Cerdita

El bullying o el asesinato en serie

Por Emiliano Fernández

El séptimo arte honestamente no ha analizado en profundidad la gordura y sólo durante las últimas décadas ha dedicado propuestas específicas al tema en un rango bastante amplio que va desde el indie melancólico europeo de Paraíso: Esperanza (Paradies: Hoffnung, 2013), opus de Ulrich Seidl, y Corazón Gigante (Fúsi, 2015), de Dagur Kári, pasa por el Hollywood burdo del Martin Lawrence de Mi Abuela es un Peligro (Big Momma’s House, 2000) y sus patéticas secuelas del 2006 y 2011 y sobre todo aquel Eddie Murphy devaluado de El Profesor Chiflado (The Nutty Professor, 1996), El Profesor Chiflado II: La Familia Klump (Nutty Professor II: The Klumps, 2000) y la insoportable Norbit (2007), y llega a lo anglosajón multifacético, a su vez dividido entre el exploitation payasesco y seudo artístico de Preciosa (Precious, 2009), de Lee Daniels, la comedia romántica rosa descerebrada y también gordofóbica símil El Diario de Bridget Jones (Bridget Jones’s Diary, 2001), de Sharon Maguire, Amor Ciego (Shallow Hal, 2001), de Bobby y Peter Farrelly, y Despedida de Soltera (Bachelorette, 2012), de Leslye Headland, y los musicales en sintonía con Ritmo Perfecto (Pitch Perfect, 2012), de Jason Moore, y la recordada Hairspray (2007), obra de Adam Shankman inspirada en aquella puesta de Broadway del 2002 con composiciones de Marc Shaiman, letras de Shaiman y Scott Wittman y libreto de Mark O’Donnell y Thomas Meehan, trabajo asimismo basado en Hairspray (1988), joya contracultural de dejo trash y terrorista del querido John Waters con un elenco soñado que incluía a Sonny Bono, Ricki Lake, Jerry Stiller, Ruth Brown, Debbie Harry -célebre por los entonces desaparecidos Blondie- y aquel legendario Harris Glenn Milstead alias Divine en su anteúltimo rol antes de fallecer de repente en ese 1988 de un infarto justo luego de completar la eventualmente póstuma El Asesino de la Máscara (Out of the Dark, 1989), slasher de Michael Schroeder.

 

Ahora bien, un caso relativamente raro para este derrotero histórico algo redundante y poco imaginativo aunque no tan insólito si lo pensamos desde la corrección política de hoy en día, esa que suele operar desde la comodidad ideológica del terreno político ya ganado y que se la pasa identificando causas para defender más por marketing que por convicciones verdaderas de cualquier tipo, es Cerdita (2022), debut en el ámbito del largometraje en solitario de la realizadora y guionista española Carlota Pereda, quien a priori acumulaba diversos cortos, participaciones en series televisivas y una intervención en una antología olvidable de horror, La Cola del Diablo (The Devil’s Tail, 2021), ésta una coproducción entre Argentina y Nueva Zelanda. El film de Pereda es una expansión del corto homónimo del 2018 y de hecho recupera a la protagonista excluyente, esa perfecta Laura Galán que compone a la palurda y exasperante Sara, una muchacha obesa que habita en un pueblito rural de España y sufre de bullying al extremo de que tanto el cortometraje como el largo comparan desfavorablemente al acoso cruel y sistemático de mujeres y hombres sobre aquellos diferentes con el periplo en sí de un asesino en serie (antes Paco Hidalgo, ahora Richard Holmes), enfatizando que el chiflado por lo menos no puede rehuir de su impulso de carácter automatizado mientras que los horribles miembros de la sociedad prosaica sí tienen muy en cuenta las consecuencias de sus actos, de todas maneras optan por llevarlos a cabo y en última instancia disfrutan del espantoso resultado porque todo el dolor infligido parecería funcionar como una reafirmación de su propia y patológica identidad, en pantalla la de los burgueses tarados, privilegiados y narcisistas que se divierten con la hembra con unos cuantos kilos de más que puede ser efectivamente de lo más anodina, pasiva o cobarde aunque no se merece transformarse en el “saco de boxeo” de estos energúmenos y sádicos.

