THX 1138

El consumo debe unificarse

Por Emiliano Fernández

THX 1138 (1971), la ópera prima en formato de largometraje de George Lucas, es la típica película de corte iconoclasta y abiertamente nihilista, tendiente a vincular la pérdida de individualidad con las exigencias del mercado y el Estado, que no se conocería para nada entre el público adormecido y conservador del mainstream de hoy en día si no fuera por la fama y el poder intra Hollywood de su director y guionista, influencia vinculada a la saga iniciada con La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977), aquella otra que comenzó con Los Cazadores del Arca Perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981), opus de su amigo Steven Spielberg, y la Industrial Light & Magic, subdivisión de Lucasfilm consagrada a los efectos especiales, en esencia una compañía que por varias décadas fue sinónimo de artificios de vanguardia en el rubro de los truquillos visuales para los blockbusters de la gran industria cinematográfica norteamericana de alcance planetario. Basado en un corto de la primera etapa profesional de Lucas, Laberinto Electrónico THX 1138 4EB (Electronic Labyrinth THX 1138 4EB, 1967), el film funciona como una adaptación conjunta y no acreditada de la clásica trilogía literaria de ciencia ficción distópica, esa de Un Mundo Feliz (Brave New World, 1931), de Aldous Huxley, 1984 (1949), de George Orwell, y Fahrenheit 451 (1953), de Ray Bradbury, y fue la segunda realización de aquella American Zoetrope que George había fundado con el también muy joven Francis Ford Coppola, éste el gran responsable del debut de la productora con pretensiones de estudio, Llueve sobre mi Corazón (The Rain People, 1969), otra película que en su momento de estreno prácticamente nadie tuvo en cuenta -ni público ni crítica- y hoy sale del circuito de los cinéfilos dedicados y gana fans dentro de la gama variopinta del resto de los espectadores cual “efecto arrastre” debido a los éxitos posteriores del creador máximo, en el caso de Coppola por supuesto a raíz de su serie de obras maestras de los 70, El Padrino (The Godfather, 1972), La Conversación (The Conversation, 1974), El Padrino: Parte II (The Godfather: Part II, 1974) y Apocalypse Now (1979), más algún que otro hit de una etapa futura en sintonía con El Padrino: Parte III (The Godfather: Part III, 1990) y Drácula (1992), sus últimas propuestas interesantes.

 

Aún muy interesado en el cine avant-garde en función de la cercanía con respecto a su fase de estudiante y todavía bastante lejos de la profesionalización definitiva con motivo de las oscarizadas American Graffiti (1973), uno de los primeros ejemplos de idiosincrasia retro en un bildungsroman o relato de aprendizaje o coming-of-age dentro del mainstream de yanquilandia, y La Guerra de las Galaxias, a su vez catalizadora de la superior El Imperio Contraataca (The Empire Strikes Back, 1980), de Irvin Kershner, y la inferior El Regreso del Jedi (Return of the Jedi, 1983), de Richard Marquand, trío de películas que recibió un excrementicio tratamiento de inserts digitales en 1997 para preparar el terreno a la de todos modos lamentable La Amenaza Fantasma (The Phantom Menace, 1999), Lucas en THX 1138 recupera la sociedad sedada y amante de las drogas de Un Mundo Feliz, la alienación y el totalitarismo de 1984 y Fahrenheit 451, la vida subterránea de La Máquina se Detiene (The Machine Stops, 1909), cuento corto de E.M. Forster, la despersonalización y el triste aislamiento del individuo subyugado a la masa de Nosotros (My, 1921), la novela del ruso Yevgueni Zamiatin que desencadenó las epopeyas siguientes de los escritores anglosajones, y sobre todo la conjunción de frialdad maximalista y minimalismo irónico de las dos joyas de la fantasía especulativa de fines de la década previa, nos referimos a 2001: Odisea del Espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), de Stanley Kubrick, y El Planeta de los Simios (Planet of the Apes, 1968), de Franklin J. Schaffner, dupla que generó esta ciencia ficción de la disidencia y de la denuncia de la artificialidad de la que forma parte el opus que nos ocupa y otros tantos como Z.P.G. (1972), de Michael Campus, Naves Misteriosas (Silent Running, 1972), de Douglas Trumbull, Cuando el Destino nos Alcance (Soylent Green, 1973), de Richard Fleischer, Un Muchacho y su Perro (A Boy and His Dog, 1975), de L.Q. Jones, Rollerball (1975), obra de Norman Jewison, Las Esposas de Stepford (The Stepford Wives, 1975), de Bryan Forbes, y Fuga en el Siglo XXIII (Logan’s Run, 1976), de Michael Anderson, amén de la mítica La Naranja Mecánica (A Clockwork Orange, 1971), asimismo de Kubrick y basada en la gran novela de 1962 de Anthony Burgess, otro pivote del género.

 

