Amores Compartidos (Splitsville)

El estropicio de las parejas

Por Emiliano Fernández

Las relaciones entre los sexos han atravesado serios cambios en el nuevo milenio y ello tiene que ver con el techo de los feminismos del Siglo XX en esta nueva centuria, en este sentido conviene recordar que aquellas versiones de la militancia rosa estaban vinculadas a la conquista de derechos en pos del emparejamiento entre el hombre y la mujer, algo que por cierto se logró entre las décadas del 80 y 90 y el comienzo del Siglo XXI, cuando ya dejaron de ser eje de eternos debates idiotas los dos últimos focos de conflicto en el Tercer Mundo más o menos sensato, hablamos del divorcio y el aborto, derechos ganados con muchísimo sacrificio a lo largo de décadas. Es precisamente en el nuevo milenio cuando el feminismo más macro pasa de la defensa a una ofensiva ultra baladí sobre terreno político conquistado y se dedica a demonizar al varón con el discurso trasnochado de la sociedad patriarcal, algo que en realidad aplica a Occidente hasta mediados de la centuria pasada. El esquema de turno, en esencia woke/ progre/ agendista, hartó a derecha e izquierda por igual al punto de impulsar involuntariamente el ascenso de los nuevos fascistas farsescos, esos outsiders y payasos del montón del empresariado, las redes sociales y la televisión, suerte de “movimiento” que desconoce su semblante autoparódico, bebe del desencanto popular para con la política y hoy por hoy está demostrando, a su vez, haber entrado en una crisis innegable, primer signo de su desaparición en cámara lenta a raíz de un flamante hastío.

 

Toda esta situación ha repercutido en la cultura y en las dos vertientes principales de su industria, la mainstream y la indie, mediante el progresivo paso desde la corrección política de las “mascotas” del marketing, sean negros, latinos, lesbianas o efectivamente mujeres, hacia una nueva síntesis representativa que pretende balancear las perspectivas femenina y masculina para evitar la guerra fría de los lustros inmediatamente previos. Así las cosas, recientemente nos hemos topado con películas tanto de directores como de directoras, en especial las elogiables Amores Compartidos (Splitsville, 2025), de Michael Angelo Covino, y Materialistas (Materialists, 2025), de Celine Song, que procuran no sólo no engendrar enemigos sino situar al relato de turno en primer plano echándole la culpa a todos por igual del atolladero en el que estamos metidos, un planteo que trae a colación la necesidad de valorar muchos otros factores más allá del ombliguismo autovictimizante de esas feministas burguesas, blancas, misándricas y fanáticas hoy por suerte en vías de extinción. Amores Compartidos, en particular, constituye un buen ejemplo de film preocupado por pensar las relaciones entre los sexos desde la ansiedad, las frustraciones, la hipocresía, la violencia, el patetismo, la insatisfacción, las dudas, la represión sexual, el hedonismo, la estupidez, los celos, el egoísmo, la improvisación, el infantilismo y sobre todo los fetiches de clase social, en este caso el cinismo burgués y el deseo de crecimiento económico/ espiritual/ identitario.

 

Covino, un actor que saltó a la dirección, producción y escritura de guiones, en estos dos últimos casos con la colaboración de su amigo y socio histórico Kyle Marvin, aquí en gran medida duplica la fórmula de su obra anterior, Cima a la Amistad (The Climb, 2019), una ópera prima también dividida en capítulos, asimismo protagonizada por el realizador y Marvin y también girando en torno a los vínculos, tribulaciones y peleas entre dos amigos. Aquí este dúo dinámico del indie interpreta a Carey (Marvin) y Paul (Covino), el primero un profesor tontuelo de educación física casado sin hijos desde hace 14 meses con una ninfa de ascendencia latina que de repente le pide el divorcio, Ashley (Adria Arjona), y el segundo un plutócrata del segmento inmobiliario que tiene un vástago de corta edad, Russ (Simon Webster), con su bella esposa, Julie (la genial Dakota Johnson, vista hace poco -de hecho- en Materialistas), en un “matrimonio abierto” en apariencia armonioso. Cuando Ashley dinamita su relación con Carey, por infidelidades y la idea burguesa señalada de un hipotético crecimiento que resultaría saboteado por la orilla masculina, el personaje de Marvin busca refugio emocional en Paul aunque termina acostándose con su pareja, Julie, para eventualmente descubrir que la apertura no es tal porque ella nunca intimó con nadie más que su esposo, el cual más tarde asimismo confiesa que tampoco tuvo sexo con mujer alguna más que su cónyuge. Carey y Julie inician un vínculo que pone en jaque la salud mental de Paul, a partir de allí obsesionado con recuperar a una compañera romántica a la que descuidó entre otras faltas, como eso de endeudarse más allá de su capacidad, terminar perdiendo prácticamente todas sus posesiones y verse obligado a pasar tiempo en la cárcel debido a sus múltiples estafas implícitas, sin duda el requisito para ser un buen capitalista.

 

En parte una versión actualizada -pero claramente lejana en materia cualitativa- del cine cómico de Billy Wilder, Blake Edwards, Paul Mazursky e incluso Bertrand Blier, Amores Compartidos es un trabajo muy digno sobre el autoengaño y otra de esas realizaciones que reflexionan acerca de la histeria alrededor del sexo, la fidelidad y la convivencia cotidiana actual conectando principio y final, léase presentándonos una situación inicial sin conflictos verdaderos, sólo los imaginados por los personajes, para después regodearse en una crisis inexistente que motiva muchos cambios -Ashley derrapa en la promiscuidad, Carey oficia de padrastro de Russ y los oligarcas Julie y Paul deben aprender a vivir afuera de la burbuja ficticia de lujos y un bienestar de cartón pintado- hasta que todo el asunto nos devuelve hacia el punto de partida, con cada cónyuge regresando a su compañero de siempre. Entre citas a Doctor Zhivago (1965), de David Lean, y Un Milagro para Lorenzo (Lorenzo’s Oil, 1992), de George Miller, el film piensa además por un lado el caos que desencadena la paternidad, en pantalla un Russ especializado en “travesuras” bastante pesadas, y por el otro lado la inestabilidad laboral y económica del nuevo milenio, donde casi todos parecen querer enriquecerse de la noche a la mañana estafando al otro, efectivamente como si se tratase de monigotes descerebrados del neoliberalismo y su doctrina del emprendedurismo imbécil que sólo lleva a la miseria en el corto o mediano plazo. El estadounidense Covino, responsable del guión junto a un Marvin que supo dirigir una película digna pero olvidable, La Última Yarda (80 for Brady, 2023), garantiza un muy buen nivel actoral por más que la propuesta en sí resulte errática y con algunos baches narrativos, escollo que supera gracias a protagonistas amenos y un análisis sincero del estropicio de las parejas contemporáneas…

 

Amores Compartidos (Splitsville, Estados Unidos, 2025)

Dirección: Michael Angelo Covino. Guión: Michael Angelo Covino y Kyle Marvin. Elenco: Dakota Johnson, Adria Arjona, Michael Angelo Covino, Kyle Marvin, Simon Webster, Charlie Gillespie, David Castañeda, Nahéma Ricci, Tyrone Benskin, Nicholas Braun. Producción: Michael Angelo Covino, Kyle Marvin, Dakota Johnson, Jeff Deutchman, Ro Donnelly, Ryan Heller, Emily Korteweg y Samantha Racanelli. Duración: 104 minutos.

Puntaje: 6