 

Los primeros veinte minutos del metraje se corresponden en general con aquel trabajo del 2018, ahora con Sara pretendiendo nadar en un estanque y siendo insultada, degradada y martirizada -red para hojas en la cabeza y robo de ropa incluida- por un trío de lindas arpías adolescentes, Roci (Camille Aguilar), Maca (Claudia Salas) y la supuesta amiga/ conocida de la protagonista Claudia (Irene Ferreiro), todo para después caminar en paños menores por el costado de la ruta hacia su casa, padecer las burlas de unos varones en un automóvil y finalmente toparse con el loquito, como aseverábamos antes aquí con menos años encima, carilindo y sintiéndose atraído hacia una Sara que no lo denuncia porque de hecho en su camioneta se lleva a una de las responsables del suplicio y hasta le deja un toallón para que se cubra. El resto de la película se divide entre por un lado un retrato más macro de la típica claustrofobia del enclave pequeño, ahora a través de una madre hiper controladora, Asun (esa genial Carmen Machi), un padre carnicero abúlico que está casi en la quiebra por la competencia de los grandes supermercados, Tomás (Julián Valcárcel), un hermano de corta edad con el que la muchacha tampoco se lleva demasiado bien que digamos (Amets Otxoa), unos policías vernáculos bastante incompetentes, el jefazo de la Guardia Civil Juan Carlos (Chema del Barco) y su vástago Juancarlitos (Fernando Delgado-Hierro), y un cuasi interés romántico alternativo, el novio de Claudia, Pedro (José Pastor), y por el otro lado el clásico juego de amor/ odio -o de atracción y repulsión, más precisamente- entre una Sara que siente un miedo hipnotizador frente a la presencia del homicida en serie, ya que además los esbirros de la ley encuentran en el estanque el cadáver de un socorrista adepto a tocar culos, y el sustrato de vengador tácito del desconocido, en el cual puede confiar para tercerizar en silencio su cruzada revanchista contra su parentela y los jóvenes locales de ambos sexos.

 

La realización de Pereda en general está bien aunque adolece de una incoherencia interna pronunciada que -como suele suceder en el cine contemporáneo, con poca paciencia para desarrollar cualquier tópico, idea o línea argumental- la conduce a pasearse por múltiples regiones conceptuales y formales sin lograr anidar del todo en ninguna, pensemos en este sentido que Cerdita, título que hace referencia al epíteto favorito del grupo de burguesitas de Maca y compañía, coquetea con la comedia negra, la faena de venganza, el exploitation, la sátira social, el slasher, el thriller más agitado, la fábula de prisión bucólica de fondo, el bildungsroman o relato de aprendizaje, la semblanza sobre amantes bizarros, la epopeya gore de corazoncito caníbal y desde ya la denuncia en torno a la discriminación comunal fetichizada por unas mayorías que en el Siglo XXI están un tanto cansadas de que desde el mainstream les refrieguen en la cara la condición de víctimas de las minorías, jugada que desde la industria apuesta a un posicionamiento comercial de imagen pública y que en lo social inmediato casi siempre genera el efecto opuesto, léase la amalgama de las posiciones derechosas, segregacionistas e intolerantes en contra de aquello que consideran que escapa del canon habitual. Lo mejor del film se condice con la apertura feroz de la humillación y con el remate cual explosión gore sin tapujos cuando Sara se ve obligada a renunciar a su amor platónico, el personaje de Holmes, para salvar a sus otrora martirizadoras aunque ya bastante magulladas, por cierto otro ejemplo de la corrección política implícita y del vicio salomónico de ese indie del presente que en vez de pisar el acelerador para llevar el asunto hasta sus últimas consecuencias, prefiere en cambio darle la razón a todos los involucrados y proponer como campeón de la moral a una víctima que de héroe en realidad no tiene nada porque todo lo hace desde la visceralidad más primigenia y sin convicción alguna detrás…

 

Cerdita (España, 2022)

Dirección y Guión: Carlota Pereda. Elenco: Laura Galán, Carmen Machi, Claudia Salas, Camille Aguilar, José Pastor, Richard Holmes, Irene Ferreiro, Julián Valcárcel, Chema del Barco, Fernando Delgado-Hierro. Producción: Merry Colomer. Duración: 100 minutos.

Puntaje: 6