Es altamente inusual que la novela de un autor extranjero se publique primero fuera de su país, más precisamente en Argentina, en una traducción al español, pero he aquí la excepción. Los Niños 6 (The Children VI, 2022), el último trabajo del escritor estadounidense Jesse Ball, novela escrita hace algunos años y ganadora de un premio de la American Academy in Berlin en 2018, se ha publicado primero en castellano, gracias a la maravillosa traducción de Virginia Rech, antes que en Estados Unidos, donde Ball ya lleva ocho novelas publicadas, a las que se suman varios libros de cuentos, obras de no ficción y un libro de memorias. Ball irrumpió en la escena literaria argentina en 2014 con la traducción de Carlos Gardini de Toque de Queda (Curfew, 2011), obra publicada por la editorial independiente argentina La Bestia Equilátera, tercera novela de este escritor completamente desconocido hasta ese momento para el público castellano. Con la traducción de Rech, Sigilo publicó hace dos años Cómo Provocar un Incendio y Por Qué (How to Set a Fire and Why, 2016), la sexta novela de este galardonado y admirado escritor, a la que ahora se suma Los Niños 6.
Los Niños 6 comienza con una narración postapocalíptica que hace recordar a la trama de novelas como Cell (2006), de Stephen King. Ball sitúa la acción justo después de un ataque de rabia masivo, que nadie sabe bien como comenzó, en el que todos los adultos, jóvenes, adolescentes y niños de más de diez años se han suicidado o han muerto asesinados debido a un brote psicótico general del que aparentemente los nenes de hasta diez años son inmunes por alguna razón desconocida. La novela, que también remite a El Señor de las Moscas (The Lord of the Flies, 1954), del escritor británico William Golding, construye en medio de los escombros y la muerte una suerte de ritual infantil en el que los niños se autoperciben como la última comunidad sobreviviente ante la destrucción reinante.
Los protagonistas de esta novela, Devlin y Mina, son dos hermanos que se encuentran súbitamente solos en un mundo que ya no existe, lleno de cadáveres de adultos e incendios que se apoderan de la ciudad y se propagan rápidamente sin control, con niños que recorren las calles, desamparados, preguntándose qué hacer ante semejante horror. Devlin es un mocoso impaciente al que le cuesta concentrarse, mientras que su hermana, Mina, es una niña ciega traviesa y vanidosa. En medio de toda la destrucción los niños encuentran solaz en un pasatiempo inventado por ellos, “el juego de los acuerdos”, que jugaban con su hermana mayor Charlotte, la cual murió hace unos años. En este juego Devlin escoge a alguien para relatar una historia que, si es verosímil, Mina responde con un “estoy de acuerdo”. La capacidad de Devlin de imitar a otras personas, entre ellas, a su fallecida hermana mayor, Charlotte, genera que un par de niñas, Carmen y Rhonda, los sigan para promover su habilidad. Al llegar al auditorio de la plaza, Devlin se convierte en todos aquellos que los niños quieren que sea en un juego que se asemeja al teatro y a los rituales religiosos. Entre cadáveres y ruinas, Devlin interpreta el rol del líder en una mimesis que tal vez sea la última obra de teatro de la humanidad antes del cataclismo final.
El acontecimiento apocalíptico lanza a los niños a las calles, a definir un futuro que tal vez no existe, a comenzar una sociedad nueva o al menos a crear una historia infantil a partir de la desaparición de la idea de autoridad, de adultez, de cualquier condicionamiento del comportamiento o reprimenda. De esta manera los niños se ven enfrentados a un futuro en el que todo es posible, pero a la vez es inimaginable. Ball se pregunta aquí por la idea de cambio social: qué pasaría si la oportunidad se presentara, ¿seríamos capaces de asirla y aprovecharla?
Al igual que Toque de Queda, en Los Niños 6 hay una preeminencia del teatro en la trama, de una construcción dramática en la que los niños crean su propia narrativa, la escenificación del final, que les permite tener una comprensión privilegiada del horror que los circunda desde la inocencia, de un horror que se repite hasta el hartazgo y la insensibilidad. Jesse Ball aquí ofrece un ejemplo de empatía ante la adversidad, un ejercicio de reconocimiento en el otro a partir de una inocencia vital que reflexiona sobre un mundo que se desmorona. ¿Es posible que la muerte tenga un significado, o es tan solo una nada que nos insensibiliza? Esa es la pregunta que Ball ofrece al lector para dejarlo mirar al vacío y elucidar una respuesta propia a algo que nos atemoriza y nos deja sin defensas.
La trama le permite a Ball concentrarse en lo importante, dejando de lado todo el contexto de la vida. ¿Qué nos queda después de que el trabajo, las posesiones y las relaciones superfluas dejan de tener sentido? La profundidad de Ball sitúa al lector ante las preguntas vitales para sacarlo de su pereza y mirar el mundo sin los lentes adormecidos de las cadenas sociales autoimpuestas que los adultos se crean, para regresar al juego como forma de verdadera construcción social de una comunidad real. Con un estilo refinado y despojado Jesse Ball aprovecha el relato postapocalíptico para construir una metáfora minimalista y extraordinaria sobre la crueldad humana, la fragilidad de la vida, la necesidad de vivir en comunidad, el cuidado de los otros como verdadera expresión de esta idea social y el amor fraternal como uno de los pilares en los que se erige esta elegía a la lasitud vital.
Con un diseño de tapa hermoso realizado por los diseñadores Ignacio Marmarides y Max Rompo, Sigilo edita esta novela aún inédita en su idioma original, ya planificando la pronta publicación de El Juego del Buzo (The Diver’s Game, 2019), la última novela del escritor hasta la fecha. Con Los Niños 6, Jesse Ball demuestra nuevamente por qué su literatura es capaz de ofrecer una mirada profunda ante la desolación de la desintegración de los lazos sociales que acontece diariamente sin que casi nadie lo note.
Los Niños 6, de Jesse Ball, Sigilo, 2022.