En consonancia con la caída internacional de la venta de discos y el lanzamiento cada vez más espaciado de novedades al mercado, el progreso artístico entre las diversas fases de la carrera de las bandas y solistas se ha ido acelerando de manera exponencial, ya que ese mismo desarrollo/ amplitud compositiva que antes llevaba muchos álbumes de transición, hoy en día generalmente se produce de disco en disco tanto por el generoso volumen de años entre placas como por esa maduración impuesta por sociedades saturadas de información, una comunicación polirubro y un enorme lote de basura/ ruido/ egoísmo delirante, panorama que se multiplica a escala de los intercambios planetarios de toda índole (en el rock, como en otros géneros, los shows en vivo y la memorabilia le dejan más ganancias concretas a los músicos que los registros en físico o virtuales).
Los saltos cualitativos inherentes a la trayectoria de los Arctic Monkeys constituyen un muy buen ejemplo de esta progresión acelerada paradigmática de la actualidad, basta pensar en el ideario post punk de los dos primeros trabajos discográficos de los británicos, Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not (2006) y Favourite Worst Nightmare (2007), en la posterior metamorfosis hacia el stoner que trajo aparejada la colaboración con Joshua Homme cuando produjo el Humbug (2009), y finalmente en esa apertura hacia el pop ambivalente de Suck It and See (2011) y AM (2013) que no descuidó ni la energía de antaño ni tampoco los bellos cuelgues psicodélicos cortesía del amigo de Queens of the Stone Age y los extintos Kyuss. El último trabajo de los muchachos comandados por Alex Turner, Tranquility Base, Hotel + Casino (2018), representa la transformación más radical en el sonido del grupo ya que aquella propulsión guitarrera del pasado aquí deja lugar casi por completo a un énfasis muy fuerte y exitoso sobre las atmósferas en clara sintonía con el viejo y querido formato de los “discos conceptuales”, ahora funcionando en conjunción con una sátira acerca de la tecnología, el entretenimiento, la fama y el consumismo banal y utilizando como pivote unificador a un leitmotiv fantástico centrado en la construcción de un resort en la Luna en el que se hospedan personajes difusos -uno por canción- que a su vez nos ofrecen su parecer desde una ciencia ficción adepta a desarmar las miserias y complejidades sociales del hoy.
El sustrato entre lounge y soulero clasicista aparece en primer plano en la maravillosa Star Treatment, pequeña gran parodia del mundo del espectáculo en clave cósmica/ metafórica, indicando desde el vamos que el quiebre con respecto a la producción previa de los Arctic Monkeys será importante, ahora con un Turner cantando cual crooner espacial -amparado en una excelente producción del propio líder y James Ford, colaborador habitual de la banda- sobre un popurrí de tópicos que incluyen referencias en plan semi absurdo a The Strokes, The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy (1979) de Douglas Adams, 1984 (1949) de George Orwell, Los Cazafantasmas (Ghost Busters, 1984), una banda ficticia llamada The Martini Police que toca en esa Tranquility Base del título -el sitio del alunizaje del 20 de julio de 1969, nada más y nada menos- reconvertida en “Hotel + Casino”, el clásico de ciencia ficción Blade Runner (1982) y hasta alguna que otra mención a canciones propias ya bastante añejas. One Point Perspective es otra joyita exquisita que se pasea por el funk, el hip hop y cierta efervescencia multicolor a la Phil Spector que ya venía insinuada en el track previo, en esta oportunidad con un pianito marcando el ritmo, un genial solo de guitarra y un temple general entre melancólico y sexy que analiza cómo los sueños infantiles terminan siendo postergados por las diversas urgencias de la vida adulta hasta que finalmente se evaporan y sólo subsiste un resabio amargo de los mismos, eco lejano de la fuerza que alguna vez nos inspiró para buscar/ concebir un futuro mejor.
La canción más corta del disco, American Sports, parece ser el producto de un Turner reformulando desde su imaginario introspectivo agridulce la fase final de la carrera del eterno David Bowie, en especial jugando con una base rítmica disonante y arreglos esplendorosos que se acoplan muy bien con una letra que satiriza la obsesión actual -y futura, considerando el ambiente distópico continuo de la placa- con el dinero, la tecnología, la fama y los deportes masivos (el estribillo incorpora una alusión a Her Name Was Lola, una novela de 2003 de Russell Hoban sobre la crisis creativa de un hombre de mediana edad, lo que deja en claro que el cambio profundo que propone el álbum se debe en parte a un bloqueo como bien confirmó el propio Turner en varias entrevistas, más allá de la típica necesidad de todo artista de reinventarse para esquivar el estancamiento). El glorioso tema que le da el título al disco unifica la descripción del hotel de turno, la frialdad pomposa de los resorts símil show business, el estado calamitoso del ecosistema político contemporáneo, el ascenso de la derecha fascista/ xenófoba y las tecnologías de control, la impostación cursi de las relaciones románticas y cierto sentido de peligrosidad acechante que vinculan a Tranquility Base, Hotel + Casino no sólo al Spector tardío de los fascinantes Death of a Ladies’ Man (1977) de Leonard Cohen y Born to Be with You (1975) de Dion, sino también al Beck más apaciguado que supo trabajar a la par de Nigel Godrich, nos referimos sobre todo a Mutations (1998) y Sea Change (2002).
