Extraña Forma de Vida (Strange Way of Life)

Dos extraños pistoleros del Oeste

Por Martín Toncini

Extraña forma de vida la del cine, extraños sus movimientos al andar y su ambigüedad de creación. Extraños también los gestos atrapantes con los que nos mira y los sonidos que genera. Extraña forma que tiene la de compaginar su cuerpo y extraño también su modo de aparentar, de contar. Y sin embargo, que corriente se vuelve todo.

 

Para el habitué de films que se repiten por medio de fórmulas automáticas en la industria audiovisual, poco queda para la innovación o resultados deslumbrantes que no hayamos visto con anterioridad. Aun así entre las incansables declaraciones que daban por muerto al séptimo arte, éste parece siempre rebuscárselas para pervivir en alguna que otra película que lo declara más vivo que nunca. En lo que va del año sobresale una de esas obras un tanto peculiares, podríamos decir. Esto se debe a la agrupación de ciertos elementos disímiles que la conforman, el género western, Pedro Almodóvar y el formato mediometraje, ítems que al juntarse logran componer una particular rareza cinematográfica: Extraña Forma de Vida (Strange Way of Life, 2023). El reciente trabajo del director español, que ha sido estrenado en la última edición del Festival de Cannes, sobresale casualmente por tratarse de un western clásico dentro del distintivo mundo almodovariano, el cual se sostiene a través de una serie de arquetipos propios de dicho género en apenas media hora y en inglés. Al retomar este formato luego de dirigir una gran cantidad de largometrajes en su idioma natal, el director se pone a prueba en un género principalmente estadounidense y tantea la posibilidad de la realización futura de un largo en el mainstream anglosajón. A modo de capricho, intentará dominar el inglés teniendo en cuenta la gran importancia de la palabra y los diálogos en sus guiones, siendo un pilar fundamental y característico en su carrera. Decide, por lo tanto, correr una vez más el riesgo luego de que su primer mediometraje de habla inglesa, La Voz Humana (The Human Voice, 2020), protagonizado por Tilda Swinton y basado en el monólogo homónimo de 1930 de Jean Cocteau, le permitiera experimentar un poco esta cuestión y por cierto de manera muy acertada.

 

El ahora pequeño film se manifiesta como un ensayo de lo anteriormente dicho. Abre con un plano general del típico Lejano Oeste y con la melodía de un fado original de Amália Rodrigues del mismo título de la obra, cantado por la voz sutilmente ambigua de Caetano Veloso, la cual se revela poco después personificada en un joven vaquero -Manu Ríos- haciendo playblack de la misma. Dicha corporalidad encarnará el destino de un solitario ranchero a quien las circunstancias de la vida lo trajeron desde el otro lado del desierto al pueblo de Bitter Creek en busca de un médico. Silva (Pedro Pascal) llega a escena y para su buena desgracia termina por toparse con Jake (Ethan Hawke), el sheriff del condado con el que mantuvo un vínculo afectivo cuando siendo jóvenes andaban de pistoleros y vagaban por los territorios más salvajes de México, entre alcohol y prostitutas. Consecuentemente, este reencuentro de apariencia no tan sorpresiva se irá desenvolviendo de manera cautelosa en una cena consumada 25 años después en la vida de estos dos personajes que se mantenían distanciados.

 

Almodóvar propone gestos elocuentes, palabras precisas y por momentos recurre a la abstracción de las acciones haciendo hincapié en lo útil que pueden ser los detalles y las sugerencias. El hilo argumental se balancea entre la postura firme que mantiene Jake en su deber de capturar a Joe (George Steane), hijo de Silva acusado de asesinar a una mujer que resulta ser la esposa del hermano muerto del sheriff, y el intento de retenerlo a través de la seducción y la ternura por parte del personaje de Pascal para que no cumpla con su misión. En este juego de dolores y engaños sobresale una subtrama pasional que siempre estuvo presente de una manera vedada o prohibida y que de a poco irá cobrando más relevancia en el relato: ser un pistolero libre o ser un prisionero de la ley. Las dos tensiones fuertes que marcan el conflicto.

 

Dichas tiesuras expuestas harán que la paleta de colores se vuelque a tonos predominantemente cálidos en la imagen. El rojo comenzará a teñir la fotografía a cargo de José Luis Alcaine, gran colaborador del director, e irá hacia un bordó como el de un vino viejo o un rojizo suave en una piel tostada por las velas que sobresale entre los ropajes desabrochados. Colores que se consumen dentro de una tensión sexual latente hacia un fundido a negro en una elipsis nocturna de pasión. A propósito de esto, el director hace énfasis en el después más que en el acto en cuestión, cuando ambos hombres dejan un poco de lado sus apariencias y ponen sobre la mesa los intereses verdaderos que afloran constantemente entre espinas. Pedro dedica gran tiempo a la escena matutina posterior cuando se visten y hacen la cama: es en esas acciones repetitivas, toscas y sin importancia donde se manifiesta un mayor grado de intimidad que cualquier desnudez explícita podría mostrar, algo que se vuelve tan lejano en el mundo de los gangsters masculinos. Allí el alguacil mantiene una actitud de desconfianza prolongada mientras que al personaje de Pascal se lo ve atajando asiduamente sus palabras de enojo y/ o rencor ya que está más predispuesto al encuentro e intenta endulzarlo con el recuerdo de esos dos meses de lujuria juvenil en México. Un rojo potente de una fogata en el desierto pronto retrotraerá a ambos a su pasado (Jasón Fernández y José Condessa componen a Jake y Silva en los flashbacks) en una escena orgiástica y exagerada de chorros de vino y besos hasta el ridículo, bien opuesta al escamoteo del presente y su rol de amortiguador sentimental. El desenlace sucede de manera apresurada. Silva llega a lo de su hijo para advertirle que se escape. Esta secuencia parte de la puesta en escena más tradicional del género, la correspondiente a un tiroteo y rivalidad entre los tres. Finalmente el hijo logra huir cuando su padre lo salva disparándole al sheriff en un movimiento aletargado propio del western, todo esto a su vez apuntalado en las orquestaciones épicas de otro colaborador crucial del director, Alberto Iglesias. En consecuencia, Jake se verá obligado a mantenerse postrado/ atrapado entre vendas para curarse sin posibilidad de moverse. Ambos permanecen juntos pero ahora envueltos de un rojo sangre. “Extraño destino el nuestro”, concluye Silva.

