Cerrar los Ojos

El baúl de los recuerdos

Por Martín Chiavarino

Tras treinta años de trabajos para la televisión, proyectos fallidos y películas colectivas, el reconocido realizador español Víctor Erice, aclamado por sus tres largometrajes anteriores, la joya alegórica El Espíritu de la Colmena (1973), la enigmática El Sur (1983), una de las mejores películas españolas de todos los tiempos, y la inclasificable El Sol del Membrillo (1992), hoy regresa con Cerrar los Ojos (2023), una coproducción entre España y Argentina con financiamiento privado y estatal que homenajea al cine como dispositivo creador y destructor de identidades.

 

Una investigación por parte de un programa de televisión desentraña un misterio que carcome a un realizador cinematográfico devenido escritor, guionista y pescador de la zona de Cabo de Gata, Miguel Garay (Manolo Solo), un director que, tras la desaparición de su mejor amigo y protagonista de su última película en plena filmación veintidós años atrás, abandona el rubro para sumirse en el anonimato. Miguel es convocado por el programa Casos sin Resolver para indagar en la desaparición de Julio Arenas (José Coronado), ese reconocido actor que se desvanece sin dejar rastros en pleno rodaje de La Mirada del Adiós, una obra que nunca se completa ni llega a los cines, quedando las cintas en el deposito de Max Roca (Mario Pardo), el editor con que el que trabajaba Garay. La entrevista televisiva abre viejas heridas e historias inconclusas, por lo que Garay revuelve el baúl de sus recuerdos personales para intentar comprender qué pasó en aquella filmación.

 

Erice crea aquí una obra nostálgica sobre una época perdida y una forma de ver el mundo hoy en retroceso. El director de El Espíritu de la Colmena es muy cuidadoso en su acercamiento a la nostalgia, una aproximación cinematográfica hoy de moda. Erice se retrotrae a 2012 para situar la acción, que se remonta a la filmación de la última película inconclusa de Garay durante 1990, odisea que a su vez narra la búsqueda de la hija de un judío sefardí por parte de un exiliado español anarquista en Francia, a pedido del padre moribundo de la susodicha en el año 1947. La nostalgia a la que Erice alude es la del pasado de las personas mayores, la pesquisa innecesaria acerca de las bifurcaciones que marcaron el camino que condujo a los protagonistas al lugar en el que están.

 

Mientras que Garay sostiene que probablemente su amigo siga vivo y en un arrebato decidió dejarlo todo, la policía ha concluido que el hombre tuvo un accidente y cayó al mar. Algunas teorías de la prensa hablan de una amante casada con un pez gordo que lo hace desaparecer y oculta la verdad. Esta trama de recuerdos abre la puerta de la poética de Erice a un mundo de imágenes icónicas, recuerdos proustianos, nostalgia cinematográfica, una sutil cinefilia y una enorme cantidad de guiños a la carrera del propio Erice y al cine clásico.

 

El director de El Sol del Membrillo regresa en Cerrar los Ojos a las fuentes del cine, ya sea a los Hermanos Lumière o Carl Theodor Dreyer, para formular la pregunta que todavía desvive a los teóricos cinematográficos, ¿qué es el cine?, título también de un célebre trabajo del crítico francés André Bazin que comenzó una nueva era en la teoría audiovisual. Siguiendo la máxima del escritor y cineasta vanguardista francés Jean Cocteau de que el cine filma a la muerte trabajando, Erice sigue a sus personajes en un intento fútil por recuperar un pasado perdido inexorablemente hace más de veinte años en un set de filmación. La desaparición de Julio ha dejado a la hija de éste sin su padre y a su mejor amigo, Miguel, sin su película y por ende sin el cine que tanto ama.

 

Pero los personajes no solo han perdido o renunciado a sus carreras. Erice propone algo más profundo. Arenas ha escapado de una vida superflua, la del cine, la de los actores que interpretan a otros personajes, mientras que Garay ha escapado de la dirección de cine, de sus frustraciones, de filmar para cumplir con la cuota de pantalla del cine español, de filmar para nadie, para que un par de cinéfilos lo adoren. El malestar en Julio ha desencadenado su desaparición y ese mismo malestar ha alejado a Miguel del cine, pero esta angustia sigue a todos los personajes. Max se queja de que la magia del cine ha muerto, aunque luego abjure de sus propias palabras cuando se embarque en el proyecto de Miguel, y Ana, una guía del Museo Nacional del Prado de Madrid, explica muy claramente cómo la rutina ha opacado su apreciación de algunas de las obras pictóricas más bellas e importantes de la historia de la humanidad.

 

Si bien no tiene ningún sentido, los personajes de Cerrar los Ojos se empeñan en intentar encontrar a Julio Arenas y en hacerle recordar su pasado a pesar de que incluso si lo lograsen, el hombre se ha transformado en otra persona hace ya mucho tiempo. Es precisamente allí donde el film encuentra esa convergencia entre pasado y presente que Erice busca. Arenas ha renunciado a su identidad hace ya muchos años. Ya sea por decisión voluntaria o por los efectos del abuso de las bebidas alcohólicas, su memoria del hombre que fue, del gran actor, el amigo y el padre, ha dejado su lugar a un nuevo hombre, Gardel, una persona habilidosa para las labores manuales, sin pretensiones ni deseos, que vive el presente como si no hubiera un ayer ni un mañana. Eso es lo que diferencia a Gardel de su yo anterior, Julio, y del resto de los personajes, que viven atrapados en el pasado. Max está aprisionado en las cintas de las películas que guarda y las pertenencias de los que pasaron por su estudio y nunca regresaron, Miguel por el paradero de su amigo y su carrera como director, y Ana (Ana Torrent), la hija de Julio, por la relación que nunca tuvo con su padre ausente, una imagen paterna que bien podría no haber existido.

