la literatura. En Cuando Comenzó el Silencio (Silence Once Begun, 2014), el autor norteamericano Jesse Ball encuentra en un caso policial irresuelto y la decisión incólume e inexplicable de algunas personas de sumirse en el mutismo el motor de una de sus mejores obras hasta la fecha.
Jesse Ball es uno de los mejores exponentes de la escritura minimalista en la actualidad. Con una prosa directa, de oraciones contundentes, cortas y concretas, el autor de Toque de Queda (Curfew, 2011) crea historias veraces y atrapantes, capaces de adentrarse en el núcleo de sus narraciones, dejando de lado cualquier superficialidad que opaque la centralidad de los hechos, revelando así la profundidad de los acontecimientos en su descarnada esencia.
A partir de la publicación de Toque de Queda por parte de la editorial independiente argentina La Bestia Equilátera en 2014, en base a la recomendación de Luis Chitarroni y con un prólogo del propio crítico literario y editor argentino fallecido el año pasado, Jesse Ball pasó de ser un completo desconocido para el público lector hispanoparlante a un prometedor representante del estilo conciso y despojado de florituras del lenguaje de escritores tan disímiles como Ernest Hemingway y Cormac McCarthy. A pesar de este éxito Ball no fue traducido nuevamente hasta que la editorial española Rata editó Censo (Census, 2018), su séptima novela. La regularidad llegaría recién de la mano de la editorial Sigilo y las traducciones de Virginia Rech, que comenzaría con Cómo Provocar un Incendio y Por Qué (How to Set a Fire and Why, 2016) y continuaría con Los Niños 6 (The Children VI, 2022), editada antes en castellano que en el inglés original, y ahora con Cuando Comenzó el Silencio, la cuarta novela de Ball considerada como una de sus obras más logradas hasta el momento.
En este trabajo Ball se coloca a sí mismo como uno de los protagonistas, en un rol de entrevistador e investigador. A partir de un episodio personal, el hecho de que su esposa deja de hablarle, él emprende un viaje a Japón para encontrar el significado de esta repentina disociación de la vida en común. Intentando comprender este silencio súbito Ball indaga en la historia de Oda Sotatsu, un hombre que en 1977, cuarenta años antes, se sumió en el mutismo tras firmar una declaración falsa haciéndose responsable del secuestro de once personas en una aldea cercana a Sakai en la Prefectura de Osaka, crimen por el que fue enjuiciado y ejecutado.
A partir de distintos puntos de vista el escritor transfigurado en periodista reconstruye los acontecimientos que llevan a Sotatsu al silencio, que comienza con una apuesta que lo conduce a encerrarse en sí mismo ante la consternación de la policía. Con gran habilidad el autor de Los Niños 6 narra las transposiciones de los interrogatorios de la policía a Sotatsu y la cobertura mediática, a la vez que entrevista a la familia del joven encarcelado y a los carceleros, para encontrar en el mutismo del protagonista un interrogante que solo puede responder hallando a Jito Joo, la mujer que lo iba a visitar asiduamente a la cárcel, y a Kakuzo, el amante de la fémina y la persona que le ganó la apuesta a Sotatsu y redactó la confesión de los secuestros, un idealista que cree que el fin justifica los medios.
La historia lleva a Ball a diversos callejones sin salida, al intento de casi todos los protagonistas de olvidar o recordar ciertos fragmentos que les resultan convenientes y parecen incluso contradictorios, intentando apaciguar los fantasmas de una condena que demuestra y exacerba todas las falencias del sistema judicial, el sistema carcelario, la labor periodística y la vida en comunidad. Ya desde el comienzo Ball instaura que Sotatsu es inocente, confesando un crimen que no cometió por una apuesta, y que a pesar de algunos pocos momentos de duda alentados por su hermano menor sostiene su crimen con su silencio, el cual agrava su culpabilidad. Sin ningún tipo de pruebas salvo la confesión, que incluye detalles desconocidos por la opinión pública que solo podría conocer un implicado, Sotatsu es encarcelado y enjuiciado, vive un calvario al igual que toda su familia pero siempre aferrado al silencio.
Cuando Comenzó el Silencio es una obra coral en la que Ball crea sus personajes y se incluye a sí mismo como uno de ellos bajo el registro de entrevistas, con capítulos cortos en base a diálogos informales que terminan abruptamente, dejan al entrevistador con más preguntas que respuestas y se adentran en la idiosincrasia japonesa desde sus aspectos más negativos. No es casualidad que la novela esté dedicada a dos de los escritores japoneses más importantes del Siglo XX, Kōbō Abe, reconocido por su novela La Mujer de la Arena (Suna no onna¸1962), y Shūsaku Endō, el autor de Silencio (Chinmoku, 1966), obra homenajeada aquí que convierte a la fe en algo más grande que uno mismo, Dios o una causa que lleva a los hombres a sumirse en su fuero interno, en un silencio que los aleja de la comunidad y les permite sobrellevar las adversidades.