 

Almodóvar por un lado juega en medio de referencias a lo más canónico de las obras cumbres del género con citas a Kirk Douglas, Burt Lancaster, John Ford, Anthony Mann, Sergio Leone y Sam Peckinpah, entre otros, pero los termina por traicionar para readaptarlos a su manera. Como el Nicholas Ray de Johnny Guitar (1954), quiebra la estructura conservadora del género para abrir brechas por donde el deseo pueda escurrirse. Reivindica el subtexto homoerótico que el western clásico ha negado para que el bueno y el malo puedan sentir amor mutuo, atracción que tanto costaba mostrar en pantalla al extremo de que incluso resultaba un poco inverosímil que entre la gran cantidad de hombres que componen las historias de bandidos y demás ninguno haya cedido a esta pulsión física más que por personajes femeninos. Por otro lado, se diferencia de los trabajos pioneros de índole más independiente y subversiva, pensemos por ejemplo en los personajes queers de la sátira desorientadora y extravagante Lonesome Cowboys (1968), de Paul Morrissey y Andy Warhol, en la que se retrata a un grupo de vaqueros ya no como fuertes símbolos de masculinidad heteronormativa y seguros de sí mismos sino más bien abiertamente gays y vulnerables hasta el punto del nihilismo, como bien personifica uno de ellos, Little Joe, interpretado por el sensual actor fetiche de la dupla, Joe Dallesandro, el cual disputa su identidad en la búsqueda de un significado de libertad. Lejos de esta propuesta desorbitante, sí hay sin embargo una suerte de respuesta implícita -dicho por el director en entrevistas- a Brokeback Mountain (2005), de Ang Lee, amén de otros intentos de repensar el género más clásico y machista de Hollywood como en los últimos años lo vienen realizando sobre todo directoras mujeres, en línea con Kelly Reichardt (Meek’s Cutoff de 2010 y First Cow de 2019), Chloé Zhao (The Rider del 2017) o esa Jane Campion de The Power of the Dog (2021), la cual incluso ha sido atacada por uno de los actores icónicos del western, Sam Elliott, quien luego le pidió disculpas, cuando afirmó que la imagen clásica del cowboy estadounidense se veía “afectada” en dicha película, por las alusiones a la homosexualidad de los personajes, y que la directora de Nueva Zelanda poco podría saber sobre el Oeste Americano. En este sentido, no hay en la estética de Almodóvar un clima forzado, de índole anticuada o nostálgica, sino más bien un impulso renovador. Y si bien este revisionismo que propone puede quedar un poco inconcluso y enclaustrado en la condición de “ensayo” para un posible futuro largometraje (y no así tanto por el idioma, como podría esperarse), su estilo permanece intacto y logra cautivar por seguir ubicándose desde ese “otro lado” de lo correcto y habitual, abrazando la rareza como siempre lo hizo.

 

Ya lo decía Lucrecia Martel en el Festival de Venecia de 2019, durante la entrega del León de Oro al director, “No hay deber ser en la ética de Almodóvar, hay obligación de crearse, obligación de inventarse. Desbarató la moralina que esconden los géneros del cine, los mezcló, elevó el melodrama por encima del drama. Abrazó el ridículo para que sea un precedente contra el maltrato. Si aceptamos que el cine expande el mundo que conocemos, el mundo ha crecido mucho desde que Pedro lanzó sus cortos a mediados de los años 70 (…) Esos living de empapelados desquiciados, los enfermeros amantes, esas alfombras de animal print, los peinados con spray, las mujeres asimétricas y los aros de cafetera nos hicieron más libres. Nos liberaron del buen gusto, de la buena educación, de la moral mezquina de los que se llaman a sí mismo normales. Nos liberaron de la claridad de los lazos familiares, nos reconciliaron con la estupidez, con los refranes incomprensibles, con los malentendidos. Mucho antes de que las mujeres, los homosexuales, las trans, nos hartáramos en masa del miserable lugar que teníamos en la historia, Pedro ya nos había hecho heroínas. Ya había reivindicado el derecho a inventarnos a nosotras mismas. Ya había puesto las prótesis de mamas, los dildos al lado de un cucharón, de una olla a vapor, al mismo nivel que cualquier cosa útil. Ahora se está ocupando de los hombres, algo que es fundamental: gracias, Pedro”.

 

Extraña Forma de Vida (Strange Way of Life, España/ Francia, 2023)

Dirección y Guión: Pedro Almodóvar. Elenco: Ethan Hawke, Pedro Pascal, Pedro Casablanc, Manu Ríos, George Steane, José Condessa, Jasón Fernández, Sara Sálamo, Oihana Cueto, Daniela Medina. Producción: Agustín Almodóvar y Esther García. Duración: 31 minutos.

Puntaje: 7