Narrada principalmente mediante un constante contrapunto por parte de la fotografía de Albert Kihn y David Myers entre esos primerísimos primeros planos y las tomas hiper amplias, estructura paradigmática del cinéma vérité y el documental observacional, y una colección de excelentes montajes sonoros en voice over del coguionista Walter Murch, un amigo de Lucas de sus días de estudiante que más adelante escribiría El Corcel Negro (The Black Stallion, 1979), el clásico de Carroll Ballard inspirado en la novela infantil de 1941 de Walter Farley, y dirigiría la estupenda Oz, un Mundo Fantástico (Return to Oz, 1985), insólita y oscura secuela no oficial de El Mago de Oz (The Wizard of Oz, 1939), de Victor Fleming, antes de volcarse definitivamente a la ingeniería de sonido y la edición en general para cineastas como Coppola, Fred Zinnemann, Matthew Robbins, Philip Kaufman, Jerry Zucker, Peter Medak, Terry Zwigoff, Anthony Minghella, Kathryn Bigelow, Sam Mendes y Joe Johnston, la película nos presenta un mundo pesadillesco en el que los seres humanos viven en una ciudad bajo tierra de impronta brutalista en la que dominan los sermones religiosos más anodinos, el eficientismo utilitarista y económico, los autómatas policiales de índole sádica y bastante tontuela, los burócratas más ineptos de la vigilancia, las drogas que suprimen emociones y robotizan y la prohibición de los encuentros sexuales, la familia, la cultura, el amor y toda manifestación artística, ideológica o de marco individual/ privado, por ello los sujetos están rapados, visten de blanco, responden a un prefijo de tres letras y cuatro números y deben someterse a confesiones regulares en “unicapillas” para hablar con OMM 0000, versión virtual del Gran Hermano orwelliano. THX 1138 (el estupendo Robert Duvall, hoy en modo lobotomizado en pos de independizarse del yugo) es un operario de una planta de ensamblaje de androides del aparato estatal que se enamora de su compañera de vivienda, la vigilante LUH 3417 (Maggie McOmie), cuando la susodicha le cambia sus pastillas diarias, no obstante otro de los vigías de las cámaras omnipresentes, SEN 5241 (un delirante Donald Pleasence), separa a la pareja porque desea estar cerca de THX, quien a su vez lo denuncia y ambos terminan confinados a una cárcel alienante sobre un vacío blanco.

 

La realización envejeció bastante bien no sólo porque la distopía retratada se parece mucho a la sociedad globalizada del Siglo XXI sino también gracias a que guarda cierto misterio que no es posible hallar en el resto de la producción artística de Lucas por ser de impronta más bien populachera o en el mejor de los casos simplona y redundante a más no poder ya que obedece al esquema interminable de las franquicias, en este sentido se podría aseverar que THX 1138 ofrece una versión alternativa -o quizás hipotética- y mucho más interesante de la trayectoria profesional del inefable George si no se hubiese volcado a posteriori de manera tan decisiva al cine de masas de la mano de American Graffiti y La Guerra de las Galaxias. Amparado, como decíamos antes, en los diálogos y soliloquios institucionales superpuestos de Murch, la tenebrosa música de Lalo Schifrin y los intercambios bizarros a lo Nouvelle Vague entre los perfectos Duvall, Pleasence, Don Pedro Colley como el actor de hologramas SRT 5752 e Ian Wolfe como un verborrágico y avejentado prisionero de neto corte conservador, PTO, amén de un jovencito Sid Haig como ese NCH que anda por ahí saltándole en la cara a un policía autómata y violando a alguna hembra torturada por los esbirros del poder concentrado, tanto el material como el inmaterial, el director en pantalla anticipa la paradoja excluyente de su carrera, léase la dependencia tecnológica que atrae y repele porque por un lado facilita las cosas desligándonos de tareas y de responsabilidades éticas y por el otro lado cosifica a los bípedos que terminan esclavizados por la máquina que ellos mismos crearon, incluso revistiéndola de un manto mesiánico/ religioso/ místico/ espiritual aquí simbolizado en la figura omnisciente de OMM y sus distintos testaferros en un Estado capitalista que tiende a la unificación de todos los consumos y en el que cada acción se juzga sólo por el superávit económico en detrimento de la filosofía o un sustrato moral, doctrinario o actitudinal. A diferencia de lo ocurrido en relación a las denominadas “ediciones especiales” de La Guerra de las Galaxias, El Imperio Contraataca y El Regreso del Jedi, repletas de detalles patéticos en CGI y parches innecesarios para vincularlas a la trilogía de precuelas que empezó con La Amenaza Fantasma y continuó con El Ataque de los Clones (Attack of the Clones, 2002) y La Venganza de los Sith (Revenge of the Sith, 2005), la única realmente buena de las tres, el corte del director del 2004 de THX 1138 sí incluye pinceladas reveladoras y atractivas porque la versión original de los 70 se sentía a veces un poco incompleta en términos de la amplitud discursiva y el diseño de producción debido a un presupuesto de por sí acotado y la poca experiencia de Lucas como cineasta de naturaleza eminentemente técnica, de allí que las nuevas tomas en la fábrica de androides cumplan su cometido descriptivo al igual que los planos correspondientes a los ámbitos comunales de la metrópoli y el escape en general de las postrimerías del relato de SEN, el cual pronto es arrestado, ese malogrado SRT, quien choca su vehículo contra un pilar de un estacionamiento, y el propio THX, el único fugitivo que logra abandonar la ciudadela en una secuencia que duplica en gran medida los pormenores de la persecución de Laberinto Electrónico THX 1138 4EB. La propuesta, en suma, ataca la homogeneización castradora de la posmodernidad y se siente cómoda en su nicho de rebeldía sutil entre la segmentación del trabajo y la estratificación por clases sociales de Metrópolis (1927), de Fritz Lang, y ese latiguillo infaltable del “amor prohibido” que va desde 1984 (1956), la primera adaptación del libro de Orwell a cargo de Michael Anderson previa a la más conocida del año 1984 de Michael Radford, pasa por la casi siempre olvidada Z.P.G. y llega a Gattaca (1997), una obra muy huxleyana de Andrew Niccol protagonizada por Ethan Hawke y Uma Thurman…

 

THX 1138 (Estados Unidos, 1971)

Dirección: George Lucas. Guión: George Lucas y Walter Murch. Elenco: Robert Duvall, Donald Pleasence, Don Pedro Colley, Maggie McOmie, Ian Wolfe, Marshall Efron, Sid Haig, John Pearce, Irene Cagen, Gary Alan Marsh. Producción: Larry Sturhahn. Duración: 89 minutos.

Puntaje: 9