Pobres Criaturas (Poor Things)

El espíritu aventurero

Por Emiliano Fernández

“Decepción” es la palabra que mejor define a una película correcta y no mucho más como Pobres Criaturas (Poor Things, 2023), la flamante propuesta del cineasta griego Yorgos Lanthimos, uno de los pocos directores originales, inconformistas y/ o con algo para decir del insistentemente mediocre Siglo XXI. El film, el cuarto en inglés del señor luego del drama de horror El Sacrificio del Ciervo Sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017) y aquellas comedias Langosta (The Lobster, 2015) y La Favorita (The Favourite, 2018), la primera de impronta absurda y la segunda palaciega/ de época, un trío en verdad magistral, se ubica en una hipotética zona cualitativa intermedia entre por un lado las dos películas minimalistas con las que se hizo famoso en el ámbito cinematográfico internacional de los festivales, Canino (Kynodontas, 2009) y Alpes (Alpeis, 2011), díptico interesante que por cierto inauguró la mejor versión de su fetiche temático para con mundos claustrofóbicos ficticios en función de los cuales los protagonistas de turno pretenden salir o entrar, y por el otro lado las faenas iniciáticas también correspondientes a su período profesional griego, Mi Mejor Amigo (O Kalyteros mou Filos, 2001) y Kinetta (2005), obras fallidas y muy poco vistas -la primera de ellas codirigida por el también protagonista Lakis Lazopoulos- que asimismo plantaron las semillas de las otras obsesiones de siempre del cineasta, sobre todo el surrealismo, la experimentación formal, el sexo delirante, la traición, los problemas identitarios, el mimetismo, el enclave hogareño como sede de batallas y ese gustito por lo macabro o lúgubre retratado desde una perspectiva arty que jamás se decide del todo entre la frialdad quirúrgica y la calidez del sarcasmo o la sátira. Pobres Criaturas retoma todas estas premisas y recursos pero sin lograr articularlas como en el pasado en un relato en verdad glorioso y dejándolas flotar en un vacío que se vuelve bastante mecánico y que sólo llamará la atención del espectador conservador y muy poco formado del nuevo milenio, ese que se sorprende con cualquier mínima anomalía y cae en un éxtasis digno de un mocoso.

 

Jugando con el kitsch, el absurdo, la fábula frankensteineana alucinada, el steampunk, el bildungsroman o relato de aprendizaje, el erotismo dadaísta, el grotesco más lunático, la comedia negra fantástica y las parodias sociales buñuelianas de marco ultra prostibulario, Lanthimos aquí vuelve a retomar sus influencias de antaño, tanto Lars von Trier, Peter Greenaway y Michael Haneke como Alejandro Jodorowsky, Terry Gilliam y David Lynch, con la intención de ofrecer una adaptación muy heterodoxa de la novela homónima de 1992 del escritor escocés Alasdair Gray, texto de intrincada estructuración posmoderna -repleto de versiones contrapuestas en torno a los mismos hechos, lo que refuerza la ambigüedad de la desquiciada historia- que en pantalla es simplificado de manera tajante y condimentado con aquellas pinceladas surrealistas de Canino, Alpes, Langosta y El Sacrificio del Ciervo Sagrado aunque ahora situadas en primer plano y apuntaladas con CGI, haciendo que las metáforas previas entren en el terreno de esa redundancia típica de las propuestas dirigidas a un público mainstream bastante lelo y siempre tendiente a promediar hacia abajo. La trama es microscópica y se centra en Bella Baxter (Emma Stone, reincidiendo con el griego a posteriori de La Favorita), fémina embarazada que en la Londres del Siglo XIX se suicida saltando desde un puente hacia un río por la tiranía de su marido, el sádico General Alfie Blessington (Christopher Abbott), así pronto termina en manos del Doctor Godwin Baxter (Willem Dafoe), un cirujano demente que rescata su cuerpo de las aguas y le implanta el cerebro del feto a la progenitora ya fallecida para después revivirla con energía eléctrica, generando que la mujer adulta tenga reacciones de infante y un apetito inagotable por aprender los misterios del mundo y especialmente del coito. Si bien acepta casarse con el asistente de Baxter, uno de sus estudiantes llamado Max McCandles (Ramy Youssef), la señorita se escapa en un viaje de placer con un abogado sumamente soberbio, Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo), a quien enloquece con sus desplantes e inocentadas góticas.