 

Dentro de Cerrar los Ojos hay otro film, La Mirada del Adiós, que abre la película. Con un relato ambientado en 1947 en las afueras de París, aquí un anarquista cansado de luchar acude a una reunión con un acaudalado judío sefardí que ha cambiado su identidad varias veces para recibir el encargo de buscar a su hija, una adolescente a la que no ve desde que era una niña. En una larga escena en la acogedora casa de campo del hombre, le confiesa al anarquista que tiene una enfermedad terminal, le han diagnosticado pocos meses de vida, y solo desea ver a su hija, Judith, por última vez, quien le fuera sustraída por su madre, una prostituta china, hace años. A cambio le promete al anarquista el dinero suficiente para reconstruir su vida y dejar la lucha contra Franco desde el exilio. Esta película ficticia que se encuentra dentro del film de Erice remite claramente a la adaptación de una novela de Juan Marsé, El Embrujo de Shanghái (1993), realizada por el director español, proyecto descartado por unos productores que elegirían la versión de Fernando Trueba que finalmente se estrenó en 2002.

 

Cerrar los Ojos es un film sobre todo lo que perdimos como humanidad debido a los avances tecnológicos, especialmente nuestra libertad. A estas nuevas extensiones artificiales que nos adormecen y nos atontan, Erice contrapone la cinta cinematográfica, el viejo cine de barrio, la comunidad física a la comunidad virtual, la huerta personal y la pesca a los pedidos de comida a través de las aplicaciones. No es que Erice haga una contraposición explícita o que establezca una comparación dialéctica, tan solo hay un protagonista, Miguel, que hace su vida, una vida de otra época, cansado, arrepentido, nostálgico, sin glamour. Aparece en la televisión desganado y desinteresado, pero como la magdalena de Marcel Proust, la indagación en los objetos de antaño lo lanza hacia el pasado como una máquina del tiempo para juntarse con su amigo Max, su montajista al que no ve hace más de dos años, y para contactar a una ex novia de él y de Julio, Lola San Román (Soledad Villamil), la cantante argentina exiliada en España debido a la última Dictadura Cívico Militar (1976-1983), y a la hija de Julio, Ana, carcomida por el recuerdo de su padre desaparecido y las especulaciones de la prensa amarillista.

 

El último film de Erice es una película calculadamente fuera de su tiempo, que busca que el espectador asimile cada escena, cada diálogo, piense en ellos, reflexione a su alrededor, para mirar el cine como un espejo mágico que refleja nuestras propias vidas, nuestras inquietudes y vaivenes. Hay una calidez mezclada con la pesadez de la vejez, pero este cansancio es una máscara para ocultar la energía de los protagonistas. Miguel viaja de Cabo de Gata a Madrid para las entrevistas y recorre toda la ciudad para conseguir el material que el programa necesita, después acude al sur de España nuevamente para ver si un individuo sin memoria es su amigo desaparecido y se queda en el asilo de las monjas para estar cerca del hombre que una vez conoció. Max acude desde Madrid con la película montada para proyectarla en un cine abandonado de la ciudad, que limpian y ponen a punto entre los dos. Ana también viaja al sur para ver si su padre es realmente este anciano sin pasado. La pesadez de estos personajes es claramente muy vital, es una fachada que oculta lo trascendente, que estas criaturas tienen mucho para contar, mucho para vivir, que sus recuerdos importan, que tienen historias por narrar. Gardel, en un pleno presente, ha perdido esa posibilidad, su estar en el mundo es una constante que no le permite ver hacia atrás o adelante. Así se debaten en la obra de Erice un pasado que parece tedioso y aburrido, pero que en realidad es un magma en erupción, y un presente anquilosado en una instantaneidad evanescente, incapaz de cualquier reflexión o mirada retrospectiva.

 

Escrita por Erice junto a un escritor francés radicado en San Sebastián, Michel Gaztambide, Cerrar los Ojos entabla un diálogo con la filmografía del propio Erice, con la historia de su país y de la Argentina, en un film poético y antes que moderno, anti posmoderno, con reminiscencias muy claras a Río Bravo (1959), de Howard Hawks, a Nicholas Ray y hasta a Friedrich Wilhelm Murnau que sobresalen entre un conjunto de guiños a la historia del cine que marcó a Erice. A pesar de todo, sería erróneo definir a Cerrar los Ojos como una película contra esta época, o como una obra producto de la melancolía de un pesado mejor o de un pasado romantizado. Víctor Erice construye una forma de mirar el pasado reflexionando sobre él, sobre las oportunidades perdidas, las experiencias, como debe hacer un cineasta, narrando, ofreciendo una visión única del mundo a través de imágenes perfectas, un panorama en el que se destacan el director de fotografía Valentín Álvarez y esos fundidos encadenados que Erice convirtió en una de sus marcas registradas.

 

Cerrar los Ojos (España/ Argentina, 2023)

Dirección: Víctor Erice. Guión: Víctor Erice y Michel Gaztambide. Elenco: José Coronado, Manolo Solo, Ana Torrent, Petra Martínez, María León, Helena Miquel, Mario Pardo, Antonio Dechent, Josep Maria Pou, Soledad Villamil. Producción: Víctor Erice, Maximiliano Lasansky, Cristina Zumárraga, Pol Bossi, Pablo Bossi, Agustín Bossi, Odile Antonio-Báez y José Alba. Duración: 162 minutos.

Puntaje: 9