Otra de las canciones misteriosas de la placa es Golden Trunks, algo así como una versión perversa y tristona del pop barroco del Pet Sounds (1966) de The Beach Boys -falsete del cantante y un aguerrido riff de guitarra símil AM de por medio- aunque con la brújula orientada a una especie de conversación entre el narrador y un personaje femenino al que adora, intercambio marcado por alegorías políticas relacionadas con la banalización del discurso público vía el marketing y la técnica retórica de sustituir la profundidad por las desviaciones infantiloides y el espectáculo escapista. La prodigiosa Four Out of Five, sin duda lo más cerca a una composición con destino de himno popular del Tranquility Base, Hotel + Casino, nos presenta una nueva síntesis imposible de elementos, hoy con una impronta glam setentosa muy marcada, la ampulosidad de The Last Shadow Puppets (el proyecto paralelo del líder de Arctic Monkeys), una melodía intoxicante y un Turner que parece rapear sobre/ ridiculizar las mentiras del lenguaje publicitario, la manipulación mediática masiva y las apariencias más falaces en pos de ganarse el “respeto” de la intelligentia del rubro que sea, por más que hablemos de una desopilante taquería llamada Information Action Ratio -situada en la Luna- que recibe esas “cuatros estrellas sobre cinco” en una crítica supuestamente especializada en el enclave culinario.
La dependencia tecnológica, la estupidez que trae aparejada y el show business más grasiento y lobotomizador constituyen el núcleo de The World’s First Ever Monster Truck Front Flip, otra delicia satírica con una base a lo Pet Sounds en la que el cantante echa mano del generoso rango vocal de Bowie para enfatizar tamaña algarabía freak, pop y bien sarcástica (sobresale esa alegoría en torno al gigantismo bobalicón del título, “el primer salto mortal del mundo del camión monstruo”). Science Fiction es una excelente fábula metadiscursiva en la que Turner reflexiona sobre la capacidad de la fantasía para sopesar y narrar nuestro presente de manera colateral/ tangencial, redondeando así -en muchas ocasiones- obras más interesantes y complejas que si se optase por enfoques discursivos más directos o “realistas”; planteo que asimismo incluye una suerte de versión respetuosa y sutilmente acelerada con respecto al tempo baladístico promedio del Histoire de Melody Nelson (1971) de Serge Gainsbourg y hasta una imprevista referencia a World on a Wire (Welt am Draht, 1973), aquella extraordinaria miniserie televisiva del gran Rainer Werner Fassbinder. Entre las ironías prototípicas de The Kinks y una impostación crooner semejante a su homóloga del querido Jarvis Cocker de Pulp para el puente, la sesentosa She Looks Like Fun funciona además como una denuncia de la cultura actual de la simulación, los preconceptos y el delirio más estúpido, haciendo foco en las redes sociales y la adicción que despiertan en determinados palurdos sin vida concreta individual, esos que juzgan al resto de la humanidad basándose en fotos, comentarios aislados o sus propias miserias proyectadas en el prójimo, muy en sintonía con el ejército de trolls descerebrados y/ o cada vez más bizarros de nuestros días.
El mid tempo lounge de Star Treatment regresa con todo en Batphone, otra epopeya barroca que recupera el pulso hipnótico de Gainsbourg y pasa a examinar -vía más falsetes ocasionales de Turner, siempre desde la melancolía y cierto derrotismo paradójico- el fetiche comunal con la novedad eterna y el hecho de encerrarse en el universo virtual en vez de vivir la vida propiamente dicha, dejando de lado la insoportable y contraproducente subordinación para con las tablets, los smartphones y las laptops. En la tradición del pop retro cabaretero con corazoncito de jazz, la hermosa The Ultracheese es un ejercicio explícito en nostalgia -ahora tracción a piano y un trabajo muy fino de guitarras- que pone el acento en el aislamiento y el cinismo que uno va ganando con los años gracias a los golpes que nos regala el destino, la propia autoindulgencia suicida, la voracidad de la sociedad egocéntrica y la presencia de diversos personajes sádicos que aparecen en el devenir cotidiano (esa nueva alusión mordaz a la Luna del título, siempre hecha de queso a ojos de los ignorantes que se creen cualquier cosa que venga “santificada” por el poder, y la celebridad del mismo Turner aportan otras dimensiones de análisis, ésta última relacionada con la mudanza del señor desde Gran Bretaña a Estados Unidos como una sombra que subraya los sentimientos de fondo de soledad y desapego emocional).
Sin lugar a dudas Tranquility Base, Hotel + Casino es uno de los trabajos discográficos más jugados y valientes que haya ofrecido una banda mainstream en mucho tiempo, no sólo una invitación a abandonar el up tempo estándar del grupo -a riesgo de enajenarse definitivamente a los primeros fans- sino también una prueba innegable de la riqueza compositiva a la que puede aspirar Turner cuando toma la batuta de los Arctic Monkeys, afloja un poco con el costado más recargado/ sobreproducido de The Last Shadow Puppets y se decide a armar lo más parecido a un disco solista en “formato banda” que haya editado a la fecha; redondeando de paso una placa muy adictiva cuyo fuerza es más abstracta/ conceptual que nunca porque los arreglos y las sutilezas barrocas están al servicio del mejor desempeño vocal de un Turner que experimenta -y sale airoso- con muchas opciones artísticas en una magnífica colección de diatribas contra el esquema asfixiante y neurótico del capitalismo en general y la industria del espectáculo en particular, hoy empardada a un emporio espacial del relax en donde las apariencias, el afán plutocrático, la obsesión tecnológica, la especulación y el discurso vacuo de la publicidad y el marketing aparecen como los enemigos fundamentales de una vida en armonía con sí misma y con el todo social que nos rodea.
Tranquility Base, Hotel + Casino, de Arctic Monkeys (2018)
Tracks: