Dossier

El arte de la crítica: Palabras malditas y consejos prácticos

Por Emiliano Fernández
“To be insulted by these fascists
It’s so degrading and it’s no game…”
It’s No Game, David Bowie.

 

Como ya hemos señalado en otras ocasiones, la crítica de cine argentina contemporánea se divide en trolls y nerds: mientras que los primeros por lo general son unos burgueses de derecha aburridos y mediocres que se dedican a destruir casi todas las películas que ven y cuya única formación consiste en asistir a cursos de cotillón, bostezar en puestos estatales del rubro, “disfrutar” de un par de films por año y leer libros de teoría cinematográfica vetusta (su alienación es sólo comparable a su estupidez y autoindulgencia), los segundos por su parte se mueven como lúmpenes del periodismo que celebran de manera automática cualquier propuesta del mainstream más masivo y lelo, ese que niega el compromiso político y las posiciones estéticas alternativas (siempre están obsesionados con vaciar de todo contenido socialmente relevante a las imágenes). Sin lugar a dudas los puntos en común entre ambos grupos se pueden resumir en esa tendencia a lanzar al mundo sus caprichos personales sin mayor justificación analítica que su propio ego inflado, la conveniencia dentro del campo laboral y la ignorancia que arrastran con respecto a la historia y las ramificaciones del séptimo arte desde su nacimiento.

 

A. Palabras malditas.

 

Con vistas a no contentarnos con la punta del iceberg, debemos hilar aún más fino e identificar tres términos que suelen aparecen de manera repetida en la producción periodística de ambas facciones, a saber: “diégesis”, “argumento” y “cinta”. A continuación pasaremos a sopesar brevemente cada uno de ellos para poner en evidencia el sustrato anacrónico y ajado que subyace en las notas de esta fauna de energúmenos adeptos a la trivialidad y el acomodo.

 

1- Diégesis: Como si se tratase de nenitos que acaban de terminar un curso por correspondencia sobre cine, la mayoría de los críticos que la van de intelectuales utilizan este término de manera compulsiva en todas sus notas. Desde el vamos conviene aclarar que este sinónimo de narración, desarrollo o progresión ficcional es uno de los predilectos de las últimas generaciones de trolls, quienes asimismo lo escucharon por primera vez en esos simposios berretas que se multiplicaron durante las últimas dos décadas por el cierre de muchas de las revistas de cine que dominaron el panorama del periodismo desde los 90 hasta el colapso social/ económico/ político del 2001; lo que en términos prácticos generó que todos los trolls que escribían en esos reductos empezasen a robar con seminarios en casas particulares o institutos burgueses marginales, ya que ninguna academia seria -salvo algunas universidades públicas y privadas un tanto grasientas- los cobijaron luego del desahucio. Aquella generación -que la iba de “hija espiritual” de la tradición de Cahiers du Cinéma- mutó hacia una militancia política de derecha fascistoide (algunos hasta consiguieron llegar al poder de las instituciones estatales del rubro cinematográfico o al rol de programadores, otra profesión devaluada a fuerza de vagancia símil jet set y reciclaje de festivales internacionales) y hacia una docencia con una formación por demás deficiente (en el mejor de los casos hablamos de Licenciados en Ciencias de la Comunicación que se volcaron hacia el “currito” de una enseñanza esquemática y palurda de cine, una propuesta sin ningún conocimiento específico de educación y sólo destinada a principiantes y/ o turistas cinematográficos, esos que se pasean un poco por la literatura, otro tanto por la música y un rato por la plástica, sin profundizar en nada). Así las cosas, nos encontramos ante dos generaciones que desconocen por completo que “diégesis” es un término prehistórico que responde a la lingüística y que para colmo poco y nada le debe a la semiología, su superación posterior… dos ciencias que a su vez fueron dejadas en el pasado luego de la aparición y el desarrollo de la semiótica en el último tramo del siglo XX, la disciplina definitiva del campo de los signos y la comunicación humana en general.

