Al igual que Jean Rollin, Walerian Borowczyk y Jesús Franco, Aristide Massaccesi alias Joe D’Amato recurrió sistemáticamente al porno o a la comarca erótica soft cuando su principal línea de trabajo se veía comprometida, ya sea por falta de financiamiento o por fracasos en taquilla o por el imperialismo hollywoodense, y cuando los dividendos eran más tentadores al compararlos con sus homólogos del cine de género, la vertiente arty o hasta el exploitation, del que muchos cineastas en algún momento han vivido durante las décadas del 60, 70 y 80. El primer trabajo importante que D’Amato tuvo en la industria cinematográfica italiana fue como electricista en los años 50 y operador de cámara durante los 60, llegando a desempeñarse en este último rubro en Hercules in the Haunted World (Ercole al Centro della Terra, 1961), de Mario Bava, y Contempt (Le Mépris, 1963), de Jean-Luc Godard, lo que pavimentó su salto hacia la dirección de fotografía y luego a la realización a secas a principios de los 70 al punto de desencadenar una carrera de tres décadas y casi 200 faenas como director en géneros como la comedia, la súper acción, el spaghetti western, el nunsploitation, la aventura, el péplum, las gestas bélicas, el horror, el thriller, la commedia sexy all’italiana, el melodrama, el musical, la fantasía, el cine de capa y espada, la ciencia ficción e incluso el misterio. Entre diversas productoras que fundó y una catarata de duplicados de productos rimbombantes del mainstream norteamericano, hoy por hoy al señor se lo recuerda primero por su hilarante incompetencia narrativa, debido a una lentitud que a veces resultaba insoportable, y segundo por sus cuatro mejores películas, léase Death Smiles on a Murderer (La Morte ha Sorriso all’Assassino, 1973), Beyond the Darkness (Buio Omega, 1979), Antropophagus (1980) y Absurd (Rosso Sangue, 1981), todas englobadas en un terror de dejo extremadamente gore, la primera cercana al gótico cuasi etéreo con múltiples referencias a Edgar Allan Poe y las otras tres jugando con un slasher iconoclasta que no se contiene para nada en materia de barrabasadas de todo tipo orientadas al shock o agite de las tripas del espectador cual reacción visceral instantánea.
Death Smiles on a Murderer, junto con la primera obra de horror de D’Amato del mismo año, The Devil’s Wedding Night (Il Plenilunio delle Vergini, 1973), ya establece de lleno el fetiche del realizador para con la conjunción de elementos del thriller, el erotismo y esos gritos y espantos que todos conocemos, combo al que regresaría en innumerables ocasiones a lo largo de su carrera y que progresivamente volcaría hacia la pornografía hasta llegar a las peculiares “cúspides” del formato, Erotic Nights of the Living Dead (Le Notti Erotiche dei Morti Viventi, 1980) y Porno Holocaust (1981), rodadas en República Dominicana en medio de un frenesí laboral que fue precedido por su serie de films libidinosos con Laura Gemser del segundo lustro de los años 70 basados en el clásico de Just Jaeckin con Sylvia Kristel, Black Emanuelle, y sucedido por sus exploitations fantásticos y de acción de los años 80, sus dramas softcore posteriores, aquella vuelta al hardcore de los 90 y la idea de ya dedicarse a producir para terceros, planteo que incluyó al Michele Soavi de Stage Fright (Deliria, 1987), el Umberto Lenzi de Ghosthouse (La Casa 3, 1988), el Claudio Fragasso de la infame Troll 2 (1990) y aquel Lucio Fulci de Door to Silence (Le Porte del Silenzio, 1992), entre otros. Antes de obsesionarse del todo con el trash de los “directos a video” y en una época en la que se asoció con el actor y guionista Luigi Montefiori alias George Eastman, recordado villano de Rabid Dogs (Cani Arrabbiati, 1974), de Bava, y responsable de Antropophagus, Erotic Nights of the Living Dead, Porno Holocaust, Absurd y muchas más, el tremendo Joe encaró la que definitivamente es la joya de su filmografía por lejos, la mencionada Beyond the Darkness, una película que de nuevo nos devuelve al cine de Bava porque es una remake de The Third Eye (Il Terzo Occhio, 1966), opus de Mino Guerrini que funcionó como uno de los primeros vehículos comerciales de Franco Nero y como un exploitation de Psycho (1960), de Alfred Hitchcock, aunque matizado por aquel Bava en su faceta de proto giallo de The Girl Who Knew Too Much (La Ragazza che Sapeva Troppo, 1963), propuesta legendaria en la que Guerrini de hecho había participado como guionista.
