Bouvard y Pécuchet, de Gustave Flaubert

El camino hacia el absurdo

Por Martín Chiavarino

Bouvard y Pécuchet, la última e inconclusa novela del escritor francés Gustave Flaubert (Madame Bovary), recientemente reeditada por El Cuenco de Plata en su Colección Extraterritorial, con la traducción de Aurora Bernárdez y un prólogo de Jorge Luis Borges, es una historia sobre la vertiginosidad del progreso, los confines de la curiosidad, los zigzagueantes caminos de la ciencia y las divertidas peripecias de dos hombres de pocas luces en la búsqueda de la verdad y el conocimiento.

 

En esta extraordinaria novela decimonónica, dos hombres emprenden la construcción de una amistad que los lleva a abandonar sus ocupaciones para cultivar todos los pasatiempos humanos febrilmente. Ambos dejan París y parten hacia el norte de Francia, a Rouen, en la región de Normandía, cuando Bouvard recibe una cuantiosa herencia. Allí se convierten en terratenientes y pasan sus días como aristócratas pero pronto descubren que necesitan trabajar la tierra para generar más dinero y emprenden investigaciones sobre agricultura. Así indagan en la agronomía para pasar sin ambages hacia la química, que después los conduce hacia la geología, la historia, el teatro, la literatura, la gramática, el arte, la medicina y el mesmerismo en vertiginosos pasajes que comienzan como estudios filantrópicos para luego convertirse en obsesiones y símbolos del espíritu del progreso, entre una burguesía confundida y abrumada por su avidez de conocimiento y los avances y las contradicciones de la ciencia y las artes en el siglo XIX.

 

Entre digresiones diletantes sobre todos estos temas, los dos personajes y sus vecinos de Rouen viven los disturbios de los espíritus apasionados de la revolución política de 1848 y la contrarrevolución, siempre debatiendo apasionadamente sobre la libertad, la economía, la utilidad de la monarquía, la viabilidad de la instauración de una república y las utopías socialistas para luego pasar a discusiones inconducentes que los mantienen activos.

 

Los planes absurdos, las divagaciones llevadas hasta el hartazgo y el aburrimiento se erigen como una parodia de la sociedad. Así de la filosofía pasan a la física, más tarde a las leyes naturales para volver sobre sus pasos nuevamente hacia la filosofía y la teología, no sin un traspié fanático alrededor de la Biblia por parte de Pécuchet, que finalmente da pie para un cuestionamiento de la religión en disputas interminables sobre materialismo, idealismo y las contradicciones del texto sagrado. Para coronar su búsqueda adoptan a unos huérfanos y se inclinan por la investigación en el campo de la educación y el comportamiento humano con teorías funcionalistas. Con este espíritu aprenden sobre pedagogía y didáctica y se esfuerzan por su formación, pero siempre alguna variable se les escapa de las manos en este camino del conocimiento cuyo mapa siempre conduce hacia un lugar extraño.

 

La última novela de Flaubert es una gran alegoría cáustica sobre las obsesiones humanas, la relación entre la ciencia y el conocimiento, los cambios de época, las transformaciones de las ideas y esas esperanzas que en lugar de abrir caminos, los empantana. Con un estilo sardónico que a veces dibuja una sonrisa y otras produce ansiedad, Flaubert destruye la novela realista que él mismo había cimentado y apuntalado con maestría en Madame Bovary en un extraordinario texto que lleva los anhelos de la burguesía hasta el absurdo y el sinsentido.

 

Bouvard y Pécuchet, de Gustave Flaubert, El Cuenco de Plata, 2016. Traducción: Aurora Bernárdez. Prólogo: Jorge Luis Borges.