Para la mayoría de los cinéfilos el galés Richard Marquand siempre será sinónimo de su único trabajo conocido por todos, El Regreso del Jedi (Return of the Jedi, 1983), sin duda la obra más floja de la trilogía original de George Lucas luego de El Imperio Contraataca (The Empire Strikes Back, 1980), de Irvin Kershner, y La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977), dirigida por el propio Lucas, precisamente en ese orden de calidad, algo que tiene que ver con cierto automatismo estupidizante del film que hizo desaparecer tanto la efervescencia de la primera realización como la muy interesante oscuridad de la segunda, optando en cambio por un tono de space opera ya decididamente pueril y por decisiones más marketineras que narrativas, amén de la inclusión de toda una raza semejante a ositos de peluche, los Ewoks, con la sola intención de vender muñequitos para los espectadores de corta edad. Este tipo de aberraciones y los problemas varios de El Regreso del Jedi, como siempre apostar a seguro y en gran medida ser una remake camuflada de La Guerra de las Galaxias de 1977, fueron enteramente responsabilidad de Lucas, quien en esencia contrató a Marquand después de toparse con su mejor película por lejos, El Ojo de la Aguja (Eye of the Needle, 1981), y luego de considerar otras opciones que se fueron cayendo por distintos motivos, como por ejemplo Steven Spielberg, David Lynch, David Cronenberg y Lamont Johnson, esquema que derivó en una situación de permanente conflicto y en el hecho de que Marquand oficiase de testaferro del tremendo George porque el galés, artista dictatorial de vieja cepa que ya tenía dos décadas de carrera en su haber, no sabía cómo llevar a buen puerto una producción con tantos efectos especiales de vanguardia y además se la pasaba peleándose con Mark Hamill, Carrie Fisher y un Anthony Daniels en el traje de C-3PO, así las cosas Lucas como respuesta maltrataba a Marquand, cuyo enfoque minimalista a la hora del rodaje chocaba con esa fanfarria -muchas cámaras de por medio- del norteamericano.
El resto de la trayectoria del director, una que como decíamos antes prácticamente nadie conoce en la comunidad cinéfila mundial, se divide precisamente entre El Ojo de la Aguja, una suerte de thriller de espionaje muy clasicista con un Donald Sutherland extraordinario en la piel de uno de los mejores villanos de la época, y todo lo demás, largo derrotero que comienza en la TV británica, ámbito profesional en el que sobresalen Eduardo II (Edward II, 1970), telefilm codirigido junto a Toby Robertson, y La Búsqueda del Nilo (The Search for the Nile, 1971), una miniserie de aventuras con James Mason, Kenneth Haigh y Michael Gough, para luego saltar al séptimo arte propiamente dicho, etapa que empieza y termina con dos propuestas fallidas caracterizadas por la intervención de rockeros por entonces ya veteranos, hablamos de la faena de terror El Legado (The Legacy, 1978) y el drama musical Corazones de Fuego (Hearts of Fire, 1987), protagonizadas por Roger Daltrey de The Who y Bob Dylan, respectivamente. Si dejamos de lado El Regreso del Jedi y la película que nos ocupa, sólo restan tres opus porque Marquand moriría de repente en 1987, a la edad de 49 años, de un derrame cerebral, El Nacimiento de The Beatles (Birth of The Beatles, 1979), la primera biopic ambiciosa sobre el cuarteto de Liverpool y la única realizada durante la vida de John Lennon, de hecho asesinado al año siguiente en Nueva York por el psicópata Mark David Chapman, Tuya en París (Until September, 1984), bodrio romántico estelarizado por Thierry Lhermitte y aquella Karen Allen de Los Cazadores del Arca Perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981), de Spielberg, e Imagen Dividida (Split Image, 1982), gran joya sobre sectas y “desprogramación psicológica” de Ted Kotcheff, y Al Filo de la Sospecha (Jagged Edge, 1985), thriller judicial bastante decente a partir de un guión de Joe Eszterhas y con Jeff Bridges, Glenn Close, Peter Coyote y Robert Loggia, a posteriori eje de una secuela espiritual, La Prueba del Crimen (Physical Evidence, 1989), convite de Michael Crichton.