The Third Eye estaba centrada en un joven conde de vocación taxidermista, Mino Alberti (Nero), que dormía todas las noches con su madre (Olga Solbelli) hasta que se enamora de una muchacha llamada Laura (Erika Blanc), con la que decide casarse para la indignación no sólo de la progenitora sino de la sirvienta de la mansión, Marta (Gioia Pascal), quien ama al conde y pretende contraer matrimonio con él para además quedarse con su fortuna, por ello mismo optaba por empujar a la madre por las escaleras y por sabotear los frenos del coche de Laura sin prever que Mino robaría el cadáver de la ninfa para embalsamarlo y tener sexo con prostitutas adelante del cuerpo, desde ya ahorcándolas cuando las féminas descubren lo que ocurre y comienzan a gritar, situación que derivaba en la extorsión de la criada y la promesa de casarse con ella hasta que todo se desbarrancaba de nuevo por la aparición de la hermana gemela de Laura, Daniela (Blanc otra vez), la cual llevaba hacia la locura al conde. El guión del ignoto Ottavio Fabbri para Beyond the Darkness, craneado a partir de una adaptación previa de The Third Eye a cargo del hijo de Guerrini, Giacomo, mantiene en su lugar los acontecimientos pero acelera la acción porque ya arrancamos con nuestro taxidermista y ricachón en decadencia, Francesco Koch (un algo inexpresivo pero carismático Kieran Canter), como huérfano por la muerte de sus padres en un accidente automovilístico que lo dejó en manos de su bella nodriza y ama de llaves, Iris (esa lúgubre Franca Stoppi), señora que lo amamanta y lo masturba y efectivamente quiere apropiarse de su fortuna en crisis al extremo de matar a su prometida, una chica internada en un hospital que responde al nombre de Anna Völkl (la tiesa Cinzia Monreale), mediante una simpática maldición vudú. Al inyectarle líquido embalsamador y robar el cadáver Francesco llama la atención del dueño de la funeraria, ese tal Señor Kyle (Sam Modesto), el cual comienza a vigilarlo con la intensión de sacarle unos billetitos, sin embargo el joven nada sabe de esto y se dedica a torturar y matar a una autoestopista gordinflona (Lucia D’Elia), a una hermosa maratonista (Anna Cardini) y a una chica que conoce en una discoteca (Simonetta Allodi).
Aquí D’Amato corrige por fin sus inconvenientes narrativos, construye algo de suspenso y especialmente se luce haciéndose cargo de la fotografía, siempre cruda aunque muy eficaz en materia del gótico perverso, y contratando a Goblin para la banda sonora, genios que también supieron trabajar para Dario Argento, Enzo G. Castellari, Bruno Corbucci y Soavi y que en esta oportunidad ofrecen una amalgama de rock progresivo, pop y new wave. El encanto exploitation de Beyond the Darkness por un lado esquiva las malas actuaciones de The Third Eye, amén de la torpeza de un Guerrini copiando sin talento a Bava y retomando latiguillos de Psycho como el Complejo de Edipo, las señoritas violentadas y aquel amor necrofílico de un taxidermista que crea un tótem de un cadáver femenino, y por el otro lado amplifica la ambición de base con la subtrama de la extorsión del funebrero, los desnudos al paso, el delirio sobrenatural del vudú del inicio y sobre todo la especialidad de la casa, un gore que anticipa lo que vendría a continuación en la carrera del cineasta y que se ubica a mitad de camino entre el canibalismo y el arte de destripar al prójimo de Antropophagus y su secuela espiritual, Absurd, y las asociaciones sexuales macabras de Erotic Nights of the Living Dead y Porno Holocaust, recordemos por ejemplo el fetichismo del relato con los ojos mancillados símil Fulci, el gesto de Koch de comer el corazón de Anna, su costumbre de arrancarle con los dientes a sus víctimas pedazos de cuello o rostro -intimidad carnal de por medio- o la “ayudita” que recibe de Iris en eso de desmembrar el cuerpo de la gorda drogona antes de arrojarlo a una bañera con ácido, más allá de un crematorio hogareño. El director condena a un segundo plano el proyecto de Iris de convertirse en la nueva señora de la mansión, hoy con pocos diálogos y sin quejarse por celos de la presencia del cadáver embalsamado de Völkl o de las putas martirizadas del montón, y astutamente le presta más atención al deterioro psicológico del protagonista y a la pesquisa de Kyle, quien motiva ese extraordinario desenlace cuando se lleva a la hermana gemela, Teodora Völkl (Monreale), confundiéndola con Anna y la ninfa de turno despierta justo antes de ser enterrada viva…
Beyond the Darkness (Buio Omega, Italia, 1979)
Dirección: Joe D’Amato. Guión: Ottavio Fabbri. Elenco: Kieran Canter, Cinzia Monreale, Franca Stoppi, Sam Modesto, Anna Cardini, Lucia D’Elia, Simonetta Allodi, Mario Pezzin, Walter Tribus, Klaus Rainer. Producción: Marco Rossetti. Duración: 94 minutos.