Jesse Ball trabaja sobre la afirmación última de la individualidad, el silencio. Si el lenguaje es el ejercicio de toda actividad gregaria, el silencio es una proclama de la singularidad humana en todo sentido, una negación a aceptar comunicarse verbalmente, una afrenta que toda comunidad castiga con la más terrible severidad. Como en la obra de Shūsaku Endō, Sotatsu se aferra a su silencio y su causa para soportar el maltrato y la incomprensión. Ball intenta justificar todos los puntos de vista, explicando la turbación social ante la desaparición sin dejar rastros y la consecuente animadversión de la comunidad de Sakai para con Sotatsu y su familia.
Ball alerta que es una obra de ficción pero también juega con la veracidad al colocarse como personaje y afirmar que la novela está parcialmente basada en hechos reales, incluyendo fotos de personajes y de los lugares que describe para atrapar al lector y mantener su atención hasta el final, donde son revelados los distintos nudos argumentales que el escritor va abriendo a lo largo de su recorrido narrativo por el calvario de Sotatsu.
En sus notas preliminares Ball afirma que intenta contar una tragedia, la de Sotatsu, la de todos los involucrados, víctimas y artífices, la suya misma, probablemente la del mundo entero, pero en ese drama del hombre solo encuentra una gran entereza, una causa, absurda y destinada al fracaso, por supuesto, como todo gran motivo, siguiendo los principios de los protagonistas de las novelas de Kōbō Abe y Shūsaku Endō aunque en una era más oscura, nihilista, sin certezas, donde solo el silencio puede ser un significado ante tanto ruido. Ball opone así el mutismo a la verdad o la conjetura, a la palabra en todas sus formas. Y a través de Sotatsu intenta asirlo, al igual que a su esposa, pero ambos de alejan porque se encuentran en un lugar al que el autor/ investigador/ protagonista no puede acceder desde su lugar de narrador. Por eso Ball apela durante toda la novela a la emoción, que nunca puede ser del todo descripta y menos aún si esas emociones son japonesas y los que deben interpretarla son ajenos a esta cultura tan singular.
Uno de los puntos más logrados de la prosa de Jesse Ball es su soltura para la creación de voces. Cada personaje tiene una voz distintiva, única, en esta metáfora kafkiana sobre el poder, el amor y la justicia. Incluso a través de las fotografías el autor logra que la falta de texto se transforme en un canal para transmitir significado, para expresar ese silencio que tanto le cuesta comprender a Ball como personaje ficcional.
Ball es ciertamente un autor iconoclasta, un anarquista que detesta el poder y crea ficciones que ponen al individuo ante las fauces del voraz poder que lo oprime. Por eso se lo ha comparado con Franz Kafka en varias oportunidades. Ya sea en distopías como Toque de Queda o la rebeldía de Cómo Provocar un Incendio y Por Qué, el escritor ofrece una mirada cínica de una sociedad que se sumerge en el miedo y toma decisiones reaccionarias en base a ese temor hacia lo desconocido, intentando aferrarse a las certezas que ofrece la seguridad. Aquí Sotatsu confiesa ser el culpable de las desapariciones pero no quiere contribuir a encontrar a los ancianos desaparecidos, por lo que se convierte en un paria, una persona a la que hay que aislar en todo sentido, quebrar. Sotatsu es el individuo solo, silente, aquel que carga con todos los males, al que hay que castigar y expurgar para devolver la seguridad y la tranquilidad a la comunidad. Lo que Ball expone es que este castigo ejemplar que la policía, el sistema judicial, la prensa y la sociedad toda ejercen sobre el individuo no soluciona nada, no devuelve a los desaparecidos y solo deja más heridas en una comunidad ya golpeada, esa que solo puede intentar olvidar para apaciguar sus vejámenes a la libertad del individuo en nombre de la justicia.
Cuando Comenzó el Silencio, la tercera novela publicada en castellano por la editorial Sigilo de Jesse Ball con una traducción de Virginia Rech y un metafórico diseño de cubierta de María Cecilia Cabrera y Max Rompo, es una obra tan brillante como intrigante que parte de la voluntad de silencio para emprender una búsqueda de la naturaleza de las decisiones y las acciones humanas, la voluntad de aferrarse a una causa, la dependencia que tenemos del lenguaje y el temor irracional que el silencio genera en la comunidad.
Cuando Comenzó el Silencio, de Jesse Ball, Sigilo, 2023.