El Ojo de la Aguja es una adaptación de la novela homónima de 1978 de Ken Follett, un bestseller basado en la Operación Fortitude, un engaño militar de contrainteligencia que los ingleses y estadounidenses llevaron a cabo entre 1943 y 1944 para desviar la atención de los alemanes desde Normandía hacia Calais en lo que atañe al Día D/ Operación Overlord/ Desembarco de Normandía, el mega operativo castrense que liberó la Francia ocupada por las huestes de Adolf Hitler. Como si se tratase del opuesto exacto de Joan Pujol alias Garbo alias Alaric Arabel, famoso doble agente catalán que ayudó a las tácticas de desinformación de los aliados en eso de confundir al führer sobre el lugar exacto de la invasión en ciernes, el Henry Faber de Sutherland es un espía alemán en el Reino Unido que se pasa casi toda la Segunda Guerra Mundial enviando datos militares a sus paisanos por radio, en sí un agente frío, eficaz y muy mortífero que descubre una base aérea falsa de la Operación Fortitude que por descarte sitúa al próximo desembarco de junio de 1944 en las playas de Normandía y no en la ciudad portuaria de Calais, a 250 kilómetros de distancia, por ello el Servicio de Seguridad del Reino Unido, el MI5, le ordena al Inspector Godliman (Ian Bannen) darle caza urgente antes de que informe a Hitler, por supuesto una vez que los ingleses capturan a un colega nazi con fotos tomadas por Henry de la instalación aeronáutica apócrifa. Faber alias La Aguja, apodo que recibe porque su arma favorita es una daga a mitad de camino entre las navajas y las hojas finitas del estilete/ stiletto, roba un barco para llegar a la costa escocesa, donde un submarino lo recogerá con los reglamentarios negativos para Hitler, no obstante un temporal lo deja varado en la Isla de las Tormentas (Storm Island), un enclave donde sólo viven el encargado del faro, un borracho llamado Tom (Alex McCrindle) que posee una radio, y una familia en crisis con un hijo pequeño, Jo (Jonathan Nicholas Haley), encabezada por Lucy (Kate Nelligan) y el parapléjico David Rose (Christopher Cazenove).
La historia escrita por Stanley Mann, artífice de cosillas tan diversas como El Rugido del Ratón (The Mouse That Roared, 1959), opus de Jack Arnold, La Mujer de Paja (Woman of Straw, 1964), de Basil Dearden, El Coleccionista (The Collector, 1965), de William Wyler, Nace una Mujer (Rapture, 1965), de John Guillermin, Teatro de Sangre (Theatre of Blood, 1973), de Douglas Hickox, Damien: La Profecía II (Damien: Omen II, 1978), epopeya de Don Taylor, Meteoro (Meteor, 1979), de Ronald Neame, Llamas de Venganza (Firestarter, 1984), de Mark L. Lester, y Conan, el Destructor (Conan, the Destroyer, 1984), del genial Richard Fleischer, es muy simple y cuenta con una primera mitad de construcción del planteo retórico, siempre jugando con el cine de espionaje de Alfred Hitchcock y el primer film noir en general del ecosistema anglosajón, y una segunda parte que se vuelca hacia el melodrama de triángulo amoroso, aquí con el protagonista manteniendo un affaire con la esposa ninguneada/ maltratada por el lisiado, el cual cuatro años antes -justo en su Luna de Miel- perdió ambas piernas al esquivar un camión con su coche. Marquand, sin hacer nada particularmente original pero con la convicción y seguridad narrativa del artesano, por un lado crea un relato muy intenso en el que aprovecha al máximo el soundtrack orquestal de Miklós Rózsa, precisamente un veterano que trabajó con padres del cine negro como Billy Wilder, Fritz Lang, John Huston y Robert Siodmak, y por el otro lado contrapone todo el tiempo la soledad homicida de Henry y el aislamiento emocional/ matrimonial de Lucy, dos sobrevivientes que en el último acto pasan del amor sincero a una guerra metaforizada o en miniatura que los supera y los engulle, por ello la voluntad individual termina eclipsada no tanto por el descubrimiento de ella del eventual asesinato de su marido, un amargo tedioso y bien sádico, sino por la necesidad de detener el imperativo bélico que motiva los pasos de Faber, trasfondo conceptual de todas las buenas obras de suspenso sobre batallas sociales…
El Ojo de la Aguja (Eye of the Needle, Reino Unido, 1981)
Dirección: Richard Marquand. Guión: Stanley Mann. Elenco: Donald Sutherland, Kate Nelligan, Christopher Cazenove, Ian Bannen, Stephen MacKenna, Philip Martin Brown, Alex McCrindle, Faith Brook, George Belbin, Jonathan Nicholas Haley. Producción: Stephen J. Friedman. Duración: 112 minutos.