En un hipotético tren de deportistas que no le importan a casi nadie de seguro Gertrude Ederle (1905-2003) estaría adelante de todo, muy cerca de la locomotora como uno de los exponentes menos memorables, porque sus proezas o algo así -en el deporte, como en el arte, todo es relativo- jamás salieron verdaderamente del ámbito anglosajón. Hablamos de una nadadora norteamericana que después de establecer un puñado de records en distintas distancias y de ganar una medalla de oro grupal en los Juegos Olímpicos de París 1924, se transformaría en la primera mujer en cruzar a nado en 1926 el Canal de la Mancha, ese que separa al Reino Unido de Francia, conquista que la llevaría a conocer al presidente de entonces de yanquilandia, Calvin Coolidge, y a desarrollar una mínima carrera en el mundo del espectáculo que abarcó diversos tours en el circuito del vodevil e incluso una película muda hoy perdida, Nada Chica, Nada (Swim Girl, Swim, 1927), dirigida por Clarence G. Badger y en realidad protagonizada por Bebe Daniels y James Hall. Ederle, quien afirmaba haber inventado el traje de baño de dos piezas para la epopeya en el Canal de la Mancha, terminaría sus días sorda, por la combinación del agua y un cuadro de sarampión infantil, y de hecho enseñando natación a mocosos con tímpanos que dejaron de cumplir su función.
Obviando a conciencia el dato para nada menor de que para el momento en el que la fémina realizó su mayor proeza cinco hombres ya habían cruzado el Canal de la Mancha, siendo el primero el británico Matthew Webb en 1875 con una historia de fondo -por cierto- mucho más interesante ya que terminó ahogándose a sus 35 años en un remolino de las Cataratas del Niágara, el derrotero de Ederle dejaba todo servido para una película biográfica que pretenda elevarla al estatus de símbolo muy en diferido del feminismo de cartón pintado del Siglo XXI, precisamente la meta de La Joven y el Mar (Young Woman and the Sea, 2024), un producto deslucido del cineasta noruego Joachim Rønning, para el servicio de streaming Disney+, en el que se nos presenta la vida de Gertrude alias Trudy (Daisy Ridley) hasta el episodio de 1926 en plan de fábula dickensiana de segunda mano que hubiese espantado al archiconocido escritor inglés, todo un especialista en la denuncia de la miseria, atropellos represivos y estratificación de la Época Victoriana. Ederle es la hija de un carnicero alemán con una tienda en Manhattan, Henry (Kim Bodnia), que rechaza su obsesión con el nado al igual que los cabecillas de la Federación Olímpica, Jabez Wolffe (Christopher Eccleston) y James Sullivan (Glenn Fleshler), y buena parte de aquella fauna masculina de su tiempo.
La trama del también productor Jeff Nathanson, colaborador recurrente de Steven Spielberg y Brett Ratner, está basada en el libro homónimo de 2009 de Glenn Stout y resulta muy previsible y boba en su separación taxativa de villanos varoniles y secuaces/ ayudantes del gremio femenino, desde su madre, otra Gertrude (Jeanette Hain), y su entrenadora en la Asociación de Natación Femenina de Estados Unidos, Charlotte Epstein alias Eppy (Sian Clifford), hasta su hermana mayor, Meg (Tilda Cobham-Hervey), la cual de todos modos también es muy utilizada por la película para crear un espejo nefasto de lo que podría haber sido la vida de la protagonista si su padre y los machos malos- malísimos se salían con la suya, léase trabajar en la carnicería familiar o casarse con otro carnicero en un matrimonio arreglado, Karl Durshley (Yordan Angelov). Resulta de lo más gracioso el hecho de que los personajes más interesantes del film sean masculinos, primero el mismo padre de la chica, un Henry que pasa de coartarle la libertad a redimirse en el último acto cuando la acompaña en la pavada masoquista esa del Canal de la Mancha, y segundo un loco lindo llamado Bill Burgess (Stephen Graham), nadador real que solía hacer lo suyo sin ropa alguna y que muta en el entrenador de Trudy después de que Wolffe le sabotease un primer intento de cruce.
Además de diálogos cursis, un metraje muy extenso, un tono narrativo insípido y en piloto automático, actuaciones impostadas o melosas, una banda sonora incidental exagerada/ redundante de Amelia Warner y todos esos clichés del cine deportivo que por momentos falsean demasiado la historia ya que Wolffe saboteó a Ederle descalificándola, haciendo que otro nadador la saque del agua, y no intentando matarla con somníferos diluidos en té, los verdaderos problemas de la propuesta son cuatro, nos referimos a una premisa llevada constantemente hasta la hipérbole (el rechazo al nado rosa parece casi universal, cosa que en la época distaba mucho de ser así), la inexistencia de escollos de peso en el camino a la supuesta gloria (lo más doloroso en serio que ofrece el relato es el encuentro con medusas rojas), una dignidad caricaturesca o más bien ridícula por parte de las féminas en pantalla (el verosímil proletario suele caerse a pedazos, en este sentido, porque las hembras parecen unas “iluminadas” cuasi religiosas que batallan en pos de independencia) y la dialéctica de las princesas inofensivas de Disney por todas partes (la protagonista en gran medida está desexualizada y se mueve como una relectura aggiornada de aquellas heroínas de buen corazón del todopoderoso conglomerado de empresas, específicamente para contentar a la versión moderada del feminismo misándrico y burgués de hoy en día). Lejos de las amenas Max Manus (2008) y Kon-Tiki (2012) y cerca de bodrios como Bandidas (2006), Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar (Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales, 2017) y Maléfica 2: Dueña del Mal (Maleficent: Mistress of Evil, 2019), todas codirigidas por su compatriota Espen Sandberg salvo esta última, Rønning aquí poco puede hacer con Ridley, una actriz profundamente anodina que se hizo conocida con la trilogía que empezó con Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens, 2015), de J. J. Abrams, y en síntesis entrega un trabajo aburrido y bastante mediocre que cae unos cuantos escalones por debajo de otras faenas recientes de “temática acuática” competitiva basada en hechos reales, pensemos en Nyad (2023), obra de Jimmy Chin y Elizabeth Chai Vasarhelyi estelarizada por Annette Bening y Jodie Foster, y Los Muchachos del Bote (The Boys in the Boat, 2023), opus de George Clooney en formato director con el inefable Joel Edgerton…
La Joven y el Mar (Young Woman and the Sea, Estados Unidos/ Hungría/ Italia/ Reino Unido/ Francia, 2024)
Dirección: Joachim Rønning. Guión: Jeff Nathanson. Elenco: Daisy Ridley, Tilda Cobham-Hervey, Stephen Graham, Kim Bodnia, Jeanette Hain, Glenn Fleshler, Sian Clifford, Christopher Eccleston, Ethan Rouse, Olive Abercrombie. Producción: Jerry Bruckheimer, Jeff Nathanson y Chad Oman. Duración: 129 minutos.