 

El grueso del guión de Tony McNamara, aquel de La Favorita y Cruella (2021), bodrio de Craig Gillespie también con Stone, gira alrededor de la angustia de todos los hombres por el comportamiento de Bella y precisamente en torno al devenir desinhibido de la ninfa, en esencia con Godwin y Max preguntándose qué fue de ella y reemplazándola con un nuevo experimento, Felicity (Margaret Qualley), y con la joven descubriendo el mundo por fuera de su prisión hasta entonces, la casona del cirujano o padre adoptivo a la fuerza, por ello pasamos de las calles de Lisboa a un barco de lujo, en el que confraterniza con el cinismo de Harry Astley (Jerrod Carmichael) y Martha Von Kurtzroc (la querida Hanna Schygulla, actriz fetiche de Rainer Werner Fassbinder), y finalmente a una París nevada, donde la chica se prostituye en el burdel de Madame Swiney (Kathryn Hunter) y se hace amiga/ amante de una colega, Toinette (Suzy Bemba), todo porque le dio el dinero del abogado a la tripulación del barco creyendo que ellos se lo entregarían a los menesterosos de Alejandría, en Egipto. La fotografía de Robbie Ryan, el vestuario de Holly Waddington y el diseño de producción de Shona Heath y James Price le deben mucho al artificio sobrecargado de Querelle (1982), de Fassbinder, y Drácula (1992), de Francis Ford Coppola, y en general el director se engolosina con los mismos pivotes utilizados en La Favorita, léase mucho gran angular y ojo de pez, algunos primerísimos primeros planos y una buena dosis de paneos, zooms kubrickianos, diálogos de humor seco esperpéntico, música disruptiva -a cargo de Jerskin Fendrix- e ideas varias robadas de lo hecho por Michael Ballhaus y Eiko Ishioka en el neoclásico citado sobre el conde más famoso. Pobres Criaturas sufre de la enfermedad que aquejaba al último trabajo de Wes Anderson, Asteroid City (2023), un opus también frustrante que quedaba preso de un formalismo sin mucha vida discursiva más allá de cierta búsqueda de un desapego humanista paradójico -para con los personajes y lo narrado- que hace pie en un esteticismo ornamental hiperbólico y en seres tercos que siguen sus anhelos.

 

Lanthimos sitúa al corazón del periplo en el lugar correcto, un antinaturalismo barroco, anacrónico y sarcástico que propone a la imaginación sin límites y a la incomodidad como principales banderas, no obstante los resultados ya no son tan atractivos como antes debido a una duración muy excesiva de 141 minutos y la sobreabundancia de personajes por demás caricaturescos que bordean lo previsible pretendiendo sorprender, así todos los machos buscan controlarla o se sumergen en pavadas de “pureza vaginal” o celos patológicos y ella en sí se mueve entre la locura, el retraso mental, la niñez/ adolescencia, la curiosidad cuasi artística, la ninfomanía y una supuesta genialidad, combo identitario que por momentos es fascinante y en otras ocasiones provoca tedio o cansancio símil espiral interminable de lo mismo, amén del hecho de que los otros engendros monstruosos del cirujano no suman ni restan y apenas si funcionan como mascotas impersonales de dejo freak, pensemos para el caso en el ganso perro, la cabra pato, el bulldog gallina e incluso ese carruaje a vapor con una cabeza de caballo al frente. Un elemento a favor de Pobres Criaturas es su condición de película post MeToo o post feminismo blanco burgués misándrico ya que aquí aquella corrección política llorona y castrada del mainstream de años previos desaparece para dejar lugar al derrotero de una furcia sin culpas con un buen número de desnudos por parte de la también productora Stone, núcleo fundamental del film porque la actriz literalmente entrega el mejor desempeño de su carrera por lejos y consigue imponer una noción de crecimiento empardado a la libertad en vez de someterlo al yugo social de las costumbres, la vergüenza, el atavismo, la egolatría o el masoquismo autovictimizante. Definitivamente el espíritu aventurero que invoca la epopeya no está a la altura de la simpleza mayúscula del planteo ideológico de fondo, quid que con tanta pompa pretende hacernos creer que estamos ante una obra maestra iconoclasta del nuevo milenio, sin embargo la película exuda una osadía lúdica y mordaz más que sana entre la idiotez globalizada intercambiable de hoy en día…

 

Pobres Criaturas (Poor Things, Estados Unidos/ Reino Unido/ Irlanda, 2023)

Dirección: Yorgos Lanthimos. Guión: Tony McNamara. Elenco: Emma Stone, Willem Dafoe, Mark Ruffalo, Ramy Youssef, Kathryn Hunter, Christopher Abbott, Jerrod Carmichael, Suzy Bemba, Hanna Schygulla, Margaret Qualley. Producción: Yorgos Lanthimos, Emma Stone, Andrew Lowe y Ed Guiney. Duración: 141 minutos.

Puntaje: 6