 

2- Argumento: Como consecuencia de lo precedente, también nos solemos topar con la palabra “argumento” y todas sus variantes, confundiendo de manera grosera al arte de la persuasión con la temática, el asunto, el tópico excluyente, la trama, la historia o el mismísimo relato de la película en cuestión. Tanto trolls como nerds desconocen por completo las implicancias de la retórica y se contentan con un significado vetusto de “argumento” que nos reenvía a la primera infancia, cuando nos divertíamos con los caprichos irreflexivos y los rasgos más rudimentarios del consumo creativo/ destructivo vinculado al arte (un esquema que dominó casi toda la historia de la crítica argentina, como si se tratase del sentido común del enclave). En vez de hablar de discursos sociales que se superponen y entablan relaciones contradictorias con otros discursos sociales en pos de imponer un criterio de verdad y pasar a controlar las bases principales del intercambio comunal autóctono/ internacional, la mayoría de la fauna del periodismo contemporáneo obvia por completo la noción gramsciana de hegemonía, la foucaultiana de poder y la bourdieuana de habitus. Y ni hablar de concepciones que nos podrían ayudar a dilucidar hacia dónde se dirige la industria cultural de nuestros días: si por un lado la autolegitimación profesional automática es lo único a lo que aspiran los trolls y su petulancia, por el lado de los nerds la zanahoria que los motiva -cual burros- está ligada al mero acto de tirarle flores a los mamotretos mainstream de turno con el fin de reconocerse en tanto miembro de un mismo colectivo de consumidores acríticos e idiotizados. Dicho de otro modo, ya sea que hablamos del onanismo de los trolls o la obsecuencia de los nerds, en cualquiera de ambas opciones descubriremos un lavaje olímpico de manos en lo que atañe a la lucha política, a la pretensión de eliminar las injusticias capitalistas y finalmente a la posibilidad de imaginar otro mundo posible, que no esté apegado a la explotación, el individualismo más cínico, las diatribas del mercado y el desmantelamiento del humanismo como principio rector de la vida en sociedad.

 

3- Cinta: Quizás el término más inofensivo de los tres sea “cinta”, otra palabra añeja que nos reenvía hacia el pasado del séptimo arte, cuando todavía el fílmico dominaba el rubro y el formato digital estaba lejos, muy lejos. En lugar de utilizar algún sinónimo del catálogo del caso (como por ejemplo película, film, obra, opus, propuesta, convite, creación, trabajo, realización, etc.), aún hoy subsiste “cinta” y hasta podríamos decir que es una palabra ampliamente utilizada, circunstancia que nos deja la puerta abierta para reflexionar sobre la concepción nostálgica del cine que prima en la actualidad y cómo -paradójicamente- va de la mano de una negación absoluta de cualquier film que retome de manera concienzuda aquella posición política inconformista/ contracultural de antaño. Si bien hay cinéfilos de derecha, bien conservadores y miopes, que reclaman un regreso al Hollywood Clásico de cartón pintado y suelen alabar de manera semi consciente al militarismo, el chauvinismo y el hedonismo de muchos bodrios industriales; la mayoría -en cambio- cae en una postura regresiva de esta índole por puro sentido común, o por una apatía asumida en función de su rol de consumidor pasivo en el capitalismo, o por mera vagancia intelectual orientada a seguir engordando y aceptando lo que nos ofrece el mercado súper concentrado y oligopólico de la actualidad (ese que se reparte entre un mainstream todopoderoso y un ejército de obras menores de cinematografías sostenidas artificialmente como la argentina, con trabajos hechos a pulmón y una multitud de subsidios mal distribuidos… que suelen quedar en manos de los amigos y socios de los déspotas de turno en el poder). Aún peor es el caso de los que ensalzan al Nuevo Hollywood de la década del 70, aquella avanzada de izquierda que revitalizó el lenguaje cinematográfico al beber de las vanguardias italiana (el neorrealismo) y francesa (Nouvelle Vague) de los 60, más allá de las referencias particulares a las corrientes iconoclastas de principios del siglo XX (dadaísmo, surrealismo y constructivismo): gran parte de la crítica de cine actual tiene como ídolos a cineastas que fueron -y en algunos casos siguen siendo- adalides del inconformismo formal y el discurso valioso a nivel social/ político/ económico, no obstante en la praxis cotidiana, en sus notas, se la pasan reflotando propuestas que se condicen con la visión opuesta, léase la que dominó el panorama desde las décadas de los 80 y 90 hasta nuestros días, basada en el eterno reciclaje de un pasado glorioso que se vacía de todo contenido revulsivo, contracultural o de barricada, dejando sólo un entretenimiento capado o -en cambio- proyectos netamente formalistas destinados a ganar premios en el enclave festivalero internacional. El cine castrado actual, ideado por los profetas de marketing de los estudios y no por artistas en plena libertad creativa (y conscientes de las constricciones que impone la competencia intra rubro), encuentra así su espejo en un periodismo dividido entre quienes celebran el cine almidonado y de derecha reaccionaria de los 60/ 70 para atrás, y quienes caen en la paradoja de elogiar a un puñado de películas mainstream bobaliconas que han sido tachadas de estupidizantes y paupérrimas por aquellos autores de antaño que tanto alaban (pensemos en la basura de superhéroes o los exploitations de fantasía o aventuras, casi todos engendros atiborrados de CGI y escenas de acción y casi siempre obviando cualquier indicio de un desarrollo valioso de izquierda, capaz de modificar consciencias embotadas por el mercado capitalista y sus ramificaciones/ segmentaciones cíclicas).

 

B. Consejos prácticos.

 

En función de todo lo anterior, podemos enumerar una serie de diez consejos minimalistas y bien prácticos para ser tomados en cuenta al momento de redactar una crítica:

 

-Evitar la primera persona al escribir y utilizar sólo la tercera.

-No señalar recursos técnicos -como el montaje paralelo, las tomas cenitales, el contrapicado o la dialéctica plano/ contraplano- que aparecen en casi todas las benditas películas de nuestros días, ya que es redundante.

-No utilizar futuro para los verbos, en crítica se usa el presente a rasgos generales.

-En consonancia con lo señalado previamente, al momento de redactar la sinopsis no describir mecánicamente la trama, símil “en el inicio pasa esto, en la escena siguiente lo otro, luego esto…”.

-Nunca está de más repetirlo: basta de palabras como “diégesis”, “argumento”, “cinta” y expresiones similares vinculadas a la vacuidad y las desprolijidades conceptuales de la crítica argentina actual.

-No reciclar tanto las mismas palabras, utilizar más sinónimos (película, film, propuesta, obra, opus, trabajo, director, realizador, cineasta, trama, historia, relato, etc.). Lo mismo aplica a fórmulas discursivas recurrentes a lo largo de las oraciones.

-No repetir nunca conceptos, nunca jamás… ampliarlos sí, pero no repetirlos.

-Se debe evitar tanto las notas demasiado cortas como las muy extensas, porque las primeras implican pobreza discursiva y las segundas suelen caer en reiteraciones, planteos redundantes y una autoindulgencia patética por parte del autor.

-Por más que sea una práctica dolorosa, conviene leer notas/ críticas de otros colegas para comprender la dimensión de la devaluación del oficio y -de paso- extraer algún término o modismo o razonamiento que pueda resultar bienvenido, en pos de garantizar la heterogeneidad.

-Las críticas de cine poseen un estilo particular que siempre puede enriquecerse de la escritura de otros rubros (académico, literatura ficcional, periodismo más clásico, etc.), pero nunca confundirse del todo.

 

A su vez, la estructura paradigmática de la crítica de cine puede resumirse de la siguiente forma: un primer párrafo de introducción (“estamos ante la última película de…, quien retoma elementos de sus trabajos anteriores…”), un párrafo de sinopsis (“la trama comienza con…”), un tercer párrafo contextual/ industrial (“la estructura respeta los cánones del siguiente conjunto de géneros… y apunta al público estigmatizado bajo el rótulo adolescente/ adulto/ lo que sea”), un cuarto párrafo de análisis libre a nivel retórico (por ejemplo, “el concepto principal del film es la redención dentro del marco de referencias de los relatos de iniciación…”), y un quinto párrafo que expanda todo lo anterior, incluya las consideraciones ideológicas del autor acerca del tópico en cuestión y finalmente nos conduzca hacia el remate de la nota (“en síntesis, el planteo principal viene por el lado de…, lo que se condice con el siguiente espectro de situaciones en la praxis cotidiana…”). Este es el estereotipo macro del rubro, por supuesto que cada autor debe armar su propio camino y/ o estilo cambiando el orden pautado o hablando cuando quiera de lo que guste, pero siempre manteniendo la tercera persona y un tono de redacción relativamente distante para con la película, de pulso analítico. Con respecto al resumen de la historia del film, la sinopsis, se debe buscar un balance entre el arte de no revelar elementos importantes de la trama ya avanzada (la primera media hora del metraje sería el límite, lo que suele ser el primer acto del relato) e informar sobre cuestiones históricas/ sociales/ culturales/ económicas/ retóricas que el lector puede desconocer (por ejemplo, en ficción suelen ayudar el hecho de explicitar la relación entre cómo se suele trabajar el tema de turno en la actualidad, o en una cinematografía nacional en particular, y las semejanzas o puntos de quiebre que propone la película con respecto a ese arquetipo formal; lo mismo aplica en el caso de los documentales, informando bien sobre el tema tratado y la perspectiva elegida por el director).

 

C. Colofón.

 

Finalmente, parafraseando a Pablo Schanton, un crítico especializado en rock y análisis discográfico en general, podemos identificar -de modo complementario y con una finalidad de tipo ilustrativa- tres modelos básicos de redacción que se pueden extender sin problemas al ámbito del cine: el de la “prensa” (sólo da información para un lector/ aficionado y se concentra en el mercado, da a conocer un producto), el del “periodismo” (trata de explicar el ámbito del cine y/ o la música, le habla a un consumidor al que trata de convencer) y el de la “crítica” (interpreta la cultura y el arte, considera al lector un experimentador y siempre busca estimular el intelecto). En el ejercicio profesional se debe incentivar y profundizar la tercera opción para ir desechando progresivamente las dos anteriores y no caer en el atolladero al que nos condena la mayoría de los energúmenos contemporáneos, cuyo desempeño -tan paupérrimo como ridículo- puede rastrearse en la utilización de términos regresivos y ampliamente superados como los aquí analizados.

 

A modo de colofón, a continuación reproduciremos tres ejemplos recopilados por Schanton de texto de cada modelo -prensa, periodismo y crítica- en torno al debut de Suede, una banda inglesa de brit pop de la década del 90:

 

Prensa: “La agrupación británica Suede, enrolada en ese ‘neoglam’ que parece estar invadiendo las islas, acaba de lanzar su placa debut, titulada simplemente Suede, bajo el sello Nude. Según los informes de Tower Records, el álbum ya se habría convertido en disco de oro a apenas días de su lanzamiento. Todo un récord.”

Periodismo: “¿Estás tan harto como yo de esos grupitos ingleses con peinados a la Brian Jones y varios pedales de guitarra que susurran sus letras bajo un mar de distorsión? Pues bien, han llegado los Suede, muchacho. Este combo oriundo de Londres, liderado por el carismático Brett Anderson, no te va a defraudar, te lo aseguro. Su debut es un cóctel de glam, soft noise, Iggy Pop circa ‘Lust for Life’ y los primeros Kinks, donde crescendos de guitarras épicas se trenzan a duelo con la sensual voz de Anderson. ¡Me tienen tan atrapado que no puedo apretar el eject de mi walkman! Pero empecemos por el principio. La historia comienza una tarde…”.

Crítica: “PJ Harvey es un buen contraste para comprender a Suede. Brett y Polly son los dos íconos de 1993. Sus bandas son tradicionalistas y reniegan de las innovaciones de finales de los 80 (el sampler, los ritmos secuenciados, la magia de estudio a la My Bloody Valentine). Ambos aparecieron como personalidades icónicas en oposición a la falta de imagen que esgrimen los chicos del noise rock y el tecno. Y además ambos se desvían de su género sexual: Brett envidia los ‘privilegios’ femeninos (la pasividad, el arreglo personal, el ser penetrado), mientras que Polly usurpa los privilegios masculinos (la ‘neutralidad’ del rockero masculino que no tiene que pensar en términos de género)”.

He aquí tres ejemplos de qué y cómo se puede escribir sobre rock. El primer párrafo no es más que una neutra(l) información de PRENSA. El segundo es un típico fragmento de PERIODISMO biografista, donde la información puede ser desarrollada desde un punto de vista subjetivo y cómplice. Por último, figura la traducción de un texto de CRÍTICA en el cual cuentan la hipótesis y la interpretación antes que la lógica historiográfica.

 

FIN.